15._Fuego.
Dai estaba parado frente a la ventana de la sala, mirando hacia el campo. Era un día lluvioso, oscuro, pero cálido y muy tranquilo. La fiesta del aniversario del pueblo sería esa noche en el salón de eventos al interior del ayuntamientos. El clima obligó a cambiar la celebración. Él lo sabía. Todavía no hacían el anuncio formal. El mensajero todavía no llegaba a su puerta, pero Dai lo sabía como sabía también que pronto dejaría de llover. No era parte de su poder predecir el clima o la conducta humana, era simplemente su capacidad de análisis ejercitada en los largos años que llevaba en ese mundo, en esa tierra. Con solemnidad se apartó de la ventana para subir la escalera con una bandeja en la mano, que hizo aparecer en ese instante.
Mientras avanzaba a esa habitación repasaba el por qué de Mary. Sabía que ella también se hacía esa pregunta. La respuesta él la conocía bien, pero esa mujer debía tener un laboratorio abierto en su mente, para hallar la razón de haber sido escogida como heredera de esa tierra y de él. Con toda certeza llegaría ella muy pronto a una conclusión correcta. Claro que los procesos de análisis de Mary, con respecto a si misma, la ponían de mal humor. Esos últimos días su temperamento se volvió muy difícil.
-Buenos días. Traigo el desayuno -le dijo al entrar. Ella estaba en el baño. Pudo verla a través del espejo, pues la puerta estaba abierta. Mary cepillaba su cabello.
La mujer no respondió. Salió unos minutos después para ir a sentarse a la pequeña mesa y comer en silencio.
-¿Mi periódico?- le preguntó al apartar la taza de té de su boca.
-Disculpe- fue el solitario vocablo que salió de la boca de Dai, antes de hacer aparecer los periódicos sobre la mesa.
-En esta época el trabajo es muy poco. Hay más tiempo para el esparcimiento ¿Tiene algo en mente?-le preguntó intentando abrir el diálogo tan escaso últimamente.
-Sí, iré a ver a Bills antes de la fiesta de aniversario y te ordenó no interferir entre él y yo ¿Has entendido?
-Sí señora- le respondió Dai sin disimular ni un poco lo mucho que eso le desagrado.
Mary se montó en la motocicleta una hora después y desapareció entre la lluvia dejando a Dai bastante molesto.
Las órdenes eran algo que él no podía desobedecer. Así se le pidiera comiera lodo, no podía rehusarse. Bills no le gustaba nada. Por ningún motivo quería a ese sujeto como señor de esa tierra, pero para su desgracia Mary se había encaprichado con él. Desde que le pidió matrimonio ella cambió su actitud y huyó hacia ese sujeto. Parecía como si lo estuviera desafíando. Como si acercarse a Bills fuera un acto de rebeldía. También dejo de ser gentil con él. Cada vez que le hablaba era sólo para pedirle algo y no habría oportunidad de hacerle una jugarreta o comentario fuera de ese contexto. Mary estaba alzando una fortaleza entre ella y él, algo que no podía permitir. Pero le ordenó no meterse entre ella y Bills por lo que no tenía demasiadas opciones. Dai quería a Mary por esposa, quería su libertad y no iba a renunciar a su objetivo. Formas de torcer las órdenes había muchas, en especial si había un lado ambiguo. Ella dijo que no se metiera entre los dos, pero no le prohibió observarlos ni que se metiera con alguien más. Alguien como, por ejemplo, el mesero de aquel restaurante donde Bills y Mary se reunieron para el almuerzo.
Al principio Bills se rehusó a aceptar la compañía de esa mujer. La amenaza de Dai hizo bastante eco en él. Pero ese mayordomo fastidioso no estaba en todas partes, pensaba él, y la mujer no era fea. Claro que bastó esa accidentada cita para no querer volver a ver a Mary. Es que nada salió bien. El mesero le tiró la sopa en el regazo, descubrió una mosca en la comida, su tarjeta bancaria fue rechazada y para rematar su "mala suerte" se cayó de cara al lodo gracias a un idiota que pasó junto a él en bicicleta.
-Tú atraes la mala suerte- le dijo a Mary, que se quedó parada bajo la lluvia viendolo marcharse bastante molesto.
-Dai...-murmuró Mary, pero no enfadada.
El mayordomo, que no se perdió detalle de lo sucedido, se sintió bastante complacido. Estaba seguro de que Bills no volvería a salir con su ama y que hasta podía dejar de comprar sus productos. Era un tipo difícil, de ideas bastante fijas y muy supersticioso.
Mary volvió a la casa para cambiarse. Se veía bastante cansada. No hizo ningún comentario en particular a Dai, quién la recibió con el mejor de los ánimos.
-Me tome la libertad de preparar un atuendo para esta noche. Espero sea de su agrado.
-Probablemente así será -le respondió Mary mientras subía la escalera.
-Sino es de su agrado, puedo darle otro.
-No es necesario- le señaló de manera tan seca, como el golpe que le dió a la puerta al cerrarla- ¡Me voy a cambiar! ¡Si quieres verme desnuda usa tus esferas, pero no entres a mi habitación!
-No haría algo tan vulgar como espiarla mientras se está cambiando, señora- le contestó cerrando Dai los ojos.
Mary lo escuchó, pero no le prestó atención. Dai siempre le daba vestidos negros. El de esa noche fue azul. Un azul oscuro. Le hubiera gustado saber porque ese cambio, pero prefería no hablar con él. Desde la ventana lo vio ir hacia el campo con un amplio paraguas. Estaba lloviendo menos. El cielo daba luces de que el clima cambiaría pronto y eso ánimo un poco a la mujer que se dió un baño caliente para relajarse.
Dai fue a hablar con Bardock para que se encargará de reparar los establos y también designará a una cuadrilla para que se ocupará de levantar un nuevo cerco en la segunda hacienda. Se quedó con él un buen rato y como estaba de buen ánimo por haberse deshecho de Bills se olvidó de Mary un momento.
Un hombre que trabajaba allí, vio que la lluvia hizo estragos en el jardín de la señorita, por lo que con ayuda de una pala comenzó a trabajar en el. Aquello le permitió oír el desgarrado grito de la mujer al interior de la casa. Sin pensarlo un minuto fue a ver qué estaba pasando.
Dai oyó el grito al mismo tiempo que sintió un dolor punzante en el abdomen. Fue tan fuerte que se dobló sobre si mismo dejando caer el paraguas. Unos segundos después soltó una bocanada, abundante, de sangre.
-¿Se encuentra bien?- le pregunto el capataz poniendo una mano en la espalda del mayordomo que terminó cayendo sobre sus rodillas.
-Mary...-fue lo único que logró decir antes de escupir sangre otra vez.
Los ojos de Dai miraron hacia la casa. De no estar Bardock ahí hubiera aparecido allí como acostumbraba. A la distancia logró ver a uno de los jornaleros cargando a Mary para subirla a la camioneta y llevarla al pueblo.
-No...-dijo apenas y se dió cuenta de que Bardock lo estaba levantando por la ropa para llevarlo hacia allá también.
Como un vil bulto acabó siendo cargado por el capataz en su hombro. Terminó en la camioneta junto a Mary que tenía rastros de sangre en la boca y permanecia inconsciente. Bardock y el jornalero pensaban llevarlos al centro de salud, mas la camioneta quedó atascada en el lodo, justo en la puerta de la propiedad. Aquello obligó a los hombres a bajar del vehículo, momento que Dai aprovecho para desintegrar a las serpientes que se habían enroscado en el cuerpo de Mary. Apenas esas criaturas desaparecieron, Dai dejo de sentir dolor. Cuando descendió de la camioneta, está quedó libre del lodo.
-Gracias por su ayuda señores, yo me encargaré a partir de ahora- les dijo cargando a la mujer en sus brazos.
Los hombres quedaron tan confundidos que no pusieron objeción a lo que él dijo. Es que en cosa de segundos Dai pasó de estar sufriendo un dolor terrible a estar como siempre. Tenía fama de ser un tipo extraño, pero aquello dejo pequeño aquel concepto.
Cuando Mary abrió los ojos era de noche. Lo último que recordaba fue haberse tendido en la cama y supuso había tomado una siesta, mas una sensación de dolor en el vientre la hizo evocar la visión de serpientes entorno a ella.
-¿Cómo está?-le preguntó Dai que estaba recostado a su lado.
Mary se le quedó viendo con extrañeza e iba a reclamarle por descarado, pero su atención se la llevó el aspecto de Dai. Estaba muy lánguido, su boca estaba reseca y sus ojos un poco hundidos. Sus manos descansaban entrelazadas sobre su abdomen.
-¿Qué te ocurrió?-le preguntó un tanto inquieta.
- ¿Usted está bien?-le consulto nuevamente.
-Sí...
-Me alegro mucho- le dijo sonriendo- Estoy un poco cansado... a veces ocurre que pierdo mucha energía. No se preocupe. Me responde pronto- añadió y la miró con un rostro gentil.
-¿Estás seguro? Porque luces horrible.
-Sí. Usted debe ir a la fiesta. Es un poco tarde, pero...-se interrumpió, respiró profundo y volvió a cerrar los ojos.
Mary se levantó. Tenía puesto un pijama. Era cerca de las nueve, la fiesta debió haber comenzado hace unas horas. Se cambió en el baño y salió de ahí arreglándose el cabello. Fue cuando notó que Dai sentía algo de dolor. Estaba de costado, casi en posición fetal sobre aquella cama amplia en la que su figura se veía todavía más pequeña.
Si le hubieran preguntado a Mary que pensaba de Dai, hubiera dicho que no se le hacia alguien malvado, pero si una criatura dispuesta a muchas cosas para conseguir sus objetivos. No mintió cuando le dijo que de haber sido un hombre le hubiera llamado la atención, sin embargo, no lo era. Si tenía que resumir sólo hubiera dicho que con toda su ambigüedad y misterio, le agradaba. Por este motivo, Mary fue hacia él para ver como estaba.
-Dai- lo llamó, pero él no respondió. Insistió, mas tampoco le contestó en esa oportunidad.
Mary apoyó una rodilla en el borde de la cama, para alcanzar con su mano la frente de Dai. Tenía fiebre y parecía dormir.
-Su mano está helada...se siente bien-le dijo el mayordomo logrando que ella se apartará de él.
-Me voy. Puedes quedarte aquí, en mi habitación -le dijo Mary y luego dejó ese cuarto.
Por alguna razón dejarlo solo le molestaba. Al pasar por la cocina pensó en hacerle un té. Lo había visto beber vino y agua un par de veces, de modo que un té no le haría mal. Acabó haciendo una infusión de hierbas y frutas que le llevó en una taza grande, blanca. No sabía si eso tendría algún resultado positivo, pero al menos podía hacerlo sentir mejor anímicamente. Dai siempre estaba cuidando de ella, por las razones que tuviera, pero la cuidaba. A Mary le era justo cuidar de él.
-Te hice esto-le dijo extendiendo a él la taza.
Dai, que estaba boca arriba, abrió los ojos y miró la taza con un leve asombro.
-Tomalo-le pidió Mary y él estiró unas tremulas manos hacia el recipiente.
-Gracias -le dijo y se quedó con la taza entre las manos.
-¿No te gusta? ¿No puedes beberlo?-le preguntó la mujer al ver lo mucho que se tardaba en probarlo.
-Hace mucho que alguien no hacia algo así por mí-le respondió y luego bebió un poco- Refrescante... Se lo agradezco mucho.
-No tienes que darme las gracias por esto. No es nada.
-Es mucho. La mayoría no se tomaría la molestia de tener un detalle así, conmigo- le dijo el mayordomo, un poco más compuesto- No cabe duda de que sería una buena esposa.
-Tal vez, pero no la tuya- le contesto Mary- ¿Por qué no pones algo más cómodo y descansas un poco?
-¿Algo más cómodo?- repitió Dai y luego cambio su ropa por un pijama, quedando descalzo.
Mary busco algo en la mesa de noche, luego se sentó en la cama junto a él.
-¿Te gusta la poesía, Dai?-le preguntó Mary.
-No mucho.
-A mi me parece algo complicado y lo complicado me agrada ¿Quieres que te lea un poema?
-¿Qué hay de la fiesta?
-¿Quieres que te lea o no?
-Me encantaría -respondió el mayordomo y se dispuso a oír aquella poesía.
Pronto Mary terminó dormida junto a él. Dai la puso en una posición más cómoda y se quedó a su lado.
-Es cuestión de tiempo y paciencia-le dijo a la muchacha, después la abrazo llevandole la cabeza hacia su pecho, como si intentará protegerla de algo. Unos segundos después el primer piso de la casa comenzó a incendiarse- Usted descanse, yo me ocuparé de todo...
Tres hombres huyeron hacia los invernaderos. Bardock y dos de los centinelas los vieron gracias a la luz del incendio, sin embargo, de no ser por el súbito derrumbe de uno unos postes de madera apilados cerca del lugar, no los hubieran podido atrapar. Los responsables recibieron una tunda de parte de los guardias y la casa, se apagó como de la nada.
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