14._Propuesta.
Mary se le quedó viendo mientras Dai iba hacia la puerta. El mayordomo abrió descubriendo a un hombre jóven que le dijo estaba ahí, en nombre del alcalde. Le dió a Dai un hermoso ramo de flores y un sobre cuyo contenido, el mensajero desconocía. Después de una breve despedida, el muchacho se marchó y Dai volvió a la sala, dónde Mary estaba esperando enterarse de quién fue a visitarla.
-Habra una fiesta por el aniversario del pueblo y el alcalde me está invitando- le dijo la mujer después de abrir el sobre.
Dai estaba acomodando las flores sobre la mesa de café. Una vez terminó de hacer aquello miró a su ama con una expresión muy tranquila. La muchacha miraba el elaborado papel de la invitación, como considerando secretas ideas.
-Este año el pueblo cumple trescientos veinte años- le dijo Dai- Desde hace unos noventa años que se tomó la costumbre de celebrar su fundación. Todos los hacendados hacen un donativo en dinero a las arcas municipales, para financiar la fiesta.
-Ya veo -murmuro Mary, a quien esas palabras revelaron más que la invitación- Supongo que tendré que hablar con el contador.
Dai con las manos en su espalda y esa espina tan enhiesta como un mástil hizo aparecer un sacudidor de plumas en el aire. Lo tomó con un gesto elegante y empezó a quitar un polvo imaginario de los muebles.
-Desde que la conozco- comenzó a decir- Me he estado preguntando cuál es la razón por la que no me pide que haga aparecer dinero. Sabe que puedo hacerlo...
Mary volteó a él, que estaba de espaldas a ella. Sus ojos quedaron fijos en la espalda del mayordomo.
-Dinero, joyas, riqueza fue lo primero que todos me pidieron- continúo Dai,que se interrumpió un instante para llevarse la mano a la barbilla- Bueno... Tres de mis amos me pidieron sanar sus cuerpos enfermos. Ella, sin embargo, no lo hizo. Y era la que más lo necesitaba.
-¿Te refieres a Leonora?-le preguntó Mary.
-Sí- respondió Dai, sin mostrar sorpresa en su rostro o voz- Aunque su caso era diferente. Ella perdió a su esposo poco antes de heredar está tierra. Al perderlo a él, perdió sus deseos de vivir. Supongo que su amor era más grande que ella o bien sólo lo tenía a él ¿Se a enamorado alguna vez, Señorita Mary?
-¿Qué relevancia tiene para tí el que lo haya hecho o no?-le cuestionó la mujer.
Dai hizo desaparecer el secador y puso su mano en la espalda para girarse hacia ella.
-Ninguna en realidad- le contestó sonriendo de manera amigable.
-¿Y tú Dai, te has enamorado alguna vez?
-¿Es importante saberlo para usted?
-Sí- le contestó Mary borrando la sonrisa del rostro de su mayordomo.
Dai comenzó a caminar lentamente entorno a la muchacha, que se quedó parada entre el sofá y la mesa de café.
-Le propongo hablemos claro ¿Está de acuerdo?-preguntó sin esperar una respuesta.
Mary comenzó a seguirlo no sólo con la mirada,sino que empezó a moverse lentamente siguiendo la trayectoria de Dai que hacía un círculo entorno a ella.
-Dijiste que la esposa de mi tío te ordenó dormir con ella y tú obedeciste- le dijo Mary viéndolo a los ojos- También dijiste que no cualquiera puede vivir en estas tierras y que preferirías yo no me casará. El motivo es que si lo hiciera,mi esposo se convertiría en el señor de estás tierras y tú tendrías que obedecerlo también.
-Es correcto- afirmó Dai levantando una de sus manos para hacer desaparecer los muebles de la sala.
El sofá, la mesa y demás se elevaron desapareciendo como barridos por un suspiro. Pero durante ese breve proceso, Mary no apartó los ojos de Dai que iba caminando entorno a ella tan lentamente que su figura y el sonido de sus pasos lo volvieron una visión un poco hipnótica. Él formaba un amplio círculo entorno a ella y ella uno pequeño en el interior del de él. Parecían haber formado la ronda de un mundo y su luna en ese desnudo salón donde las amarillas cortinas cobraban la fuerza del sol, al ser bañadas por el. Cuando Dai pasaba por el lado de las ventanas, y su silueta era enmarcada por esas cortinas ondeantes en la brisa otoñal, adquiría un porte propio de un ángel, pero a medida que iba avanzando hacia la sombras una tomando el aspecto de un demonio seductor.
-Por eso eres tan celoso de cualquier hombre que se me acerca. Porque no quieres servirle a nadie más- agregó Mary, cuyo vestido negro se movía al compás de su suave y lento giro.
-Correcto- exclamo Dai entrando en las sombras, dónde sus ojos violeta adquirian un tenue brillo.
-Pero hay algo más...
-Sí- afirmó el mayordomo y se detuvo justo en la frontera entre el sol de la tarde y la sombra del salón.
La mitad del cuerpo de Dai parecía la de un hombre ordinario, pero la otra gritaba que su naturaleza no era de este mundo. Una de sus pupilas era transparente, la otra tenía ese tono violeta metálico, cerrado y frío. Ambos ojos estaban firmes en la mujer delante de él, que se sabía vulnerable, inferior a él, pero mantenía su postura por orgullo y dignidad más que otra cosa.
-¿Señorita Mary, se casaría conmigo?-le preguntó cuando la luz del ocaso desapareció en el horizonte- Usted debe saberlo, pero se lo explicaré de todas formas. Al casarme con usted, me convertiré en el señor de esta tierra, recuperando en parte mi libertad. No podré alejarme de ese lugar, mas podré tener voluntad sobre mis acciones...
-Seras como yo- lo interrumpió Mary- No tendrás que seguir mis órdenes.
-Así es. Nunca seré libre del contrato con su sangre,pero al menos no seré más un sirviente- le dijo caminando hacia ella.
-No me casare contigo, Dai- le dije Mary sonando bastante segura de su decisión.
-Usted podrá hacer su vida como le plazca. Podrá vivir en otra casa si así lo desea, conservará sus tierras y ganancias. Puede tener un amante si le quiere. Simplemente estará casada conmigo. Lo único que no sucederá entre usted y yo, será el divorcio. Porqué seré honesto, una vez sea mi esposa bajo ningún motivo romperé ese contrato...
-De ser así volverías a ser mi empleado- lo interrumpió Mary.
Dai respondió afilando su sonrisa, Mary llevó su mano izquierda a su codo derecho mientras miraba al costado.
-Estoy cansada. Quiero dormir-le dijo y ciertamente parecía agotada.
-¿No cenará?-le preguntó el mayordomo.
-No tengo hambre-le respondió y se llevó la mano a la cabeza- Necesito dormir- agregó y fue hacia la escalera.
Dai la miró hasta que llegó al descanso de la escalera. Después restauró la sala.
Mary llegó a su habitación totalmente abrumada por todo lo que pasó. Tenía tanto en la cabeza con respecto a Dai que a momentos se sentía tan inquieta que sólo quería gritar o correr hasta que sus piernas no respondieran. Es que no había nadie con quien poder discutir ese asunto. No tenía a nadie con quien conversar de nada. Por primera vez en su vida estaba totalmente sola. Atrapada en ese lugar junto a Dai, que era su único contacto "humano". Dai se volvió todo para ella en esos meses y de una forma tan sutil, que no podía no actuar con suspicacia respecto a él. Mary se lo dijo a él como un desahogo. Ella no estaba segura de ser quien tenía el control.
Dai era un ser demasiado poderoso. Demasiado grande para cualquier ser humano. Su poder era inconmensurable ¿Qué podía llegar a hacer una criatura como esa en el mundo? Mary no podía ni quería imaginarlo. Por otra parte no sentía en él malas intenciones, tampoco le parecía interesado en el poder. Pero Dai no era humano. No podía analizarlo basándose en los estándares con los que medía a los hombres. Sin mencionar que no había forma de corroborar lo que Dai decía. No había ningún antecedente de ese mayordomo como para poder estar seguros de algo respecto a él. Era su palabra y lo que supuestamente ella descubría, todo lo que Mary tenía para armar sus hipótesis.
Dai con su poder y misterio, sus negocios y sus enemigos. Mary simplemente estaba al borde de un colapso. Lo tuvo esa noche. Se durmió temprano, pero despertó en la madrugada con fiebre muy alta y cubierta de sudor. Al abrir los ojos lo primero que vio fue a Dai reclinado sobre ella, pero a diferencia de otras ocasiones ver allí a su mayordomo no le trajo paz sino todo lo contrario. Se apartó de él, para ir hacia la puerta. Quería irse de ese lugar, pero no tenía las fuerzas para hacerlo. Tuvo alucinaciones con serpientes voladoras que parecían querer morderla. Fue víctima de varias alucinaciones hasta que Dai... él hizo algo, pero no recordaba que. Sin embargo, aquello la tranquilizó, le quitó la fiebre y logró dormir en paz. Él la mañana estaba como si nada. Estaba lloviendo. Podía oír la lluvia.
Al levantarse Mary fue directo al baño para quitarse la sensación de sudor del cuerpo. Todo iba bien, se estaba dando una ducha caliente cuando sintió una mordedura en el muslo. Fue algo fuerte y dejó una sensación dolorosa, ardiente. La mujer dió un pequeño gritó que atrajo al mayordomo que fue recibido con un proyectil. Dai esquivo la botella de acondicionador y cerró los ojos.
-No estoy mirando- señaló mientras Mary buscaba una toalla para cubrirse.
-Esta bien,puedes ver ahora -le dijo la mujer sentandose en el borde de la bañera. Dai la miró con curiosidad y le preguntó que sucedió- Una serpiente me mordió.
-¿Una serpiente?
-Sí,una serpiente- reitero Mary descubriendo su muslo en busca de la marca de la mordedura.
Dai se inclinó de manera un tanto imprudente sobre la pierna de la mujer en busca de la herida. Incluso hundió su dedo en el muslo de Mary, quién le tiro la oreja.
-¿Qué se supone estás haciendo?
-Examimando su muslo- le respondió Dai una vez ella lo soltó.
-Descarado...-murmuró Mary.
-Sólo estaba buscando la herida que le hizo la serpiente- contestó el mayordomo-Pero su piel está tan suave y fresca como siempre...
-¿Cómo es eso de como siempre?-le cuestionó Mary a lo que Dai sólo se encogió de hombros.
-El desayuno está listo...la espero abajo- le respondió el mayordomo y dejó el baño prometiendo que revisaría la casa, para asegurarse de que no había serpientes.
De no ser por la lluvia ese día hubiera sido uno ordinario. Era la primera lluvia de la estación y caía bastante tarde y de forma muy débil. Algunos lugareños hablaban de una posible sequía. Las precipitaciones habían disminuido considerablemente en los últimos años. Todos estaban preocupados por eso y felices de ver llover. Para Mary la lluvia fue como un golpe de energía. Salió al patio posterior sin ninguna prenda que evitará se empapara hasta los huesos. Olvidándose del mundo, extendió los brazos a los costados cerró los ojos y disfruto de las gotas de agua sobre su cuerpo. Dai la miraba desde su cuarto. Más de una vez la observó hacer eso, entre otras cosas que el resto de geste veía de manera extraña. Después de un rato la vio partir a las caballerizas y salir montando a Pendragon para cabalgar por el campo, sin importarle que aquello podía ser peligroso por más de una razón. Por suerte volvió temblando de frío dos horas después, pero se sonreía como una niña traviesa.
-Eso fue muy imprudente de su parte- le señaló el mayordomo al llevarle una taza de té.
Mary estaba en pijama frente al fuego de la chimenea. Se había dado un baño caliente, pero no sé había secado bien el cabello. Razón por la cual Dai hizo aparecer una secadora en sus manos y sin pedir permiso le uso sobre la cabellera de la muchacha.
-¡Dai! ¡Basta!-se quejó Mary que por poco tira su taza de té.
-A veces, usted, se comporta como una niña...
-Te dije que necesitaba pensar- replicó un poco molesta.
-Si quiere puedo hacer una cita con nuestros abogados, el contador y...
-No estaba pensando en eso, pero no es una mala idea. Hazlo para este lunes.
-Como usted ordene. Pero sino estaba pensando en eso ¿Estaba considerando mi propuesta?-le preguntó y Mary arqueo una ceja.
-¿Cuál propuesta?
-La que hice ayer por la noche ¿Se convertiría en mi esposa?-le preguntó e hizo aparecer un anillo delante de Mary- Oro rosa, con diamante y cristales, pero si prefiere puedo darle uno más sencillo.
-No me casare contigo, Dai- le respondió la mujer.
-Seré un buen esposo, si quiere permanecer a mi lado. Pero también lo seré sino quiere estar conmigo- le dijo mientras Mary dejaba la taza sobre el alfombra y cerraba los ojos, pues se estaba peinando y tiraba de su cabello.
-Dai no me casare contigo-
exclamó Mary frunciendo el ceño.
-Pienselo bien. Nadie la conoce mejor que yo y la acepta como es-le dijo Dai antes de dejar la habitación.
Posiblemente tenía razón. Nadie la conocía asi de bien. Pero no era humano. Era peligroso. No estaba bien.
Esa noche mientras ella dormía tranquilamente. Dai se sentó en el borde de su cama para apartar un mechón del cabello de la mujer y poder ver su rostro completamente. Evocó entonces una de esas noches en que el tío Edgar y él miraban a los candidatos para heredar la hacienda. En una oportunidad el viejo le pregunto:
-¿Si fueras tú quien tuviera que escoger a tu señor, a cuál escogerías Dai?
El mayordomo miró las tres esferas con dos chicas y un hombre.
-A ella- respondió señalando a Mary.
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