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11._Visita


-Jaque mate-exclamó Dai al mover el caballo sobre el tablero.

Mary torció la boca y se quedó viendo a su rey totalmente rodeado. Era temprano. Afuera los campos estaban vacíos. Los invernaderos estaban listos y los trabajadores apenas estaban saliendo de sus casas a esa hora.

-Sí quiere puedo darle una victoria-le dijo el mayordomo.

-Sí lo haces te cortaré el pene y te lo haré comer-le contestó Mary que no estaba nada feliz con su segunda derrota-
Suponiendo que lo tengas-agregó todavía viendo el tablero de ajedrez.

-Sí, si tengo y preferiría conservarlo-le dijo Dai medio encogiéndose de hombros y sonriendo como siempre.

Mary vió a otro lado con una expresión de fastidio imposible de disimular. El rostro de la mujer la delataba todo el tiempo. Lo que sentía quedaba expuesto en su pálido semblante. El mismo que se medio sonrojaba cuando la quedaban viendo fijamente. Aunque esa reacción sólo ocurría ante ciertas personas. Dai conseguía eso cuando contestaba sus comentarios burlones de forma amorosa o desinhibida.

El otoño había entrado muy frío y húmedo. Esa mañana caía una llovizna suave. La muchacha llevaba pantalones largos y una blusa gruesa de mangas amplías que casi parecían una paca colgando sobre sus hombros. Cuando se puso de pie el sonido de sus botas hizo eco en la cocina.

-¿Qué hay del nuevo capataz?-le preguntó Mary, mientras miraba por la ventana.

-El señor Bardock es bastante eficiente- le contestó el mayordomo, haciendo desaparecer el tablero de ajedrez y sus piezas- No me lo ha preguntado, pero no hacia falta que contestará un capataz. Yo puedo hacerme cargo de todo.

-¿Extrañas dar órdenes, Dai?-le cuestionó Mary volteando a verlo con una sonrisa algo burlona.

-No lo digo por eso -le contestó cerrando los ojos.

-Sé que puedes encargarte tú solo de todo esto y más, pero ahora tenemos otra hacienda y prefiero que te concentres en ella por un tiempo. Además no quiero que la gente despierte demasiadas suspicacias hacia nosotros-le explicó la muchacha.

-Entiendo-murmuro Dai.

-Por cierto,me gustaría que cambiarás la decoración de este lugar-le dijo Mary como para cambiar de tema y girando por entero hacia su mayordomo.

-Entonces es definitivo. No venderá la hacienda- comentó Dai como esperando una afirmación a su premisa.

-Sí lo hiciera ¿Qué sucedería contigo?-le preguntó Mary.

-No puedo responder esa pregunta-le respondió tranquilo.

Mary se le quedó viendo con atención. Permaneció así tanto tiempo que obligó a Dai a hablar, para romper con ese extraño silencio.

-¿Qué cambios desea, ama?

-Que no me llames así-exclamó Mary y cruzó los brazos. El mayordomo recalcó su sonrisa de gentil en respuesta- Vender no es una opción. No mientras tenga está conección energética contigo. A menos que este vínculo se rompa al entregar esta tierra a otra persona...

-Me temo que no funciona así- corrigió Dai- Usted puede vender esta tierra si así lo desea, pero al hacerlo romperá el contrato que tengo al servicio de su familia y al hacerlo de ese modo abrupto usted y yo saldríamos muy afectados.

-¿En qué manera?-inquirió Mary-¿Nos costaría la vida?

-En su caso sí,en el mío no.

-¿Por qué hicieron un contrato contigo y qué eres?-le preguntó la mujer tras una larga pausa.

Dai la miró con paciencia, con cierto cansancio.

-El ser humano peca de muchas cosas. La avaricia es uno de ellas. Esa avidez insaciable que impulsa a conseguir más y más, llegando a desarrollar el poder para intentar llenar el hueco en sus entrañas...Esa es la razón por la que se celebró mi contrato- le dijo con una mirada oscura-En cuanto a su otra pregunta...No puedo responder.

Mary se sintió un tanto incómoda e intento salir al patio.

-No me tema por favor-le dijo Dai-Entienda que yo no puedo hacerle daño. Soy un simple instrumento de su voluntad.

Mary volteó a verlo y se quedó pensando un momento. Le surgieron varias horas ideas y varias preguntas,pero decidió mantener silencio.

-Tengo que ir a ver a Bills-le dijo la mujer-Subire el precio de los tomates y prefiero tratar ese asunto en persona.

-¿Está segura de que no está buscando una excusa para ver al dueño del restaurante?-le preguntó el mayordomo.

-Estoy soltera y él no está casado hasta donde sé ¿No eres tú quien siempre me dice que debo olvidarme de Kibito-Shin?-le cuestionó Mary.

-No me refiero a este tipo de cosas cuando hago esa recomendación-le dijo.

-No te ofendas Dai, pero pareces una vieja chismosa.

-Me preocupo por usted. Ninguno de ellos, en particular, el señor Bills es un buen compañero de vida para su persona.

-¿Y quién lo sería?

Ante esa pregunta,Dai se quedó pensando. Incluso se llevó la mano a la barbilla.

-Un hombre sereno, un tanto complaciente, pero con carácter suficiente para contenerla. Una persona equilibrada y tan o más perceptiva que usted. Y sobretodo capaz de impulsarla a usar sus talentos. También capaz de seguirla en sus visionarias ocurrencias.

-Suena a alguien como tú-le dijo Mary viéndolo con cierta recelo.

-Pero usted dijo que es absurdo enamorarse de alguien como yo.

-No de alguien como tú, sino de alguien en tu posición- explicó la mujer cruzando los brazos.

-Oh...bueno es cosa de cambiar de posición nada más.

-Me gusta arriba-exclamó Mary y luego se echó a reír.

-Dato anotado-le contestó Dai borrando la sonrisa de la muchacha.

-¿Me das un lápiz labial rojo y un espejo de mano?

Dai materializó los objetos para ella. La vio pintarse la boca lo que le dió un aspecto de muñeca antigua. De esas hechas de porcelana con cabellos abundantes, desordenados y bocas pequeñas de color escarlata.

-Quedate quieto. Es una orden -le dijo la muchacha y se le paró enfrente con una sonrisa maliciosa.

El aliento de Mary le dió cosquillas en el cuello. Su nariz helada le hizo una caricia involuntaria, pero ella no beso su piel como pareció querer hacer. La mujer marcó sus labios en el cuello de la camisa del mayordomo. Al poner sus manos en los hombros de Dai, Mary sintió un pequeño temblor en él. Posiblemente de la incomodidad de su cercanía.

-Te prohíbo limpiarte el lápiz labial...hasta la diez de la mañana -le susurró en el oído y le dió un pequeño beso en el lobulo de la oreja-Y ya deja de molestarme-agregó al apartarse de Dai.

Antes de dejar a su mayordomo, Mary se quitó un poco de lápiz labial de la boca y se lo puso a Dai en la suya.

-Supongo que me lo merezco- murmuró el mayordomo y con las manos en la espalda fue hacia la puerta. Alguien estaba tocando.

Mary fue hacia la sala. Realmente pensaba salir ese día, pero la voz en la entrada la hizo cambiar sus planes.

-Mimi-murmuró y miró hacia al corredor.

En el umbral estaba su madre viendo a Dai de una forma un tanto despectiva. La mujer era alta,al menos más que Mary. Llevaba un traje de dos piezas de color damasco y un abrigo negro. Sus ojos estaban puestos en aquel sujeto, que la miraba como si su presencia allí hubiera llegado a interrumpir algo importante. Desde luego y gracias a la blanca camisa del mayordomo, las marcas del lápiz labial eran bastante evidentes.

-Hola,Mimi-le dijo Mary al llegar detrás de Dai-La señora es mi madre. Mimi él es Dai,mi mayordomo...

-¿Un empleado? Ten. Carga mi maleta hasta mi habitación-le dijo la mujer ofreciendo su equipaje a Dai.

-Usted disculpe,pero debo hacer algo importante...recibir y dar las instrucciones a los jornaleros. Que tenga un lindo día-le contestó el mayordomo y se alejó de la casa rumbo al campo.

-Que grosero. Y tú...no puedo creer que te estés acostando con un empleado-le reprochó la mujer a su hija.

-Es guapo y hace lo que digo. Casi el hombre perfecto-le contestó Mary-¿A qué debo tu visita,Mimi?

La mujer era perspicaz. No tanto como su hija,pero lo suficiente para advertir que algo extraño estaba sucediendo. Tal como Mary se lo pidió ella averiguo respecto a esa propiedad. Fue la excusa que uso para visitar la hacienda y ver qué estaba ocurriendo realmente. La más joven tuvo que hacer de anfitriona. Le enseñó la casa a su madre, el campo y le contó lo que estaba sucediendo.

Dai las vio ir a las caballerizas unos horas después, pero su atención fue robada por el "simpático" saludo de uno de los jornaleros:

-Buen día, señor Dai ¿Pasó buena noche?

La risita pícara y el cuchicheo de los otros dos tipos que acompañaban al primero, lograron hacer que el mayordomo arrugará el entrecejo y apretara la boca.

-Señor Dai...-le habló una mujer.

-Lo sé señorita. Tengo lápiz labial en el cuello en la camisa. Y si, pasé una excelente noche-le dijo a la mujer antes de ir con el capataz.

Habían contratado a Bardock hace sólo un par de semanas. Obviamente tenía experiencia en el puesto, pues fue el capataz de una hacienda que fue vendida, pero en la de Mary el trabajo era ligeramente diferente por lo que Dai, tenía que explicarle varias cosas. Mientras iba con Bardock, Dai estaba pendiente de Mary y su madre.

La mujer no mostraba mucho interés en nada de lo que Mary le contaba, aunque hizo un comentario respecto a que le sorprendía lo que su hija había hecho en cinco meses. Después de un rato y al volver a casa, Mimi le contó que había investigado un poco más respeto a la propiedad y a ese pueblo dándole una carpeta que sacó de su pequeña maleta.

-Ahi está todo-le dijo- Enséñame mi cuarto y el baño. Necesito descansar.

-Sígame...-le pidió Mary después de soltar un suspiro de resignación-¿Cuánto tiempo te quedarás?

-¿Por qué lo preguntas? ¿Interrumpo tu romance con el mayordomo?

-Sí,la verdad sí-le contestó Mary- Contigo aquí no podremos coger en la cocina...

-Eres igual a tu padre-le contestó la mujer.

-¿El también te cogía en la cocina?

-No. A ti te hicimos en el automóvil de tu abuela.

-Vaya...-exclamó Mary y se echo a reír.

Dai alcanzó a oír esa parte. Había ido a la casa para preparar el almuerzo. Mary le dió su habitación a su madre, lo que la dejaba sin una cama donde dormir. Bajó al estudio encontrándose con Dai en la escalera. Él no le hizo comentarios, sólo le preguntó si quería que hiciera algo especial para el almuerzo, a lo que ella respondió que lo que él preparase estaría bien. Mimi no bajo a almorzar. Se quedó arriba tomando la siesta, pero no se privó de la cena. Momento en que terminó de ponerse al tanto respecto a todos los acontecimientos. Era una mujer muy enérgica y sobretodo muy honesta, cayendo en un lenguaje a ratos grosero. A Dai lo trato, todo el tiempo, como a un empleado cualquiera, llegando a reprenderlo por no servir el vino apropiadamente.

-Tomates azul ¿Quién diría que al tío Edgar le gustaba la ciencia?-comentó cortando la carne- De cualquier modo me sorprende que quieras quedarte en este lugar. Lo mejor sería vender todo y que buscarás un horizonte más amplio en otra ciudad. Te darían suficiente para vivir una gran vida en cualquier lugar...

-Me gusta aquí-le respondió Mary.

-Siempre y cuando sigas a este ritmo no me parece una mala opción. Y yo que creía que eras una mujer conformista y sin ambiciobes. Supongo que te pareces un poco a mi después de todo-agregó la mujer-Esta carne está un poco dura y bastante nerviosa...

-Es carne de...

-Shhh sé lo que se supone es- interrumpió Mimi a Dai.

Mary ni siquiera se inmutó por el comentario que le hizo su madre. Incluso parecía que estaba esperando esas palabras. Mimi se retiró a dormir anunciando que se iría a la mañana siguiente. Dijo que había hecho lo que fue a hacer y no le gustaban los pueblos ni por un fin de semana. Se retiró al cuarto y Mary se quedó abajo bebiendo un poco de vino. Era inusual que bebiera, pero de vez en cuando lo hacía. Era una noche fría y la chimenea estaba encendida.

-Puede dormir en mi habitación si lo desea -le dijo Dai por telepatía- Ese sofá no es muy cómodo.

Mary miró a la escalera. Arriba había sólo dos cuartos. Ella nunca entró al de Dai.Se asomó alguna vez,pero no vio nada interesante. Fue la curiosidad lo que la hizo aceptar ir hasta allí. Era una habitación pequeña en comparación a la suya y tenía una pared cubierta por un librero del techo al piso. No había cama, sólo un diván y una silla de respaldo alto en la que había una cajita de madera. También un baúl bajo la ventana.

-Puedo poner una cama para usted-le dijo Dai al verla entrar.

-No hace falta. Puedo dormir ahí- le respondió Mary señalando el diván y luego se sentó en el.

-Su madre tiene un carácter muy particular.

-Sí-rio Mary.

-Parecen llevarse bien.

-Sí, Mimi es como una amiga grande. No me crío y no tiene mucho instinto maternal, pero ahí está. A su manera.

-Entiendo... Supongo que está muy orgullosa de usted.

-Quizá. Lo cierto es que ella no tolera el fracaso. Ni el victumismo-le comentó como pensando.

-¿Me permite hacer una observación?-le preguntó Dai después de mirarla por un rato.

-Adelante.

-Creo que usted está creando esta empresa agrícola para demostrar a su madre que está equivocada-le dijo con un tono insicivo.

-¿Qué edad crees que tengo? Supere eso de demostrar a los demás que puedo hacer cualquier cosa, hace años. Si estoy fundando está empresa es por algo que no tiene que ver con ella ni contigo-le respondió con seguridad.

Dai se sonrió satisfecho.

-¿Recuerda cuando le pregunté si tenía un deseo de algo improbable?-le preguntó mirando por la ventana-Yo si tengo uno...

-¿Y qué es?-le consultó la muchacha con cierta curiosidad.

Dai volvió sus ojos a ella, pero enseguida miró detrás, por encima del hombro de la mujer. Allí había una de esas serpientes. La criatura estaba quieta allí. Dai no le quitaba los ojos de encima, pero una caricia en el rostro de parte de la muchacha lo hizo verla a ella.

-A veces me preguntó si en realidad soy yo quien tiene el control aquí-le confesó Mary.

-Por supuesto que es así-le respondió viendo la mano de la mujer sobre su faz-Usted puede pedirme lo que desee,mi señora...yo se lo consederé.

La forma en que Dai repetía aquello, a Mary, siempre le causaba una sensación incomoda. Era como si hubiera algo entre esas palabras, que ella no entendía. Pero esa noche hubo otra cosa, algo que había sucedido en la fiesta, una caricia en su barbilla con una sugerencia que ella veía con extrañeza. Se le hacia insólito y sin embargo,de alguna forma, en ese momento se le hizo un tanto atractiva.

-Es una linda noche. De esas en que es agradable hablar-le dijo el mayordomo y Mary asintió con la cabeza. En cinco meses no habían tenido ninguna conversación personal...entre los dos.









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