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Tómame

N/a: Pequeña historia dedicada a la bellisima Xiaopingguo2123 

Con un ojo cerrado y pasos temblorosos, se aproxima y abre la ventana dejando entrar la tibia ventisca primaveral y los tenues rayos del sol que iluminan la habitación. Inhala y exhala, estirando los brazos por sobre su cabeza para terminar de despertar. Sonríe para sí mismo, y se dirige a la cocina, encendiendo el fogón para hervir algo de agua y preparar su café matutino.

Sus padres no se hallaban en casa, cosa que agradece. En realidad, ni siquiera se preguntaba donde podrían estar, no le importaban en lo más mínimo y deseaba tener la mayor distancia posible con ellos. Y no porque fuera malagradecido, sus padres le brindaban cobijo y comida, y él en verdad lo apreciaba; pero la pareja de adultos estaba involucrada en temas de magia negra, invocaciones y otras cosas, que, de ser descubiertas por el pueblo, terminarían en la hoguera, y Tweek en verdad valoraba su vida como para arriesgarse a que lo relacionaran con sus padres. Podría simplemente ser el pobrecillo hijo de la familia enloquecida.

El silbido del hervidor llama su atención, y apaga el fuego, buscando el café molido para ponerlo en un filtro y preparar su bebida. Y así lo hace, sentándose en el comedor, no sin antes haber tomado unas galletas que su madre preparó el día anterior para complementar la infusión.

Mientras desayuna, piensa en los deberes que ha de realizar en el día, y recuerda al joven pastor de la iglesia. Le había pedido ayudarlo con algunas actividades de la parroquia... Sus mejillas se colorean de un tierno rosáceo, su corazón se acelera tiernamente y suspira, sintiendo sus labios curvarse en una sonrisa.

La galleta que estaba remojando en el líquido terminó por desvanecerse, pero no le importa. Está de tan buen humor que no le importa. Seguido de más suspiros termina su almuerzo, y se dirige de nuevo a sus aposentos para vestirse y asearse debidamente para comenzar su día.

No demora mucho haciendo las labores del hogar. Limpia los suelos, lava la loza y ropa, terminando la piel de sus manos enrojecida y arrugada. Sale de la casa, acercándose a dos alambres que se encontraban colgando en el patio trasero, dónde ponían la ropa a secar. Mientras coloca las camisas de su padre, escucha una voz grave y nasal detrás suyo, y su corazón se acelera tanto por el miedo como por la emoción de volver a verle.

—Hola, Tweek —saludó el otro joven, y el rubio se gira para verlo a la cara. Siempre necesitaba voltear hacia arriba por la diferencia de alturas.

—Pastor Tucker —dijo el de ojos azules en forma de saludo—. ¿Qué hace aquí? —interrogó, mirando por las cercanías. Si sus padres lo vieran charlando con el sacerdote de la iglesia, lo más seguro es que lo castigarían por pensar que los delataría.

—Quería saber si contaremos con su presencia esta tarde —habla, tomando la mano del rubio, y Tweak siente que le falta el aliento, pero no puede permitirse ser visto con el otro chico, por lo que aparta su mano sutilmente.

—Sí, pastor, sabe que sí, pero recuerde que si mis padres me ven con usted no me dejarían volver a salir de casa, así que váyase —le ordena, y el pelinegro acata, despidiéndose con un gesto y caminando probablemente rumbo a la parroquia.

Después de que el pastor Tucker se despidiera, Tweek se quedó en el patio por un momento, mirando hacia la dirección por la que había desaparecido. Aunque estaba emocionado, la tensión en su pecho persistía. La idea de que alguien lo delatara con sus padres podría traer consecuencias no deseadas; recuerda cuando estuvo por meses encerrado dentro de casa por haber preguntado que eran los trazos dibujados con sangre que aparecieron en el sótano.

Decidió regresar al interior de la casa, donde continuó con sus quehaceres diarios. Limpió las habitaciones, organizó algunos papeles y se aseguró de que todo estuviera en su lugar. La tarde se aproximaba, y con ella, la prometida visita a la iglesia.

Antes de salir, Tweek se aseguró de que todo estuviera perfecto. Tras acomodar todo meticulosamente, se dirigió con paso cauteloso hacia la parroquia.

El pastor Tucker lo recibió con una sonrisa amistosa, y juntos realizaron las tareas. Cambiar cortinas, limpiar figuras religiosas, lavar manteles, cada actividad resultaba divertida estando al lado del joven padre.

Mientras trabajaban codo a codo, compartieron risas y miradas. No existía nadie en el mundo más que ellos dos... y alguna que otra novicia que de a momentos preguntaba si se necesitaba más ayuda; el padre respondería cada vez con la misma amabilidad que no era necesario, estando más tiempo a solas con el rubio. Tweek se sentía atraído por la calidez del pastor, y al mismo tiempo, se debatía internamente entre la devoción religiosa y los sentimientos que empezaban a aflorar en su corazón.

La tarde avanzó rápido, y cuando terminaron sus labores, el pastor propuso dar un paseo en el tranquilo atardecer. Tweek aceptó con entusiasmo, quedándose mudo cuando el pelinegro de nuevo lo tomó de la mano, entrelazando sus dedos, pudiendo sentir su piel enchinarse por la emoción del momento.

Caminaron por senderos escondidos que rodeaban el pueblo, compartiendo historias y risas. Tweek no podía evitar mirar casi en todo momento al pastor con admiración, y Craig, no sabría cómo describirlo, pero sentía una conexión especial con el rubio, le devolvía la mirada con la misma emoción, sintiéndose el ambiente tan íntimo. Se sentían hechos el uno para el otro.

Al llegar la noche, se despidieron con un abrazo y una mirada que sugería algo mucho más profundo. El padre lucía como si quisiera besarlo, pensó, y Tweek deseaba que sucediera, pero sabía lo incorrecto de un amor entre hombre y hombre. Volteó el rostro, suspirando y alejándose poco a poco, prometiendo visitar la iglesia a la semana siguiente.

Tweek regresó a casa, con el corazón latiendo con fuerza y una mezcla de emociones que le resultaba difícil entender. Sus padres para sorpresa de nadie tampoco llegaron esa noche.

Mientras se recostaba en su cama, el rubio se sumió en pensamientos, preguntándose cómo podría conciliar sus creencias, los estigmas de la sociedad y los sentimientos que empezaban a florecer en su interior. Tenía tanto miedo, como siempre había sentido en su vida, pero la conexión con el pastor Tucker lo hacía sentir vivo de una manera que nunca había experimentado antes.

A la mañana siguiente realizó su misma rutina acogedora, saliendo a revisar el buzón y encontrándose con una carta a su nombre. Curioso por el hecho, entró de inmediato para leerla, pensando que quizás sería una orden de sus padres o algo parecido, pero cuando leyó el nombre del pastor sintió la adrenalina fluyendo con violencia por sus venas.

La hoja color crema, la tinta negra, los trazos cuidadosos. Leyó párrafo por párrafo, confirmando que el día anterior el padre había ansiado un beso, y se preguntaba si le había incomodado. Tweek piensa un "obviamente no", pero se limita a reír para sí mismo, abrazando las hojas, jurando que podía percibir el aroma de la colonia de Craig.

Tweek salió corriendo de casa, sin importarle que sus padres pudieran llegar de sorpresa a casa y encontrarse con su ausencia, para ver al pelinegro. Llegó un poco agitado a la iglesia, y habló con la novicia para averiguar el paradero del joven sacerdote.

Ella le indica que se encontraba en su oficina, y Tweek camina directo ahí. Llama a la puerta, y sonríe cuando el moreno le abre la puerta.

—¡Tweek! —llama su nombre, invitándolo a entrar a su oficina, y Tweek le muestra la carta, preguntándole si realmente la había escrito él. El padre se ruboriza, rascando su nuca con nerviosismo, pero asintiendo finalmente—. En verdad lo siento, no fue mi intención incomodarte, fue muy torpe de mi par- —de pronto, los rojizos labios del rubio se encuentran con los suyos, obligándolo a callar.

Siente que su cuerpo recibió una descarga eléctrica que lo impulsó a unir sus labios con los del padre, pasando sus brazos por encima de los hombros del otro, rodeando su cuello, y cuando el otro chico lo rodea por la cintura, profundizando el beso, jura que murió.

Se separan sonrientes, en un cómodo silencio, y Tweek toma las hojas, retrocediendo hasta haber abierto la puerta.

—Considéralo mi respuesta de momento, nos vemos el domingo, pastor —dice, antes de salir corriendo nuevamente, rumbo a su casa, y Craig no tiene tiempo de procesar lo que había ocurrido cuando el otro ya había desaparecido.

Con su dedo índice y medio rozan sus labios, sintiendo aún chispas por el recuerdo del beso.

Durante el transcurso de la semana, el padre dejaba más cartas escondidas en el buzón de Tweek, y esto se volvió una rutina emocionante para ambos. Cada mensaje era una expresión de amor, inocencia y pureza, porque lo que en sus pechos comenzaba a crecer era cariño del más tierno. Tweek, a su vez, esperaba con ansias cada encuentro semanal en la iglesia, aunque no podían demostrarse su cariño físicamente, no faltaban más que unas pocas miradas para saber que se amaban.

Sus reuniones se volvieron su pequeño santuario, un lugar donde podían estar al lado del otro, sentir que estaban completos después de tanto tiempo. A veces se daban pequeños besos, a escondidas de las monjas y niños, o permanecían en su abrazo de despedida unos minutos más. Tweek compartía sus miedos, sus luchas internas y sus anhelos más profundos con Craig, quien lo apoyaba con ternura y comprensión, y él se abría sobre toda la presión que conllevaba su responsabilidad de ser sacerdote.

Una noche, después de semanas en que los padres de Tweek aún no daban pista de su paradero, Tweek invitó al joven a su casa, para que descansaran y pasaran la noche juntos. Aún sentía algo de temor de ser descubierto con el padre, pero las ganas de estar con su pareja eran más que cualquier otra cosa.

—Jamás pensé que este momento llegaría —mencionó el pelinegro, dejando una bolsa con ropa encima de las sábanas de la cama del rubio, inspeccionando cada rincón de la habitación.

—Ni yo —responde nervioso, cosa que Craig nota, y se acerca poco a poco para abrazarlo con cariño y tranquilizarlo.

—Todo estará bien —susurró contra su oído, y el chico de piel pálida permaneció con el rostro escondido en su pecho por unos segundos más, inhalando su aroma.

La habitación se llena de un silencio acogedor, cómodo, y las manos del joven pastor acarician la cintura y espalda de Tweek, apretándolo, manteniéndolo cerca suyo; Tweek corresponde la muestra, ambos queriendo acercarse más si eso fuera físicamente posible. Y el más bajito levanta el rostro, poniéndose de puntillas para encontrar sus labios con los del otro, quién no tardó en corresponder, agachando el rostro para que el otro no tuviera que estar en esa posición incómoda.

Es un roce tranquilo entre sus labios, un movimiento apenas perceptible de sus rostros, y sus respiraciones chocando, entremezclándose. Craig sube la caricia de una de sus manos para sostener de la barbilla al otro, profundizando el beso, inclinando su cabeza para encajar mejor.

Se separa apenas algunos segundos y vuelve a besarle, repitiendo la acción algunas veces, hasta que uno de los besos decide volverse hambriento, y con timidez empuja su lengua contra la boca de Tweak, quién abrió los ojos, sorprendido, algo dudoso, pero terminó dándole la bienvenida con una caricia de su propio musculo.

Sentir la lengua de Tucker recorriendo su cavidad, y el explorar la boca del otro, saboreando su saliva, no hizo más que encender la pasión del ambiente; y se dejaba llevar por ella, contestando con un jadeo necesitado y desabotonando la camisa de Craig, botón a botón. El pelinegro los dirigía con pasos algo torpes a una de las paredes, acorralando al más pequeño con su cuerpo, y cuando la espalda de Tweek chocó con la madera, se separó del beso para mirarlo a los ojos.

—¿Quieres entregarte a mí? —preguntó el pastor, con la respiración agitada, y el de ojos azules asiente tímidamente, quitando el último botón y sacándole la prenda, viendo la parte superior de su cuerpo desnudo.

—Tómame —dice en voz baja, casi como si doliera, y Craig continúa besándolo, descendiendo con las muestras por sus mejillas, cuello, deteniéndose porque la ropa comenzaba a molestar, y le saca la camiseta con un movimiento cuidadoso, sacándola de su cuerpo y tirándola al suelo.

Admira la pálida piel del rubio, la forma en que sus huesos sobresalían sólo un poco, el color rosado de sus tetillas, y los casi transparentes vellos que descendían por su vientre y desaparecían por debajo de la tela de los pantalones. Sus manos tocan su abdomen, sintiendo la calidez de la piel, y teme que sus manos estén demasiado frías cuando escucha un suave quejido escapar de la garganta del otro.

—Perdón —susurra, antes de volver a besarlo, acariciando con la otra mano cada centímetro de piel que puede, haciendo que a Tweek se le pusiera la piel de gallina.

Tweek acaricia la espalda del moreno, jadeando cuando éste presionó con su pulgar uno de sus pezones. Sintió una especie de cosquilleo, y Tucker repite la acción con el otro, con cuidado. Bajó de nuevo con besos, esta vez abriendo la boca y succionando hasta que en la piel blanca apareció una mancha rojiza. Sonrió satisfecho, plantando otro chupete en su hombro, acariciando con cariño su cuerpo, en modo de disculpa por el dolor que pudiera sentir cuando los moratones se formaban.

—Todo tú eres tan hermoso —dice, antes de abrir la boca para succionar uno de sus pezones. Tweek presiona sus dedos en la piel del otro, maltratándola un poco, y suelta un jadeo. El área era tan sensible como lo parecía, piensa el otro, jugueteando con su lengua por la pequeña protuberancia

—Pastor Craig —llama su nombre, y el moreno siente la sangre correr a ciertas partes por escuchar su voz así.

—Sólo dime Craig, Tweek, soy tu pareja —susurra, y prosigue a lamer y chupar el otro pezón. Tweek arquea la espalda involuntariamente, provocando con esto que sus miembros se presionaran aún más, y se agarra del cabello del otro porque necesitaba aferrarse a algo.

—Vamos a la cama, Craig —gime Tweek, sintiendo que las manos del otro lo agarraban de la cadera y embestían su cuerpo, enviando una corriente de placer por su columna vertebral.

El moreno asiente con la cabeza, y quita la mochila que había puesto sobre la cama. Tweek se recuesta boca arriba, viéndose avergonzado, y Tucker se toma un momento para sacarle los pantalones, para después quitarse los suyos. Se ven avergonzados, y Craig nota algunas cicatrices en los muslos del más bajito. Su mirada se suaviza con ternura, casi lástima, y se coloca entre sus piernas, acariciando la piel con tanta suavidad que el roce apenas se sentía.

—Perdón por eso, antes de conocerte e ir a la iglesia yo solía estar muy deprimido —confiesa, desviando la mirada, pues los ojos de Tucker se veían llenos de curiosidad. Craig siente que le aplastan el corazón, y besa la mejilla del otro.

—No permitiré que te sientas así de nuevo —promete, rodeando con sus brazos el pequeño cuerpo del otro, y lo siente temblando, por lo que toma una cobija y se acomoda en la misma posición, calentándolo con su cuerpo, con su cercanía.

—Te amo —confiesa, el moreno contesta con un beso, y comienza a mover sus caderas para presionar sus intimidades juntas, estando solo sus ropas interiores entre ellos. Ambos gimen con necesidad, y se sumergen en la sensación hasta que se vuelve insuficiente.

Agitado, Craig con un movimiento rápido saca las prendas de ambos, y conocen el cuerpo del otro por completo, por primera vez. Tweek traga saliva, flexionando sus piernas y abriéndolas para hacer más espacio, mostrándole su entrada. Craig siente que se le corta la respiración, y su miembro brota un borbotón de líquido preseminal ante la vista. Jamás había estado con nadie más, jamás pensó sentir la necesidad de ser uno con alguien más, pero Tweek enloquecía sus sentidos, sus principios, y cualquier otra cosa que pasara por su mente; y en ese momento sólo podía pensar en lo mucho que quería hacer el amor con el rubio.

—¿Lo has hecho antes? —pregunta el moreno, tomando lugar entre las piernas del rubio, quien niega con la cabeza, sintiéndose bastante tímido—. Ni yo, pero he oído que para los hombres es doloroso —dice, sonando preocupado, pero acerca sus dedos con lentitud a su entrepierna, rozando su longitud con cuidado, para luego descender aún más—. Así que intentaré primero meter mis dedos ¿está bien? —observa al rubio, y una vez lo mira asentir con la cabeza, hace lo dicho, comenzando a presionar el dedo índice en su ano, introduciéndolo sólo un poco y siendo esto difícil al estar Tweek demasiado tenso.

—E-espera, tengo una idea —dice el rubio, retrocediendo y luego incorporándose para buscar algo en la habitación. Echa un vistazo rápido a sus pertenencias, y piensa que una de sus lociones humectantes podría servir. Se pone de pie y la toma, y sus mejillas se ponen completamente rojas cuando nota que el otro observaba cada parte de su cuerpo.

Craig toma un poco de la loción e intenta de nuevo introducir uno de sus dedos, esta vez lográndolo con un poco más de facilidad, y lo saca lentamente, volviendo a introducirlo y repitiendo el movimiento. En todo momento observaba al rubio, por si ponía alguna expresión de dolor, pero sólo lucía un poco incómodo. Movía su dedo torpemente, en círculos o de arriba abajo, sintiendo que iba abriéndose espacio para un segundo dedo. Bajó la mirada para ver su entrada succionando su dedo, y con cuidado comenzó a empujar otro.

—P-pastor Cra-craig —gime cuando tiene los dos dígitos dentro, y Craig se inclina para besar su cuello.

—Dime Craig, recuérdalo —susurra, embistiéndolo, y Tweek ya no puede seguir conteniendo los leves gemidos que le provocaba. Busca con sus labios los del otro, y se besan pasionalmente, hasta que Tucker puede introducir un tercer dedo.

Tweek gime, sorprendiéndose de que la sensación no fuera tan incómoda como lo era al comienzo, siendo que incluso comenzaba a sentir cierto placer cada que Craig llegaba al fondo con sus tres dedos. Sentía sus piernas temblando, su corazón acelerado, y sólo quería ser tomado por el otro de una vez por todas.

—Quiero sentirte —pide, con su voz entrecortada, y el otro levanta la mirada, sintiendo que su miembro se contraía al ver los ojos llorosos del rubio—. Craig, abrázame, ven aquí, quiero sentirte cerca —pide nuevamente, abriendo sus brazos y piernas para recibirlo, y el pelinegro asiente con la cabeza, tomando un poco de loción para esparcirla sobre su pene.

—¿Estás seguro? —pregunta nuevamente el pastor, ya habiéndose colocado encima del otro, a punto de introducirse, y Tweak lo jala del cuello para comenzar a besarlo, rodeando con sus piernas las caderas del otro.

—Te lo ruego, hazme tuyo —susurró contra su oreja, y Craig lo hace, comenzando a penetrarlo lentamente.

Ambos contienen el aliento, dejando escapar el aire contenido en forma de un gemido por la sensación tan placentera. El de ojos azules entierra ligeramente sus uñas en la espalda del otro, y aprieta los ojos, gimiendo más alto cuando el otro terminó de entrar y presionó su próstata, haciéndole sentir un placer inigualable. Jamás creyó que fuera posible sentirse en el cielo viviendo en el mismísimo infierno, jamás creyó poder conocer algo más que no fuera el dolor que sus padres le provocaban, pero aquel hombre que yacía entre sus piernas le demostraba lo contrario con cada acción, en cada segundo que habían pasado juntos.

—¿Duele? ¿Me detengo? —preguntó sonando bastante preocupado el de ojos verdes. Tweek niega con la cabeza, dedicándole una sonrisa, sintiendo que de sus ojos brotaban lágrimas de felicidad.

—No, no duele... Sólo estoy tan feliz de estar así contigo —le dice, y Craig acaricia su rostro, limpiando sus lágrimas, plantando besos por todas partes hasta detenerse en sus labios.

—También yo, y estoy tan feliz de haberte conocido —responde.

Se admiran en silencio, y habiendo comenzado un nuevo beso, lentamente comienza a mover sus caderas, iniciando un vaivén que les provocaba todo tipo de sensaciones. Sus voces escapaban cada vez con más intensidad, por la satisfacción de cada movimiento, por el cosquilleo de cada beso y caricia. Y en el momento del orgasmo sostuvieron sus manos juntas, sintiendo que el lazo que existía entre ellos se había fortalecido aún más.

Craig se recostó al lado del otro chico, acomodando la sábana que los había acompañado en el acto, y cuando ambos están por caer rendidos, el ruido de la puerta de la casa hace que se sobresalten. Tweek se asoma por la ventana, notando que eran sus padres quienes estaban afuera de la casa, por lo que con señas le indica al otro joven que salga por el patio trasero mientras él se vestía para abrir la puerta. Agradece a su yo del pasado haber puesto la cadena por dentro, si no, habrían sido descubiertos.

El rubio camina con una bata y descalzo por la casa, no siendo consciente del cambio del sonido en sus pisadas, ni de las protuberancias que iban apareciendo poco a poco en su frente. Abrió la puerta y saludó a sus padres, quienes se veían extrañamente contentos.

—Te dije que, si lo dejábamos solo por un tiempo, finalmente lo conseguiría —le dice Helen a Richard, soltando unas risitas de alegría, y Richard rodeó la cintura de su esposa para entrar caminando a la casa.

—¿Conseguir qué? —preguntó Tweek, sorprendido de no estar siendo regañado por dejar la puerta con cadena, o estar despierto tan tarde, y su madre hace un ademán, señalando su frente.

Tweek sintió un ardor intenso en su frente mientras dos protuberancias emergían, retorciéndose en su crecimiento. Sus manos temblorosas alcanzaron el lugar y se encontraron con cuernos recién formados. Un escalofrío recorrió su espalda, se sintió mareado, sus manos y pies fríos, y salió corriendo en dirección al baño, viéndose al espejo. Había notado esta vez el sonido al caminar, y miró hacia sus pies, encontrando dos pezuñas, pareciendo sus piernas de cabra. Soltó un grito de terror, quitándose la bata para ver su cuerpo desnudo, descubriendo un par de alas y una cola del mismo color rojizo de los cuernos.

Tiró de sus cabellos, se pellizcó la piel, pero el dolor era real, y el miedo también. No podía entender qué estaba sucediendo, y levantó la tapa del váter para vomitar. Estaba mareado, y escucha la puerta del cuarto de baño abrirse, estando sus padres parados ahí, observándolo desde el marco de la puerta.

—Al fin podremos deshacernos de él, Richard —dice Helen, sonando llena de júbilo, y Tweek se incorpora, mirándolos con odio.

Helen y Richard intercambiaron una mirada cómplice, susurrando palabras inaudibles entre ellos. Los oscuros secretos que compartían se reflejaban en sus sonrisas maliciosas. Tweek observó la escena, sintiendo que algo no estaba bien, necesitaba respuestas.

—¡¿Qué significa esto?! —grita Tweek, y su voz resuena con un tono demoníaco. Luchaba por intentar arrancarse los cuernos, siendo esto en vano, pues dolía como si fueran parte de su cuerpo.

—Si te tranquilizas, niño, te podremos explicar para que regreses al infierno del que perteneces, o hagas lo que se te antoje y nos dejes por fin en paz —habla el hombre adulto, y el rubio deja de luchar contra su propio cuerpo, asintiendo con la cabeza, hirviendo de ira por dentro.

La señora Tweak les dice que se sienten en el comedor para tomar una taza de café mientras hablaban del tema, y aunque Tweek sintió tanto odio en su interior como para desear matar a su "progenitora", se contuvo y fue a su habitación para ponerse un pijama que pudiera tapar su amorfo cuerpo.

—Tweek, iré directo al punto. Tu madre y yo siempre deseamos ser inmortales, así que invocamos a un demonio hace cerca de 22 años, pero él exigió que, a cambio de otorgarnos la inmortalidad, tendríamos que concebir a un hijo que fuera mitad demonio, mitad humano, para cultivar el mal en la tierra en las personas más "santas" y "puras" sin ser atrapados. Los demonios tienen mucho poder si los invocas, pero si no, ellos no pueden salir del infierno, y son vulnerables ante el agua bendita y esas mierdas de la iglesia, pero tú no, además en unos días aprenderás a controlar tus poderes —explica hablando tan naturalmente como si fuera lo más común del mundo. El rubio siente que su corazón se quiebra poco a poco, por pensar en que su propósito era sembrar el mal, contrario a sus creencias, contrario a sus deseos.

—Pero yo no quiero ser malo —dice Tweek.

—Oh, eso lo sabemos desde el día que naciste. Nuestro propósito era tratarte de tal modo en que todo tu interior se corrompiera tanto que sólo desearas causar el mal, y cuando por fin lograras que un humano puro pecara, tu verdadera forma saldría a la luz por primera vez y serías capaz de viajar de la tierra al infierno para cumplir tu propósito, siendo libre de nosotros.

—¿Pecar? —murmuró en voz baja, recordando lo que apenas una hora atrás estaba sucediendo, y sus ojos se llenan de lágrimas, siente un nudo en la garganta que no lo deja respirar—. Yo no quiero esto, yo no soy malvado —titubea, sintiendo sus manos temblar, y se pone de pie, caminando nuevamente a su habitación para dormir, para despertar de esa pesadilla horrible.

—No se trata de si quieres o no, cariño, tú estás destinado a ser malvado. ¿No corrompiste al pastor para que cayera ante tus encantos? —Helen exclama, lo suficientemente fuerte para que Tweek la oyese, y el rubio cae de rodillas al suelo, deseando estar muerto, deseando no haber nacido nunca—. Por cierto, mañana temprano no queremos que estés aquí, vendrá una persona a ver la casa para comprarla, pero puedes llevarte tus cosas —ella termina de decir, pero Tweek ya no la escucha.

Dolor, él no recuerda nada más que eso, dolor, miedo, angustia... Se termina por recostar en el piso frío, mirando las prendas que llevó durante el día, y que su amante le había quitado con tanto cariño, y siente escalofríos.

Sus padres habían arruinado por completo su vida.

Despertó muy temprano por la madrugada, y empacó una maleta con algunas de las pocas cosas a las que les guardaba un valor sentimental, sólo para que éstas no terminaran en la basura. Tomó una hoja color crema, la tinta negra y la pluma, y comenzó a escribir con trazos cuidadosos. Escribió párrafo por párrafo, explicando con tanta angustia en su pecho que no podría volver a verle, y que era mejor si no sabía el por qué, buscando las palabras correctas para despedirse y decirle todo el amor que le tuvo. Abrazó la hoja con cariño y melancolía, una vez la tinta secó, y salió rumbo a la iglesia, planeando dejar las cosas en un lugar donde Craig pudiera hallarlas, y quizás así conservar en su memoria un recuerdo bueno de él.

Estaba tan asustado de su propia naturaleza demoníaca, tenía miedo de verlo, de herirlo. Sabía que lo mejor para cualquier persona era si él no vivía más. Aunque aún tenía miedo, pues él en verdad valoraba su vida, sabía que valoraba más lo amado que Craig le hizo sentir, valoraba más el hecho de saber que jamás deseo causarle un mal a nadie, intercambiaba los pocos meses amando y adorando a Craig que toda su vida entera, así que liberaría al pastor de la oscura realidad que lo envolvía.

Pensó algunas horas en la manera más sencilla para deshacerse de sí mismo, dudando aún si hacerlo, pero en un arrebato de desesperación por el recuerdo de su último beso, caminó paso a paso el largo recorrido hasta la punta del risco a las afueras del pueblo, apretando su camisa para evitar poder volar con sus alas, y cuando estaba a punto de saltar, sintió que alguien lo jalaba del brazo, y un calor acogedor lo envolvía con cariño. Dejó de llorar después de horas de sufrimiento sin descanso, por la confusión, y no necesitaba verlo para saber que quién le abrazaba era su amante.

El pastor lo abrazó con fuerza, negándose a dejar que la desesperación lo consumiera. Estaba confundido, asustado, agitado por correr todo el camino desde que lo miró algunos kilómetros delante de él y ya temía conocer su plan. En los pocos segundos del abrazo, había notado algunos cambios en su cuerpo, pero no le importaría cualquier cosa que hubiera cambiado en él, no se permitiría dejarlo morir, lo amaba más de lo que amaba a cualquiera de sus votos o a Dios, a pesar de saber que estaba pecando.

—Hablemos, Tweek —Craig habla, su voz que usualmente sonaba tranquila y pacífica, sonando bastante alterada, y los dirige a ambos lejos de la orilla, soltando el abrazo con lentitud.

—Por favor no me mires —pide, una vez toman distancia, e intenta cubrir sus cuernos con sus manos. Con esta acción la camisa se soltó un poco y las alas terminaron por hacer que la prenda terminara en el suelo.

Tucker se veía claramente sorprendido, puede que un poco inquietado, y acercó sus dedos a los cuernos del rubio, como para confirmar que eran reales. Tweek tenía tanto miedo de lo que pudiera opinar, del odio que podría tenerle Tucker por ser un demonio y seducirlo. Cerró sus ojos, esperando un golpe, un grito, una reacción, pero Craig en cambio levantó la camisa.

—¿Eres un demonio? —preguntó, y Tweek abrió los ojos, tomando la camisa para colocarse la prenda y cubrirse.

—¿No estás enojado? —interrogó de vuelta, y Craig negó con la cabeza.

—Aún si lo estuviera, eso no cambiaría el hecho de que te sigo amando... Y apuesto a que tienes una explicación, sino no desearías terminar con tu vida, sé que el Tweek que conocí no se acercó a mí con intenciones malignas —dijo, acercando su mano derecha al cabello del rubio para acariciarlo.

—Mis padres hace tiempo hicieron un pacto con un demonio, y su trato consistía en tener un hijo mitad demonio, mitad humano, al que "corromperían" para sembrar el mal en las personas más puras sin ser atrapado... Una vez hiciera pecar a alguien, se revelaría mi verdadera forma y yo... Lo siento tanto, Craig —se disculpa, sollozando, sintiéndose tan arrepentido de su simple existencia.

A pesar de la revelación impactante, Craig permaneció sereno, y aunque le tomó unos minutos comprender las palabras que el otro le había dicho, no abandonó a Tweek como el rubio pensó que pasaría. En cambio, con un beso, juró estar a su lado, enfrentando juntos las adversidades que se avecinaban.

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