Capítulo 7. Una carta de Hogwarts.
*Nuevo capítulo*
Unas horas más tarde:
Alberforth Dumblendore, dueño de la taberna «Cabeza de Cerdo» recibía la visita de su hermano. Le hizo pasar a una de las mesas más alejadas, pues necesitaban un poco de intimidad.
–El tema que me trae hoy aquí es un tema de suma importancia, hermano – aseguró después de dejar su sombrero sobre la mesa. El hombre le miró con atención y entonces este sacó de su túnica una carta que depositó sobre la mesa. Le bastó tan sólo un primer vistazo para saber lo que era.
–¿Estás seguro? Ella no ha mostrado nunca el más mínimo indicio de poseerla.
–Su magia es distinta a lo que imaginamos, Alberforth – prometió el profesor. Agradeciendo que su hermano hiciese aparecer de la nada una tetera con un par de tazas que compartir con él. – Es como él. Como Gellert. Posee la capacidad de ver el futuro, pero también ... sospecho que estamos frente a una poderosa Legeremante.
–¿Cómo dices?
–Ella me habló de Nagini.
–¿De quién?
–Nagini fue una maleditus que fue reclutada por un circo. He investigado y esa chica realmente existió. Mantuvo una corta relación con Aurelius, así que ... probablemente ella supo sobre ella al penetrar en la mente de su propio hermano. Por lo que... intuyo que cada uno de las historias que tu hija cuenta son recuerdos que ya ha visto en las mentes de otras personas.
Un hilo de esperanza apareció en el menor de los Dumblendore ante la idea de que su hija pudiese llegar a convertirse en una prestigiosa bruja como ni Aurelius, ni su hermana Ariana, pudieron hacerlo jamás.
–Quiero verlo – pidió el hombre, sin poder creerlo aún. Necesitaba una prueba para poder hacerlo.
–Como quieras. ¿Dónde está?
–En su habitación.
–Subamos entonces.
Alberforth hizo una señal a Harold y luego señaló hacia arriba. Este lo entendió y se quedó a cargo de la taberna en su ausencia. Dejó de limpiar las mesas y se colocó detrás de la barra.
Los hermanos Dumblendore subieron las viejas escaleras de madera que crujían con cada paso y se dirigieron a la buhardilla. El lugar había pertenecido antaño a Aurelius, pero después de su muerte, fue su hermana la que lo heredó.
Mientras tanto, Lily que se había quedado dormida, caminaba en sus sueños por un bosque que solía darle miedo desde que era muy pequeña.
«Era el mismo lugar de siempre: un cementerio. En él había una cripta con motivos griegos, donde estaba enterrado un oscuro mago que vivió mucho tiempo atrás, un hombre que perdió la cabeza después de jugar con las artes oscuras y terminó siendo conocido por Herpo, el loco.
Ese delgado hombre con apariencia cadavérica se formó de un extraño humo verde frente a ella, haciendo que se detuviese en el acto.
–Tu nos liberarás – aseguró después de señalar hacia ella. Lily trató de entender qué era lo que aquel espíritu quería de ella, pero antes de haberlo averiguado, este habló de nuevo. – Con tu ayuda regresaremos a la vida.
–¡Corre, Lily! – Escuchó la voz de su madre en algún lugar de aquel bosque. – ¡Corre!
Lily salió corriendo en dirección contraria, como siempre solía hacer cuando su madre se lo ordenaba, sin tan siquiera mirar atrás. Pero se detuvo en cuanto una figura apareció frente a ella. Era tan tenebroso como el primero, con la diferencia de que no poseía un cuerpo humano, estaba atrapado dentro de su propia apariencia: la de una serpiente de color verde y de gran tamaño.
–No podrás huir de tu destino – aseguró aquel demonio con una voz ronca que daba miedo.
Dos manos salieron de su desproporcionado cuerpo y se afianzaron a los brazos de Lily, tratando de retenerla. Un frío del inframundo se fue esparciendo por cada parte de su ser, algo oscuro la acechaba tratando de poseerla.
Un grito desolador salió de su garganta ante la sola idea de quedar cautiva dentro de su propio cuerpo mientras era otro el que vivía en su interior. Levantó las manos para tratar de alejarlo y eso creó que su poder explotase. Una gran bola de luz dorada la rodeó y expulsó a la oscuridad, incluso al tenebroso ser que había tratado de dañarla.
La luz formó un gran fénix dorado que la defendió de la oscuridad. Era tan poderoso que consiguió atravesar al otro lado y rodear su cuerpo que dormía sobre la cama, iluminando toda la habitación.»
–¿Qué es eso? – Preguntó Albus al ver tal ráfaga de luz colándose por debajo de la puerta de la muchacha.
La puerta de la habitación de la niña se abrió y Lily despertó sobresaltada, envuelta en sudor, haciendo que la luz que emanaba de su cuerpo empezase a menguar poco a poco y a volver al interior de su cuerpo. Pero ya era tarde, su padre y su tío la habían descubierto.
–¿Lily? – Preguntó un preocupado Alberforth que nunca había presenciado nada igual. Era como si se tratase de un gran fénix atrapado dentro del cuerpo de un mago. – ¿Qué ha pasado?
–Estaba dormida – contestó sin darle importancia al asunto. Pero Albus estaba especialmente preocupado.
–¿Qué soñabas?
–Soñaba con la muerte. Es un sueño recurrente que me persigue, a veces. No es nada alarmante. De normal, tan sólo tengo que huir y entonces despierto.
–¿De normal? Eso quiere decir que esta vez no fue eso lo que ocurrió. – Lily tragó saliva, asustada. Temía lo que su padre y su tío podrían hacerle si confesaba algo peligroso. Y en ese momento no sabía diferenciar el peligro de lo demás.
–Esta vez... la serpiente me atrapó. Pero no pasó nada, la luz la hizo huir antes de que me hubiese hecho daño.
–¿Tu produjiste esa luz? – insistía Albus. Ella asintió, despacio. – ¿Cómo lo hiciste?
–No lo sé – y era cierto. – Estaba asustada, tenía miedo. Tan sólo... sucedió.
–Entiendo. – Desvió la vista hacia su hermano, que agarraba la mano de la pequeña tratando de reconfortarla, pues por alguna razón la niña estaba helada. – ¿Aún te quedan dudas?
–Hay magia dentro de ella, pero esto no quiere decir que sea una poderosa Legeremante.
–Hagamos la prueba entonces. – Volvió a mirar hacia su sobrina antes de meter la mano en su túnica y sacar una pequeña fotografía que solía llevar siempre consigo. – Lily, necesito pedirte algo. – Acercó la fotografía a su sobrina y dejó que esta la viese. En ella se encontraba un muchacho de ostentosa belleza y porte decidido. Era un mago que más tarde se convertiría en el todo poderoso Gellert Grindelwal. Un brujo que sólo pudo ser vencido por otro de igual inteligencia.
Lily no necesitó preguntar de quién se trataba. Lo había visto antes. Era el preso que estaba encerrado en un castillo construido directamente a través de la roca de la montaña, oculto en Austria, con la diferencia de que en aquella fotografía lucía mucho más joven. Pero... sabía que eran la misma persona.
–Quiero que lo mires con atención y luego me cuentes una historia sobre él. Lo primero que se te venga a la mente.
La joven no entendía la extraña petición de su tío. Así que se fijó en su padre que asintió con la cabeza, como si quisiese que hiciese aquel simple ejercicio y luego, de nuevo en su tío, que parecía ansioso por escuchar lo que su sobrina dijese.
Ella volvió a mirar hacia la foto y se concentró al máximo en penetrar en la mente del niño de la foto, aunque... ya no era un niño. Lo vio de nuevo encerrado en el interior de su celda, en una oscura fortaleza que estaba siendo custodiada por las más oscuras criaturas que existen en el mundo: los Dementores.
En seguida muchas imágenes aparecieron en su mente. Desde la niñez de un niño con claras ideas sobre la limpieza de sangre, hasta la crueldad y la tenebrosidad que impartía en un colegio obsesionado con las artes oscuras. Vio soledad, poder y miedo. Entonces... vio a otro niño, uno que lo maravilló después de comprobar que podía ser capaz de convocar un patronus perfectamente corpóreo y que tenía forma de fénix.
–Lily – su tío la hizo salir de sus pensamientos. Se fijó en él, olvidándose por un momento de lo que había visto. – Dime, ¿qué ves?
–Ternura. – Ambos hombres se quedaron algo desubicados. Pues de todas las palabras que podrían definir a Gellert Grindelwald, la ternura no era ninguna de ellas. – Hay maldad, por supuesto. Tenebrosa magia oscura, sin lugar a dudas. Pero ... este niño sintió ternura una vez. Fue en una calurosa noche de verano, cerca de un río, después de ver a otro niño creando la figura de un fénix con su varita.
–Fue un patronus – contestó Dumblendore. Haciendo que su hermano dirigiese la mirada hacia él, sin entender de qué escena estaban hablando en ese momento. – Mi patronus.
Sin más sacó su varita y convocó el hechizo que demostraría su teoría. En seguida su sobrina se maravilló al ver lo mismo que creó ternura en el chico del que hablaba.
Albus sacó de su túnica un sobre en blanco que llevaba el nombre de Lily y se lo cedió. Ella dudó en si cogerlo o no, pues conocía a la perfección lo que era.
Pronto recordó las palabras que una vez fueron pronunciadas por su hermano Aurelius: si ocultas tu magia te convertirás en lo mismo que yo y explotarás.
Ella no quería convertirse en eso. Pero estaba demasiado asustada por lo que le sucedió a su hermano en lo alto de aquel acantilado cuando aún vivía en la cabaña junto a los acantilados de la isla de May.
–Tu magia es distinta a la nuestra – escuchó la voz de Aurelius a su lado, haciendo que mirase hacia un lado de la habitación donde estaba la figura traslúcida de su hermano y de su pequeña tía. – No se volverá contra ti. Aprenderás a controlarla y te convertirás en una majestuosa bruja, estoy seguro de ello.
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