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Capítulo 54. La desoladora verdad


Lily estaba tan enfadada por lo ocurrido que ni siquiera podía pensar con claridad. No quería creer en las palabras de su tío porque no concebía que Tom hubiese sido capaz de condenar a un inocente por salvarse a sí mismo.

Tom no parecía tener remordimientos después de los actos que había cometido y así lo demostraba en los jardines del colegio, mientras Otis se fumana un cigarro y Roddie se mofaba del espectáculo que Hagrid había dado.

–Yo no he hecho nada, sálvame, sálvame, Dumblendore...

Sus amigotes le rieron las gracias mientras Lily aparecía en el campo de visión de Tom. La vio dirigirse hacia ellos, saliendo del castillo y en seguida se preocupó porque confundiese las cosas.

–Apaga eso, Otis – el muchacho le obedeció inmediatamente y él sacó las manos de los bolsillos, más que preparado para enfrentar a su novia. Pero esta se detuvo antes de haber llegado hasta él y levantó la mano pidiéndole ayuda.

Lily cayó de rodillas mientras trataba de liberarse del colgante que la asfixiaba, pues este, ante el sólo pensamiento de la chica por dañar a aquel al que su sangre estaba unida, se había vuelto contra ella.

–¡Lily! – gritó Tom agachándose junto a ella, tratando de socorrerla, pero por más que ella luchaba por respirar, no podía hacerlo. Él se fijó en la forma en la que la cadena la estrangulaba y tuvo miedo de lo que podría estar provocando aquello. – Detenlo – suplicó mientras intentaba aflojar aquella cadena, incluso trató de hechizarla sacando su varita, mientras ella le suplicaba con los ojos a Tom porque aquello se detuviese.

–¿Qué está pasando? – se quejó Roddie, preocupado por lo que ocurría. – Haz algo, Tom. Sálvala.

Tom pensó lo más rápido que pudo en algo que pudiese salvar a Lily, pero por más que maquinaba mil formas de salvarla, ninguna funcionaba. Entonces pensó en algo, algo que quizás lo detendría momentáneamente hasta entender qué era lo que ocurría: ¿por qué su colgante se estaba volviendo contra ella?

–¡Desmaius! – gritó, dejando inconsciente a Lily. En seguida el colgante dejó de asfixiarla y volvió a agrandarse, a convertirse en la cadena de siempre. Tom se dio cuenta de que sus sospechas eran ciertas. El colgante la había atacado después de que ella pensase en dañar a Tom. Esa era una de los efectos de los que hablaba el libro.

–¿Qué acaba de pasar? – quiso saber Otis mirando hacia Lily y luego a Tom.

–No es algo que os incumba – contestó con desgana antes de coger en brazos a su amada y llevársela de allí.

–¿Qué le ha pasado a Dumblendore?, ¿otra premonición? – se burlaron los idiotas de Griffindor cuando se cruzó con ellos por los pasillos. Ni siquiera les prestó atención y siguió caminando con ella en brazos.

Bajó escaleras y atravesó largos pasillos hasta que llegó a las mazmorras. Se introdujo por la puerta de la sala común de Slytherin y entró en la habitación de los chicos que estaba desierta.

La recostó sobre su cama y acarició su rostro esperando a que despertase. Quizás debería haberlo hecho con magia, pero estaba asustado de que ella aún quisiese hacerle daño y esa cosa pudiese volver a tratar de asfixiarla.

Besó su frente y esperó a que ella abriese los ojos. Entonces se fijó en las rojas marcas que la cadena había dejado en su cuello.

Apoyó la varita sobre su cuello y de un solo pensamiento del hechizo apropiado, sin siquiera pronunciarlo, logró curarla.

Tom quería hacer cualquier cosa por salvarla, aunque eso significase romper el pacto que habían hecho. Prefería condenarse a sí mismo antes que condenarla a ella.

¿Y si había una posibilidad de revertirlo?, ¿y si podía romper el pacto de sangre?

El único lugar en el que encontraría aquellas respuestas era en la biblioteca, pero no quería dejar a Lily sola. Tenía demasiado miedo de que despertase y esa cosa pudiese volver a extrangularla.

Los ojos de Lily se abrieron antes de que hubiese tomado una decisión y se asustó en cuanto se encontró recostada en la cama de Tom, con él a su lado. Se tocó el cuello al recordar lo que había sucedido y se sentó en la cama.

–Tranquila. Ahora estás bien – ella negó con la cabeza mientras sus lágrimas empezaban a caer. Al fin entendía las palabras de su tío cuando decía que hacer un pacto de sangre era algo peligroso.

–Esa cosa me ha atacado – se quejó ella, como si él no lo supiese. Se tocó el colgante y acarició el triángulo de cristal en el que estaba cautiva la sangre de ambos. – ¿Qué es lo que hemos hecho, Tom?

–Lo arreglaré – prometió él mientras ella volvía a negar, ya ni siquiera sabía si era buena idea seguir confiando en él tan ciegamente. Quizás estuvo equivocada desde el principio, quizás todos tenían razón y Tom era malvado. Debía serlo para hacer lo que había hecho. – Buscaré la manera de romperlo, te lo prometo.

–¿Y si no puedes? – Ella tenía miedo y él pudo verlo en sus ojos. Sus lágrimas seguían saliendo y él tuvo la necesidad de limpiarlas, pero ella se apartó y se echó a un lado, indicándole con eso que las cosas no estaban bien entre ellos. – Quizás nos precipitamos con todo esto. Tan sólo somos unos críos de dieciséis años. – Verla tan defraudada le partió el corazón. Era la primera vez en la que Lily no tenía fe en él.

–Si no puedo hacerlo... – pensó en las posibilidades, en lo mucho que la amaba y quería protegerla, y en la única forma de hacerlo que tenía en el punto de mira. – ... me alejaré de ti.

–¡No! – suplicó ella al darse cuenta de que él estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de protegerla, incluso a aquello que más le aterraba en el mundo. Lily agarró las manos de Tom en un intento desesperado por retenerla a su lado. – Yo no quiero que te alejes, Tom.

–Pero querías hacerme daño antes en el patio – ella volvió a negar con la cabeza, pues, aunque lo había pensado, en golpearle, todo era por culpa de aquella rabia que sentía dentro por lo que le había sucedido a Hagrid. – Es por eso por lo que la cadena ha intentado estrangularte, Lily.

–Estaba enfadada por lo que le hiciste a Hagrid – él no podía mentir porque lo prometió cuando hicieron el pacto de sangre, así que optó por no decir nada. – ¿Cómo pudiste, Tom?, ¿cómo pudiste condenar a un inocente para salvarte?

–Era lo único que podía hacer – ella negó con la cabeza, porque no estaba de acuerdo con eso. – No podía entregar al basilisco y admitir que fui yo. Nadie habría creído mi versión y me habrían condenado. ¡Me habrían expulsado de Hogwarts, Lily! – Se puso en pie, cansado de que ella le estuviese juzgando de aquella manera cuando nunca antes lo hizo – ¿A dónde habría ido? ¿eh? ¡Yo no soy como tú! ¡Si me expulsan de Hogwarts no me queda nada! ¡Hogwarts es mi hogar! – se sacudió los cabellos mientras Lily seguía negando y dejaba escapar lágrimas silenciosas, incapaz de decir nada para calmarlo, porque sabía que todo lo que él decía era cierto, palabra por palabra. – Iban a cerrar el colegio, ya escuchaste a Roddie. ¿Qué habría hecho entonces?, ¿a dónde habría ido?

–Todo esto es culpa mía – reconoció en voz alta, preocupando a Tom que volvió a sentarse en la cama y a agarrar sus manos, mientras ella miraba hacia ellas.

–No, no lo es. – Ella negó en señal de que no estaba de acuerdo.

–Si no te hubiese enseñado la entrada a la cámara de los secretos nada de esto habría ocurrido.

–La habría encontrado igualmente. ¿Acaso no sabes lo persistente que soy? – Ella sabía que él tenía razón, pero no podía concebir lo que había pasado, así que volvió a negar, aterrada.

–Condenamos a un inocente, Tom.

–No – el llanto de Lily salió y Tom trató de limpiar sus lágrimas, y recomponerla – tú no has hecho nada. De ser la culpa de alguien, sería mía.

–Hagrid no tenía por qué pagar por nuestros errores.

–Lo siento – se disculpó mientras rompía a llorar frente a ella. Se deshizo como un niño mientras ella dejaba de hacerlo y limpiaba sus lágrimas. – No tenía otra alternativa, Lily.

–No te perdonaré esto, Tom – él trago saliva, sin saber qué decir al respecto. Ella se puso en pie y caminó hacia la salida, pero él la agarró de la mano para impedirlo – No puedo aceptar que hayas condenado a un inocente para salvarte a ti mismo, por mucho que el destino de la escuela dependiese de ello.

–Tú eres la única que puede entenderme – suplicó él. Ella se dio la vuelta y miró hacia él. Su corazón estaba lleno de reproches, por lo que no podía perdonar en ese momento.

–¿No lo entiendes, Tom?, ¿y si me equivoqué contigo?

–No – suplicó él, que no le gustaba nada verla dudar así.

–¿Y sí cometí un error desde el principio? Te elegí para protegerte, como mi mejor amigo incluso antes de que nos conociésemos. Quizás debí esperar a conocerte para confiar en ti tan ciegamente. Quizás ellos tienen razón cuando dicen que eres malo.

–No – suplicó él, dejando escapar sus lágrimas nuevamente, era inadmisible que ella estuviese diciéndole algo así – no puedes dejar que ellos te envenen el alma. Tú sabes quién soy – agarró su mano y la apoyó en su pecho. Ambos se observaron con lágrimas en los ojos. Lily lo miró y vio a su mejor amigo, ese chico que daría su vida por salvarla. No dudaba de quién había sido o de quién era en ese momento, pero ... sí temía en lo que se convertiría si seguía tomando decisiones como aquella. – Hay algo malo aquí dentro de mí, pero la luz que existe en tu alma lo destruirá, lo sé. Confío en ti.

–Lo siento... - contestó ella, bajando la mano y la cabeza. Él supo que las cosas irían a peor si ella se alejaba de su lado, si empezaba a desconfiar y veía aquella parte oscura que ese ser despertó después de que matase a su padre. – No puedo confiar en ti ahora.

–Está bien – aceptó – tómate tiempo para pensar en esto, en mí, en nosotros. Pero vuelve. Tienes que volver, ¿de acuerdo? – sus lágrimas no podían dejar de salir, pero las limpiaba con rapidez – Porque me prometiste que siempre estaríamos juntos.

Lily abrió la boca, más que dispuesta a pedirle que investigase sobre la forma en la que podían deshacer el ritual que habían hecho, pero entonces una premonición la cogió desprevenida y todo su cuerpo cayó hacia atrás.

Tom la cazó al vuelo, observando sus ojos blancos, justo el color del que se ponían cuando ella estaba atrapada en uno de esos trances.

«Esa visión era distinta a todas las demás, en aquella hacía frío, estaba oscuro y ella misma estaba frente a la estancia, mientras el suelo estaba cubierto de agua. Trató de entender dónde estaba y escuchó los truenos de una tormenta que se acercaba. Podía oler la lluvia cayendo en alguna parte.

Y entonces lo vio a él, pero no se parecía nada a su Tom, parecía que sus peores temores se habían cumplido y se había convertido en aquello que tanto temía. Su piel estaba más clara, sus cabellos más largos, sus ojos ya eran totalmente rojos, sin nada de marrón en ellos.

El miedo embargó su alma y entonces la mirada de ese monstruo se cruzó con la suya. Y vio su rostro a la luz. Había algo alterándolo, extensas venas negras que alteraban la armonía de su tez. ¿A dónde había ido la belleza de Tom Riddle?

–No te acerques más – dijo la Lily de ese tiempo, levantando en alto el medallón, haciendo que él pusiese los ojos sobre él también. – Ya no puedo más, Tom. No puedo soportar más esta oscuridad que invade mi alma, mi magia intentando sanar esta parte de ti que está podrida. ¿No te das cuenta? Cada intento tuyo por salvarme está convirtiéndote en un monstruo. Nuestras almas están unidas, así que yo también me convertiré en uno. Y antes de hacerlo... antes de hacerlo... prefiero morir.

–No, no te perderé, Lily – negó él en rotundo. – Sólo tienes que esperar un poco más, confía en mí, todo se arreglará. Lo arreglaré para que podamos estar juntos.

–Ya no puede arreglarse Tom. Tú morirás en un duelo cuando seas mayor, a manos de un niño. Y yo... tú serás el culpable... el único culpable de mi muerte. Me matarás, Tom.»


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