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Capítulo 52. El autor de las pintadas


Lily estaba algo preocupada aquella mañana, no sólo por el gran revuelo que la nueva pintada había formado. El profesorado estaba inquieto, incluso el director Dippet. Lo cierto era que ella estaba más ocupada pensando en otra cosa: se suponía que después de unir su alma a Tom se sentiría diferente. Pero ... no había nada distinto. Así que eso hizo que se preguntase: ¿y si no había funcionado?, ¿y si habían cometido algún error?

Si pensaban que los profesores serían más indulgentes con ellos dado a los recientes acontecimientos... se equivocaban. En especial el profesor de pociones y sus largas redacciones sobre los posibles efectos de las pociones.

Estaban reunidos en la sala de estudio haciendo su tarea mientras el profesor Dumblendore los vigilaba. Ponía gran atención a Tom y a Lily. Lo cierto era que estaba preocupado por su sobrina. No quería volver a cometer los mismos errores que cometió en el pasado. No iba a perder a su sobrina como ya perdió antes a su hermana pequeña.

Tom terminó antes de lo esperado y besó la mejilla de su novia antes de susurrarle que la espraba fuera, lo que no gustó nada a su tío.

–Lily – ella se giró a mirar a su tío – ven a verme después a mi despacho, por favor.

–Por supuesto, profesor Dumblendore.

Lo cierto era que Lily ya había estado con anterioridad en el despacho de su tío, así que cuando entró por la puerta no se fijó en cada extraño cachivache que colgaban del techo, ni en la percha en la que descansaba el fénix de la familia llamado Fawkes. Pero sí se fijó en el profesor que miraba por la ventana apreciando el nublado cielo.

–Profesor... – él se dio la vuelta y se fijó en ella, desde los cabellos que se habían soltado de la trenza que solía llevar hasta el colgante extraño que colgaba de su cuello. Quizás otro mago no habría entendido lo que era, pero él sí, pues tuvo algo parecido hacía ya mucho tiempo.

–Lily. ¿Hay algo que quieras contarme? – ella le observó, sin comprender. Hizo memoria y finalmente decidió que la respuesta era negativa, así que negó con la cabeza. – Una alumna ha muerto. – Ella tragó saliva y bajó la cabeza, pues sabía que eso era cierto. – Deberías tomarte la vida y la muerte más en serio, ¿no te parece, jovencita?

–Lo hago.

–Entonces, deberías confesar quién es el autor de las pintadas.

–No es la persona en la que estás pensando ahora – contestó, sin querer callarse frente a un hombre tan imponente como Albus Dumblendore. – Estábamos juntos cuando las pintadas fueron hechas. – El anciano la escudriñó con la mirada, tratando de descifrar si decía la verdad. Pero no halló ningún indicio de que estuviese mintiendo. – Si supiese quién es... lo diría.

–El heredero de Slytherin es el único que puede controlar a la bestia que vive en la cámara de los secretos. – Ella bajó la cabeza, avergonzada, pues de eso sí que sabía, pero no quería hablar de ello con su tío, pues sabía que condenaría a Tom sin dudarlo si quiera.

–Tom no ha hecho nada malo – y no era mentira.

–¿Y tú? – Lily no entendía a dónde quería llegar con aquella pregunta. – ¿Crees que no sé lo que es eso? – señaló con la mirada hacia el colgante que llevaba. Ella lo agarró y trató de esconderlo dentro de su túnica, a buen recaudo.

–No es nada.

–Es un pacto de sangre. – Lily se sorprendió de que su tío supiese sobre aquello. – No puedes haber sido tan insensata de haberte unido a él.

–Eso no es asunto tuyo.

–Sí que lo es. ¿Acaso no te das cuenta de lo que está haciendo? Te está utilizando para llegar a mí. – la joven negó con la cabeza sin poder creer sus palabras. ¿Por qué ese hombre era tan egocéntrico como para creer que todo lo que sucedía era por él?

–Eso no es cierto. Él no me ha preguntado por ti ni una vez desde que...

–Tu no lo entiendes, Lily. Pero un pacto de sangre es peligroso. No podrás hacerle daño.

–Yo no quiero hacerle daño.

–Sé lo que es confiar en alguien tan manipulador como Tom Riddle, creer en sus palabras ciegamente sin cuestionarlas debido a ese inexplicable sentimiento que os une, pero ... algún día te arrepentirás de cada una de estas decisiones, Lily.

–Es evidente que no sabes de lo que hablas – se quejó la joven – tú no le conoces como yo. Siempre le elegiré a él primero y no está condicionado por el pacto de sangre.

–¿Le conoces bien? – ella asintió. – ¿Te ha contado sobre sus absurdas ideas de gobernar el mundo?, ¿te habló sobre lo que planea hacerle a los muggles?

–Él no hará nada de eso – defendió a capa y espada – tan sólo son cosas que dice para impresionar a sus amigos del club de caballeros. Pero ... él sería incapaz de llevarlo a cabo. No es poder lo que ansía.

–Creo que deberías despertar de una vez, Lily. Por mucho que trates de defenderlo, jamás podrás cambiar quién es. Su odio por los muggles no desaparecerá de la noche a la mañana.

–No puedes culparle por odiarlos, después de todo lo que le han hecho.

–¿Te oyes, Lily? Estás justificando su actitud en este justo instante. No sabes lo que les hizo a esos niños del orfanato. No es ese frágil corderito que muestra ante ti.

–Tampoco ese sádico muchacho que tu crees que es.

–Veo que esta conversación no llegará a ninguna parte hasta que la venda que cubre ahora tus ojos no caiga y le veas como realmente es.

Lily abandonó el despacho de su tío molesta con él. ¿Cómo se atrevía a sugerir que Tom era malvado? Ella le conocía bien y sabía que no era así, pese al odio que sentía por los muggles que tanto daño le habían hecho. También sabía que bastaría tan sólo una promesa para que él se olvidase de todo aquello. Ella siempre sería su debilidad.

Una mano se aferró a la suya y tiró de esta para lanzarla contra su dueño. Sonrió al verle. Era increíble que estuviese incluso más apuesto que hacía un momento.

–¿Qué quería?

–Lo de siempre – contestó ella sin darle demasiada importancia. Él sabía que su tío trataba de alejarla de él, siempre lo había hecho. – Me soltó un montón de tonterías sobre lo que harás cuando dejes el colegio.

–Es imposible que él sepa sobre nuestros planes – le dijo antes de besar dulcemente sus labios – pienso recorrer cada maldito lugar del planeta contigo.

–¿Te olvidarás de esa venganza en contra de los muggles si yo te lo pido?

–Me olvidaré del mundo entero si te quedas conmigo – prometió y ella sabía que era cierto. – Me iré del orfanato muy pronto. Ya casi tengo diecisiete años. Dime que vendrás conmigo.

–No puedo. No puedo dejar a mi padre, Tom – él asintió, entendía su situación particular. – Pero ... iré a visitarte. ¿Te sirve con eso? – él asintió antes de tirar de ella hacia el pasillo, dejando atrás el despacho del profesor Dumblendore. – Tom – le llamó, haciendo que él girase la cabeza para mirarla. – ¿Tú sabes quién está detrás de esas estúpidas pintadas?

–Tengo una ligera idea, sí – eso sorprendió a Lily. – Sospecho que es Lestrange.

–¿Roddie?, ¿por qué haría algo así?

–Porque piensa que todos los demás creerán que he sido yo, y si se libra de mí podrá quedarse con la chica.

–Eso está lejos de pasar, porque la chica está profundamente enamorada de ti – él sonrió al escuchar aquella confesión que después de todo lo que habían vivido no hacía falta. – Escucha – le agarró de la túnica y se detuvieron en mitad del pasillo, antes de haber bajado la escalera hacia las mazmorras – hay algo que llevo tiempo queriendo confesarte.

–¿Y qué es?

–Hablemos de esto luego o llegaremos tarde a clase.

–Hablemos ahora – pidió, agarrándola de la mano nuevamente, impidiendo que pudiese marcharse a ningún lugar – Quiero saber qué es.

–Esta noche, en la sala común – prometió ella, él asintió, resignado y juntos caminaron hacia su clase de pociones.

Hagrid miraba de lejos a Lily y a Tom que se dirigían a la sala común de Slytherin. No había vuelto a hablar con ella desde que murió aquella chica en los lavabos y en cierta forma no quería presionarla con todo el asunto de Aragog, pues sabía que era peligroso escabullirse de los profesores para trasladar a su araña en el bosque prohibido. Pero... estaba preocupado por su mascota.

Lily se sentó sobre el sofá junto a la chimenea, estaba agotada, necesitaba que aquel largo día llegase a su fin. Tom se sentó a su lado y entrelazó sus dedos con los suyos, tratando de reconfortarla. Ambos se sonrieron antes de que Tom hablase.

–¿Qué es eso de lo que quería hablarme?

–Bien, hablemos sobre eso. – Sonrió antes de bajar la cabeza, algo avergonzada por lo que iba a confesar. – ¿Recuerdas esa vez cuando te dije que podía sentir cosas cuando era un bebé que aún no había nacido? – él asintió. – Podía sentir a mi madre y mirar a través de sus ojos, pero también a la tuya cuando tocaba a mi madre o la abrazaba. Fue entonces cuando te sentí a ti.

–¿A mí? – se señaló con el dedo sin entender a dónde quería ella llegar.

–Te sentí al otro lado, Tom. Estabas nadando dentro de la placenta en el vientre de tu madre cuando te vi por primera vez. – Sonrió maravillado al escuchar la forma en la que ella lo describía. – Tu madre pensaba en un futuro en el que tú y yo seríamos amigos. – La sonrisa de Tom se hizo más plena. – Y cuando nacimos, después de que nuestras madres falleciesen y fuésemos separados el uno del otro, sin darnos si quiera la oportunidad de conocernos... comencé a buscarte. No me costó mucho hacerlo, te veía a través de los ojos de los cuervos que se detenían en el alfeizar de tu ventana. Te observaba crecer y veía cada una de las injusticias que te rodeaban. – Tom bajó la cabeza, abochornado. – Quería protegerte, ¿sabes? Así que mandé a las serpientes para que te ayudasen.

–¿Fuiste tú? – ella asintió.

–Pensé que al poder hablar con ellas sería más fácil para ti pedirles ayuda. Pero ... nunca lo hiciste. Preferías esconderte y aguantar cada paliza.

–Podías controlar a cada animal que te rodeaba, ¿no es cierto? – ella sonrió y asintió en respuesta. – También mandaste a los cuervos aquel día en el patio, ¿verdad? Pensé que estaban muertos, pero entonces... revivieron y salieron volando... – levantó la vista y volvió a fijarse en ella, viéndola de verdad, empezando a comprender que ella lo eligió hacía mucho tiempo, antes incluso de que naciese. – Siempre has querido salvarme. Pensé... durante mucho tiempo pensé que estaba solo en el mundo, pero siempre te he tenido a ti, aunque ni siquiera lo sabía.

–¿No estás asustado?

–¿Asustado?

–Por todo lo que te he contado.

–Jamás me asustaría de ti, Lily. Más bien estoy agradecido de que me hayas elegido incluso antes de que supieses quién era.

–Yo sabía quién eras, Tom. Sabía de dónde provenías.

–Lo supiste todo el tiempo, ¿no? – ella asintió – Por eso nunca me hablaste abiertamente sobre mis padres, porque tenías miedo de que buscase venganza contra mi padre.

–Al final no pude evitarlo.

–Evitarás muchas otras cosas – prometió él mientras la agarraba de la otra mano y le hacía promesas sinceras – te prometí que no volvería a matar.

–Sé que no lo harás.

–Y yo sé que tu alma sanará la mía. Me salvarás como siempre. – Ella sonrió antes de lanzarse sobre los labios de su novio a besarle apasionadamente. – Ahora me doy cuenta de por qué mi varita contiene la pluma del fénix de los Dumblendore. Es así porque tú y yo estamos predestinados a estar juntos, Lily.

–Es porque me amas – él asintió, acariciando dulcemente su mejilla antes de besarla dulcemente. – ¿Quieres escuchar una historia? Dice la leyenda que cuando un Dumblendore está en apuros, el fénix con plumajes dorados y rojos, aparecerá para salvarlo.

–El fénix de tu familia aparecerá cuando estes en peligro – ella asintió.

–También te protegerá a ti, ahora tienes un pedazo del alma de una Dumblendore dentro de ti.



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