Capítulo 35.El baño de latercera planta
Salir a hurtadillas de la sala común y deambular por los pasillos a esas horas de la noche podía ser motivo de expulsión, pero allí estaban, el uno frente al otro, mirándose con sumo interés, en el oscuro baño de chicas del tercer piso.
–¿Qué es exactamente lo que hacemos aquí? – tragó saliva, incómodo y miró repentinamente hacia los labios de Lily.
–¡Por favor! ¿Quieres dejar de pensar esas cosas? Es asqueroso. – Él rompió a reír, sin poder evitarlo. Ella era demasiado divertida. ¿Por qué le daba tanto reparo pensar en otro chico acercándose a ella de esa forma? – Estamos aquí porque querías saber dónde se encontraba la entrada a la cámara de los secretos, ¿recuerdas?
Tom se sorprendió al respecto, miró hacia cada lugar de aquel baño. Se fijó en los retretes, en los lavabos, en los espejos, incluso en las paredes del lugar.
–¿Aquí?, ¿te estás quedando conmigo, a que sí?
Lily resopló molesta. ¿Cómo era que un alumno tan brillante fuese tan torpe a la hora de darse cuenta de las cosas?
Tiró de su brazo hacia uno de los lavabos y luego lo señaló. Tom lo apreció con sumo detalle, pero no podía ver qué era lo que su amiga quería mostrarle.
–¿Qué es exactamente lo que tengo que ver?
–¡Es increíble que hayas sacado T.I.M.O. en todas las asignaturas, Tom! ¿Puedes, por favor, ser un poco más observador?, ¿no hay nada que te resulte extraño en este lavabo? Aparte, por supuesto, del hecho, de que no funciona. – Lily subió la manivela, pero nada ocurrió. El agua no salía.
Tom se acercó al grifo para inspeccionarlo con más intensidad y entonces se percató de un pequeño detalle en el que no había caído con anterioridad. Habían grabado una serpiente en él.
–¡Oh!
Un ligero susurro salió de los labios de Tom. Algo escalofriante que conseguía poner los pelos de punta a cualquiera. A Lily no, porque cuando ella hablaba en el idioma de los cuervos también era algo fuera de lo común.
En seguida el lavabo tembló y empezó a abrirse como si fuese una puerta hacia algún lugar, y lo que parecía ser un oscuro tobogán se abrió paso ante los chicos.
–Lumos – Tom conjuró un hechizo sencillo para que la punta de su varita se encendiese como una linterna. Entonces se preparó para deslizarse por aquel pasadizo, pero Lily lo detuvo en el acto.
–Dime que tendrás cuidado. – él asintió y se preparó para marcharse, pero ella volvió a detenerle. – Prométemelo.
–Lo prometo.
Los extensos trabajos que el profesor Slughorn les mandaba para pociones eran del todo aterradores. Pero a Lily la ayudaba a pensar, a canalizar su frustración por encontrar a Tom tan distante. Suponía que tenía que ver con algo de la cámara de los secretos, probablemente pensaba que ella se asustaría si le contaba más sobre ese lugar, al que ni siquiera había sugerido llevarla ni una sola vez. Que no dejase de reunirse con sus amigos del club de caballeros de Walpurgis y las reuniones nocturnas de casi todos los viernes en el despacho del profesor de pociones, también la ponía de mal humor.
¿Qué era tan importante en esas estúpidas reuniones?
–Tom – le llamó en medio de aquella redacción de cincuenta páginas para el profesor de pociones. – ¿Qué paso? Al final no me dijiste nada.
–¿Sobre qué? – preguntó despreocupado, encontrando lo que buscaba en aquel libro. Pensaba copiarlo absolutamente todo, sin cambiar una coma. Sinceramente, el remedio contra el conjuro de forúnculos ni siquiera le interesaba.
–Sobre la visita a casa de tus padres. – Palideció al escuchar esas palabras, pero trató de lucir lo más despreocupado posible. – ¿Lograste encontrarlos?
–¿Qué? Ah, no. No los encontré. No estaban allí.
–¿Fuiste al lugar que yo te mostré?
–Sí.
–¡Qué extraño! Juraría que al menos tu padre si vivía en la mansión de la colina.
–No estaba cuando fui. Creo que falleció recientemente.
–¿En serio? ¡Vaya! Lo siento mucho, Tom.
–Al final fue una pérdida de tiempo total.
Mentir a su mejor amiga creaba una desagradable sensación dentro de él que no le gustaba nada. Pero sabía que no podía contarle la verdad.
La clase de adivinación de ese día era interesante. Habían dejado atrás aquellos días en los que tenían que abrir su mente para ver el futuro en los posos del té o mirar durante horas a una gran bola blanca para desentrañar los peligros que acechaban en el futuro.
Lily ya estaba cansada de sus dolores de cabeza después de una clase tratando de ver algo más que no fuese una extensa neblina que no se aclaraba jamás.
Ebba seguía diciéndole que eso era porque no terminaba de concentrarse, que hasta que no lo hiciese no podría canalizar su poder.
Aquel día era diferente, el tema del día era la Legeremancia. Eso que ella llevaba haciendo desde hacía ya mucho.
–La Legeremancia es el acto de navegar mágicamente a través de las muchas capas de la mente de una persona e interpretar correctamente los hallazgos de uno. Los magos que practican este arte se les conoce como Legeremantes. Los muggles pueden llamar a esto «lectura de la mente», pero los practicantes desdeñan el término como ingenuo. Lo opuesto a Legeremancia es la Oclumancia, que se usa para proteger la mente de la invasión e influencia de la Legeremancia.
>Los legeremantes más avanzados pueden realizar la legeremancia de forma no verbal y sin varita, pero los practicantes menos talentosos deben usar el encantamiento Legeremens para entrar en la mente de sus víctimas. Si un objetivo no es experto en la oclumancia, un legeremante podrá detectar si la persona está mintiendo, así como profundizar en sus pensamientos, emociones y recuerdos.
>Los legeremantes altamente capacitados también pueden influir en la mente que invaden. Es más fácil realizar la legeremancia cuando el objetivo y los ojos del legeremante se encuentran, incluso pueden hacerle ver visiones y situaciones que ya han ocurrido o por el contrario jamás ocurrieron.
>Ahora vamos con su opuesto. La Oclumancia es una rama de la magia que consistente en cerrar la mente contra la Legeremancia. Se puede impedir el acceso a los pensamientos y a los sentimientos. La persona que domina este arte se le denomina Oclumante.
>Para poder practicarla, solo basta con vaciar la mente de cualquier tipo de pensamiento, con el fin de evitar que un Legeremante pueda percibir tus emociones y pensamientos. Se requiere una gran fuerza de voluntad, y un nivel alto de disciplina mental, similar a resistir al maleficio Imperius.
>¿Estáis apuntando todo esto?, luego no me culpéis si cae en el examen y no lo habéis estudiado.
Lily dejó de prestar atención a la clase, no por decisión propia, de pronto hacía mucho calor y el humo del incienso consiguió afectarla. Trató de mantenerse despierta con todo su ser, pero no pudo controlarlo y cayó al suelo de la clase, preocupando a varias personas, incluidas Tom.
Sus ojos se pusieron rápidamente de color blanco y susurró algunas palabras inentendibles en una lengua distinta.
«I-ánnnodddos-tou-skottteinnnoú-árchonnnttta-plisiázzzei. Échei-ídddi-xekinnnísei. Oi-skottteinnnoí-kairoí-tha-epistttrépsounnn-kai-tttípottta-dddennn-tttha-ttto-stttamatttísei. Mónnno-o-ttteleftttaíos-apógonnnos-aftttoú-pou-tttonnn-fylákise-tttha-borései-nnna-tttonnn-stttamatttísei.»
–¿Qué está diciendo? – preguntó Rosier, tratando de entender lo que sucedía.
–¿Eh, Riddle? – Llamó Abbot haciendo que Tom le asesinase con la mirada. – ¿Entiendes algo de lo que tu dice tu novia?
Parecía que la situación tan sólo divertía a esos idiotas. Tom estaba muy cerca de lanzar un hechizo del que se arrepentiría más tarde, pero la profesora de adivinación salvó la situación.
–Lestrange, ve a avisar a la señora Ponfrey.
Lily abrió los ojos algo mareada, sin entender qué había sucedido y se preocupó al encontrarse a sí misma en el suelo. Se levantó con la ayuda de la profesora y la señora Ponfrey, que le ofreció un trozo de chocolate negro para que se sintiese mejor.
–Me has preocupado ahí dentro, ¿lo sabías? – se quejó Tom de camino a su siguiente clase. – ¿Seguro que estás bien?
–Estoy bien – repitió por enésima vez. – Sólo ha sido una de mis visiones, como siempre. Ya deberías estar acostumbrado.
–Esta vez era diferente. Hablabas en un idioma raro.
–¿Raro?, ¿define raro? – pues lo cierto era que no lo recordaba. Ni siquiera sabía qué había visto, sólo podía pensar en la gran luz blanca que vio antes de despertar. – ¿Se parecía a esto? – habló el extraño sonido de los cuervos y luego observó como él negó con la cabeza. – ¿No lo era? ¡Qué extraño! No conozco ninguna otra lengua.
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