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Capítulo 32. La muerte de Tom Riddle


A medida que avanzaba por los jardines de la mansión en dirección a la puerta principal trataba de calmarse a sí mismo como siempre solía hacerlo. Trató de recordar el último libro que había leído, cada uno de sus párrafos y memorizarlos en su mente para sentir paz. Pero lo último había sido ese peligroso libro sobre Horrocruxes que había sacado de la sección prohibida. Y por alguna razón, mientras toda esa rabia corrompía su bondadoso corazón, tan sólo podía pensar en el hechizo que se debía pronunciar para hacer un Horrocrux.

–Buenas noches, señor. ¿En qué puedo ayudarle? – Preguntó el distinguido mayordomo de la puerta, pero Tom ni siquiera podía escucharle, no podía dejar de pensar en su madre.

Levantó la varita, sin tan siquiera importarle comprobar si era la suya o la de su tío, y sin pronunciar si quiera el conjuro lo lanzó a cada muggle que se interpuso en su camino, dejándoles inconscientes.

Entró en la sala de estar donde ese muggle llamado Tom Riddle disfrutaba de una agradable cena junto a su familia, haciendo que todos los ojos se pusiesen sobre el extraño que llevaba una larga túnica y una capucha que le cubría gran parte del rostro. Eso lo haría más fácil.

–¿Quién es usted? – preguntó la señora de la casa, bastante disgustada de que ese loco hubiese entrado en su propiedad. – ¿Cómo se atreve...? ¡Guardias! ¡Guardias! – pero ni uno solo atendió a su llamada. – Tomas, ¿dónde está el servicio?

–Suficiente – cortó Tom moviendo la varita hacia un lado y solo con eso consiguió que la mujer saliese disparada contra la pared. Cayó inconsciente haciendo que su marido se desmayase del susto y su hijo se levantase a encarar la situación.

–¿Qué estás haciendo, monstruo?

La risa desenfrenada de Tom irrumpió en el lugar. Parecía estar loco o así sonaba.

–¿Monstruo? – Repitió Tom, sin dar crédito. No podía creer que fuese su propio padre el que lo llamase de esa manera.

–¿Qui-quién eres? – quiso saber el hombre mientras buscaba a su alrededor algo que pudiese servirle para enfrentarse a ese ser. Dio con la solución en seguida, pues sobre la chimenea había un par de espadas de exposición.

Corrió hacia la chimenea y agarró una de ellas, trató de soltarla de su sujeción y luego la desenfundó, más que preparado para defenderse del extraño si este intentaba algo contra él.

–¿Qué pasa, padre?, ¿no me reconocéis?

–Estáis equivocado, señor. Porque yo no tengo ningún hijo.

–¿No? – el hombre negó con la cabeza, empezando a temblar a causa de la situación. – ¿Acaso no sois vos el Tom Riddle que ando buscando? – Se sorprendió al escuchar su nombre en aquella voz tan baja que casi parecía un susurro, pero estaba poniendo todo de su parte para no despellejarlo con sus propias manos allí mismo. – ¿No fuisteis vos quién se desposó con Merope Gaunt? – Aquel muggle palideció después de escuchar ese nombre. – ¿No la abandonasteis a su suerte?

–Sí – aceptó el hombre, tratando de entender qué tipo de relación podía existir entre ese extraño y la mujer que dejó atrás hacía ya tantos años. Diecisiete años para ser exactos.

Tom hijo se quitó la capucha y dejó que el hombre reconociese esas facciones tan parecidas a las suyas. Su rostro se desencajó al comprender que estaba frente a su propio hijo, y no pudo negar las respuestas que tenía ante sus ojos por más tiempo. Por un momento, vio amor en los ojos de ese hombre, esperanza y felicidad al encontrarse con el hijo del que se vio obligado a separarse mucho tiempo atrás, pero pronto todo se transformó en rabia y se mostró ante él como un ser frío y sin sentimientos.

–Así que eres tú, ¿eh? – La sonrisa de superioridad que empezó a entreverse en su rostro le dejaba claro lo poco que se arrepentía de haber abandonado a su hijo hacía ya tanto. – ¿Y qué ha venido a hacer una aberración como tú aquí? – Tom apretó los puños y afianzó el agarre a la varita de su tío, tratando de controlarse a sí mismo, luchando con todo su ser para no cometer una locura. – ¿Qué? ¿acaso crees que no sé lo que eres? ¡Eres un asqueroso engendro que nació fruto de un engaño! Esa bruja me hechizó y me engañó durante...

–¡Basta! – gritó Tom haciendo que los cristales de la casa reventasen y cubriesen el suelo. Pero el viejo Tom, lejos de asustarse sonrió, como si en el fondo le causase gran satisfacción estar causando daño a su hijo. – No permitiré que manches su memoria con tus mentiras.

–¿Su memoria? – un atisbo de tristeza visitó su rostro, pero el odio que aún guardaba en su corazón contra aquella que una vez lo liberó de su prisión permanecería, pese a todo.

Aún se preguntaba sobre lo que sucedió en aquel entonces. ¿Realmente llegó a amarla alguna vez o todo fue producto de aquel poderoso filtro de amor que le suministró durante años? ¿Acaso las cosas hubiesen sido distintas si se hubiese marchado con ella por su propio pie? ¿por qué seguía siendo tan cobarde incluso en aquel momento? ¿por qué no podía aceptar a aquel engendro como su propio hijo?

Enmascaró el dolor detrás de todo el odio que aún sentía por sí mismo, porque en el fondo de su alma sabía que Merope siempre lo amó de corazón. Aún recordaba su rostro suplicante después de que él se liberase de la pócima de amor y amenazase con abandonarla, pese a estar embarazada.

No podía dejar que nadie volviese a relacionarlo con aquellas aberraciones de la naturaleza, así que negaría cualquier conexión con ellos.

–Ese engendro del demonio se atrevió a retenerme en contra de mi voluntad y cuando me liberé ... – soltó una carcajada antes de volver la vista hacia su hijo, sin mostrar ningún arrepentimiento por lo que sucedió en el pasado. – Cuando vi lo que esa bruja me hizo, la abandoné.

Un escalofrío oscuro recorrió la nuca de Tom Riddle hijo. Todo su ser temblaba de furia, mientras su magia luchaba por salir a toda costa y las serpientes empezaban a subir por su cuerpo, rodeándole, haciendo que su padre se sintiese asqueado tan sólo con eso.

–Tú eres como ella – seguía tratando de controlarse a sí mismo. Veía el rostro de Lily después de confesarle sobre su pasado, lo feliz que ambos se sintieron ante un reencuentro con su familia. Jamás esperó que las cosas llegarían a ese punto. El hombre sonrió con superioridad antes de decir algo más. – Eres una repugnante aberración de la naturaleza que debió morir antes si quiera de haber nacido.

–¡Avada Kedravra! – lanzó un hechizo que nunca antes se había atrevido a pronunciar, pese a haberlo estudiado. Algo que sabía que marcaba un antes y un después en la vida de todo hombre.

La luz verde del hechizo irrumpió sobre el cuerpo de Tom Riddle padre y le quitó esa desagradable sonrisa de la cara. En seguida se quedó pálido y su cuerpo cayó hacia atrás.

Una sensación extraña se expandió por su cuerpo, el tenebroso poder que solía infectar a un hombre después de cometer un asesinato. Una parte de su corazón se oscureció después de haber cometido aquel acto y abrió una puerta que conectaba con el otro lado, el lugar en el que acaba el alma después de que el cuerpo muere.

Algo oscuro, un tenebroso ser llamado Namtar atravesó esa puerta que era tan pequeña como una rendija en una ventana y se preparó para tomar su única oportunidad de infectar a ese ser humano con una de sus creaciones favoritas.

La mente de Tom tardó en despertar y cuando lo hizo dejó caer la varita de su tío Morphin. Levantó las manos para mirárselas y negó con la cabeza, sin poder creer lo que acababa de suceder.

«Él lo había obligado» se repitió una y otra vez, antes de acercarse al cadáver de su padre y observar su pálido rostro, aún con los ojos abiertos de la impresión.

No había pretendido matarle, pero ... él se lo había estado pidiendo desde que entró por la puerta, desde que empezó a insultar a su madre y más tarde a él mismo.

¿Qué clase de padre podía repudiar a un hijo que había venido a buscarlo?

Pero... el fin no justificaba los medios. Por mucho que él lo hubiese sacado de quicio, tendría que haberse controlado un poco más. ¿Por qué no lo hizo?

Se llevó las manos a la cabeza sin poder creer que hubiese matado a un hombre, a su propio padre. ¿Cómo había sido capaz de cometer tal locura?

¡Oh Dios Santo! ¿Cómo iba a salir airoso de aquella situación?

Buscó en los recovecos de su mente algo que pudiese calmarle, que pudiese traerle la paz que necesitaba y volvió a recordar lo que había leído sobre los Horrocruxes.

Sin tan siquiera pretenderlo, pensó en aquel hechizo tan sólo una décima de segundo y sintió una fuerte sacudida en el corazón que le partió por la mitad. Cayó al suelo de rodillas y gritó de dolor mientras se sujetaba el pecho con una mano y se sostenía sobre el suelo con la otra.

Algo estaba sucediéndole. Aún no lo sabía, pero estaba ligando su alma a un oscuro ser que no poseía una propia. Una atroz criatura que aprovechaba la debilidad del ser humano para infectarlo, prometiéndole una falsa inmortalidad que no era tal.

Entonces miró horrorizado al anillo de los Gaunt que en aquel momento emitía un extraño humo verde que susurraba: «Tom Marvolo Riddle, eres mío.»

La oscuridad lo envolvió al no poder afrontar lo que había sucedido y su cuerpo cayó inconsciente al suelo, quedando envuelto en aterradores sueños en los que se encontraba atrapado en aquel cementerio con el que soñó una vez, junto a una cripta de estilo griego, al lado de una lápida resquebrajada de la que salía ese extraño humo verde que ya había visto antes.

Muy lejos de allí, en el interior de la mansión de los Riddle, su cuerpo se ponía en pie y miraba con repulsión hacia los muggles que tenía delante. Agarró la varita de Morfin y levantó la vista. Pronto sus ojos se tornaron rojos, mostrando la naturaleza del ser que moraba en el interior de un cuerpo que no le pertenecía.

Estaba impaciente por hacer magia como hacía ya mucho que no tenía oportunidad. Pues llevaba demasiado tiempo siendo un ser sin alma. Hubo un día en el que fue un poderoso brujo que adoraba la magia oscura.

–¡Avada Kedavra! – gritó antes de lanzar la maldición asesina contra Tomas Riddle y su esposa.

Una risa de satisfacción salió de su garganta antes de emprender la marcha hacia la casucha de los Gaunt, pues sabía que sólo había una forma en la que ese chico podría salir airoso de aquella situación y esta era cargar aquellas muertas a alguien más. Así que visitó la propiedad de los Gaunt y lanzó una maldición de confusión sobre Morphin para convencerle de que había sido él el que había matado a los Riddle, en venganza por lo que le había hecho a su familia. Abandonó la varita de este a su lado y le dijo que debía ir a confesar lo que había hecho al despertar de su sueño.

Mientras, al otro lado del mundo, en una bonita ciudad llamada Salem, un lugar conocido entre todos por ser uno de los lugares donde más cazas de brujas hubo en la antigüedad, una gran fiesta se celebraba. Era siete de agosto y como tal, celebraban la libertad de la congregación de magia sobre los muggles. Desde entonces, habían permanecido en el anonimato y cada Ministerio de Magia de cada país se encargaba de que los magos viviesen al margen de los muggles.

El pasacalle del centro recorría la ciudad mientras los turistas lo observaban entusiasmados, pero había una chica que parecía maravillada mirando hacia un escaparate mientras un hombre mayor trataba de llegar hasta ella.

–¡Lily! Te perderás si...

–¿Podemos entrar en esta tienda, padre? – el hombre miró hacia el espectáculo de fuegos artificiales que tenía lugar en la calle y luego a su suplicante hija. Asintió y entonces ella sonrió, pues se había salido con la suya.

–¿Qué es eso que quieres comprar esta vez?

Juntos entraron en la tienda mientras la joven se dirigía al mostrador y luego señalaba hacia el escaparate, nombrando un viejo cuaderno que había en el expositor.

–Es un diario iluminasdencente – la chica lo miró con interés, mientras este era depositado sobre sus manos. Era negro, de cuero y se leían las siguientes letras: Este Dario es propiedad de. Después de eso había un espacio en blanco. – Sólo se abrirá ante su dueño y cuando este escriba en él, las palabras se borrarán unos segundos después. Es una forma de proteger sus secretos.

–Me lo llevo.

–¿Necesita que lo envuelva para regalo?

–Sí, por favor.

Lily le tendió el diario al dependiente y miró hacia su cansado padre. Él sabía exactamente quién era el destinatario de aquel regalo.

–Tom.

–Ni siquiera imaginas lo mucho que va a gustarle, papá – la joven estaba entusiasmada con aquel viaje. Nunca la había visto tan feliz.

–Aquí tiene – le entregó el dependiente antes de que su padre dejase el dinero sobre el mostrador.

–Quédese con el cambio.

Padre e hija salieron de la tienda y se precipitaron hacia la multitud, debían llegar al siguiente callejón en el que poder desaparecer. Tenían el tiempo justo para hacerlo, antes de que el siguiente pasacalle los abrumase.

Nueva York los esperaba. Tan sólo esperaba que las cosas le estuviesen yendo bien a Tom.

Pensó en la última carta que recibió. Necesitaba saber cómo habían ido las cosas en ese reencuentro con la familia Gaunt. Tan sólo esperaba que al menos su padre se hubiese arrepentido de lo que le hizo a Merope.

Estaba entusiasmada porque él le contase cómo había ido todo. Pero ... Tom no contestaría a su carta. Y pasarían largas semanas, hasta que volviese a verle de vuelta en el colegio, en su sexto año en Hogwarts.



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