Capítulo 26. El mensaje de la serpiente
La navidad fue perfecta en casa de los Dumblendore, pese a las miradas de odio de Albus hacia Tom y las de desconcierto de Alberforth. Lily trató de sonreír todo el tiempo y Tom fingió que no se daba cuenta de nada. Estaba dispuesto a cualquier cosa por hacerla feliz, por disfrutar de una experiencia en familia.
La noche antes de navidad estuvieron contando anécdotas sobre la alfombra del salón mientras Albus, Alberforth y Tom miraban maravillados la forma tan tierna que Lily tenía de hablar de Ariana, pese a no haberla conocido jamás. Lo que ellos no sabían es que sí lo había hecho, solo que no en vida.
–¿Era tu tía? – quiso saber Tom mientras ella asentía. – ¿También era como nosotros?, ¿poseía magia?
–Ella era como mi hermano Aurelius – contestó, sin querer confesarle como llamaban a los magos que eran como ellos – el miedo por ser lo que eran les obligó a ocultar su magia. En consecuencia, esta se volvió contra ellos. Al final explotaron.
–¿Tu lo viste? – quiso saber Alberforth – ¿Viste lo que le pasó a Ariana?, ¿sabes quién la mató?
–Fue un accidente – contestó, pues no quería confesar aquello que tanto Ariana como ella sabían. Algo de lo que era doloroso hablar, pues fue uno de sus hermanos quién la mató sin querer.
–Sí, pero tú... ¿sabes quién lo hizo? – se fijó en el retrato de su tía antes de contestar y la vio negar con la cabeza, en señal de que hablar sobre aquella verdad serviría para remover el pasado y alejar aún más a esos dos desdichados hermanos.
–Es confuso. Había demasiados hechizos siendo pronunciados al mismo tiempo – contestó, en su intento por guardar silencio. – Pese a eso, ella no culpa a nadie de lo que pasó. Su corazón es tan puro que no puede sentir ira. – Los dos hermanos asintieron, sabiendo que aquello era cierto.
–Bueno... es tarde, creo que debería irme ya – añadió Albus.
Alberforth acompañó a su hermano a la puerta mientras Lily y Tom se ponían en pie. La joven se acercó al árbol de navidad y miró hacia todos aquellos regalos que habían sido depositados debajo. Estaba siendo una navidad de lo más interesante.
–¿De verdad no sabes quién mató a tu tía? – quiso saber Tom a sus espaldas. Ella tragó saliva, sintiendo una gran pesadez en su alma.
–La verdad dividirá a mi familia, Tom. Así que es mejor que ellos no lo sepan. – Se fijó en el pasillo que llevaba a las habitaciones y entonces dijo algo más. – Deberíamos irnos a dormir.
–¿Fue alguno de ellos? – indagó el muchacho, que se resistía a olvidarse de aquel tema. Ella no contestó y él no la forzó, sabía lo difícil que era para ella hablar sobre algunas cosas.
Tom se acostó en la cama y luego miró hacia el techo. Era frustrante no poder saber quién había matado a Ariana Dumblendore. Pero ... algo le decía que había sido obra de alguno de sus hermanos. ¿Cómo pudieron ellos hacerle daño a su propia hermana?
Se quedó dormido en tan sólo unos segundos mientras algo oscuro entraba por las rendijas de la vieja ventana de madera y se arrastraba como una vulgar alimaña. La oscuridad era sierva de un tenebroso ser que estaba atrapado en una oscura cueva del inframundo.
Susurró en una oscura lengua que ya no se hablaba en el mundo y rodeó la figura del joven Tom que estaba a salvo en sus sueños. El poderoso ser que mora en la oscuridad había visto algo en el interior de ese muchacho. Era la ansiedad que albergaba su alma tras haber sido abandonado por sus padres desde pequeño. Su madre murió al darle a luz y su padre nunca le quiso.
Había muchos jóvenes como él en el mundo, pero sólo él estaba conectado con aquella a la que esa alimaña ansiaba vencer. Ella era la última descendiente viva del poderoso mago que lo había encerrado en el tártaro, por lo que debía ser ella la que abriese la puerta que lo liberaría de su prisión. Y encontraría la debilidad a través del profundo amor que se profesaban, porque Tom Riddle haría cualquier cosa por Lily Dumblendore. Esa era su única debilidad.
«Tom caminaba por un oscuro bosque, sintiendo una profunda ansiedad, como si temiese que algo malo iba a suceder. Se detuvo al llegar a lo que parecía ser un cementerio en el que había una cripta de estilo griego y miró hacia los símbolos que estaban grabados en la piedra.
Espeluznantes susurros en un idioma que no reconocía empezaron a acecharle. Pero no fue eso lo que congeló su alma. Fue el grito desesperado de Lily.
–¡Lily! – gritó al pensarla en peligro mientras recorría ese lugar con la mirada.
Se detuvo en cuanto la vio en el interior del panteón y se metió entre las columnas para llegar hasta ella. La agarró de los brazos e intentó despertarla de su trance. Pero ella estaba atrapada en otro lugar. Tenía la vista fija en el frente, sin verle si quiera.
–¡Lily! – La llamó, desesperado. Pero ella estaba muy lejos, teniendo una pesadilla.
Un goteo constante en aquel silencioso lugar hizo que mirase hacia el suelo que pisaban y viese toda la sangre que caía de los cortes que la muchacha tenía en sus muñecas. En seguida se asustó y trató de tapar sus heridas, pero eso no estaba dando resultado.
–¡No! – Gritó mientras seguía negando con la cabeza una y otra vez. Rebuscó en los bolsillos de su túnica, con las manos llenas de sangre, y encontró su varita. La sacó y trató de conjurar todo lo que se le ocurrió para detener la hemorragia, pero de nuevo, nada estaba funcionando. – ¡No! ¡No! ¡No!...
–La muerte te la arrebatará – dijo una voz susurrante que se arrastraba por el suelo. Tom miró hacia ese punto, bajo sus pies, y vio un sinfín de serpientes que los rodeaban – ¿Qué estarías dispuesto a hacer para salvarla de la muerte?
–Cualquier cosa – contestó él en la misma lengua que las serpientes – haré lo que sea para impedir que la muerte me arrebate a alguien más.
Algo sucedió entonces. Todas y cada una de las serpientes que los rodeaban se arremolinaron en un mismo lugar, hasta formar una de mayor tamaño y de color verde. Entonces habló, su voz era oscura y resonaba en eco.
–Te tomaré la palabra, Tom Riddle.
–¿Cómo sabes mi nombre? – Preguntó Tom, que no entendía qué era lo que estaba sucediendo.
–Yo lo sé todo sobre ti. Sé sobre tus anhelos por encontrar respuestas sobre tus padres y tu terrible obsesión con Lily Ariana Dumblendore. ¿Qué pensaría ella si se enterase sobre lo que ansías hacerle a Lestrange si vuelve a pedirle una cita?
–Ella jamás se enterará sobre eso, porque tú no eres real. Tan sólo eres producto de mi imaginación. Esto es solo un sueño.
–Oh, mi queridísimo Tom. Por supuesto que estamos en un sueño, pero eso no quiere decir que no sea real. Veras... existe una poderosa magia que puede hacer inmortal a quién la invoca – eso despertó el interés del joven, pues era algo que ansiaba. Pero... también sospechaba que algo tan importante como eso ... conllevaría a un alto precio. – Si estás dispuesto a hacer un trato, puedo...
–No – contestó. – No haré un trato contigo.
–Lo harás. Por supuesto que lo harás, porque el amor es una debilidad y tú estás lleno de él.»
Lily se sentó en su escritorio, pensando en su tía, en lo terrible que habría sido para ella vivir con toda esa magia oscura dentro, matar a su propia madre en un descuido y tener miedo de sí misma. No quería siquiera imaginar lo difícil que habría sido para su propio padre (Alberforth) cuidar de su hermana, la misma que había matado a su madre. No conocía los detalles porque su tía se negaba a mostrárselos y su padre ... ni siquiera quería entrar dentro de su mente para ver aquel trauma familiar.
Trató de dibujar un poco con la lamparita encendida porque sabía que eso era lo único que la calmaría. Terminó aquel paisaje que seguía viendo en sus sueños: una cripta griega y pensó en el hombre con el bastón en forma de rayo.
Había leído mucho al respecto en la biblioteca de Hogwarts y encontró una coincidencia. Tan sólo había alguien que vivió en aquella época con esas características, pero ella se resistía a creer que el hombre de su sueño fuese el gran Zeus, ese al que los muggles solían confundir con un Dios. Fue un hombre sabio, pese a lo cruel que fue con su propio padre.
Zeus era un poderoso mago que podía controlar el rayo a su antojo, de ahí que su símbolo fuese este. Fue descendientes de Titanes, una raza muy antigua de gigantes, y debido a la crueldad de estos a la hora de gobernar, Zeus emprendió una cruzada en destruir a los titanes para conseguir gobernar sobre ellos. Finalmente, lo consiguió. Tras una guerra que duró demasiado, los gigantes murieron y él se proclamó señor de sus tierras.
Después de eso, fue un rey justo, a pesar de sus múltiples infidelidades a su esposa. Vivió durante mucho tiempo, hasta alcanzar la edad de trescientos años, y luego murió cuando le llegó la hora.
«Lily...» escuchó un susurro en el viento que se colaba por la ventana entre abierta. Era una voz espeluznante que le ponía los pelos de punta.
La joven se levantó y caminó hacia la ventana, la cerró y luego se sobresaltó cuando su padre empujó la puerta y la miró.
–Deberías acostarte ya, es tarde. – Ella asintió, como respuesta. – Quería preguntarte una cosa. ¿Cómo conociste a Ariana?
–Ya te lo conté hace tiempo. A veces puedo ver a los que están detrás del velo. Ellos me buscan cuando tienen algo que decir. Ella vino a conocerme una vez.
–¿Te mostró cómo sucedieron las cosas en ese entonces? – Alberforth se removió sobre sus pies. Parecía ansioso. – Lo que quiero decir es... ¿viste lo que ocurrió cuando murió?
–Me lo mostró. Sí. También vi a mamá en ese recuerdo. – Una ligera sonrisa de añoranza apareció en su rostro en cuanto recordó a la mujer que amaba.
–¿De verdad ella no sabe quién fue el causante de su muerte?
–Probablemente ella lo sepa – contestó, sin querer mentirle a su padre a la cara. – Pero ... ¿por qué quieres que la culpa recaiga solo en una persona? Es mejor compartir esa carga.
–Ella lo sabe, ¿verdad? – Lily asintió y él entendió enseguida la razón por la que su hija prefería guardar silencio. Sabía que la culpa por lo que ocurrió en aquel entonces terminaría por destruir al culpable. Era mejor seguir viviendo en la ignorancia.
–¿De qué sirve hablar sobre un pasado que ya no tiene remedio? Debes centrarte en vivir el presente. – El hombre le dedicó a su hija una tímida sonrisa antes de asentir.
–Buenas noches, Lily.
–Buenas noches, papá.
Una ligera sensación de lo más agradable se esparció por el pecho de Alberforth después de escuchar esa palabra, pues su hija no solía llamarle así. Para ella era muy difícil debido a que tenían un carácter muy parecido. Eran distantes y solitarios, y, por ende, les costaba demostrar sus sentimientos.
Alberforth abandonó la habitación y ella apagó la lámpara, luego se metió en la cama y dio la espalda a la ventana. Cerró los ojos y cayó en un profundo sueño. En él, Tom y ella habían vuelto al colegio, y recorrían los pasillos de vuelta a la sala común.
La ventana de su habitación se abrió por arte de magia y algo oscuro entró. Acortó las distancias hasta ella y se cernió sobre su cuerpo dormido.
Entonces algo cambió en su sueño, el lugar en el que se encontraba empezó a oscurecerse. Y volvió a aclararse tan pronto como reconoció la cripta de su pesadilla.
«Se encontraba de pie mirándola, mientras algo recorría sus brazos y caía por sus manos abiertas, goteando más tarde sobre la hierba.
Lily miró hacia sus manos y se asustó en cuanto reconoció su propia sangre que caía en cascada. Volvió a levantar la vista y entonces ese ser estaba allí.
La serpiente verde empezó a transformarse en un humano, le salieron piernas y brazos, su cabeza empezó a volverse redonda, pese a no contener si quiera rastro de cabello y sus ojos siguieron tan rojos como hasta el momento.
–El resurgir del señor tenebroso se acerca – susurraban voces a su alrededor. La oscuridad que rodeaba la escena se volvió incluso más aterradora.
–No. No volverás – dijo Lily metiendo la mano en su túnica para agarrar su varita, apuntando hacia él. Este, lejos de estar asustado, rompió a reír – no dejaré que lo hagas. – Ese ser se fijó en la sangre de Lily que seguía cayendo, antes de hablar.
–Volveré porque tú lo harás posible.
–No. No lo haré – agitó la varita y pronunció un patronus lo suficientemente corpóreo y poderoso como para hacer desaparecer a aquel ser.
El fénix formado de una gran luz dorada sobrevoló el lugar, alejando cada rastro de oscuridad de la joven.»
Y entonces, Tom Riddle despertó en su habitación.
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