Capítulo 25. Almas gemelas
Las risas, las bromas, la complicidad y la amistad volvieron a sacudir las vidas de Tom y Lily. Por un tiempo se olvidaron de todo y se centraron en ellos. Los rumores sobre que volvían a ser novios estaban por todas partes. A ellos, como siempre, no les importaba demasiado, pues sabían perfectamente lo que eran. Pese a eso, los celos de Tom estaban presentes cada vez que Roddie era amable con ella, pero bastaba una mirada hacia su compañero de cuarto para que este supiese que debía recular y marcharse. Y era divertido que este lo hiciese sin más.
Por parte de Lily, ella seguía sintiendo celos cuando Black se acercaba a Tom para saludarle, no era ningún secreto que la pelinegra estaba interesada en él, pero Tom nunca le prestó atención. Tenía cosas más importantes en las que pensar que en las chicas.
–¿Por qué están poniendo ya los adornos de navidad? Acaba de terminar Hallowen. Es del todo subrealista – se quejaba Lily mientras recorrían los pasillos de camino a su próxima clase de pociones.
–Siempre ha sido así – intervino Roddie, más que dispuesto a empezar una conversación con la chica que le gustaba, pero como siempre, Tom estaba allí para impedirlo.
–¿Te quedarás estas navidades? – Preguntó Tom hacia su mejor amiga, haciendo que Roddie reculase en sus intentos.
–Sobre eso... me gustaría hablar contigo sobre una cosa. – Tom se detuvo, haciendo que todos los demás lo hiciesen, con la vista fija en su líder y que Lily se sintiese algo avergonzada. No le gustaba tener público.
–Adelantáos, nosotros vamos ahora. – Ordenó.
Otis tiró de Roddie que se resistía a dejar a sus amigos a solas y los demás les siguieron sin rechistar.
–¿Qué ocurre?
–No es nada grave. Sólo me preguntaba si... – ella bajó la cabeza, avergonzada, haciendo que Tom sonriese. Le encantaba cuando ella lucía tímida frente a él. La hacía parecer más dulce de lo que ya era. – ... te gustaría venir conmigo a casa estas navidades. – De todas las cosas que Tom esperó... esa no fue ninguna de ellas. Incluso empezó a toser del susto, haciendo que ella sonriese.
–¿Contigo? – repitió, intentando entenderlo. – ¿A tu casa? – ella asintió. – Pero ... tu padre estará allí. ¿De verdad puedo hacerlo?
–Ha sido mi padre el que lo ha propuesto – eso lo sorprendió incluso más.
–¿Tu padre? – ella volvió a asentir. Él tenía miedo de estropearlo, no se le daban bien esas cosas.
–No te preocupes de eso ahora. Sólo dime que vendrás. – él pensó en ello detenidamente y pareció tomar una decisión cuando habló.
–Está bien. Iré. Con una condición – ella sonrió, ni siquiera le importaba la condición que iba a salir de sus labios, pues quería que Tom supiese lo que era pasar una navidad en familia, pues él nunca había tenido una. – Que no te acerques tanto a Roddie. Sospecho que tiene sentimientos por ti.
–¡Oh!
–Se quedaría hecho un desastre si le das esperanzas y luego descubre que no estás interesada. Luego me tocará a mí consolarle y odio todo ese drama.
–¿Esa es la razón? – Tom asintió, sin más.
La navidad empezó a acercarse a pasos agigantados, o quizás era que Tom tenía tanto miedo a que llegase ese día que su percepción de la realidad estaba algo alterada. No tenía ni idea de cómo comportarse para no meter la pata, pero bastaba una mirada por parte de ella para hacer que se calmase y se olvidase de todo.
Aquel día era como cualquier otro, hacían sus deberes de Herbología en la sala de estudio. Lily adoraba dibujar, por lo que el boceto de la mandrágora madura le estaba quedando muy bien. Estaba tan concentrada que ni siquiera se dio cuenta de que Roddie que estaba sentado a su lado, se deslizaba por la silla para acercarse sigilosamente.
–Te está quedando realmente bien – le dijo, llamando su atención. Ella levantó la vista haciendo que Tom perdiese atención a su dibujo y mirase hacia ellos. No le gustaba nada que se le acercasen tanto. – Me preguntaba sí...
–Guardad silencio ahí atrás – los mandaba callar el profesor de guardia de la sala. Lily se enfadó, no quería ser castigada por culpa del muchacho, pero él estaba decidido a hablar con ella, así que aquella vez lo hizo entre susurros, para que nadie más pudiese oírle.
–Me preguntaba sí te gustaría venir conmigo a una cita – ella se sorprendió tanto que incluso se atragantó con su propia saliva y empezó a toser sofocada. De entre todas las cosas que esperó oír, esa no era ninguna de ellas. Se sentía tan avergonzada por verse envuelta en aquella situación que incluso se ruborizó. No pudo evitar recordar la conversación que tuvo con Tom semanas atrás, en las que él aseguraba que ese chico estaba interesado en ella. Por un momento... Lily había creído que su mejor amigo había sacado las cosas de quicio o que estaba condicionado por celos, pero .... Esa situación le demostraba lo mucho que se había equivocado con sus deducciones. – Verás... es que me gustas.
Lily se levantó, asustada, como si lo que el muchacho hubiese dicho hubiese sido algo horrible. Guardó sus libros y sus apuntes en la mochila y salió disparada sin tan siquiera esperar a Tom. Tenía que poner distancia entre ese chico llamado Rodolphus Lestrange y ella misma, y no porque el muchacho no fuese muy agraciado, lo que ocurría es que ella no estaba interesada, era demasiado joven como para estar pensando en esas cosas.
Atravesó pasillos y bajó escaleras. No se detuvo ni siquiera cuando salió a los jardines, siguió avanzando hasta que llegó a los invernaderos de Herbología.
Se dejó caer sobre la cristalera de uno de ellos y rompió a reír a causa de sus propios nervios. No podía creerse lo que acababa de acontecer.
¿Cómo podía un chico tan sobresaliente como Rodolphus Lestrange haberse fijado en ella?
Dejó caer su mochila a la hierba y apoyó la cabeza en el cristal, dejando que su respiración volviese poco a poco a la normalidad. Le parecía una locura que alguien hubiese podido fijarse en ella más con su propia forma de ser. ¿Una cita?, ¿con ella? Ni en sueños. Sólo con pensar en darse besos con un chico y sentía nauseas. Aún no estaba preparada para eso. Era demasiado joven para enamorarse.
Cerró los ojos y en seguida sintió algo distinto. El frío que la rodeaba dejó de impactar sobre su piel y empezó a sentir mucho calor.
«Se encontraba en lo que parecía ser una fortaleza bajo tierra, hacía mucho calor y era debido a los largos ríos de lava que rodeaban el lugar.
–Mi señor – escuchó la voz oscura de alguien al que aún no podía apreciar debido a la penumbra del lugar – la luz de su poder es demasiado poderosa como para llegar a ella. Zeus no permitirá que sucumba a la oscuridad.
–Ella no – se escuchó aquella ronca voz de ultratumba que procedía de esa serpiente malvada – pero podemos intentarlo con aquellos que la rodean.»
–Aquí estás – dijo la voz de Tom, a su lado, trayéndola de vuelta. Sacudió la cabeza tratando de alejar esa pesadilla de su ser, sin querer si quiera preguntarse lo que significaba. El muchacho se apoyó en la cristalera junto a ella y miró hacia el bosque prohibido, tenía cierto un aspecto agradable con toda aquella nieve cubriéndolo. Ladeó la cabeza para mirar hacia Lily, que ni siquiera había pronunciado palabra. Entonces recordó lo molesta que se sintió después de escuchar lo que Roddie tenía que decirle. ¿Qué era eso que tanto la había asustado? – ¿Qué es lo que quería Roddie esta vez?
–Ah, nada importante – contestó, quitándole importancia al asunto, pues no quería pensar en eso. Tom puso una cara de desesperación, porque a él no le había parecido que no fuese nada. – Sólo quería invitarme a salir.
–¿Qué?, ¿cómo? – Estaba hiperventilando, incluso se alejó de la cristalera y se colocó delante de ella. Lily se mordió el labio, evitando sonreír. – ¿Y cuál ha sido tu respuesta? – Ella se encogió de hombros, lo cierto es que ni siquiera había contestado aún.
Odiaba que la conversación estuviese centrada en sus sentimientos, no le gustaba nada hablar sobre sí misma, así que ... optó por cambiar de tema.
–¿Qué hay de ti y de Black? – él la observó sin comprender. – Ahora te sigue a todas partes, incluso te pidió un beso y una cita la última vez.
–No estoy interesado en chicas. Eso ya lo sabes.
–¿Hay algo que no me hayas contado?, ¿eres gay?
–Muy graciosa – ella rompió a reír al ver su cara. – No soy gay. Es sólo que no me interesa enamorarme.
–No creo que sea algo que podamos evitar. – él levantó la vista para fijarse en ella, pero Lily estaba pensando en sus padres. Ellos tampoco estaban listos para enamorarse cuando lo hicieron. Siempre supo que el amor que ellos sintieron era inocente y puro. Eso conseguía despertar ternura en ella.
–¿Es lo que te pasa a ti con Lestrange? – Ella sonrió al darse cuenta de que él volvía a centrarse en ella.
–Lestrange no es mi tipo – contestó sin más. Tom se sintió feliz con esa respuesta, de una forma que no entendía.
Lily sabía sobre el temperamento de Tom cuando ella estaba en peligro. Sería capaz de hacer cualquier cosa por salvarla, incluso matar a otro si con eso conseguía defender su honor. Ya se lo había demostrado en cada enfrentamiento con otros chicos. No parecía tener miedo a las consecuencias cuando se trataba de eso. Eso la asustaba incluso más, ser de alguna forma responsable de lo que pudiese sucederle en el futuro.
¿Y si ella era la culpable de que se convirtiese en un asesino?
Él mismo se lo había confesado semanas antes que no dejaría que la muerte los separase. Pero ... ¿cómo iba a evitar la muerte? La muerte era tan inesperada como el amor. Uno no podía elegir de quién enamorarse igual que tampoco podía saber cuándo iba a morir.
Trató de no pensar en ello y se preparó para la recogida de su padre que los estaría esperando en la estación de tren. Tom estaba inquieto, no dejaba de mover la pierna, incluso se comía las uñas. Eso era nuevo en él, jamás lo había visto tan nervioso.
Lily apoyó la mano sobre su pierna y la alargó hasta que agarró su mano, la entrelazó entre la suya y sonrió tan pronto como sus ojos se encontraron.
–Esto es un error – ella negó con la cabeza – cometeré un error, estoy seguro. Y entonces tu padre me odiará. – sonrió y volvió a negar con la cabeza.
–Mírame – pidió y él se fijó solo en ella, ni siquiera importaba las personas que iban en el mismo vagón o las conversaciones que tenían. – Este no eres tú. No puedes dejar que el miedo te convierta en una persona débil que no eres. Ya no eres ese niño que dejaba que los abusones le golpeasen hasta que se hartaban, ¿verdad? – él negó al darse cuenta de que ella tenía razón. – Muéstrate fuerte siempre. No dejes que nadie más vea tus debilidades. Porque si lo hacen... estarás en problemas.
–Lo siento – se disculpó. Ella levantó la mano que agarraba y besó el dorso. En seguida ambos sonrieron.
–No pasa nada porque yo jamás usaría tus debilidades en tu contra. Pero ... debes tener cuidado, Tom. Ahora... cálmate y demuéstrale a mi padre que eres ese chico encantador que yo veo. Ahora que lo pienso... creo que el sombrero seleccionador se confundió contigo. Deberías estar en Griffindor.
–¡Eso ni lo digas! – se quejó él y entonces se miraron. Bastó una sola mirada para que viesen el alma del otro. Era suave y reconfortante. Se veían de una forma inigualable que muy pocos tienen la dicha de poder experimentar. – ¿Sabes una cosa? – Dijo después de retirar la vista y fijarse en el pueblo que se veía a lo lejos. Estaban cerca. Se giró a mirarla y observó su hermosura antes de seguir. – Cuando me miras así ... haces que me sienta afortunado de haber recibido esa paliza en esa gruta. Volvería a recibir cada golpe si eso significa volver a conocerte.
–Esta conversación se está volviendo demasiado seria – se quejó ella que odiaba ese tipo de situaciones. No estaba acostumbrada a recibir cumplidos y siempre se escondía para evitarlos. Pero ... cuando estaba con Tom no era fácil. De normal no hacían falta palabras, bastaba una mirada para complementarse, aunque, aquella vez él estaba decidido a decírselo todo, sin que hubiese malentendidos.
–No quiero que aceptes ir a esa cita con Roddie – ella se giró a mirarlo.
–Ya te he dicho que lo he rechazado, no es mi tipo.
–Técnicamente... te marchaste corriendo antes de responder.
–No me gustan nada ese tipo de situaciones. Hablar sobre mí misma, sobre lo que siento... oh, no es algo que vaya a pasar – él rompió a reír, sabiendo que ella era de esa forma.
–Tampoco quiero que salgas con otro chico – ella lo observó sin comprender. – Porque mataré a cualquiera que te rompa el corazón. – Lily tragó saliva, sin saber qué decir, porque sabía que las palabras de Tom eran ciertas. Él mataría a cualquier tipo que le hiciese daño. Era como tener un hermano sobreprotector.
Eso hizo que se acordarse de Aurelius. Si el siguiese vivo... probablemente sería de esa forma.
–No estoy interesada en chicos ahora. – Fue su respuesta.
Tom y Lily bajaron del tren con sus mochilas a cuestas. Ella vio a Alberforth en seguida que los saludaba con la mano para que lo viesen. Ambos caminaron juntos. Ella estaba feliz, con una gran sonrisa en el rostro.
–Papá – le llamó. – Este es Tom Riddle – le presentó, pese a que ellos ya se habían visto una vez cuando él hizo los honores el día en el que la persona que solía encargarse de ello no se encontraba en el castillo. El hombre le dedicó una mirada de desaprobación que no pasó desapercibida a Tom, pero trató de mostrar su mejor sonrisa. No quería que él viese sus debilidades, estaba dispuesto a seguir el consejo de Lily una vez más. – Tom, este es mi padre, Alberforth Dumblendore.
–Mucho gusto, señor Dumblendore – Tom levantó la mano con la intención de estrecharla y el señor Dumblendore no se quedó atrás. La estrecharon más fuerte de la cuenta y luego emprendieron la marcha hasta el pueblo. Era un pueblo pequeño, así que no tardaron mucho en llegar a la taberna.
–Te quedarás en la habitación de invitados – rugió el hombre, después de dedicarle una sonrisa a su hija. Tom asintió, echando un vistazo al lugar. Ella había tenido razón cuando lo describió. Era demasiado lúgubre. – Ven, te enseñaré cuál es. – Ella caminó hasta la suya para dejar sus cosas y él siguió a Alberforth hasta otra habitación. Aquella era un poco más oscura que la de ella y el papel pintado de las paredes estaba a punto de caerse. – Las sábanas están recién cambiadas, tienes toallas limpias en el armario y hueco para dejar tus cosas.
–Gracias, señor Dumblendore – le pareció oportuno dar las gracias pese a la pésima hospitalidad.
–Escúchame bien, muchacho. Puede que a ella la hayas engañado... pero a mí no me engañas. Sé perfectamente qué es lo que pretendes con ella y déjame decirte que...
–¿Qué es lo que pretendo?
–Lo que quieren todos...
–No sé qué tipo de relación se piensa que hay entre su hija y yo, pero ... Nosotros solo somos amigos. Y créame cuando le digo que si alguien se atreve a acercarse a ella y hacerle eso de lo que me acusa... lo lamentará. – Alberforth lo escudriñó con la mirada tratando de decidir si era de fiar o no.
–¿Va todo bien? – quiso saber Lily desde el pasillo al verlos tan desafiantes el uno con el otro.
–Todo va de maravilla, cielo. – dijo su padre antes de dedicarle una sonrisa. – Voy a bajar a abrir la taberna, vosotros poneos cómodos. – Luego miró hacia Tom. – Espero no arrepentirme contigo, Riddle.
–No lo hará, señor.
–¿Ha sido muy duro?
–¡Que va! – él no quería preocuparla.
–Ven, quiero enseñarte una cosa – Lily le agarró de la mano y tiró de él hacia su habitación. Solo atravesarla y se sintió terriblemente incómodo allí dentro. Miró hacia la cama, hacia el ropero que estaba abierto, los cajones entre abiertos y su ropa interior. Quería salir de allí lo más pronto posible. – ¿Va todo bien?
–Deberíamos bajar.
–No seas bobo y ven – le arrastró hasta su cama, le empujó sobre ella hasta que logró sentarlo. Tom tragó duro y trató de no pensar en ninguna de las locuras que estaban pasando por su mente en ese momento. Entonces ella le mostró la fotografía. – Mira este es Aurelius – Tom miró la fotografía: en ella estaban un chico y una chica de procedencia asiática. – Ella es Nagini, era una maledictus. ¿No sabes lo que es? Había una maldición de sangre sobre su familia, estaba obligada a convertirse en serpiente y un día... se quedaría en esa apariencia permanentemente, incluso olvidaría que una vez fue humana. ¿No te parece una historia aterradora? – Asintió.
–Lo es. Suena muy triste.
Tom apoyó la mano sobre la cama y se interesó un poco más por aquella fotografía. Estudió cada detalle que le pareció inquietante y se fijó en la mano apoyada sobre el hombro de él. Entonces habló.
–¿Eran amigos? – quiso saber. Lily no tardó mucho en apoyar también su mano sobre la cama y entonces contestó.
–Eran almas gemelas. Eso fue lo que Aurelius me dijo cuando le pregunté al respecto. Pero ... creo que al principio sí que eran amigos.
–¿Es alguna palabra romántica para decir que eran pareja?
–¡Oh, no! Ellos compartían alma. – él no entendía lo que ella quería decir.
–¿Qué significa exactamente que compartían alma?
–Hicieron un juramento de sangre sobre sus almas. Prometieron que siempre estarían juntos, que mientras estuvieran vivos el uno cuidaría del otro, y así estarían a salvo de sus enemigos.
–¿Y qué pasó al final?
–Mi hermano murió y el pacto se rompió.
–¿Todo bien por aquí, chicos? – ambos miraron hacia la puerta, fijándose en Alberfoth – ¿Por qué no bajáis a echarme una mano? Hay mucho que hacer.
–Esto es explotación infantil – susurró Tom mientras ayudaba a Lily a bajar las mesas de las sillas. Ella le lanzó una dura mirada y él rompió a reír. – Solo estaba bromeando.
–Mírala, se la ve feliz y radiante cuando está con él. – Dijo su padre después de limpiar con la bayeta la mesa en la que estaba sentado su hermano.
–Dime otra vez, ¿por qué has dejado que lo traiga a casa? Ese chico es peligroso, ya te lo he dicho. Hay algo en él que no me gusta nada. Se pavonea por ahí como si fuese dueño del colegio, se mete en el bolsillo a profesores y alumnos. Hay algo oscuro en él, hermano.
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