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Capítulo 21. Rabia


Lily se colocó el pijama y se fue a dormir, estaba a punto de quedarse dormida cuando una premonición la atrapó. Sus ojos se volvieron blancos y su mente viajó a otra realidad, un lugar en el futuro en donde algo que sucedía frente a sus ojos la dejó sin respiración.

«Hacía frío aquella noche mientras la tormenta golpeaba las ventanas de una gran mansión que no reconocía. El largo pasillo que se abría paso frente a ella estaba alumbrado por escasas velas que colgaban de las paredes, mientras el constante gemido de una mujer resonaba en la habitación que se encontraba al final del pasillo.

Sus pies descalzos caminaron hacia ese justo lugar y su mirada se estableció en lo que sucedía en el interior de los aposentos de esa mujer de cabello azabache con tirabuzones de la que sólo podía ver su espalda a través de la entreabierta puerta.

Aquella mujer a la que aún no había tenido el placer de conocer, abrazaba al hombre al que amaba mientras cometían un acto prohibido sobre la cama y entregaban sus cuerpos al deseo.

El hombre tenía la piel tan blanca y pegada al cuerpo que casi parecía un cadáver, pero no era tal. Su mirada de ojos rojos y alargados en seguida se cruzaron con los de Lily, como si una parte de él supiese que ella estaba allí y despertó sobresaltada en su habitación, en Hogwarts.»

Y fue entonces cuando se tomó su tiempo para recordar cada detalle de ese terrorífico ser.

Podía recordar ese mutilado rostro que parecía una mutación entre un hombre y una serpiente. Sus ojos y su nariz eran como los de este reptil. No poseía labios y extensas venas negras enmarcaban su rostro ceroso y demacrado. Su cabeza no poseía ni un solo pelo. Pero, pese a que parecía un monstruo, podía reconocer al hombre que se escondía detrás de la bestia. Era su mejor amigo: Tom Marvolo Riddle.

¡Por las barbas de Merlín!

¿En qué maldito momento de la historia su mejor amigo se transformaría en esa criatura? ¿y cuando se enamoraría de esa mujer de cabello rizado?

Trató de calmarse a sí misma después de lo que había presenciado. El miedo no la dejaba dormir y sin darse apenas cuenta empezó a pensar en la conversación que había tenido con su tío en el despacho. ¿Y si su Albus Dumblendore tenía razón? ¿Y si era la soledad la que lo convertía en ese ser?

La profesora Merrythought empezó fuerte aquella primera clase. Los alumnos se enfrentarían a un duelo por parejas encima de una tarima que había echo aparecer en mitad de la clase, después de apartar los pupitres.

–Recordad. Sólo practicaréis hechizos sencillos, de desarme. No queremos herir de gravedad a nuestros oponentes.

Se colocaron en corro alrededor de la tarima, esperando ser los siguientes que la profesora llamase para enfrentarse en duelo. Tom, por el contrario, aprovechó para acercarse a Lily, la veía demasiado pálida y apenas había desayunado.

–¿Todo bien?

–Estoy perfectamente.

–¿En serio? Los surcos que hay bajo tus ojos indican lo contrario.

–No dormí muy bien anoche.

–¿Tuviste una pesadilla?

–Peor. Una premonición.

Tom abrió la boca, con la intención de calmar a su mejor amiga, pero la profesora Merrythought habló antes que él.

–Dumblendore. Abbot. Vuestro turno.

–Lo harás bien – dio ánimos su mejor amigo mientras ella se arremangaba y sacaba su varita. Luego miró hacia el chico de Griffindor. – Hazle daño y estás muerto, Abbot.

–Tranquilo, Riddle. No voy a cargarme a tu novia – Tom apretó los puños con ganas de pegar a ese idiota.

–Ella no es mi novia – contestó antes de que ella se preparase para subir a la tarima. Tom la agarró de la muñeca y la observó con detenimiento. Entonces ambos sonrieron. – Machácale.

Lily se preparó. Sacó su varita y entró dentro de la mente del muchacho. Vio todos los posibles ataques que él iba lanzar y encontró con que combatir cada uno, por lo que cuando el duelo comenzó, ella ya estaba preparada.

Consiguió cansar a su agresor y entonces lanzó un simple hechizo de desarme que consiguió divertir a los alumnos de su casa.

–Bien hecho, Lily – la felicitó la profesora. – Por tu paciencia y sabiduría obtendrás veinte puntos para Slytherin.

–Gracias, profesora.

–Ya podéis volver a bajar. Avery. Weasley. Es vuestro turno.

Tom ayudó a bajar a Lily.

–Lo has hecho muy bien. – Le dijo Tom. Ella le guiñó un ojo antes de contestar.

–No lo he hecho para ganarme tu gratitud – él la observó sin comprender, no parecía enfadada, pero lo cierto es que la notaba más rara de lo habitual desde que volvieron a verse después de las vacaciones de verano. Eso hacía que se preguntase: ¿qué estaba ocurriendo con su mejor amiga?

–¿Qué pasa Riddle?, ¿problemas de pareja? – Abbot se estaba buscando una pelea y Lestrange lo sabía, así que se colocó entre él y su amigo.

Tom miró hacia Lily que elogiaba los ataques de Avery.

–Olvídalo, Riddle. No merece la pena. Lo único que busca es hacerle perder puntos a Slytherin. Mejor hablemos sobre lo que dijiste esta mañana. ¿De verdad vamos a buscar la ubicación de la cámara de los secretos?

–¿Vamos? Lo haré yo. Lo único que vosotros tenéis que hacer es vigilar mientras yo me ocupo de ello.

–Va a ser difícil con Dumblendore pisándonos los talones.

La clase terminó y los alumnos empezaron a abandonarla. La siguiente a la que los de Slytherin debían acudir era Transformaciones. Mientras el grupo de Tom Riddle y Lily se dirigían allí, Tom no pudo evitar volver a pensar en el anciano profesor. ¿Por qué le tenía manía?

Se acercó a su amiga para tratar de hablar con ella pues la notaba más distante de lo habitual.

–Dime que todo va bien.

–Todo va genial.

Tom sólo necesitó una mirada para saber que le estaba mintiendo y eso sólo consiguió frustrarlo un poco más. Porque ella jamás había sido tan cortante con él. Así que ... ¿qué había cambiado?

La agarró de la muñeca, impidiendo que diese un paso más y echó una sola mirada a su séquito indicándoles con eso que querían privacidad. Estos continuaron con su camino sin rechistar, aunque Lestrange no parecía muy feliz con la idea.

–¿Se puede saber qué demonios te pasa? Pensé que estábamos bien después de lo de anoche, pero hoy te despiertas y me tratas como no fuésemos amigos.

Lily estaba molesta, pero no era algo que él le hubiese hecho. Eran las circunstancias, la conversación que había tenido con su tío y sobre todo la premonición en la que él convertido en un monstruo mantenía relaciones con esa mujer de cabello rizado a la que no alcanzó a verle la cara. Pero no podía pedir explicaciones de nada de aquello, porque lo cierto era que Tom no tenía la culpa de nada de eso.

–Estoy esperando una explicación, Lily.

Ella se soltó molesta antes de contestar. No podía confesarle lo que sabía, pero estaba dispuesta a encontrar un motivo válido para hacerle pagar a Tom su enfado.

–¿No la sabes? Tú sabes perfectamente lo que has hecho para molestarme – Tom se señaló con el dedo y pensó en cada uno de los momentos que habían pasado juntos, antes de haber dado con la tecla ella habló. – Sigues prefiriendo el poder pese a que no es lo que necesitas.

–Ya hemos hablado de eso. – La muchacha resopló, molesta y se marchó a su clase, dejándole con la palabra en la boca. Eso sólo consiguió cabrear más a Tom Riddle. – Lily. Esta conversación no ha terminado... ¡Lily!

La joven entró en la clase de Transformaciones y él lo hizo unos minutos después. Estaba enfadado, pero pese a eso no iba a montar un escándalo, lo que menos necesitaba en ese momento era despertar el interés de Dumblendore con respecto a ese asunto.

Se sentó junto a ella y sacó el libro de su mochila mientras el profesor bajaba las escaleras de caracol que había al fondo de la sala.

–Bienvenidos a todos a la clase de Transformaciones en la que igual que el año pasado, yo seré vuestro profesor. Hoy practicaremos un hechizo que ya dimos en vuestro primer año, pero que es de suma importancia que repasemos para el tema que daremos en nuestra próxima clase. Hoy, transformareis a vuestras mascotas en cálices de agua. – De un solo movimiento de varita hizo que todas las mascotas de los presentes apareciesen sobre la mesa.

La clase fue entretenida, más que nada porque las mascotas de algunos no se quedaban quietas en el lugar y estos tenían que perseguirlos por toda la clase. Otros, como Lily y Tom, se limitaron a transformar y volver a su estado original a sus mascotas una y otra vez, hasta que comenzaron a aburrirse.

–Los que hayáis conseguido dominar el hechizo que la mayoría ya debería conocer a la perfección, podeis empezar a leer la lección de nuestra próxima clase. Página sesenta y dos, Tom. – Lo señaló con su varita, disgustado, como si hubiese sido el único que estaba harto de aquella clase. El libro se abrió por la página correcta y su cuervo desapareció.

–No soy el único que estaba aburrido con esta lección, profesor.

–Eres el único que parecía demasiado feliz de no hacer nada.

–¿Los animagos? – se quejó Lily al leer el tema en cuestión. – Pero aún nos queda mucho para llegar a ese tema, profesor.

–¿Quién es el profesor aquí, Lily? ¿acaso quieres levantarte tú y ponerte aquí a dar la clase?

La muchacha bajó la cabeza, avergonzada. El hombre estaba siendo demasiado borde a causa del enfado que tenía encima. ¿Qué era lo que le ocurría? ¿por qué estaba tan molesto?

El silencio de la clase fue sepulcral después de eso, no se escuchaba si quiera una respiración.



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