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1 - South x Inupi

Alfa - South
Omega - Inupi

La historia aparece en el futuro, donde los personajes, donde Inupi trabaja con Draken en el taller. Aquí, Inupi tiene el cabello largo. Seishu tiene 27 años

Y el papuchón de South pues... 32 (Sí, mayor que el resto :3)

***

Qué día tan aburrido. Cambiar el aceite y rellenar el líquido del limpiaparabrisas no es precisamente el motivo por el que amaba su trabajo en el taller... Pero era un día tranquilo, era raro de encontrar y por lo tanto no había que quejarse. Su compañero Draken estaba más ocupado poniendo a punto una moto, una que no había mirado lo suficiente para saber el modelo, pero con un vistazo fugaz vio que había pasado años y años seguramente abandonada en un garaje. Pobrecita...

Cuando ya terminó todo y se limpió la grasa de las manos en un pañuelo, se acercó a su compañero que estaba de espaldas, a lo que Draken tendió una mano para detenerle.

- No te acerques mucho, Inui. No lo tomes como algo personal, pero el dueño de esta moto ha exigido que su moto sólo sea tratada por alfas.

- Oh, ¿No me digas? Seguro que su dueño es un alfa imbécil que antepone las razas a las manos expertas. No te infravaloro, amigo - Inui se apoyó en un coche a su lado.

- Lo sé, lo sé... Sólo no quiero problemas. Parece que este tipo tiene un increíble sentido del olfato y si su moto huele a algún omega... Podría ponerse violento.

- Su moto seguro que olía a óxido cuando la trajo... - él la señaló con un dedo - Estás haciendo un trabajo genial con eso.

- ¿A que sí? - Draken sonrió, levantándose del suelo - Es el mismo modelo que la Mikey, por eso es fácil para mí. Solo tiene unos cambios en los pedales, en el asiento...

- Si, lo estoy viendo... Parece que el conductor es un tipo grande. Es un buen trabajo para que no le arrastren los pies. ¿Cuándo la recoge?

- Ahora, justo antes de que cerremos. Si has terminado, puedes irte, ya sólo tengo que hacer esto y me encargo de cerrar.

Inui miró su reloj echando atrás la manga de su mono azul de trabajo. Salir media hora antes del trabajo, que gran noticia. Sonrió empezando a silbar con alegría yendo hacia una puerta que ponía "Sólo trabajadores" donde estaban sus vestidores, escuchando de lejos el teléfono de Draken sonar. Estaba a punto de sacarse su sucio mono de trabajo cuando Draken abrió la puerta, unos segundos después con algo de prisa.

- Retiro todo lo dicho - comentó rápidamente - Mikey se fue a comer con Mitsuya y el ansioso se ha tragado la bandera del menú, tengo que ir al hospital. Siento... Siento tener que pedirte esto...

- Ah, no importa, no importa... - él volvió a subirse el mono y la cremallera - Ve con tu omega. Yo no tocaré la moto, sólo dime dónde está el recibo y me encargo de cobrar y cerrar.

El suave alivio en la cara de su amigo le hizo sentir bien aunque no saliese antes del trabajo, escuchando sus rápidas indicaciones mientras él se cambiaba rápido de ropa antes de irse. Así, Inui fue dentro de su despacho compartido a tomar el único recibo que quedaba de ese día. Vaya, la moto necesitaba una buena revisión, no era precisamente barato... Pero para una joya de moto así, el dinero no era importante.

***

Maldita sea todo el mundo, la moto, el tipo, el dinero y el taller. Inui estaba caminando de un lado a otro. Ya pasaron quince minutos de su hora de cierre y ahí estaba, esperando como un idiota porque el dueño de la moto no aparecía. Draken no le había llamado. Parece que estaba ocupado con su omega, vaya dos...

El sonido de la puerta abriéndose le hizo poner un rostro irónico al girarse a verle, esperando darle un rapapolvo por su tardanza. No le daban miedo los alfas, fueran altos o no; él era un omega alto, más que la media, y no era débil. Sin embargo, todas sus ganas de pelea se fueran rápidamente al ver a ese inmenso tipo tener que agacharse y girarse para entrar por la puerta, dando con su cabeza a las campanillas del techo que indicaban la llegada de un cliente. Habían pasado años desde la última vez que le vio... South Terano. Pero ni después de tantos años había olvidado ese salvaje paseo en moto que le hizo dar. Muchas piezas en su cabeza encajaban ahora, y por mucho que le gustase esa moto... Ahora le daba repulsión.

El tipo se enderezó, frotando desganado su cabeza y peinándose la coleta. Sin dudas, era más alto que la última vez, era más alto que cualquier tipo que había visto en su maldita vida, más que los jugadores de baloncesto, más que las putas jirafas del zoológico. Bueno, puede que no tanto, pero mucho. Bajó la mirada mientras el otro se acercaba, sacando el recibo de su bolsillo. Decidió, por su bien al menos, hacer que todo durase lo menos posible e irse a casa en cuanto ese tipo y la moto se largasen del taller. Ahora comprendía en parte por qué Draken no le dejó acercarse a la moto o tener que tratar con el dueño excepto cuando no tuvo más remedio.

- Buenas tardes, me llamo Inui Seishu, estoy a cargo de entregarle su motocicleta. Aquí tiene el recibo - tendió su papel con los datos y el precio - Pruébela si quiere antes de irse.

No tenía ganas de que el otro examinase la moto minuciosamente, más cuando pasó años sin arrancarse. Sería muy hipócrita... Pero era lo que estaba haciendo. El tipo se sentó encima de su moto sin un saludo o una disculpa por su tardanza, acariciando su brillante moto con sus dedos. Por la forma en la que movía sus manos acariciando la carrocería, casi parecía estar acariciando con cariño un cuerpo humano, casi el de una mujer sumisa bajo las piernas de ese (obviamente) alfa. Alfa dominante. Se notaba en la potencia de su olor natural.

Inui esperaba a su lado tragando saliva a que este pagase y se fuese, cerrando los ojos cuando escuchó su moto arrancar. Tenía un delicioso ronroneo, Draken mimó muy bien ese motor, casi parecía nueva, recién salida del confesionario. Para la frustración del omega, apagó el motor dejando en silencio el taller. El alfa ni siquiera había mirado el recibo, sólo estaba buscando en el bolsillo de la camisa un maravilloso fajo de billetes atado con una goma. WoW, si que había dinero ahí, o eso le parecía a Inui, intentando ver mientras su pelo le oculta a la cara, sin querer declararse por su quemadura. El alfa sacó varios de ellos, de 20.000 yenes, esos que Inui sabían que existían pero nunca había visto, e incluso se puso a pensar si tenía cambio para eso, ya que el alfa sacó de más.

Antes de tender su mano hacia el omega con los billetes en esta, se escuchó un suave sonido proveniente de su nariz. Inui levantó la mirada levemente para ver que la punta de la nariz del alfa se movía de arriba a abajo constante como si fuera de un conejito. Empezó a caminar con su moto entre las piernas, tirando de ella y que rodase bajo su pecho, acercándose al omega descaradamente, oliendo su propio aroma a romero que tenía ese joven rubio. Le molestaba eso, parecía un perro oliendo una farola para mear o el culo de otro perro.

Apretó los dientes con descontento, levantando la mirada para desafiar le y pedirle que deje de hacer eso, encontrándose así de frente con el ojo dorado y penetrante de South, ya que el otro estaba tapado por un parche de color negro. Ah... Seguía teniendo esa mirada salvaje, tan marcadas sus líneas que parecían tres anillos de oro alrededor de su pupila. Con ello junto a la sonrisa que se formaba, el alfa daba un aspecto depredador, enseñando en su sonrisa los colmillos de este.

- Inupi~ - le mencionó.

Sumado a que el omega esperaba que no le reconociese, sintió un poderoso escalofrío por todo su cuerpo. Su voz era grave y rasposa, como si no hubiese hablado en un tiempo, y su acento era claramente extranjero por la forma de pronunciar su viejo apodo. Se sintió presa por un momento, débil y tal vez... Sólo tal vez... Algo excitado.

- M-Maldito... - se quejó Inupi en voz baja - Deseaba que no me reconocieses, bastardo.

- Muchos años encerrado - comentó el alfa, moviendo su cadera divertido de delante a atrás, haciendo la moto moverse con él - Pero tengo buen olfato. Recuerdo muchos olores. El tuyo también... Aunque... Está un poco cambiado.

Inupi mantuvo el silencio mirándole de reojo. Si, su aroma cambió un poco... Hace dos años. Pero no le contaría al alfa por qué. No era de su maldita incumbencia. Sólo se aclaró la garganta y levantó la barbilla con dignidad.

- Si la moto es tu agrado, paga el recibo y largo. Tenía que haber cerrado hace veinte minutos.

Le dio la espalda para darle a un botón en la pared, el botón que levantaba el portón principal por donde salían y entraban los vehículos al taller, anexa a la puerta normal. Pese a estar dándole la espalda, notaba el ojo dorado del alfa en su nuca, como si pudiese ver a través de su ropa.

South se colocó con su moto delante del portón, arrancando, y una vez a su lado, tendió los billetes que sacó de su fajó al omega, que los contó rápidamente mientras tendía una carpeta al alfa para que firmase la recogida. Mientras, vio que le sobraba uno de esos billetes y tenía que darle cambio de otro.

- Te sobra este y...

El sonido estridente de la moto recién puesta en marcha eclipsó su voz, mientras el alfa salía del taller en su moto y se incorporaba a la carretera perdiéndose de vista. Inupi se encogió de hombros, recogiendo la carpeta del suelo.

- Idiota... Te sobraban 28.000 yenes, es un dineral... Pues jódete, te salió caro hacerme esperar tanto.

El omega se iba a guardar su propina extra en su bolsillo, pero antes de soltar el dinero tragó saliva, yendo a la caja registradora. Separó 14.000 y 14.000, justo la mitad de todo, y guardó uno de esos montones en un sobre para Draken. Miró su parte con una pequeña sonrisa, dispuesto a guardarsela, por la espera y por tener que enfrentarse a ese alfa, pero sin embargo, había algo que no le hacía sentir bien con eso.

Volvió a mirar el dinero, imaginándose los preciosos tacones rojos que podría pagar con él... unos tacones que serían para adornar el zapatero porque no salía para presumirlos. Podría usar el dinero para guardarlo, pero... finalmente abrió el sobre donde estaba la parte de Draken y lo juntó todo para él. Por muy jugosa que fuera la propina, era para Draken. Él arregló toda la moto, y el omega sólo la entregó. 

Revisó que el alfa idiota había firmado en su sitio correctamente. ¿Que clase de firma era esa? ¡Es una espiral mal hecha! Incluso le recordaba en algo al símbolo del dólar. Y al lado ponía en mala letra y un idioma que no era japonés "uth". La S y la O estarían de alguna manera dentro de esa espiral, churro o lo que fuese, no importaba. Lo que si importaba es que ya podía quitarse ese mono azul de trabajo e irse a casa~

Casi canturreando se cambió de ropa tomando finalmente su mochila con sus pertenencias para finalmente cerrarlo todo, conectar la alarma y cerrar con llave. Sacó su teléfono mientras caminaba hacia su moto, aparcada en un sitio reservado. Observó que Draken aún no le había dicho nada, pero se metió en otro contacto a escribirle un mensaje a otra persona: "Perdón! He tenido un percance en el trabajo, salgo ya mismo para casa y nos vemos en diez minutos!"

Guardó el teléfono en su mochila rápidamente y se sentó en su moto. Antes de arrancarla, escuchó el ronroneo de una moto familiar cerca, tan familiar que la había entregado hace cinco minutos. El alfa gigante había vuelto, parando su moto en el acceso a la calle del taller, tapando la salida al omega. Este frunció el ceño, mirándole de reojo.

- ¿Algo no va bien? - preguntó.

Tal vez el alfa había vuelto porque notó algo extraño en su moto, algún ruido, tal vez algo incómodo por el asiento... Pero el alfa no le contestó, y se limitó a mirarlo apoyando su codo en el manillar y su mentón en su puño. Así, tras unos tensos segundos por parte del omega donde su paciencia se estaba acabando porque en casa le esperaban, el alfa sonrió satisfecho.

- Yo sabía, yo sabía... - comentó observándole, con su voz grave y su acento extranjero.

- ¿El qué? - preguntó el omega sin mucho interés, en realidad.

- Tu ropa azul de trabajo esconde cuerpo de omega - le contestó - Tú culo de latina. Culo de bonita mujer de Brasil.

El omega tuvo un extraño tic en un ojo que se sumaba a su cara de sorpresa y desconcierto. Luego de eso, su omega interno reaccionó al piropo provocándole un sonrojo en mal momento. Entre el acento del alfa, su voz grave, sus errores en su vocabulario (no sabía por qué, él recordaba que hablaba bien hace años) y los halagos hacia su trasero, el omega se sentía entre halagado y asqueado a la vez. Se aclaró la garganta y movió su moto para colocarlas mirando a la calle.

- Muy amable por tu parte volver para halagar mi trasero, pero ahora aparta, tengo que ir a casa. Mi jornada laboral terminó.

El alfa se movió en su asiento, moviendo su cadera hacia delante para dejar un sitio tras él, dando unos golpecitos con la mano indicando que se subiese a la suya.

- Eh, gracias pero no. Si giras un poco la cabeza y me miras con tu ojo bueno, verás que tengo mi propia moto. Ahora aparta, me voy a mi casa.

- ¿Inupi va a su casa? Oh, pero... ¿Inupi tiene alfa? - preguntó el otro casi con inocencia.

- Obvio me voy a mi casa, tengo hambre y estoy cansado. Y no, no tengo alfa, vivo muy feliz sin alfa. Ahora quítate de una jodida vez, maldita sea.

South sonreía ante las respuestas del otro, contento. Cómo no se apartaba, Inupi rodeó la moto del alfa con la suya, y ya dispuesto a arrancar, la enorme mano del alfa rodeó su brazo, arrancandolo de su moto con tanta fuerza que su cuerpo de quedó en el aire mientras era arrastrado hasta el hueco en la espalda del alfa, a su propia moto. La moto del omega se tambaleó, pero no llegó a caerse por poco.

- ¡Joder! ¿Qué no entiendes de lo que te he...?

El sonido de la moto poniéndose en marcha violentamente le hizo callarse, yendo a lo seguro y agarrándose al alfa mientras se colocaba bien en al asiento, notando rápidamente que unas cositas en la carretera que se llamaban Stop, Ceda el paso, semáforos y sobretodo las señales de control de velocidad no parecían existir para el alfa.

Todavía en shock y agarrado a la espalda del alfa como un gato asustado, miró atrás para ver cómo se quedaba su moto allí en la puerta, frunciendo los labios y el ceño teniendo que joderse porque a ese maldito alfa le pareciese bien robarselo un rato.

- ¿A dónde me llevas? - le preguntó acercándose a su oído.

- Casa mía - contestó con una sonrisa.

- No quiero ir a tu casa, tengo que estar en la mía.

- Inupi no tiene alfa, no importa. Venir conmigo.

- Se dice "vienes", gorila del Neolítico...

El alfa dio una risotada, aunque en realidad no entendió bien lo que él omega quiso decir, pero su buen humor hizo que fuese más rápido, esquivando el tráfico como un profesional y ganándose muchos pitidos e insultos. El pobre de Inupi solo cerraba los ojos y se aferraba a la ropa del más grande, pidiendo por favor que llegasen pronto a donde sea.

Tras unos minutos muy intensos y largos para el Omega, South disminuyó la velocidad hasta llegar a un bloque de pisos de un barrio modesto y tranquilo, donde realmente no parecía vivir un tipo como él. Aparcó la moto a un lado junto con otros vehículos de más personas que compartían vivienda en el bloque, y Seishu se bajó rapidamente con las piernas temblando. Miró a su alrededor, encontrando sólo a una vieja anciana que salía con un pequeño perro sin raza clara a dar un paseo. No parecía un barrio peligroso... Un barrio para un tipo como South.

Reaccionó y sacó su teléfono, mandándole un mensaje al último contacto con quién habló "Oye, estoy en el hospital..." Mintió, pero no quería decir que prácticamente le habían secuestrado. "Necesito que sigas ahí y me esperes, iré cuanto antes y te recompensaré como es debido.". Luego de eso abrió otro chat rápidamente mientras miraba de reojo a South sacar unas llaves e ir a una de las puertas del piso bajo del bloque, que daba directamente a la calle. Ni siquiera parecía importarles que estuviese con el teléfono, a lo mejor llamaba a la policía y le daba igual. Pero le estaba hablando a Draken: "Te ruego que recojas mi moto cuanto antes de la puerta del taller, ha ocurrido un imprevisto. Tú o quién sea, por favor, tiene las llaves puestas." Tras eso, guardó su teléfono y respiro hondo, tomando valor para enfrentarse a la situación de la mejor manera posible. Valientemente, como siempre había hecho.

Mientras South abrió la puerta, el omega se acercó, y el alfa cortésmente, tendió una mano para invitarle a pasar. Inupi tragó saliva, entrando en la casa seguido de él, que cerró a sus espaldas. Lo primero que olió Inupi en la casa era a polvo. Polvo y casa cerrada. Se notaba que estaba siendo habitada desde hace poco, porque el olor estaba desapareciendo pero era vieja, sin duda. Luego inhaló más fuerte, notando un olor delicioso que se le subió a la cabeza y le embriagó de repente. Joder... ¿Que era ese olor tan delicioso? Se le hacía la boca agua y salivaba aunque no era exactamente comida, ¿O sí? Pero... ¿De dónde venía?

- ¿Vives aquí? - preguntó en la entrada, aún sin quitarse los zapatos.

South mantuvo el silencio un momento, haciendo un sonido con la garganta como si estuviese pensando mientras se cambiaba el calzado, pero sin ponerse pantuflas, entró en su casa.

- Por encuanto (Por el momento) - contestó.

- ¿Eh...?

Inupi no entendió nada de eso, porque le habló en portugués. Igual su mente e quedó en blanco cuando el alfa pasó por su lado adentrándose en la casa. Ese olor otra vez... Le pasó por delante de la nariz. Ahora sí, que sabía lo que era y de dónde venía, su propio cuerpo se lo dijo cuando notó que se sentía un tanto húmedo ahí abajo: olor de alfa. Un olor exótico que no había olido nunca en ningún otro. Era embriagador como un licor, pero a la vez tenía un punto dulce y amargo como un chocolate. Dio un disimulado ronroneo satisfactorio. Antes estaba tan asustado y bloqueado que ni había olido al alfa... Y olía seguramente igual que un dios.

- Inupi - le llamó el otro desde dentro.

Inupi salió de su ensoñación y caminó por el pasillo hasta el salón del fondo donde estaba South en algo así como un mueble bar. Mientras caminaba, se daba cuenta de que esa casa tenía viejas fotos de dos personas mayores y muchas (pero muchas) cosas pasadas de moda seguramente de la era Sengoku por tan viejas que eran. Seguro era la casa de dos ancianos, ¿Que hacía South ahí?

- ¿Qué bebida quieres tú? - South le señaló el mueble con el pulgar mientras él se echaba hielo en un vaso más grande de lo normal.

- Oh, eh... No bebo, gracias.

En realidad le gustaba beber, como a la mayoría con adolescencia salvaje como la suya, pero llevaba como tres años sin hacerlo, al igual que tampoco fumaba.

- ¿Inupi no bebe alcohol y no fuma? - preguntó sin mirarle, luego girándose.

- En efecto, tampoco fumo - respondió, buscando algo en el cuarto que le diga que ese tipo no ha hallanado esa casa.

- ¿Omega preñado? - preguntó sin filtros.

- ¿Qué? ¡No, claro que no estoy preñado!

South sonrió, acercándose a él hasta quedar justo a su lado, tomando el mentón del omega y levantandolo para verle directamente. Ahí, cuerpo con cuerpo, si que se notaba lo grande que era el alfa. Un alfa así... Podía tener a cualquier omega.

- ¿Quieres estar preñado? - preguntó luego de sonreír enseñando los colmillos.

- ¿E-estas de broma, no es así? - preguntó estupefacto.

South soltó su mentón, bebiéndose su vaso de un solo trago y dejándolo en la mesa. Inupi vio que la capacidad de su boca, garganta y estómago debía ser brutal para mantener a un tipo así si esa bebida del color de sus ojos en esa cantidad no le hace ni cosquillas.

- No broma. Quiero tener cachorros. Tres... Cuatro... No lo sé. Pero un alfa necesita un omega para tener cachorros.

- Tus lecciones de reproducción son muy acertadas, pero insisto, no quiero tener cachorros contigo... - aunque el olor del alfa era delicioso, había accedido ahí a zanjar las cosas, no a dejarse preñar en una casa con olor a viejos y polvo - Tengo muchas cosas en mi vida y darte hijos... No está en mis planes, no sé si me explico...

Tenía una sonrisa nerviosa. Quería que ese alfa se enterase bien de lo que decía, ya que se notaba que ahora el idioma le costaba ahora un poco más.

- Además... No es que puedas ir un día a un taller, que llegaste muy tarde, por cierto, y luego secuestrarme, traerme a tu casa de mala muerte y proponerme follar.

- Follar... - South parecía pensativo.

- ¿¡Es lo único que has entendido de todo lo que te he dicho?! - el omega alzó la voz exasperado.

- Follar también quiero. Hay que follar... Para hacer cachorros.

Inupi se llevó una mano a la cara frotandosela y pidiendo paciencia y control. Parecía que lo único que tenía ese alfa en la cabeza era procrear. Hablar con él era inútil porque tardaría un rato en entenderle bien, y no es como si pudiese irse corriendo sin que el otro le atrapase en un segundo. Su olor también se llenó de incomodidad, a lo que él alfa respondió sentándose en el sillón para estar a menor altura que él y ser menos "imponente".

- Once... - murmuró el alfa.

- ¡No voy a darte once cachorros! ¡Adopta un perro o algo! - contestó enojado cruzándose de brazos.

- Once años encerrado. Estuve en cárcel - le contó.

- Algo harías - Inupi le dio la espalda.

- Difícil hablar encerrado. Japonés idioma difícil. Antes, cuando era más joven, yo hablaba japonés casi bien... - South hablaba despacio, buscando las palabras en su mente antes de hablar - Como once años encerrado, no podía hablar. No con los guardias, no con compañeros.

- Oh, venga ya - Inupi se giró hacia él con una sonrisa sarcástica - ¿Eras el único preso o qué?

- No, muchos presos más ahí. Pero cuando yo tengo el celo, soy agresivo. Mucho. Maté a compañeros de celda y encerraron en aislamiento. Se me... Olvidó hablar japonés... Un poco.

- ¿No te daban ningún supresor del celo? En el correcional de menores si daban...

- No efecto en mí. Cuerpo grande y fuerte. Una vez pincharon tranquilizantes con aguja en el cuello. Solo una vez, estuve mejor. No más porque eran caros. Jefes no gastan dinero en presos malos.

Inupi se acarició el mentón pensativo mientras le miraba. Así que esa era la razón por la que le costaba hablar bien japonés... Aunque no lo hacía tan mal, era entendible. Pero de todas formas, no era como si todo eso le importase. Sólo le llegaba a una conclusión; el alfa había estado once años con un celo fuerte casi ininterrumpido y salía de allí cachondo como una perra y queriendo tener cachorros. Todo le llegaba a eso...

- ¿Y por eso quieres cachorros? No sé cuánto te has perdido de la civilización, pero si lo que quieres es follar, hay anticonceptivos, preservativos...

- No, no quiero eso - South se levantó - Cachorros, hijos con omega.

- ¿Pero por qué tanta prisa? - Inupi parpadeó aturdido, mirando la puerta de reojo a ver si podía salir corriendo antes de una catástrofe.

Sin embargo, el alfa seguía tranquilo. Señaló su rostro con ambas manos, y así Inupi se tomó unos deliciosos segundos para apreciar lo (guapo) varonil del alfa. Cabello largo con las sienes rapadas, su parche, su tatuaje, su mentón con una sutil barba rubiaque le daba aspecto maduro... Todo le gustaba, a él y a su omega, sisisi.

- Soy viejo - declaró - Tengo 32 años...

Inupi casi deja salir una risa pero se tapó con la mano. ¿Con 32 años eres viejo para tener hijos? ¡Venga ya, además es un alfa, no tiene menopausia!

- No eres viejo, idiota...

- En Brasil, madres y padres con 20...

- Sí, puede que si, hace 20 años tal vez. Pero aquí, en Japón, no eres viejo con 32 años.

South acarició su perilla suavemente con una mueca pensativa, e Inupi no iba a reconocer que ese gesto le era sexy.

- Tengo mudarme antes de tener cachorros... Está casa es vieja y fea... - masculló en voz baja.

- ¿Ves? Podrías empezar por ahí. Cuando tengas un buen hogar, dinero y omega, ya puedes tener cachorros. Venga, yo me voy.

Antes de que se pudiese dar la vuelta para irse, South le agarró la mano y le acercó bruscamente a su cuerpo, apegandolo con un brazo. Su aliento cálido con matices de alcohol impidió que el omega se quejase.

- Ya tengo esas cosas...

South sacó de su bolsillo un papel cuidadosamente doblado y lo desdobló delante del omega. Era una fotocopia de un recibo de compra. De la compra de algo por una cantidad de dinero absurdamente descomunal. Al ver que el alfa lo tendía hacia él, el omega agarró el papel leyendo, abriendo cada vez más y más los ojos.

- P-Pero... Es un recibo de compra de una... ¡¿Jodida casa enorme en Ginza!?

- Ginza es zona de gente rica de Tokyo. Ático es más barato, pero... No espacio  para que jueguen cachorros.

- Más barato, dice... - masculló el omega volviendo a doblar el recibo y devolviéndolo - Bien, ya tienes casa... Y dinero, obvio... Pero no quiero ni pensar en ese precio, me marea... Has pagado un ojo de la cara.

- ¡Este! - South sonrió ampliamente señalando su parche con el dedo, casi pareciendo un enorme perro amigable.

Seishu dio una sonrisa nerviosa. El chiste estuvo bueno, pero capaz era de haber pagado con un ojo... No era posible, ¿No? El ojo lo perdió hace ya... Tenía un curioso sentido del humor, eso está bien. Al menos no es el gorila enojado que aparenta.

- Bueno, pues ya solo te falta el omega. Seguro que hay muchos omegas jóvenes que desean vivir en esa casa, contigo y con dinero, y...

- ¿Tú quieres? Si quieres - el alfa preguntó y se contestó seguido.

- No, en realidad no quiero. No quiero vivir como un mantenido solo cuidando de cachorros y pariendo - Inupi endureció la voz, separándose del alfa - Además, ¿Yo por qué?

- Me gustan las tetas - admitió de la nada, casi sin venir a cuento porque ese omega macho no tenía - Pero chicas de Japón no tienen nada... No tetas, no culo... chicos omega también poco culo... Necesito culo ancho y fértil. Tú tienes.

- No es suficiente para convencerme de que es buena idea...

- Y tú olor de omega me gusta... - el alfa se acercó, poniendo las manos en sus hombros e inhalando su aroma de muy cerca - Cuando yo preso, este olor recordarme a libertad...

El omega se estremeció sin ocultarlo. Que un alfa declare que en su cautiverio el recuerdo del olor de un omega le recuerde a la libertad le hacía a su corazón dar un latido duro y potente. Tranquilo, tonto corazón... Solo es un alfa... Un alfa que tiene todo lo buscas en un macho...aunque sea corto de mente. Podría liberar sus feromonas para encandilarle, es forma de conquistar omegas... Pero no lo hacía. A lo mejor no sabía hacerlo.

- Lo siento, pero no... - terminó declarando y bajando la cabeza - No seré yo quien te acompañe a tu nueva casa.

El olor del alfa se volvió duro y frío por un segundo, notando el omega que le había hecho enojar rechazando su propuesta tan jugosa. Era el momento ideal para irse hacia la puerta y dejar al omega solo con sus "problemas".

Apretó los labios y dio dos pasos rápidos hacia las puerta, pero al alfa no le pareció bien porque volvió a agarrarle para detenerlo, esta vez de la manga de su ropa. Al hacerlo dio un tirón, y su ropa se bajó hasta su hombro... Revelando así algo que parecía una sombra de su cabello en el cuello del omega.

El alfa mantuvo el agarre firme, acercándose con cautela a apartar suavemente el cabello rubio del omega, revelando así la sombra de una vieja marca de unión, una que no se había mimado probablemente en años. Una tan vieja que ni efecto tenía. Solo el recuerdo de que una vez estuvo vinculado a alguien... Pero el cuello del omega era tan lechoso que la sombra seguía ahí cuando ya debería haber desaparecido. Cuando South movió su mano para tocarla, el omega respondió gruñendo.

- Tienes alfa... - murmuró el más alto.

- Tuve alfa - corrigió el otro de mal humor - Te equivocas mucho en los verbos.

Soltó su manga agarrada de un movimiento brusco, tapando el hombro y la marca y yéndose hacia la puerta, esta vez sin encontrar ningún obstáculos. Aguardó alerta hasta que salió y cerró tras de sí, suspirando al conseguir salir de ese departamento y yendo rápidamente a la calle para correr a casa.

Dentro, el alfa se quedó inmóvil, mirando hacia la puerta. Metió la mano en su bolsillo sacando un paquete de tabaco, dándole un golpe para que asomase un cigarrillo en la abertura, sujetándolo con los labios al sacarlo. Dio una suave sonrisa mientras encendía el mechero y prendía su tabaco.

- "Tuvo" alfa - comentó correctamente - Ahora ya no hay alfa. Hay South para Inupi.

***

- Entonces tu día de ayer fue muy interesante... Me preocupé cuando me dijiste lo de tu moto.

En el pequeño departamento de Inui, había tres personas en la mesa. Draken, que recién habló, Mikey, que solo tragaba la comida de la mesa, y el anfitrión, Inui. Los tres se reunieron a comer juntos y así Inui aprovechó a contarle a Draken lo sucedido ayer. Mikey podía escuchar, él no contaba las cosas ajenas... Y era tremendo chismoso aunque no lo aparentaba.

- Ese alfa es muy peligroso, Inui - le advirtió el más alto - Si ha estado once años en la cárcel... Joder, ha perdido parte de su vida y ahora quiere hacerlo todo rápido.

- Sí, como parece que en su tierra natal es muy común tener cachorros pronto y formar una familia, parece un poco... Desesperado. Cree que va tarde en la vida - Inui se llevó los palillos a la boca - Ah, y le cuesta un poco comunicarse. No practicó japonés, estaba encerrado y solo.

- Entonces para haber comprado una casa, tener una posición económica y todo eso... Seguro contrató abogados y mediadores que lo hicieran por él.

Ambos lo meditaron por un momento mientras Mikey levantaba la cabeza con granos de arroz pegados en las mejillas.

- ¿Toda la cena os la vais a pasar hablando de él? - preguntó.

- Perdona Mikey, siento que la conversación no gire entorno a ti - Inui giró los ojos, siempre gustándole meterse un poco con él, y viceversa.

- No digas eso... Incluso te traje un regalo.

Mikey sonrió buscando en su bolsillo, sacando una banderita y clavandola en el filete de Inui. La bonita bandera de Brasil era la elegida.

- Con esa me ahogué ayer - comentó.

- ¡Entonces saca esa guarrada de mi filete!

Draken los miró, estando en medio de ambos, y acabó sonriendo un poco antes de dar otro bocado.

- ¿Y el alfa no sabe tu secreto, Inui? - preguntó Mikey tomando un dulce - Ese secreto que te da miedo confesar a los alfas con los que intentas tener una relación estable.

- No, obviamente no - Inui se tensó - No porque no quiero tener con él una relación estable.

- Date prisa en encontrar alfa que ya mismo te salen arrugas y verrugas.

- No todos tenemos la suerte que tienes tú de llevar tanto tiempo con tu alfa - una vena de enojo salió en la frente de Inui.

- Ah, como huele a celos ~

Al terminar de cenar y hablar un poco más, la pareja salió del departamento, despidiéndose y diciendo de verde mañana en el trabajo. Inui movió la mano viéndoles montar en sus motos y marcharse, cerrando luego la puerta y suspirando. Limpió los trastes y recogió la cocina, mirando por la ventana. Hacía una buena noche, y después de todo, sonrió contento. Su día de hoy había sido normal, como si lo de ayer sólo hubiese sido un mal sueño... Aunque recordaría el olor del alfa por siempre.

Salió al pasillo central y de ahí al fondo, donde había un pequeño balcón de primera planta, donde él vivía. Abrió y salió fuera, con su pelo rubio moviéndose en el aire, mirando el tráfico de la calle. A veces le gustaba quedarse así un poco a ver, sobretodo las motos que pasaban. Reconocía las que iban a su taller porque era bueno recordando matrículas, y solía ver algunas de las que pasaron por sus manos.

"A esa le saborearon los frenos..." "Recuerdo a esas dos, chocaron juntas y los dueños vinieron juntos..." "Esa vino con pintadas de una ex cornuda." "Ah, y esa la he entregado hoy".

- La he entregado hoy - repitió en voz alta saliendo un poco de su ensoñación, mirando la moto que se había parado en mitad de la carretera.

Tragó saliva al ver que estaba cortando el tráfico, porque el conductor también le estaba mirando. Ese tipo enorme que le secuestró... Estaba ahí. Le vio sonreír desde el balcón, y sus labios mencionaron su nombre, que no se llegó a escuchar por los pitidos de los coches de detrás. Inui vio con horror como la moto salía de la carretera y se metía en la acera, debajo de su piso.

- No, no, no... ¡No jodas!

Corrió por el pasillo hasta la puerta, acercando el ojo a la mirilla para comprobar que no había nadie, aún... Cerró con doble llave y puso sus dos cerrojos, intentando controlar su respiración agitada y pidiendo por favor que ese grandullón no aporrease la puerta ni tocase el timbre... Podría...

Vigiló la mirilla, notando que no había nadie al otro lado, ni siquiera una sombra que se moviese. ¿Fue un amago? No tiene pinta viniendo de ese tipo...

Una punzada de miedo le recorrió la espalda cuando notó una brisa de aire a sus espaldas, girándose levantamente. Ahí estaba, grande e imponente al final del pasillo, con las puertas del balcón abiertas y las cortinas ondeando como fantasmas a su alrededor. Como si no acabase de hallanar una propiedad privada, levantó una mano con una sonrisa.

- ¡Inupi! ¡Que bueno verte esta noche!

El omega chistó con fuerza como mandándole callar, caminando acelerado hacia él por el pasillo. Ese alfa debía irse YA de su casa.

South parecía que iba a abrir los brazos para recibir lo que creía que sería el abrazo de su omega, pero su nariz comenzó a moverse como el otro día en el taller. Su nariz de alfa detectó otro olor en la casa. Seishu se detuvo, a pocos metros de él, mirándole fijamente, deseando que estuviese oliendo los restos de Draken y Mikey en su casa hace un rato, pero notó su vello erizarse cuando el alfa giró la cabeza mirando la puerta de la habitación que estaba a su lado.

- Hum... Ese olor... ¿Inupi...?

Un gruñido poderoso salió de la garganta del omega, que puso lentamente una postura ofensiva pero como si fuese un animal. Sus pupilas se  dilataron un poco y su cuerpo estaba tenso. Casi parecía que su cabello se había erizado al igual que un gato enojado. Su aroma cambió también, convirtiéndose en uno fuerte y agresivo, indicándole claramente al alfa que no estaba nada contento. Ese omega dominante se había puesto muy territorial de la nada.

A lo mejor no de la nada, pues se le paró el corazón cuando la puerta al lado de South se abrió un poco, dejando salir a un niño de apenas tres años en pijama, bostezando y arrastrando un peluche mientras se frotaba los ojos con un dedos. South le mira a fijamente, ya que estaba parado al lado de su pierna. El niño tenía el cabello negro, y al mirar al desconocido, South vio que sus ojos eran del mismo color que los de Inupi.

- Cachorro... - murmuró el alfa sin quitar la vista del crío - ¿Es tuyo?

Inupi volvió a gruñir, esta vez sumamente nervioso mientras enseñaba los dientes al alfa y se acercaba despacio y cauteloso. Claro que lo era... No había ni que confirmarlo. Su pequeño secreto que le impedía tener una relación normal... Era que tenía un cachorro de otro alfa. Y a los alfas en general... No le gusta tener que adoptar la descendencia de otros. Seishu temía fuertemente que la idea de que South quisiese tener cachorros con él indicase que tuviera que deshacerse de su cachorro. Un alfa dominante tan agresivo como él... Podría dejarle sin hijo en un segundo... Y si eso pasaba, no respondía por sus acciones contra el alfa, sin importar ser un omega.

A Inupi no le gustaba que su hijo le viese gruñendo y bufando como un gato gigante contra nadie, pero la situación lo requería, dando un chillido grave felino cuando South agarró al niño de la espalda del pijama levantándolo del suelo a su altura, observándole y oliendole. Claro... El aroma de Inupi había cambiado con el tiempo porque...fue mamá. Y olía ahora un poco a leche materna. El omega con quien quería tener cachorros suyos... Ya había sido de alguien más a quien le dejó con el cachorro.

***

Fin de la primera parte.

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