
2. No tan solo
Editado: 4/2/2020.
—¡Qué cerca estuvo eso!—exclamó un chico a su lado.
—¡Pero fue increíble!—chilló el que iba en el asiento del copiloto.
—¿Increíble?¡Casi muere el chico!—exclamó otro, refiriéndose a YoonGi.
Min se dejó caer en el asiento trasero con pesadez. Su cuello había quedado extendido y expuesto, su cabeza miraba en dirección al techo, aunque no observaba nada en específico. Sus labios estaban entreabiertos porque respiraba de manera agitada y sus fosas nasales se negaban a cooperar consigo para tener una correcta respiración. El pecho le subía y bajaba a alta velocidad, aparentaba haber corrido una larga maratón y estar cansado, pero a pesar de todo, tenía una sonrisa adornando su rostro, como si nada malo hubiera pasado, como si momentos atrás no le hubieran perseguido infectados.
Hacía tanto tiempo que no sentía adrenalina. Aunque a lo mejor, correr por saber que tu muerte viene detrás de ti, no era lo mejor para decir.
Personas infectadas persiguiéndole.
Él corriendo.
Una camioneta esperándolo.
¡Asombroso!
—¿Cuál es tu nombre?—le preguntó un chico con el cabello pelirrojo, el que estaba en el asiento de copiloto.
—Min YoonGi—respondió con una mano en el pecho, regulando la respiración.
—Min YoonGi, bienvenido al infierno—dijo el que conducía.
Pero a YoonGi no le parecía el infierno, le gustaba, de cierta manera, en lo que Tokyo se había convertido.
Aunque sabía que cambiaría de opinión dentro de poco.
Atinó a sonreír sin mostrar sus dientes.
Aquellos tres chicos se presentaron y le contaron de sus vidas o cosas relacionadas a ellos.
En algo que todos coincidían era que sus familias no se hallaban en Japón, sino en Corea, lejos de todo el desastre, sanos y salvos.
Jung HoSeok, un muchacho de cabello rojizo como el fuego y de veintidós años. Vivía con su familia conformada por sus padres y su dulce abuela materna, eso fue hasta que se mudó a los campos de una universidad en otro país. Dijo que era una persona abierta de mente, extrovertida, simpática, graciosa y eufórica. Estudiaba y tenía un trabajo como recepcionista en un elegante restaurante de la ciudad.
A YoonGi le pareció lindo el que viviera con su abuela.
Él tenía una, era la mejor abuelita de todas, lo abrazaba, le repetía que era un orgullo, que iba a ser exitoso, le demostraba todo el cariño que sentía. Nunca lo obligó a hacer algo, siempre buscaba que quedara satisfecho haciendo lo que YoonGi anhelaba. En una época, sus padres trabajaban todo el día y ella lo cuidaba. Así que para ser hijo único, no estaba solo. Su abuela me cocinaba y Min la ayudaba a eso, aunque era un inexperto y ni hervir agua le salía bien, ella no borró su sonrisa ni perdió los estribos. En vez de echarlo hacia atrás para que dejara de lado todo, lo apoyaba y consolaba.
Recordaba que una vez cuando practicaba karate ella fue a verlo en uno de los primeros campeonatos. Ahí entre todo el público, su linda sonrisa y su cabello grisáceo contrastaba. La mujer se destacaba en cualquier sitio. YoonGi había perdido ese campeonato y se odiaba por aquello. Nana, como le decía, lo abrazó fuerte por horas y no dejó de repetirle que era el mejor y que no necesitaba una medalla para saberlo.
Pero un día enfermó. Era su hora de partir a una ¿mejor vida? Sí, algo así. Y si decían que YoonGi estaba depresivo, era poco. Una sensación desgarradora que lo lanzaba a los aires y lo golpeaba con las peores opresiones de dolor en el pecho. Con el mal sabor en la boca, garganta seca, estómago cerrado y lágrimas en la cara, presenció su partida. Antes de morir, en una triste sala de hospital, limpió su llanto con suma suavidad, lo tomó de las manos, le mostró su tan hermosa sonrisa y le dijo que siguiera mis sueños, que buscara a alguien que lo amara tanto o más como ella lo hizo.
Luego cerró ojos.
Y YoonGi no pudo decirle otra vez lo mucho que la amaba.
Y no pudo volver a abrazarla.
Y tampoco vio de nuevo esa sonrisita que le transmitía paz y alegría.
Era una historia con triste final, ¿verdad?
Kim NamJoon, con su cabello rubio y de una extraña manera rizado. Tenía veintidós años y explicó con lujo de detalles lo difícil que era vivir relajado cuando tenía dos hermanitos menores que se las ingeniaban para hacerle la vida imposible. Comentó que los mellizos—de nueve años— siempre gritaban cuando quería dormir o estudiar, dejaban sus juguetes por doquier, ensuciaban la casa con la tierra que cogían del jardín trasero y que entraban a su cuarto para desordenarlo. Aunque para su suerte, NamJoon también se había mudado. Admitió extrañar a esos diablos con una ladeada sonrisa.
YoonGi no podría convivir con dos niñitos tan irritables.
Kim TaeHyung, con su cabello castaño, piel ligeramente bronceada y de veintiún años de edad. Estudiaba y siempre que se le daba la oportunidad viajaba a la casa de sus abuelitos en Corea, Daegu, quienes cuidaban a su perro llamado Yeontan. El chico explicó que trabajaba atendiendo una glamuroso tienda de ropa en una famosa calle de Tokyo. Afirmó ser una persona humilde, cómica y comprensiva, amorosa y pegada a su familia. Juró que no podría separarse de ellos, puesto que eran su fuente de consuelo y ánimo.
Kim TaeHyung, Jung HoSeok y Kim NamJoon narraron el cómo se conocieron; en la universidad a causa de un accidente con sus habitaciones de hospedaje. Resultó que a todos los separaron, sin intención y por despiste, de las personas relativamente cercanas para ellos, quedando los tres juntos en una habitación lo suficientemente amplia y espaciosa. Al principio, TaeHyung se negó a compartir con la excusa de que quería pasar tiempo con sus amigos de Japón, mientras que a HoSeok y a NamJoon les daba igual.
YoonGi entendía a TaeHyung, no le habría sido agradable compartir habitación con gente extraña cuando iba a hacerlo con mis amigos.
Finalmente, luego de incontables quejas y bufidos por parte del chico, compartieron la habitación. Y aunque los primeros días pasaron por varios desacuerdos, dos semanas después ya habían encontrado gustos en común y la amistad floreció. En las clases estuvieron juntos debido a que estudiaban la misma carrera(periodismo), pero esto solo los hizo unirse más como grupo.
Y ellos sí tuvieron su final feliz.
Ah, ¿por qué YoonGi se auto-hacía sentir peor?
Min resumió y dijo un corto del relato de su vida. Contó que vivía solo muy lejos de su familia porque no había una buena convivencia entre ellos, que trabajaba y estudiaba, que todos los fines de semana salía y que le gustaba llevar una vida "sana". Luego de la muerte de su abuela, sus padres no habían vuelto a ser los mismos. Eran estrictos con él, le exigían y le obligaban a hacer cosas en contra de su voluntad, todo lo que su abuela nunca se habría atrevido a hacer.
Su madre y su padre terminaron por pudrir la estable relación familiar que tenían.
No mencionó el tema de su relación fallida amorosa, prefirió esquivarlo a toda costa porque no era muy importante.
—¿En serio no te llevas bien con tu familia?—preguntó HoSeok, sorprendido. Él amaba a su familia, y conocer a alguien que no, le asombraba.
—No es que no me llevo bien—formó una mueca y luego se encogió de hombros, pensando una forma de dar una respuesta—. Mi familia comenzó a tener actitudes que yo no toleraba, me daban órdenes sobre lo que debía hacer con mi vida y me parecía horrible.
—¿Por eso decidiste hacerte independiente?—consultó TaeHyung, se veía un poco interesado en el tema.
—Se podría decir que sí.
—¿Y no te molesta el estar solo?—volvió a preguntar, arrancándole una diminuta sonrisa cómica.
—Estás lleno de preguntas.
—Lo siento—se disculpó—, no era mi intención molestarte con preguntas. Pero es que yo no podría estar solo..
—Lo sabemos, Tae—parloteó NamJoon—. Eres un increíble dolor de trasero.
—Yah—bufó. YoonGi volvió a reír. Le caían bien.
—No hay problema, TaeHyung. Es decir, me fastidia un poco que tengas demasiadas preguntas, pero si no fuera por ustedes yo sería comida de zombi—respondió aunque en cierta forma era mentira, pues él sabía, más o menos, cómo sobrevivir a esa clase de situaciones—. Soy una persona que cuando está sola es cuando más da lo mejor de sí mismo. Me concentro mejor y hago las cosas de manera correcta sin tener a nadie que me presione—se tomó toda la libertad del mundo para expresarse.
—De todas formas, no logro comprenderlo. Si no tengo el apoyo de alguien que amo, no podría hacer nada bien.
—No es cuestión de comprender, es cuestión de dejar fluir—habló con tranquilidad—. Estoy seguro de que cualquiera logra hacer las cosas mejor cuando está solo.
—Déjame decirte algo—interrumpió HoSeok. Asintió, atento—. No todos somos así y creo que estás un poco equivocado. En un algún momento te arrepentirás de haber pasado tiempo solo.
—Mmm...puede que sí, puede que no. Lo sabré cuando sea el momento—dijo con simpleza.
—Me desesperas, Min YoonGi—admitió TaeHyung.
Sonrió. No era la primera vez que se lo decían.
—Me encanta que hablemos como si fuera un día normal—opinó NamJoon, acaparando su atención—. Es decir, el gobierno se mandó la mayor cagada de todas y ahora Tokyo está infestada.
—Es muy increíble, tardé en creerlo, pensé que me estaba volviendo loco—admitió—. ¿Ustedes cómo notaron a los infectados?
—Salíamos de la universidad para ir a comprar un poco de frituras cuando vimos el desastre de la ciudad—comenzó HoSeok.
—Ugh, fue tan asqueroso ver como una anciana le mordía el trasero a un chico que pedía a gritos ayuda—le siguió TaeHyung, disgustado.
—¿No lo ayudaron?—interrogó.
—No estábamos armados ni tampoco estábamos listos mentalmente—NamJoon aparcó el coche y luego volteó a verle—. Entramos a una especie de ferretería y logramos sacar martillos para defensa. No sé si eso cuenta como robo, pero no teníamos de otra.
—También encontramos armas en la despensa del sitio—añadió HoSeok.
—Suena bien, ¿puedo tener una?—preguntó YoonGi con un brillo en mis ojos.
—Claro. Hobi, dale una de la mochila negra—mandó NamJoon sin dudar de él, cosa que le hizo sentir bien.
Oh, joder, YoonGi tenía un arma en sus manos.
No sabía cómo sentirse al respecto.
—Gracias, y, ¿qué hacemos aquí?—consultó con la atención fijada en la pistola. Lucía como un bobo, pero no le importó.
—Comida. La necesitamos—sonrió TaeHyung para luego abrir la puerta y bajar del coche.
YoonGi logró observar cómo TaeHyung sacaba su teléfono móvil y fotografiaba el cuerpo ensangrentado y herido de un hombre.
Lo miró con una ceja alzada.
—Eso es repulsivo, Tae—se quejó HoSeok una vez que estuvo a su lado.
—¿Cuánto tiempo creen que ha estado así?—indagó NamJoon.
—Yo diría con seguridad que, como mínimo, unas dos horas—opinó Min, pensativo.
—Imaginen que publique esto en las redes sociales—habló, ilusionado—. Seré un imán de chicas.
—Yo diría que serías un
espanta-chicas—ironizó YoonGi y rodeó el cuerpo para acercarse a la entrada de la tienda.
—Si es que quedan chicas...—murmuró NamJoon, exagerando.
—¿Y tú qué sabes?—lo retó Taehyung.
—Más que tú, eso asegurado—contestó YoonGi.
—Ya dejemos esta conversación y entremos a la tienda, muero de hambre—recalcó NamJoon.
—Alguien debería quedarse a vigilar, ¿no es así?—titubeó HoSeok, haciendo que todos voltearan y le miraran con confusión. El pelirrojo movía su pie de manera nerviosa.
—¿Tienes miedo?—se burló YoonGi.
—¡No!—se defendió.
—Entonces ven y entra.
NamJoon: cabello rubio.
HoSeok: cabello rojo.
TaeHyung: cabello castaño.
Así son en la historia
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