25; our home
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Arlette movía su pierna con impaciencia mientras miraba por la ventana. El colegio había concluido por fin e iba en el tren rumbo a casa, aunque en realidad no iba a casa, vería a Sirius en la plataforma. El hombre le había pedido verla ese día y ella muy gustosa y emocionada dijo que sí sin dudarlo por un segundo.
La chica ya le había mandando una carta a sus padres pidiéndoles que no fueran por ella, que ya llegaría un poco más tarde pues había acordado ver a Sirius. Ellos no tuvieron ningún problema con eso y sólo le pidieron que no llegara tan tarde o que al menos avisara si no iba a llegar ese día a casa.
Regulus estaba en el asiento de enfrente con un libro entre sus manos, pero de vez en cuando miraba a Arlette con diversión. Nunca la había tan nerviosa como en ese momento y le resultaba divertido.
—Tranquila —le dijo luego de unos minutos.
—Lo siento —se acomodó en su asiento con los brazos cruzados— no lo vi ni siquiera en las vacaciones de invierno y estoy muy emocionada.
—Seguro que él está igual que tú. Y estoy casi seguro de que se probó al menos cuatro vestuarios diferentes antes de venir a recogerte a la estación.
Arlette dejó salir una fuerte carcajada cuando vio a Regulus hacer una graciosa mueca. El hombre cerró su libro y lo dejó a un lado para conversar un rato con la chica. Probablemente esa sería la última vez que hablarían pero ambos se negaban a aceptarlo. Preferían fingir que se seguirían frecuentando igual que siempre, por más que fuera una mentira.
Treinta minutos más tarde, el tren comenzó a detenerse. Arlette se puso de pie y estuvo por salir corriendo pero se detuvo al momento de abrir la puerta y miró a Regulus. Le dirigió una corta sonrisa y lo abrazó con fuerza.
—Gracias por todo, Regulus. Eres el mejor amigo que he tenido.
Él la presionó contra su cuerpo.
—Te voy a extrañar, Arlette.
Finalmente se separaron. Regulus hizo una seña con la cabeza para indicarle que estaba bien que se marchara y ella sonrió mostrando los dientes mientras salía a paso rápido y esperaba a que el tren se detuviera por completo. Apenas abrieron las puertas y la chica ya estaba afuera buscando con la mirada por todas partes.
—¡Arlette! —escuchó a Sirius.
Buscó con la mirada hasta que lo encontró y corrió a sus brazos. Sin pensarlo ni por un segundo, saltó sobre él y Black tuvo que dar un paso atrás para no caer. Abrazó con fuerza a la chica y le dio un par de vueltas en el aire, finalmente se unieron en un profundo beso.
—Te extrañé —habló ella en voz baja cuando se separó de Sirius.
—Yo también te extrañé. Mucho —dejó varios besos por todo su rostro, lo que provocó una risa por parte de ella.
—Sirius, basta.
Bajó de sus brazos pero volvió a abrazarlo. Sirius se veía diferente, pero en un buen sentido. El hombre le había contado por medio de cartas que había comenzado su entrenamiento como auror junto a James y aunque iba empezando, ya se comenzaban a notar los cambios en él. Arlette estaba verdaderamente orgulloso de él.
—Iré por mis baúles, espera aquí.
—Te ayudo —se ofreció rápidamente.
—Estoy bien.
Asintió y miró a la chica alejarse. Sonrió tontamente sin despegar la vista de su novia. Pero cuando Regulus se interpuso en su campo de visión, frunció el ceño y lo miró fijamente.
Ambos hermanos se miraron sin una expresión en particular y luego de unos segundos, se dirigieron un asentimiento de cabeza. Regulus se fue y Sirius volvió a sonreír cuando vio a Arlette que ya regresaba muy feliz.
Sirius se acercó y tomó los dos baúles para luego comenzar a caminar. A Arlette ya le dolían las mejillas por sonreír tanto, pero no podía dejar de hacerlo. Estaba demasiado feliz en ese momento.
—Te quiero mostrar un lugar —habló Sirius cuando se alejaron un poco de la multitud.
La chica lo miró con curiosidad.
—¿Qué lugar?
El hombre rió por lo bajo.
—Ya lo verás —se detuvieron— toma mi mano. Haremos una aparición pero quiero que cierres los ojos y no los abras hasta que yo te diga.
Hizo lo indicado. Sintió el mareo típico de las apariciones y por más que quería abrir un poquito los ojos, no lo hizo y esperó a que Black dijera algo.
Escuchó a Sirius moverse con rapidez y luego sintió que la tomaba de la mano.
—Hace frío —habló Arlette al sentir una fuerte corriente de aire golpeando su rostro. También escuchó cómo los árboles se sacudían y las hojas chocaban unas con otras. Ahora sentía mucha más curiosidad.
—Ven, camina un poco —le dijo y Arlette lo tomó con más fuerza de la mano— subirás un par de escalones.
Caminó con ayuda de Sirius, quien la guiaba por quien sabe dónde.
—Sirius, me está dando un poco de miedo todo esto.
El nombrado dejó salir una risa y besó la mejilla de su novia.
—Está bien. Puedes abrir los ojos.
Y así lo hizo. Parpadeó un par de veces acostumbrándose a la luz y luego comenzó a mirar con atención. Era una casa, una casa bastante grande y al mirar por las ventanas de pared completa, se percató de que estaba a mitad del bosque.
—¿Qué te parece? —preguntó el azabache con emoción, que seguía a su lado.
—Es una casa realmente preciosa, Sirius —sonrió— ¿Acaso es aquí donde traes a todas tus chicas?
Black soltó una carcajada y negó divertido.
—De hecho, además de ti... sólo James conoce este lugar. Y antes de que preguntes, no, no traemos a "nuestras chicas".
Fue el turno de Arlette para reír sin dejar de mirar.
—Entonces, ¿qué te parece? —Sirius se recargó en uno de los muebles, Arlette volteó a mirarlo con el ceño fruncido.
La sonrisa de Black se amplió mucho más y entonces Arlette comprendió.
—¿Es tuya? —él asintió con emoción.
Volvió que abrazarlo con fuerza hasta que se separaron y Sirius le dio un rápido recorrido. Le explicó que aquella era una casa que había visto desde que era muy pequeño en una ocasión que salió con sus padres pero él se había perdido. Desde que recuerda, la casa había estado abandonada y a la venta, por lo que Sirius se había propuesto a comprarla algún día. Y por ello, todos los veranos conseguía cualquier trabajo para ahorrar dinero, también vendía algunas de sus cosas y al final logró comprar la casa, aunque tuvo un poco de ayuda de James. Quien también le ayudó con las reparaciones y otras cosas para que la casa quedara perfecta. Era una casa rústica, pero los cristales de pared completa le daban un toque moderno.
—Mis padres me desheredaron el día que me fui de casa —explicó— y me enorgullece bastante no haber tocado ni una sola de sus monedas.
Estaban sentados en el sofá en forma de L color gris claro. Arlette asintió en comprensión.
—¿Qué hay de la llave que me dio Regulus?
—Poco después de que me enviaste la llave, recibí una carta de Regulus. Dijo que podía tomar su parte de la herencia y no se lo diría a nadie.
Arlette estaba sorprendida.
—Pero aún así no la tomaste.
Él negó.
—Por supuesto que no. Aunque mi tío Alphard fue de mucha ayuda. Él me dejó una considerable herencia y con eso he podido darle forma a este nuevo hogar —miró a Arlette y acarició su mejilla con sus nudillos— nuestro hogar —susurró eso último.
Pero Arlette lo había escuchado fuerte y claro. Su rostro comenzó a arder y su pulso se aceleró.
—Sirius... —murmuró.
—Sólo si tu quieres, por supuesto. Eres bienvenida aquí siempre.
—Gracias.
Se acercaron para besarse, pero esta vez, el beso comenzaba a ser más intenso y para fortuna de ambos, estaban completamente solos a mitad del bosque, donde nadie los interrumpiría.
Arlette se sentó sobre el regazo de Sirius con cada pierna a sus costados. Sirius llevó sus manos a la cintura de la chica por debajo de su blusa. La castaña comenzó a levantar la playera de Sirius hasta que esta salió por su cabeza y terminó en el suelo. Se separó un segundo sin dejar de mirarse con intensidad y auténtico deseo.
—Aún no te he mostrado la mejor parte de la casa —Sirius sonrió y se puso de pie, cargando a su novia.
—¿Y cuál es?
Levantó las cejas con una sonrisa antes de volver a besarla.
—La habitación principal.
Cargó a Arlette por toda la casa y subió las escaleras a paso rápido. Abrió la puerta que estaba al fondo y pese a que la chica deseaba volver a atacar los labios de su novio, se detuvo un segundo para admirar la habitación. Era grande, muy grande y muy ordenada. La cama era gigantesca y tenía unas cobijas grises muy bien tendidas. Todo irradiaba Sirius y eso le encantó a la chica.
Sirius la dejó caer sobre la cama y se colocó suavemente sobre ella para seguir besándola.
Arlette cerró los ojos y enlazó sus dedos en el cabello de Black cuando él comenzó a besar su cuello.
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Cuando Arlette abrió los ojos, sonrió al ver a Sirius a su lado sonriendo.
—Hola —saludó el hombre en voz baja.
—Hola.
—Te amo, Arlette.
Ella sonrió tontamente.
—Y yo a ti, Sirius.
—¿Tu también qué?
Mordió su labio ahogando una risa.
—Yo también te amo, Sirius.
Colocó una mano en el cuello del hombre y lo acercó para besarlo.
—Deberíamos ir a darnos un baño y luego te llevaré a casa o tus padres me lanzarán un maleficio por haberte secuestrado.
Ella rió con ganas. No quería irse, pero debía hacerlo. Ya tendría más tiempo de estar con su amado.
—De acuerdo —lo dijo, pero no se movió ni un poco— aunque en realidad estoy muy cómoda aquí. Me gusta mucho tu cama.
Se cubrió con las cobijas.
—Desearía que te quedaras aquí y sabes que puedes hacerlo pero en serio le tengo miedo a tu padre.
Asomó sus ojos.
—Él piensa que eres un bueno sujeto. No se por qué, si eres un completo idiota, pero entiendes mi punto.
Sirius se hizo el ofendido y la miró mal.
—Todo el mundo me ama.
—Yo no.
—¿No?
—No, ni un poco.
Se inclinó para comenzar a dejar besos en su hombro.
—¿Ni un poquito?
—Ni un poquito.
Nuevamente sus labios se unieron y fue el beso más profundo y sensual que se habían dado desde que se conocieron.
—¿Segura?
—Creo que estoy comenzando a cambiar de opinión.
Sirius sonrió complacido antes de volver a llenar su cuerpo de besos.
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