El chico de los ojos claros.

No sabía cómo rayos me había dejado convencer, pero otra vez estaba ahí, en una de esas extravagantes fiestas elegantes a las que me llevaba mi tía Cecile.

Era una fiesta de máscaras, se estaba realizando en la casa de su amiga Tracey. Según tengo entendido tiene dos hijos, los mellizos Darren y Darcy, ambos de mi edad, pero aún no me los presentan. Lo que es bastante extraño considerando el hecho de que Tracey y Cecile son muy amigas.

—¿Aburrida?— Preguntó alguien.

Volteé para ver quién era.

Era un chico. Alto de ojos aparentemente claros y cabello rubio... O algo así.

—Sí. Se puede decir que sí ¿Y tú?

—Definitivamente sí, pero a mamá le gustan esas fiestas.

—Yo vine con mi tía, mis padres... No están conmigo— Lo último casi lo susurré.

—Mi más sentido pésame.

—No, no. No están muertos, ellos... Solo se fueron y ya —Fingí que no me importaba.

—¿No los recuerdas?

—No. Pero mi tía me muestra muchas cosas que fueron de ellos. Tengo un libro de poemas que era de mi madre.

—¿Que vas a hacer con un libro?

—Leerlo— Me encogí de hombros.

—No me gusta mucho leer. Me aburre.

Ya decía yo que no podía ser tan encantador.

—¿Y qué te gusta?

—Escribir.

—¿Sobre qué?

—Lo que sea. Menos terror, soy muy miedoso como para escribir de eso.

—¿Y no lees lo que escribes?

—No.

—¿Por qué?

—Es patético.

—No creo que sea patético — Respondí en tono conciliador.

—Cierto, más patético es que te dejen tus padres —Porfió alterado, y ni siquiera sabía porqué.

Estaba segura de que pudo notar mi rostro descompuesto aún debajo de la máscara.

—Lo siento yo... Es una fibra sensible y... — No lo dejé terminar. Tomé una bebida de la mesa y se la arrojé.

—Eres un imbécil— Sentencié y me fui.

¿Quién se creía? Sí, mis padres me dejaron, pero tengo a la tía Cecile. No es como si fuera una sin familia y si lo fuera él no tenía ningún derecho de juzgarme.

—Ash, fíjate por dónde caminas— Se quejó una chica cuando tropecé con ella de camino al jardín.

—Lo siento, de verdad...

—Olvídalo, niña.

Era una chica rubia, de ojos claros también.

Al parecer esas personas no tenían idea de lo que era la simpatía.

Esa era otra cosa que tenían ese tipo de fiestas, había montones de gente que te juzgaba por lo que tenías y lo que no.

—Twyla, querida, ya nos vamos— Esa era la tía Cecile.

Luego de despedirnos de la mayoría de las personas que había ahí, salimos de la mansión acompañadas de Tracey y su marido.

—Que lástima que no te pude presentar a mis hijos, a Darren y Darcy les agradarías mucho. Acaban de llegar del extranjero — Dijo refiriéndose a mí.

—Sí, seguro son adorables.

—Bueno— Intervino mi tía —, Será en otra ocasión.

Luego de esa conversación mi tía y yo tomamos un taxi y nos fuimos a casa.

Y a partir de allí ya no pude dejar de pensar en el chico de los ojos claros.