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Quédate

Disclamer: Como ya sabéis de sobra, ni los personajes, ni parte de la trama me pertenecen. Todo es propiedad de Rumiko Takahashi, pero vamos a divertirnos creando historias sobre ellos y mantener vivo este maravilloso fandom ^^

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Nota de la Autora: Este fanfic participa en la dinámica de la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" llamada #porque_cinco_fiestas_son_mejor_que_una para celebrar el Rankane Day ^^ un día para festejar nuestro ship preferido y más querido. La historia se desarrolla durante el arco de los patinadores, uno de los primeros del manga (y de mis favoritos), así que os recomiendo que le deis una leída al manga o un vistacillo a los capítulos del anime antes de poneros a leer. ¡Espero que os guste! ¡Y feliz Rankane Day a todos y a todas!

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Todos Los Besos de Akane

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—Quédate—

Epílogo.

Ranma Saotome estaba para el arrastre.

Cuando fuera un anciano decrépito y gruñón, seguro que aún recordaría aquel día por la absurda competición de patinaje, por la sorpresiva llegada de Shampoo a Nerima y, sobre todo, porque nunca había estado más cansado, dolorido y exhausto. Ninguna otra pelea o desafío le había dejado en un estado tan lamentable como en el que se encontraba esa madrugada, mientras se arrastraba, como podía, pensando solo en llegar al dojo.

El dojo... Hacía un rato que no era capaz de hablar en voz alta, ni tan siquiera susurrar. Hasta los pensamientos le suponían un esfuerzo. Necesito... tumbarme...

¡Vaya día de locos!

Por si no había tenido suficiente con las lesiones de esa mañana a manos de los patinadores y el insulso de Ryoga, después tuvo que huir a toda velocidad de Shampoo, la amazona llegada de China con la encantadora intención de matarle. Bueno, a él no, a Ranma chica. Aunque eso no le había servido de gran cosa pues todo se había complicado cuando la susodicha se plantó en el dojo como si tal cosa.

¡¿Quién la había conducido hasta allí?!

No había podido descansar ni un solo segundo porque, a pesar de que Ranma chico le había caído algo mejor a Shampoo, sus continuos tropiezos con el agua fría le habían obligado a pasarse toda la tarde correteando por la ciudad, con su perseguidora pisándole los talones, amenazándole, lanzándole sus bombori y acertándole (más de una vez) en zonas ya maltrechas de su anatomía como el estómago, las costillas, las piernas.

¡No sabía cómo seguía en pie después de tanto!

Bueno, sí lo sabía, claro, era Ranma Saotome, el mejor artista marcial de todos los tiempos y casi un portento de la naturaleza.

¡¿Y acaso no lo había demostrado con creces?! ¡¿Qué más querían de él?!

Por eso, en parte, estaba molesto por lo que había pasado con Akane tras la llegada de Shampoo. ¡Era del todo injusto teniendo en cuenta todo lo que había tenido que soportar ese día!

Aunque había recuperado su aspecto de hombre, no dejaba de mirar a su espalda a cada paso que daba pues, después de todo, no sabía si prefería reencontrarse con Shampoo siendo chico o chica. Ambas opciones entrañaban un riesgo, de distinto tipo, pero igual de peligroso. Por suerte, había logrado despistarla de una vez por todas.

¡Ojala no volviera a ver a esa chica nunca en su vida! Pero algo le decía que su deseo no se haría realidad.

Ya no doy más... Gruñó para sobrellevar el dolor y el desánimo. Apenas le faltaban unos metros para alcanzar el portón. ¡Por fin!

¡Necesitaba un descanso!

Se mezcló con las sombras que rodeaban a la casa y atravesó la entrada por encima, de la forma más silenciosa que pudo. Ya en el jardín comprobó que no había ninguna luz encendida y que todo estaba en silencio. Tanto su padre como los Tendo debían estar acostados.

¡Afortunados! Pensó apretando la mandíbula, y sin saber qué hora sería. ¡No tienen idea de la suerte que tienen!

Ranma era un luchador y, como tal, sabía que su vida estaría consagrada a pelear contra enemigos, proteger a los débiles y vivir quién sabe qué cantidad de aventuras locas, pero también le gustaría poder descansar de vez en cuando, como hacían esa pandilla de cotillas y desconsiderados con los que convivía y no parecían preocuparse por si él estaba bien o no. No se iba a olvidar tan fácilmente de lo amables que habían sido con Shampoo, acogiéndola e incluso sirviéndole té y algo de comer hasta que él llegó.

¿Es que no sabían ya que había ido hasta allí para matarle?

Estuvo tan tentado de entrar a la casa armando tal jaleo que todos se despertaran asustados, para pagarles por su ayuda. ¡Como ya era habitual, le habían demostrado que él solo era un mono de feria con el que se divertían! ¡Sus desgracias eran la monda para todos ellos!

Alzó su pierna derecha con la intención de abrir de una patada. Se lo merecían. ¿Por qué todos podían dormir tan tranquilos menos él?

Nadie se preocupaba por él o sus problemas.

Resopló, tras unos segundos de vacilación, y acabó por bajar la pierna. Meneó la cabeza, reprochándose ser tan tonto y entró en silencio.

Ni que me fuera a servir de algo una rabieta.

No era cosa de hombres actuar así. Al menos, no de la clase de hombre que él quería ser.

Avanzó pues, con cuidado, sin encender ninguna luz, rozando la pared con la punta de los dedos para orientarse y evitar los tropiezos. Dobló la esquina y pasó por delante del comedor rumbo a las escaleras, las puertas estaban cerradas y todo seguía dominado en el más profundo de los silencios hasta que apareció una franja de luz en el suelo, proveniente de la cocina. Se paró en el acto. Reconoció el débil resplandor del frigorífico al ser abierto, el sonido de las botellas de cristal tintinear unas con otras en la puerta de éste y el leve zumbido que se alargó hasta que la luz se extinguió. También hubo pasos, de pies desnudos, sobre el suelo de madera que ya no estaba tan frío como días atrás.

Una figura menuda salió de la cocina y al percibirle a él, se estiró y se volvió a toda velocidad. No había demasiada luz, pero Ranma distinguió los ojos de su prometida sin problema, tenían un brillo apagado esa noche, aunque refulgieron de rabia cuando también le reconoció.

—¿Akane?

La chica dio un nuevo respingo y su cabeza se giró, como un resorte, hacia la escalera. Temió que echara a correr.

—Te he dicho que no me hables más —Le susurró, a pesar de lo cual, su voz sonó gélida—. No quiero saber nada de ti —Continuó y Ranma notó, otra vez, que se hundía más y más con cada palabra que escuchaba—. Ya te lo he dicho antes: tú y yo ya no estamos prometidos.

—Akane, no te pongas así —Lo intentó él, de nuevo—. ¡Ni siquiera fue mi culpa!

—¡Que no me hables!

Se dio la vuelta con la furia helada de un tornado y corrió hacia las escaleras.

—¡Akane!

Lo intentó, pero susurrar un grito era de lo más inútil. Se apresuró, eso sí, a ir tras ella, pues estaba decidido a resolver ese malentendido cuanto antes. Al menos él lo veía así, no se le podía echar la culpa por lo ocurrido.

¡¿Qué culpa tenía él de que Shampoo le hubiese besado de repente?!

Al recordarlo sentía escalofríos, no tan siniestros como cuando recordaba el beso de Sanzenin, pero también los sentía porque, igual que en el caso anterior, también le habían forzado. ¡Él no quería besarla! Esa amazona loca se le echó encima y antes de que pudiera reaccionar, ocurrió.

¡¿Cómo es que Akane no se daba cuenta?!

Había sido muy comprensiva con lo del patinador, pero como Shampoo era una chica... ¡Pero, ¿qué importaba eso?!

¡Él no había querido ese beso!

—¡Akane! —La llamó en voz baja al llegar arriba—. ¡Espera!

—¡Qué me dejes en paz!

Ella también le gritaba en susurros, desde el centro del pasillo. Eran conscientes de estar rodeados por puertas, tras las cuales, su familia dormía. Tendrían problemas si alguno se despertaba y los sorprendía en esa situación. Tal vez podrían inventarse alguna excusa, pero Akane parecía tan furiosa que, tal vez, se le escaparía la verdad con tal de echarle a él la culpa de todo.

Lo más prudente era dejarlo por esa noche. Darle unas horas para que se apaciguara y después, intentar explicárselo con calma. ¡Seguro que lo comprendería en cuanto se tranquilizara!

Pero...

—¡No estás entendiendo nada, boba!

—¿Qué me has llamado?

A pesar de las sombras, Ranma distinguió el color escarlata que cubrió el rostro de Akane, muy distinto del adorable rubor que salpicaba su piel cuando la acariciaba. Había metido la pata, tenía que arreglarlo de algún modo. Empezó por retroceder un paso, dejando más espacio entre ellos. Después levantó las manos en señal de paz.

—Yo no quería que eso pasara —Le dijo en primer lugar—. Fue cosa de Shampoo.

>>. ¡Y de esas estúpidas leyes de su tribu!

—La besaste delante de mí.

—¡No! ¡Ella me besó a mí! ¡Yo no quería!

—¡Mentira! —El susurro de Akane flaqueó, se rasgó como una hoja de papel arrancada de un libro. Apartó la mirada, más herida que enfadada, cubriéndose a sí misma con los brazos—. Te odio...

Ranma apretó los dientes.

—No digas eso —Le pidió, bajando también la mirada. Empezaba a sentirse estúpido por dar tantas explicaciones, por exponerse así. ¡Ella misma lo había visto! Si de verdad pensaba que él lo había querido o que había tenido algo que ver, tal vez era problema suyo.

¿Qué más podía hacer? ¡Ni siquiera le dejaba explicarse!

Quizás lo que ocurría era que no quería creerle... Aunque, si era eso, ¿por qué parecía tan triste?

Niña tonta, tozuda, marimacho, desconfiada...

—Akane —La llamó y ella no se movió. De hecho, no se había movido un milímetro, ni siquiera para huir de él. Tragó saliva—. Por favor, tienes que creerme —insistió, un poco más calmado—. No puedes decir que ya no estamos prometidos y dejar de hablarme —Se atrevió a avanzar el paso cedido, porque ella también parecía más sosegada, aunque su pecho subía y bajaba con rapidez—. Llevas así todo el día y no puede ser.

—¿Y a ti qué más te importa?

Ranma se mordió el labio, indeciso. Debía decir algo acertado, antes de que se enfureciera de nuevo, pero todo lo que se le ocurría le parecía muy tonto.

—No podemos ignorarnos el uno al otro así porque... —Cogió aire, hasta llenar el pecho y dejó salir lo primero que se le ocurrió, quizás, lo que sentía de verdad—; ¡maldición! ¡Porque te echo de menos!

Akane bajó las manos que había subido hasta su rostro y se quedó mirándole, perpleja. Tanto que no supo si había dicho algo bueno o no, pero sí tuvo el buen tino de no decir más, por si acaso. Se quedó callado, sosteniendo la mirada que ella le brindaba desde el otro lado de la oscuridad, conformándose con eso por el momento.

El corazón le dio un vuelco cuando Akane dio un paso hacia él, pero mantuvo su aplomo. No podía leer su expresión, así que no sabía si se acercaba a él para reconciliarse o para darle una bofetada, pero soportó la incertidumbre sin cambiar su gesto, a pesar de la ansiedad. Su prometida llegó hasta él, con la cabeza baja y los hombros encogidos.

—¿Me... has echado de menos? —preguntó con una voz quejumbrosa.

—¿Sí?

Al fin le miró, con los ojos cuajados de lágrimas del tamaño de gotas de lluvia. Ranma dio un respingo, asustado, y ella soltó un sollozo. De repente, Akane saltó sobre él, echándole los brazos al cuello, estrangulándole, pero no con intención de hacerle daño. Se aferró a él y empezó a llorar sobre su hombro. Ranma perdió la noción de su respiración a causa del shock, casi se ahogó por la conmoción, hasta que su cerebro aturullado le hizo ver que todo estaba bien.

Se calmó de golpe y las últimas resistencias de su cuerpo apaleado casi cedieron.

Akane, que seguía llorando muy cerca de su cuello, comenzó a subir el tono de sus quejidos sin darse cuenta.

—¡Shhhh! ¡Akane, no llores tan alto! —Le suplicó, aterrorizado, repasando con la mirada las distintas puertas del pasillo—. ¡Que nos van a oír nuestros padres! —Pero la que no le oía era ella, pues su llanto se hizo más intenso.

De un momento a otro, alguna de esas puertas se abriría y alguien los sorprendería allí, ¡abrazados! Y con Akane llorando con un desconsuelo imposible de explicar.

¡No podemos quedarnos aquí!

De modo que, haciendo el último esfuerzo del que sería capaz en ese día, Ranma agarró a la chica por la cintura y la levantó, tan solo unos centímetros del suelo, lo suficiente para cargar con ella. Atravesó el pasillo aguantándose las ganas de chillar de dolor, los brazos le ardían como si se le fueran a salir los huesos a través de la piel y por más que respiraba con fuerza, sus pulmones no daban más de sí.

Pero lo logró.

Consiguió llegar hasta el cuarto de la chica, entrar con ella, cerrar la puerta con el pie y trastabillar hasta el borde de la cama, donde la soltó del modo más delicado que pudo antes de que sus brazos colapsaran. Una vez logrado el objetivo, ya no pudo más; las piernas se le doblaron y acabó arrodillado en el suelo, frente a ella que seguía gimoteando con las manos cubriéndose los ojos.

Ranma sentía un malestar tan intenso que lo normal habría sido que la irritación resultante le llevara a enfadarse con ella. A pensar que era una desagradecida y se habría quejado de su desconfianza y de lo mucho que pesaba. ¡Por lo menos se habría quedado a gusto desahogándose! Pero no pudo hacer ninguna de esas cosas.

Viéndola llorar de ese modo, su cerebro no respondió como él habría querido; se descompuso, se apagó quedándose sin palabras, sin excusas. Se apoderó de él una angustia muy desagradable y todo lo que pudo hacer fue poner las manos sobre las rodillas de la chica y tratar de consolarla con ese torpe gesto.

—Es que... f-fue tan d-doloroso verlo —musitó Akane, reaccionando a su tacto—. Fue t-tan... t-tan... —Se sorbió la nariz haciendo una pausa—; después de todo lo que ha pasado...

Ranma siguió presionando con suavidad sus rodillas, sin atreverse a nada más.

—Lo siento —Se vio obligado a decir, con un nudo en la garganta—. Siento que tuvieras que verlo —aclaró. Porque él no había hecho nada, eso lo tenía claro—. Me cogió desprevenido porque creí que iba a pegarme, me preparé para eso, no para... lo otro.

Akane asintió.

—¿Y... te gustó?

—¡Claro que no! —Respondió él en el acto, con las mejillas rojas—. ¡Yo no quería! —repitió. La chica bajó las manos, todavía húmedas de las lágrimas y rozó las de él—. No me gusta que nadie me bese a la fuerza, sea hombre o mujer —Alzó los ojos, más rojo todavía—. Yo... la verdad... solo quiero besarte a ti.

Los ojos de Akane se agrandaron, su rostro macilento por el llanto cogió algo de color y, tras unos segundos de sorpresa, sus labios se estiraron en una sonrisa agotada.

—¿Ah, sí? —Él asintió—. ¿Y a qué esperas?

—Pues... —Animado, se estiró hacia ella pero se detuvo en seguida—; no recuerdo si es mi turno.

La joven frunció el ceño, confusa.

—¿Tu turno? ¿Para qué?

—Para besarte.

—¿De qué estás hablando, Ranma?

—Lo hacemos por turnos, ¿no? —preguntó él—. Como la primera vez, en el dojo; primero tú, luego yo dos veces, luego tú para estar empatados... —Akane le miraba, incrédula, como si no supiera de lo que le hablaba—. ¿Lo has olvidado?

—¿Crees que lo hemos estado haciendo por turnos desde entonces?

—Estoy seguro de que sí —respondió, con orgullo—. ¡He llevado la cuenta!

—¿La cuenta de...? —El adorable sonrojo volvió a las mejillas de la chica y fue seguido por una sonora carcajada que bamboleó su cuerpo que seguía rígido por la tensión. Ranma, alarmado, le recordó que no debían hacer ruido, pero ella siguió riéndose sin parar, hasta que tuvo que sujetarse el estómago.

¿Qué le hacía tanta gracia? ¿Acaso ella no llevaba la cuenta de todos sus besos? ¿Y cómo sabía cuándo era su turno?

Por fin, Akane se frotó los ojos, mucho más luminosos ahora, más vivos otra vez, y a él no le importó tanto la razón de sus risas.

—Está bien —dijo ella—. Yo tampoco recuerdo de quién es el turno —admitió—. Pero, tal vez, ha llegado la hora de olvidar eso y hacerlo cuando queramos.

—Pero, ¿cómo sabré cuando quieres que lo haga?

Akane arrugó la nariz.

—Sabrás cuando no quiera que lo hagas.

Entendió a la perfección el significado de esa frase.

Por lo visto, tendría que utilizar su afilado instinto de artista marcial para algo más que para captar la presencia de un enemigo cerca. Bueno, como todo, si era una cuestión de práctica, no le preocupaba en absoluto.

Ahora sí puedo, ¿verdad?

En lugar de meter la pata preguntando, volvió a estirarse hacia ella, con cierto cuidado, hasta que vio la sonrisa en el rostro de Akane y supo que no debía tener miedo. La besó, alargando sus brazos para estrecharla, aún de rodillas en el suelo, pues seguía sin poder moverse demasiado. Pero como ya había ocurrido antes, los labios de Akane consiguieron reanimarle con su dulzura y cuando ella le agarró de la camiseta para tirar de él, Ranma se puso en pie de un salto, sin que sus rodillas se resintieran. Y se dejó caer, con suavidad, sobre ella.

Como el tema de los turnos estaba acabado, pudo besarla tantas veces como quiso, sin preocuparse por nada, disfrutando de las manos de Akane que dibujaban formas estrambóticas en su espalda, en sus hombros, en su nuca. Dejó que su peso la cubriera, apreció las formas del cuerpo femenino bajo él y que las piernas de la chica le rozaban las caderas.

De pronto, Akane apartó la cara, respirando muy deprisa.

—¿Qué? —murmuró él, confuso—. ¿Otra vez me he acelerado?

La chica negó con la cabeza, su cuerpo se aplastó contra el colchón y él la rodeó por la cintura.

—Creo que deberías quedarte a dormir aquí esta noche —Le reveló. Un estremecimiento voraz agitó el cuerpo del artista marcial, pero el semblante de ella era más bien serio—. Tengo un presentimiento raro... no debes volver a tu habitación esta noche.

—¿Un presentimiento? —repitió él. La palabra le resultó graciosa—. Lo más peligroso que me puede pasar allí es que un panda me aplaste mientras duermo.

—¿Y prefieres dormir con un panda antes que conmigo?

—¡No, claro que no!

¡Qué pregunta más tonta!

Sin embargo, alguien podía descubrirlos.

La noche anterior había conseguido volver a su cuarto sin que nadie más de la casa le viera, pero su padre sí que había notado su ausencia. Si se trataba solo de una noche, podría convencer al viejo de que había estado en otro sitio, durmiendo en el piso de abajo o algo parecido. Pero si aquello se volvía una costumbre no habría modo de engañarle.

¿Y cuánto tardaría Genma en compartir la noticia con su amigo Soun? ¿Y éste con Kasumi? ¿Y ésta con Nabiki? ¿Cuánto pasaría hasta que hubiera fotos de Akane y él durmiendo juntos por ahí?

—Venga, Ranma, quédate.

Pues claro que se quedó.

Apartaron las sabanas de la cama y aunque Ranma puso objeciones a meterse dentro con la ropa que llevaba, después de pasarse el día corriendo por ahí, Akane le dijo que no importaba. Parecía decidida a no dejarle pisar su dormitorio bajo ninguna circunstancia.

¿Tan malo había sido ese presentimiento?

Se acurrucaron pegados a la pared, tirando de las mantas. Ranma pegó la nariz al cabello de su prometida y al instante, su cuerpo ronroneó de satisfacción, deseoso de sumirse en un sueño largo y reparador.

—Buenas noches, tonto.

Frunció el ceño, con una sonrisa de guasa.

—Que duermas bien, boba.

Parecía mentira que el insólito asunto del secuestro de P-Chan por los patinadores del instituto Kolkhoz hubiera terminado de esa manera. Puede que si Azusa Shiratori no hubiese robado al cerdo de Ryoga, nada de eso hubiese pasado. Sanzenin no le habría besado a traición, claro, pero puede que Akane tampoco le hubiera brindado su ayuda cuando más la necesitaba.

Al empezar esa locura, Akane era solo la prometida que su padre le había buscado, apenas si la comprendía y lo único que podía esperar de ella eran golpes y gritos. Ahora era la persona que mejor le comprendía, la que estaba dispuesta a ayudarle en los momentos malos, pasara lo que pasara, y sabía que él le gustaba, con maldición incluida. De todas las chicas del mundo que podían haberle tocado en suerte, seguro que ella era la única capaz de aceptarle tal y como era.

Era la persona que más le importaba en el mundo, solo le importaba estar a su lado, tocarla, besarla, y mantenerla a salvo de todo, por supuesto. Akane no arrastraba maldición alguna pero también tenía sus cosas, claro; estaba dispuesto a soportar su carácter cambiante, su mazo de madera, su comida tóxica y hasta sus extraños presentimientos que eran, en verdad, más acertados de lo que él creía.

Cuando se hizo de día en el dojo, uno en el que volvió a brillar el sol de junio, Ranma se convenció de la intuición de su prometida cuando encontraron a Shampoo, la amazona venida de China, metida en el futón de su cuarto y abrazada a un panda muy confundido.

No, no se librarían de ella así como así.

Y P-Chan volvería a aparecer por allí el día menos pensado, seguro.

Pero nada de eso podía importar a Ranma, medio adormecido, estrechando el dulce cuerpo de Akane contra él, mientras su mente se rendía a los números que brillaban ante sus ojos.

Uno, dos, tres, cuatro...

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—Fin—

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¡Y hemos llegado al final, Ranmaniaticos!

¿Qué os ha parecido? Jejeje, era necesario un capítulo final para que Akane pudiera aclararle el tema de los turnos al bobo de Ranma, ¿no? En serio, ¿os ha gustado? ¡Espero que sí!

Os diré que este epílogo no entraba en mis planes, sino que apareció mientras releía el arco por milésima vez, jeje, ¿No es curioso que justo después de la terrible experiencia con Sanzenin, aparezca Shampoo y también besé al pobre Ranma a la fuerza? O.O ¡Vaya mala suerte que tiene este chico! Bueno, en este fic no, porque también tiene los besos de Akane, jejeje. Y justamente por eso, es de esperar que ella se enfade con él mucho más de lo que lo hace en el manga tras presenciar lo de Shampoo T.T

¡En fin! Aquí queremos siempre finales felices y por eso, todo se resuelve al final. Por eso y porque su relación es ahora más fuerte de lo que era al inicio. ¡Después de todo lo que han pasado estos días!

A pesar de los obstáculos, la frustración y las pausas obligadas, me ha gustado mucho escribir este fanfic por fin. Hacía mucho tiempo que lo tenía dando vueltas en la cabeza y pese a los cambios que he ido incorporando, ha quedado bastante similar a lo que me imaginé en su día y eso me hace feliz. Solo espero que a vosotros os haya gustado también. Muchos fans de Ranma nos quedamos con el corazón en un puño al ese casi beso Rankane en el dojo... ¡Bueno! Aquí tenemos una versión alterna a lo que ocurrió en realidad, ya sabéis que me encantan, jajaja.

Muchisísisisimas gracias a todos y a todas las que habéis seguido el fanfic, gracias por comentar cada capítulo, apoyarme, como siempre hacéis, y esperar a las idas y venidas de mi inspiración que, en ocasiones, alargan la publicación de los capítulos. Si la lectura de este fic os ha hecho sonreír, os ha distraído de alguna preocupación fastidiosa o quizás os ha hecho sentir una diminuta ilusión, yo me doy por satisfecha J Gracias a las chicas de la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" por estas dinámicas que mantienen el fandom en pie y me inspiran a escribir cada vez mejor. ¡Gracias por invitarme a participar, aunque no siempre llegue a tiempo!

Espero volver a leeros pronto. El próximo mes se viene intenso con las noticias sobre el nuevo remake que, parecer ser, tendremos pronto *__* y, por supuesto, con la Rankane Week.

¡Hasta pronto!

¡Os mando infinidad de besos y abrazos!

—EroLady.


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