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00:09. He is a...

Las luces del Club “Inception” en la planta baja del Novelle Resort recordaban a un tortuoso caleidoscopio. Siendo uno de los hoteles pertenecientes al Grupo Universal del que mi anfitrión formaba parte y ejercía la presidencia, prometía convertirse en un éxito total al que solo podían acceder los más selectos invitados.

—Necesito su opinión con urgencia, hermosa dama.

Yuta colocó otra botella de champán en la hielera que presidía nuestro reservado. Nagisa se había perdido en la pista de baile con algunas de sus amigas. Otras dos chicas de irreales colores de cabello al estilo ulzzang, con quien compartía edad y un amor fraterno por la música electro pop.

Yo les di luz verde para que se marcharan. A fin de cuentas me sentía demasiado vieja para formar parte de un grupo de adolescentes con las hormonas a flor de piel.

—Le voy dando un cinco de diez. Pero sin dudas es una obra de arte en potencia.

Yuta concordó descorchando la botella. Las burbujas resplandecieron contra los haces de luz que inundaban la estancia cuando la fina copa fue puesta en mis manos.

—Por una exitosa velada y una sincera amistad.

Fue lo que prometió Yuta cuando ambos chocamos las copas en un brindis que se perdió en el color marrón de sus ojos. Si resumía el resto de la tarde, debía agradecerles a los hermanos por tratarme con tanta hospitalidad y respeto cuando yo calificaba más como una completa extraña.

No solía salir mucho que digamos y las experiencias que tenía en clubes era gracias a Alice y sus pases VIP. Eso y la furia de Sabrina por los conciertos de música indie y en los últimos tiempos Rock Japonés.

—Ahora sí voy a hacer directo. Aprovechando que esa alborotadora de Nagisa se ha ido. Qué tipo de relación tienes con Jun y ahórrate la profesionalidad, en estos momentos no estamos en ese marco.

Casi escupo el champán contra su rostro. Aun cuando me esforzara por olvidar a aquel horrible ser, el universo entero conspiraba para traerlo de vuelta. Sinceramente, debí cometer muchas fechorías en mi otra vida para merecer esto.

—Solo es mi tutor. El hecho de que me odie un poco más de lo que odia a la población a su alrededor no significa que tengamos otro tipo de relación que la estrictamente profesional ¿Por qué la insana curiosidad?

Cuestioné ignorando el rubor en mis mejillas. Se lo achararía al alcohol y al calor entre las paredes de aquel antro que por segundos parecía estrecharse en defecto de la afluencia de público.
Yuta chasqueó la lengua antes de apurar lo último de su trago.

—Porque eso significa que no habrá problemas si te invito a bailar.

Tuve que reírme. Todo ese drama para invitarme a bailar. Deja que descubras que tengo dos pies izquierdos. Aun así terminé aceptando su mano a pesar que una voz en lo profundo de mi cabeza me advertía que estaba jugando con fuego y altas probabilidades de incendiarme.

***

Jun Anderson era cualquier cosa menos un hombre impulsivo, o eso creía cuando sin ser consciente del ritmo que llevaba en la barra del bar del Dragón Dorado los tragos de Bourbon se le subieron a la cabeza.

La tarjeta dorada con su invitación a la inauguración de Inception daba vueltas en su mano libre mientras una punzada con el nombre de Emma Pierce parecía arañarle la conciencia.

—Si fuera tan fácil no habríamos llegado a este punto ¿Pero quién dijo que lo serías, mocosa?

Le hablaba a la tarjeta ganándose la mirada curiosa del bar tender y los pocos que quedaban a esas horas en el lobby. Solo era hacer una llamada y estaría allí, comprobando con sus propios ojos lo que ya estaba grabado a fuego en su cerebro.

La había visto en la tarde. Sonriendo como si fuera plenamente feliz, demostrando que podía salir adelante sin su ayuda o que era más hermosa de lo que estaba dispuesta admitir. Qué tenía de especial aquella niña ambiciosa.

A lo largo de sus casi treinta años había conocido todo tipo de mujeres, unas más agraciadas que otras, pero ninguna con la capacidad de hacerle hervir la sangre como lo hacía Emma. Ni siquiera Amber a quien le adjudicada más el rol de hermana que de amante, aunque ambos se hubieran equivocado aquella vez.

—Por qué complicarlo tanto. Veremos de qué estás hecha.

Le hizo una seña al bar tender para que cobrara su orden y atrapando el último sorbo de wisky en el vaso se encaminó a la salida. El viaje hacia el club de Yuta lo sumió en una guerra contra sus ganas de arrepentirse.

Aun no estaba ebrio o quizás solo un poco confundido como para diseccionar sus próximos movimientos. A fin de cuentas aquel desgraciado lo había invitado también. Estaba seguro que a esa hora ya tendría sus tentáculos alrededor de Emma, solo para probar el punto de que no era omnipresente y cobrarse aquel viejo complejo de cuando eran estudiantes de secundaria.

Jun se concentró en la frialdad del cristal polarizado del Rover en el que viajaba. Había tenido el buen tino de solicitar un chofer y ser lo más discreto posible. Aun cuando estaba en los reinos de su madre seguía siendo la personalidad pública capaz de sacudir redes sociales y foros.

Esa noche no estaba dispuesto a aprovechar el rutilante foco de la fama. Con habilidad evadió la fila que serpenteaba una cuadra antes de la entrada al club. Las luces de neón lo recibieron entre las notas de Watermelon Sugar y el eficiente servicio de los Sakaki para que sellaran su pase VIP.

No tuvo que esforzarse mucho mientras agregaban más alcohol a la hielera de su reservado. La razón primaria por la que estaba allí se movía al compás de la música mientras el traidor de Sakaki le abrazaba por la cintura.

***

No estaba tan mal como para dejar de notar las intenciones de mi compañero. De un momento a otro había aceptado las indicaciones de Nagisa en la pista de baile y aquella bebida rosácea parecía haberme sacado por completo el filtro, despertando una especie de euforia que a veces me hacía tambalear.

—Sabía que al final sí podrías seguirme el ritmo.

Murmuró Yuta contra mi cuello y el aire caldeado de la estancia me produjo un molesto estremecimiento. La piel sudada y el poco espacio, lejos de hacerme sentir bien me asfixiaban.

Aún con sus manos en mi cintura tuve un minuto de claridad mental para dar la vuelta y susurrarle que necesitaba refrescarme. Él sonrío antes de cerrar el abrazo y murmurar la dirección de los baños en el local.

Le agradecí aun consciente del estado de embotamiento que a segundos me nublaba la vista. Salir de la pista fue toda una odisea y el pasillo lleno de espejos de camino al sanitario me devolvió la mueca frustrada en mi sudoroso rostro.

Era un desastre con el rímel medio corrido y el cabello enmarañado, parecía que un camión me había pasado por en encima en lugar de bailar y aceptar algunos tragos de champán y o la bebida color rosa que llamaban Seven.

—Dios, quién diría que terminaríamos así.

Le hablé al espejo del lavamanos mientras me deshacía de la chaqueta y pasaba de mantener mi cabello en lo alto de la cabeza. Era mejor dejarlo suelto si a fin de cuentas parecía que algo había muerto allí.

Me lavé las manos disfrutando de la soledad del aséptico salón. Nunca esperé que mi cabeza me jugara una broma tan pesada cuando en el pasillo unas cuantas versiones de Jun me miraban con el ceño fruncido.

—Decididamente hasta en mis peores momentos veo a ese maldito cretino. Necesito un trago.

Amarré la chaqueta a mi cintura sin importarme llevar solo un top que exponía mis hombros y parte del abdomen. La imagen distorsionada de Jun en los espejos sonrío con malicia antes de dejar vacío el vaso en su mano derecha.

Espera, desde cuándo las imágenes mentales hacen eso. Traté de organizar mis pensamientos masajeando mis sienes cuando descubrí que no estaba alucinando y el verdadero Jun estaba allí.

—Por lo visto las neuronas se te acaban de conectar Pierce. Dime qué te parece la idea de poner una sala de espejos antes de los baños o todavía eres tan inocente para no tener un indicio de la liga en la que estás jugando.

Ahora la distancia se había acortado a solo un cuerpo. Jun estaba por todas partes y me sentí pequeña al descubrir como me examinaba de arriba abajo y sin pudor alguno.

—No sé de qué habla o qué hace aquí. Por mi parte solo estoy aceptando la invitación del señor Sakaki.

—Aun te queda tiempo para ser educada. Deberías utilizarlo para darte cuenta de lo patética que eres. Solo mírate, crees que Yuta te invitó para jugar a las casitas. Reacciona mocosa, aquel idiota solo quiere tus bragas y de paso probar el punto de que también puede tener acceso a todo lo que me pertenece.

No supe si fue por coraje o por orgullo. A esas alturas ya estaba harta de guardarme los pensamientos o las reacciones. Lejos de escuchar con sentido sus envenenadas palabras acabé cerrando mi mano en su mejilla derecha.

El primer impacto solo pareció descolocarlo pero me sorprendió más a mí misma repetir la acción con su otra mejilla. Me estaba condenando en vida pero el placer de estampar mi mano en su rostro no se comparaba a nada.

Una mirada furiosa me encontró mientras me atrapaba por las muñecas. Estaba segura de que iba a golpearme en respuesta o quizás a soltar otro comentario cáustico. Nunca conté con que finalmente conociera el sabor de aquellos labios que había deseado en secreto.

Tuve el buen tino de abrazarlo por el cuello cuando sus manos se movieron de mis muñecas a la cintura y en cuestión de segundos nos estábamos devorando mutuamente.

Aun con torpeza, la niebla en mi cerebro solo parecía aumentar cuando solo era consciente de su aroma o el sabor a wisky en su lengua. Joder, era como una droga y yo me estaba asfixiando.

Quería dejarlo y a la vez poseerlo, quería que alguien interrumpiera como sucede en las películas o que simplemente fuera un dulce sueño del que no podría despertar. Lejos de calmarnos la desesperación solo ganaba cuando de mi boca pasó al cuello.

—Ahora admite que también lo deseas, mocosa con rostro de ángel.

Sonreí movida por aquella voz sugerente contra mi oído que no dudó en morderme el cuello. Hasta en ese momento Jun se comportaba como un arrogante.

—No admitiré nada hasta que usted se disculpe. Sigue siendo tan idiota como siempre.

La risa masculina que llenó el pasillo solo calentó más la tormenta en mi cuerpo. Otro beso lleno de promesas sugerentes y antes de lo que podía calcular estábamos fuera del sanitario. Casi corriendo entre la lluvia de personas que se peleaban por un sitio en la barra a falta de espacio en la pista.

No pude ver más que la mano adornada con un ostentoso Rolex que me guiaba a la salida del club. Después tendría tiempo para lamentarme y consolar a mi lado racional cuando los efectos del beso en el pasillo del sanitario aun noqueaban mi sistema.

Estaba escapando del club con nada más y nada menos que mi recalcitrante tutor de pasantía y ni siquiera me importaba. Reí como solo podría haberlo hecho una ebria, aunque la cantidad de alcohol en mi torrente sanguíneo no era la suficiente. Estaba embriagada de otra cosa que tenía nombres y apellidos.

La puerta del pasajero de la elegante camioneta negra que nos esperaba se cerró con un golpe seco mientras Jun me arrastraba sobre su regazo. De nuevo vi la desesperación y aquel brillo peligroso en sus oscuros orbes.

Respirando el mismo aire delineé sus mejillas con mis pulgares. Sentía las manos grandes y fuertes pasearse de mi cintura hacia mi trasero, sentía la electricidad atravesando la piel expuesta de mi abdomen por culpa del top pero en lo único en lo que podía pensar era en los labios entreabiertos de él.

El coche se puso en marcha y los vidrios polarizados enmascararon mi torpe intento por explorarle la boca. Ni siquiera me importaba que el chófer fuera testigo de aquello que debía ser ilícito. La única prioridad para mí era el hombre que codiciosamente me llevaba a una especie de delirio devolviéndome el beso.

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