Un día te vi, sentado en un banco, en tus piernas había un libro y en una de tus manos, algo de comida; pero no dejaste de interesarte por el libro, me hubiera gustado poder sentarme a tu lado y hablar; yo también adoro los libros y comer, pero en ese momento iba acompañada de mis amigas y no me viste, ya estabas demasiado entretenido.

Recuerdo que era una noche oscura y no pude verte muy bien aunque estuvieras bajo una farola, solo recuerdo tu interés en aquel libro; ojalá supiera cuál es. Ese día no fue el mejor para mí, hasta que me di cuenta de que había gente sencilla, como yo e incluso a lo mejor como tú. Puedo admitir que verte ahí sentado me animó el día de mierda que llevaba encima, ojalá te pudiera volver a ver y agradecértelo.

Ha pasado un mes de ese momento, y muchas veces me he acordado de él, pero no esperaba que me pasara algo, llegó un momento en mi vida en el que dejé de planear y dejé que todo surgiera y sobre todo, no esperar ni suponer nada. Pero no me importaría volverte a ver y conocer más sobre ti, solo recuerdo ese pequeño instante en el que te vi tan atento.