7.
Furia
Milena tenía apenas ocho meses de vida el día que la tormenta desato en nuestra casa, estaba dormida en su catre mientras que nosotras peleábamos en voz baja para no despertarla, no recuerdo el porqué de la pelea pero solamente sé que me fui de la casa azotando la puerta con tan solo un bolso de mano con un par de remeras, un short y ropa interior. Mi destino era el lugar donde me criaron por 13 años, la casa de mi mamá se encontraba en Lanús, cerca de la estación, recuerdo aquel vecindario tranquilo como si fuese ayer que me hubiese mudado. Me escondí allí una semana, sin siquiera atender a las llamadas de ella, mi hermana que era tan bondadosa, fue a llevarme de nuevo atrapada en cuerdas en el auto de su marido. Allí, en la puerta donde la furia había desatado, me esperaban un par de ojeras más grandes que mi dolor y un rostro de preocupación, me abrace a la única porción de vida que me quedaba por sanar, me aferre a ellas, a su existencia.
La calma reino los días siguientes, y los siguientes a estos.
Por más que el diluvio nos quisiera ahogar, éramos más fuertes cada día, nos amábamos, nos teníamos la una a la otra, nos cuidábamos, y lo más importante de todo, supimos perdonarnos los errores tan comunes del ser humano.
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