Venganza (parte 1)
Narra Estefanía
Desperté gracias a la alarma. ¿Debería ir a la escuela? Honestamente eso ya no me importa. Tenía a todos comiendo de la palma de mi mano, incluyendo a algunos profesores.
Estiré mis manos tocando a la chica que tenía a mi lado. Vicky era muy hermosa, pero algo inexperta cuando se trata de darle placer a otra mujer.
Me levanté para irme a bañar y en la ducha me abofeteé varias veces al recordar lo que hice la noche anterior:
Recibí a Vicky ya muy tarde, la invité a pasar y comenzamos con los juegos previos al sexo. Le insistí en subir a mi cuarto, sabiendo que dejé mis ventanas abiertas, sabiendo que mi vecina tendría una vista perfecta de mi intimidad con esta chica.
Si Laura quería lastimarme, yo le enseñaré lo que es el dolor de verdad.
Sé que nos vio, sé que nos escuchó. Dejé la luz de mi cuarto encendida con ese propósito. Me enfoqué en hacer que Vicky sintiese tanto placer que sus gemidos llegaran a oídos de Laura.
Pero eso no fue lo que me molestó.
Disfrutaba de mi sexy acompañante.
El ambiente de la habitación estaba cargado de una electricidad que parecía envolvernos a Vicky y a mí. Nuestros cuerpos se encontraban en un baile íntimo y seductor mientras nos dejábamos llevar por la pasión que había surgido entre nosotras.
Las caricias eran sutiles y llenas de deseo, nuestros labios se buscaban con ansias mientras nos entregábamos a un beso apasionado. El roce de nuestra piel se convertía en una caricia ardiente que encendía cada fibra de nuestro ser.
Las manos de Vicky exploraban cada rincón de mi cuerpo de manera juguetona y provocativa. Sentía cómo sus dedos recorrían mi espalda, dejando un rastro de fuego a su paso. Ese toque despertaba sensaciones intensas dentro de mí, haciéndome perder el control.
La habitación se llenaba con el sonido de nuestra respiración acelerada, nuestros gemidos y susurros de placer que se entrelazaban en el aire.
Nos entregamos completamente a la pasión que nos consumía, dejando que nuestros cuerpos se fusionaran en una danza erótica y lujuriosa. Los suspiros y gemidos incrementaban la intensidad de nuestro encuentro, nuestro deseo aumentaba a medida que nos perdíamos en el éxtasis y la sensualidad del momento.
En ese instante, no había espacio para pensar en nada más, solo existía el placer y la conexión íntima que compartíamos. Cada caricia, cada palabra susurrada al oído, intensificaba nuestra entrega mutua.
Sin embargo, a medida que nuestro encuentro llegaba a su clímax, la imagen de Laura empezó a invadir mi mente. La rabia que sentía por ella se mezclaba con la excitación de la situación, creando una amalgama de emociones que me desbordaban. A pesar de estar con Vicky físicamente, en mi corazón y mente solo estaba presente Laura. Comencé a tratar rudo a mi compañera, al recordar la expresión de mi vecina.
Te odio. Esas palabras resonaba en mi cabeza, y con gran cólera ahorqué sin llegar a asfixiar a Vicky, quien me pidió a tiempo que me detuviera, pero eso no nos impidió seguir teniendo sexo.
Cuando finalmente llegamos al clímax juntas, el nombre de Laura escapó de mis labios. Aunque mi cuerpo encontrara gratificación en el momento, era evidente que mi mente anhelaba a alguien más, alguien que no estaba allí en ese momento.
Después de la explosión de placer, me encontré atrapada en una mezcla de insatisfacción y confusión. Me di cuenta de que no estaba del todo bien para hacer esto, estaba involucrando mis sentimientos, y que aquel encuentro había sido solo una forma de intentar llenar el vacío que las palabras de Laura dejaron en mí.
Golpeé con el puño cerrado la pared de la ducha, mis nudillos me dolían, pero no lo suficiente.
Salí de ducharme envuelta en una toalla. Me acerqué a la ventana esperando ver algo de Laura. Nada.
Tomé algo de dinero, los billetes de gran valor y los puse cerca del rostro de Vicky. Le tomé fotos mientras ella dormía, a modo de precaución por sí ella se pone pesada.
Ordené todo y desperté a la chica, le insistí en que debía de irse, pues yo quería ir a la escuela. Ella estaba actuando muy coqueta conmigo, pidiendo que deberíamos de conocernos mejor y bla bla bla. La vestí con cariño, le seguí el juego, le hice el desayuno y le ofrecí llevarla en mi auto prometiendo una cita futura. Una cita que jamás llegaría.
La dejé en un colegio que estaba demasiado lejos del mío.
— Mierda —maldije manejando lo más rápido posible, pues ya llegaba tarde.
Llegué a la clase quince minutos después de que ésta comenzó. Actué como una víctima a la cual le pasó algo tonto pero trágico y me dejaron entrar
El único lugar libre era al lado de una chica que no me agradaba para nada, o de Laura. Seguro que Azul faltó, por eso está sola.
Saludé a Laura, y ella hizo algo que no esperaba, me correspondió el saludo.
No la entiendo. Debería hacer algo para molestarla. Seguro ahora mismo es una olla a presión a punto de estallar. Si logro hacer algo que la irrite quedará en ridículo.
Pero...no quiero hacerlo. ¿No quiero? Claro que quiero. Recuerda que nunca debes sentir pena.
Toqué la rodilla de mi compañera, esperando ver cómo se desesperaba. Sin embargo ella siguió prestando atención a la clase como si nada. Subí mi mano, sentí como los músculos de su pierna se tensaban, pero aún así ella me ignoraba.
Comencé a mover mi mano en un masaje lento que cada vez se adentraba más debajo de su falda.
Miré a Laura de reojo, su expresión parecía confundida y complacida. Sus ojos me miraron y en ese instante pude distinguir un mensaje. Un mensaje con dos interpretaciones: "Déjame" o "Tócame más."
Quería tocarla, quería sentir su piel, quería escucharla gemir para mí; pero también quería hacerla entender su error y que no debe de jugar conmigo otra vez.
La dejé en paz e intenté ignorarla. Reprimir mis deseos de golpearla fue más difícil de lo que pensé. Pero ahora algo entretenido había pasado.
Estaba en el receso, hablando con un grupo de estúpidos que se creen la gran cosa, yo fingiendo con mi mejor sonrisa, cuando de repente me llega un mensaje, un pedido de auxilio. Leí el receptor del mensaje y sonreí.
— ¿Hablas con algún amante, Estefi? —me preguntó una chica del grupo.
— No, no —negué entre risas. — , pero pronto lo será.
Mi venganza contra Laura será algo que le duela tanto que se arrepentirá de haberme tirado por las escaleras aquel día.
Salí del colegio y fui a buscar a esa persona que realizó el pedido de auxilio. Estaba tirada en el césped, cerca de una parada de bus, con su cabello revuelto y su ropa sucia. Ella me miró y se largó a llorar apenada.
— Tranquila, por favor no llores. Te ayudaré, confía en mí.
— Disculpa, fue un error de tipeo, no deberías estar aquí —me dijo la chica llorando. — Estoy esperando a Laura.
— Cancela el mensaje y dile que venga a verte a mi casa. Tengo un botiquín bien listo por si estás herida. No te preguntaré nada, sólo déjame ayudarte —dije con mi mejor sonrisa amable.
Azul tomó mi mano y dejó que la llevara.
Sonreía en mi interior, sabiendo que ahora tengo algo que podría dañar a Laura de verdad.
¿Te gustaría encontrar a tu mejor amiga y a mí en mi cama en una posición comprometedora, Laura? ¿Te romperás de una vez por todas? ¿O a caso tendré que llegar a extremos y tocar traumas del pasado?
Por tu bien espero que sea la primer opción, porque no te gustará verme enojada.
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