¿Una segunda oportunidad?
Narra Estefanía
Nos reunimos en casa de Jazmin después de la escuela para dar ideas sobre lo que haríamos en la feria.
Laura me miraba con recelo. Ella es tan bonita cuando se enoja.
Logré llegar a un acuerdo y hacer que Azul no dijera nada. Mi plan era simple: una vez habiendo conquistado a Laura le confesaría lo que fui, una manipuladora psicópata que había pasado toda su adolescencia queriendo obtener venganza, pero que después se enamoró, y ella no podrá decirme nada, ya que todos los sentimientos que le demuestre a partir de ahora serán sinceros.
Nada puede salir mal.
Después de mucho debatir, más que nada después de estar varias horas sin saber que hacer, nos decidimos por poner un stand que simule una cafetería ambientada en los años 90. Habría libros que nuestros clientes podrán tomar para entretenerse y, por supuesto, bebida y comida.
Nos pusimos a trabajar, cada una en lo suyo. Yo me encargaba del logo del bar, Laura del menú, y las demás de la presentación. Estábamos concentradas, pero también relajadas. Hablábamos, reíamos, y nos ayudábamos. Éramos un buen equipo, y nos divertíamos.
Pero también había tensión, y silencio. Entre Laura y yo. Nos mirábamos, pero no nos hablábamos. Éramos un mal par, y nos sufríamos.
Las demás se dieron cuenta, y se preocuparon. Noté como se miraban entre ellas y asentían con la cabeza.
...
Estaba trabajando en lo mío, cuando Laura se levantó y dijo que iba al baño. Y en cuanto se fue, las demás se acercaron a mí, y me miraron con curiosidad.
— Estefanía, tenemos que hablar. —dijo Jazmín, con voz seria.
— ¿De qué? —pregunté, sin entender.
— De Laura, ¿de quién más? —dijo Natalia, con voz impaciente.
— ¿Qué pasa con Laura? —pregunté, fingiendo inocencia.
— No te hagas la tonta, Estef. Sabemos que hay algo entre tú y ella. —dijo Romina, con voz acusadora.
— ¿Algo? ¿Qué algo? —pregunté, tratando de desviar el tema.
— Vamos, Estefanía. Sabemos que lo suyo no es sólo una enemistad. —dijo Jazmín, con voz entusiasta.
— No somos enemigas, ni amigas. Somos...conocidas.
— Ya dilo, Sabemos que te gusta -dijeron las chicas, al unísono.
— ¡No, claro que no! —exclamé, levantándome de la silla.
— Estefanía, no te enfades. Sólo queremos ayudarte. —dijo Jazmín, tratando de calmarme.
— ¿Ayudarme? ¿A qué? —pregunté, incrédula.
— A conquistar a Laura, ¿a qué más? —dijo Natalia, sonriendo.
En ese momento, Laura volvió del baño, y nos vio en esa situación. Nos miró con sorpresa, y nos preguntó:
— ¿Iban a quemar a la bruja sin mí? ¿Por qué la reunión a su alrededor?
Las cuatro se quedaron calladas, y me miraron con complicidad. Yo me quedé sin palabras, y la miré con pánico. No sabía qué decir, ni qué hacer.
— Tranquila. Tú eres la única que tiene el fuego para prenderme —le guiñé a Laura, acercándome a ella.
Las chicas me llamaron coqueta mientras volvían a hacer sus cosas. Laura se me quedó viendo cómo si yo estuviese loca.
Ambas nos fuimos a sentar.
Necesitaba hacerle saber cosas de mí a la chica que me gustaba, y al mismo tiempo saber más sobre ella para poder darle lo que le gusta y conquistarla.
Tomé su mano por debajo de la mesa, pero ella la quitó de inmediato.
Lo sabía, me odiaba.
Voy a recuperar su amor. Ya verá esa perra.
Ah, cierto, no debo insultarla, ella me gusta ahora.
Es la costumbre.
No saber que hacer me pone de muy mal humor, y las chicas se dieron cuenta de eso. Intentaron animar el ambiente, hacerlo romántico, hacerlo tierno, hacerlo sexy. Nada funcionaba. Laura no se despegaba del papel en donde ponía ideas para el menú. Yo ya estaba perdiendo la fé en conquistarla.
Jazmín entonces tuvo una gran idea. Aseguró que no teníamos más galletas ni café, entonces dijeron que ellas estaban muy ocupadas y que como Laura y yo estábamos por terminar, debíamos ser nosotras quienes fueran a comprar. Ella se quejó al principio, pero aceptó y yo también. Lo mejor de todo es que debíamos de caminar bastante para poder comprar las galletas exactas que Natalia pidió.
Un oportunidad perfecta para estar solas. Pensé.
Pero antes de eso, necesitaba llamar la atención de Laura. Hacer algo para que se fijara en mí.
...
Me estaba poniendo un abrigo liviano para salir, pues se nos había hecho tarde, pero no lo suficiente como para ser la hora de la cena. Por fortuna, mi madre me devolvió el celular al saber que debía de hacer un trabajo en grupo y avisé que me quedaría hasta tarde.
Ojalá esa fuera una mentira que encubriera el hecho de que voy a dormir con mi novia.
Un momento, ¿Cómo rayos le voy a pedir que sea mi novia si me odia?
Modo romántico activado.
Romina se me acercó y me ayudó a ponerme el abrigo, me susurró un pequeño plan que tenía para poner celosa a Laura. Empezó tocandome de manera juguetona, me miraba fijo a los ojos, me guiñaba y me abrazaba.
Mi crush estaba al lado nuestro y su reacción de celos no la pudo ocultar, pues me miró con odio y preguntó impaciente si ya estaba lista para salir a comprar. Afirmé y me despedí de Romina con un beso en la mejilla.
Pasamos varias manzanas sin emitir palabra alguna. Estaba empezando a pensar que ya no tendría ninguna chance con Laura y que la había perdido para siempre. Comenté acerca del clima, de lo bonito de la noche, de cuántas parejas salían a esta hora, sin embargo, ella sólo me daba respuestas monosílabas. Y, a veces, ni siquiera era eso.
Esta salida se estaba volviendo incómoda. Y después de tanto tiempo de manipulación, no sabía cómo iniciar una conversación ahora que mis sentimientos son verdaderos.
—
¿Sales con Romina o te gusta? —soltó de la nada, sin apartar la vista del camino.
— Claro que no. Sólo la veo como amiga. —me apresuré a aclarar.
"¿Follas a tus amigas?" La escuché murmurar, estoy segura.
Después de eso, nada.
Miré a mi acompañante una y otra vez, a ver si podía producir algo en ella. Le pregunté si le gustaría un snack dulce o más bien salado.
Ella respondió que le daba igual y que sólo quería regresar a terminar el proyecto.
Tal vez darle celos no fue una gran idea.
Pero si está celosa significa que siente algo por mí.
Justo cuando llegamos al mercado, antes de entrar, Laura me dice que la espere afuera, que ella se encargaría de comprar todo. Quería obedecer a mi chica, y al mismo tiempo estar con ella. Pareceremos una pareja de compras.
Entré con esa ilusión en mi cabeza, busqué a Laura en la sección de galletas.
La observé desde lejos, sin que se diera cuenta de mi presencia, la vi poner en la canasta todos los pedidos de las chicas, y la vi a ella elegirse unos bocadillos dulces.
Nota mental: Laura es una persona dulcera.
Una vez se fue para pagar, tomé las mismas cositas dulces que ella. Y esperé varias personas atrás en la fila para que no notara mi presencia.
Ella había salido para cuando yo estaba pagando y recibo un mensaje suyo preguntando en donde estaba. No respondí, pues quería sorprenderla.
Salí y la vi con la mirada perdida en su móvil.
Me asomé en silencio y la tomé por la cintura. Ella lanzó un grito y me golpeó por todas partes antes de darse cuenta de que era yo.
— ¡Estúpida! ¿Qué querías hacer? —me preguntó, acomodando su cabello.
— Que después de tanto me dirijas la palabra. —le sonreí con sinceridad.
Sus ojos delataron una sensación de sorpresa y luego una gran pena.
Si la presiono ahora lo más probable es que la pierda para siempre.
Seguimos el camino de regreso a la casa de Jazmin. Me ofrecí a llevar las bolsas por ella, pero Laura no quería. Se veía pensativa.
Seguro cree que estoy jugando con su mente otra vez. Mierda.
— Te gustan las cosas dulces, ¿Verdad? —me dijo.
La miré sorprendida de que haya recordado algo como eso. Asentí, feliz.
Laura me mostró el paquete de galletas que eligió y me lo dio.
— Lo compré para ti, como tú no me habías dicho lo que querías, yo...como sea, de nada. —expresó evitando verme a los ojos.
Me reí por mi estúpida confusión y le mostré que yo había comprado el mismo paquete. Ella me miró incrédula.
— Compré esto pensando que a ti te gustaba. —miré ambos paquetes. —Gracias.
Enfoqué mis ojos en contacto directo con los de Laura. Ella estaba sonrojada, pero sin expresión alguna.
— ¿Eso quiere decir que me seguiste adentro en el mercado?
— Lo haces sonar más feo de lo que fue.
— Oh, vamos. Nunca haces las cosas por amor. Aprendí que contigo siempre hay intenciones ocultas.
— Esta vez, no. —sostuve su mano y a pesar de que quiso soltarse no la dejé. —Sé que fui...una mierda, pero quiero que sepas que ya no soy así, y que quiero...
— ¿Qué quieres? ¿Burlarte más de mí? Tu jueguito mental ya no funciona conmigo. —sentenció, soltando mi mano.
Ella tomó unos pasos de ventaja, dejándome atrás.
La oscura noche se postraba por todo el lugar. Su manto estelar desaparecía el retrato de un hermoso atardecer. Un atardecer en donde una cabellera rubia me daba la espalda.
Esa chica estaba herida, y era por mi culpa. Sé lo que debo hacer.
Corrí y me posicioné frente a Laura, la tomé de los hombros, y en cuanto la vi calmada la abracé.
Ella se movía para que la deje ir, pero sin intentarlo mucho. Aseguré que no la soltaría a menos que accediera a hablar conmigo, y eso hizo.
Adoro mi poder de convencimiento.
Respiré hondo mientras me perdía en sus preciosos zafiros que reflejaban la luna en sus pupilas. Sus mejillas estaban rosas y pude sentir como su palpitar aumento su ritmo cuando la abracé. No me cabía la menor duda de que ella sentía algo por mí. Pero debía de mover los cables correctos si quería ganarme su confianza de nuevo.
— Laura, sé que te hice sentir mal y lo lamento, de verdad. Los primeros días en la escuela, quería molestarte porque parecías tenerlo todo, y...sentí envidia.
— ¿Envidia? ¿Tú de mí? —me cuestionaba.
— ¿Por qué te sorprende? Eres hermosa, y una excelente alumna, todos nuestros compañeros te aman y yo venía de una escuela en donde terminé siendo odiada por todos. Sentí celos de ti, y no te voy a negar que sí quería quitartelo todo y hacerte sufrir sólo por el hecho de quién eras. Pero te conocí mejor, y descubrí que no eras lo que yo creía. —suspiré. Ser sincera es más difícil de lo que parece. — Quiero demostrarte que...que...que quiero ser tu amiga, una amiga de verdad.
¿Amiga? ¿Es en serio?
Laura parpadeó y preguntó:
—¿Por qué? ¿Por qué el repentino cambio?
— Me agradas, y de verdad no quiero perder la oportunidad de estar con alguien como tú.
— L-lo pensaré —tartamudeó sonrojada mientras nos pusimos en marcha. — Por cierto, devuelve el zapato que olvidé en tu auto el día del cumple de Sam.
Me quedé boquiabierta.
— ¿Lo sabías?
— Parece que no cubres todas las pistas en tu juego. Mi tía me dijo que tu me trajiste. Gracias por eso.
Ella me sonrió.
No supe cómo reaccionar. No sabía que decir. Sólo podía ver su rostro y su mediocre intento de sorprenderme.
No me cabía la menor duda de que estaba enamorada de ella.
Llegamos a la casa más pronto de lo que esperaba, para ese entonces ya había logrado que Laura se desenvuelva más conmigo. La hice reír y le conté pequeñas cosas de mi pasado. Omitiendo la parte de ella en mi vida, claro. Todavía no estaba lista para decirle todo eso.
Primero debía de hacerla confiar otra vez en mí.
Antes de entrar, la tomé de la mano, me acerqué a su cuerpo lo más que pude sin parecer que la quería besar en ese preciso momento. Me dio una mirada de confusión.
— Perdoname por todo lo de antes. ¿Podemos empezar otra vez? —le pregunté.
Laura pareció pensarlo. Miró abajo a la derecha. Aún no creía en mí. Sonrió.
— Está bien. Un gusto en conocerte Estefanía González, soy Laura.
Quiero besarla ahora y darle todo lo que quiera.
Ella es tan tierna y tan linda. Y tan loca, algunas veces.
Suspiro soltando una leve risa y ambas entramos a la casa.
Realmente la amo.
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