🅄🄽🄰 🄲🄴🄽🄰 🄸🄽🄲ó🄼🄾🄳🄰
Narra Laura
Azul no paraba de llamar a mi puerta. Mi tía salió de compras y dejó pasar a esa traicionera.
Parecía afligida y no pude tolerar el hecho de verla así. Le di una oportunidad para escuchar su versión de lo ocurrido. Esperaba una explicación a lo que pasaba entre ella y mi vecina, pero recibí algo mucho más serio.
Ambas nos sentamos en el sillón de sala y escuché atenta a sus detalles. Y ahora que recuerdo, la ropa que Azul trae puesta se la vi a Estefanía hace tiempo.
¿Será que están viviendo juntas?
Quedé perpleja al escuchar su historia y un par de lágrimas brotaron de sus ojos.
Había pasado ya una semana desde que encontré a Azul en casa de Estefanía, y también una semana desde la última vez que Estefanía se me acercó. Ya ni siquiera podía verla desde mi cuarto, pues su ventana permanecía siempre tapada por unas cortinas.
Azul buscó apoyo en Estefy debido a lo poco que la conocía, y no le importaba lo que podía opinar. Ella me dijo que tenía miedo de lo que yo pensaría de ella si me enteraba, creyó que también haría un escándalo, como su madre.
El contexto era así: hace un tiempo, antes del cumple de Sam, Azul tenía un chico con el cual se veía, pero lo encontró con otra y él terminó con ella, al intentar venir a mi casa caminando se encontró con su madre y su reciente pareja que iban en una camioneta muy vieja y malgastada, la madre le dijo que se subiera, pues debería estar en su casa haciendo sus deberes. Abrumada, Azul respondió que no quería ir, y su madre comenzó a insultarla en la calle, diciéndole todo tipo de cosas.
Conocí a esa mujer una vez, y desde ese entonces jamás me le volví a acercar, pues tiene problemas de ira demasiado graves.
Luego de eso, Azul dejó la camioneta atrás y siguió caminando, volteó la esquina y escuchó que unos pasos la seguían, corrió, pero fue atrapada por su padrastro; intentó actuar amable con ella, sin embargo comenzó a chantajearla y a intentar manosearla.
—"Si no te portas bien le diré a tu mami que te vi fumando." —decía mi amiga.
— ¿Fumas? —le pregunté.
— Claro que no, es fue lo que le dije, pero él dijo que podría dejar una caja de cigarrillos en mi cuarto y llamar a mi mamá para que los vea. Y él dijo, “Ambos sabemos que entre tu o yo, tu mami me creerá a mí.” Yo me quedé en shock, no sabía que hacer, y... volvió a tocarme, fue tan... asqueroso...
Le pedí que parara, revivir eso la estaba afectando y no quería verla llorar. Ya entendí lo que quiso demostrarme, pero quiso continuar y explicarme todo.
Me dijo que su mente se quedó en blanco, y tenía momentos fugases de subirse a la camioneta, su madre insultandola, y luego quedarse en su cuarto hasta que oscureció. Ya en la madrugada, en plena oscuridad un monstruo asomaba sus garras con precaución de no despertarla. Sus sábanas se movieron y su delicada piel fueron tomadas a la fuerza. Se le impidió hablar y, en contra de su voluntad, intentaron tomarla.
Azul dijo que aprovechó el momento en el que pretendió calmarse y acceder a darle una mamada al viejo para morderle su pene y así escapar.
No sabía a dónde ir, no sabía que hacer y pasó esa noche fuera de su casa, asustada y sin pegar un ojo, acercándose a los lugares donde hubiera luz.
Fue el día en que Estefy tocó mi rodilla en clase, se sintió tan bien. Pero recordé que Azul no había vendido a la escuela, por eso Estefy se sentó conmigo. Creí que se había quedado dormida, pero al escuchar su historia me culpé por ser tan mala amiga y no haberle mandando un mensaje para preguntar por qué había faltado.
Dijo que el mensaje era para mí en un principio, pero que de lo envío a Estefy por error y ya había ido a recogerla en su auto para cuando se dio cuenta. Dijo que mi vecina la trató tan bien y que le habló tan dulce que no le vio el inconveniente al confiar en ella.
— No te fies de Estefanía, ella es una chica loca, psicópata que sólo quiere tenernos a todos bajo sus pies —le advertí.
— Pero... Estefy se porta muy bien conmigo y me hizo recapacitar cuando la besé a la fuerza.
— ¿Qué hiciste qué?
— Perdón, estaba tan confundida y además en la escuela corría el rumor de que ella era muy buena en la cama, sobretodo con las chicas. Todo eso me confundió, y sentí tanta ira porque para ella todo siempre es fácil y es fuerte.
De repente, el teléfono sonó y me levanté a contestar. Era mi tía. Me pidió que fuera a la tienda de la esquina a comprar unas botellas de vino y unas cervezas. Me extrañó su petición, pero me extrañó más cuando me dijo el motivo. Resulta que esa noche íbamos a cenar con la familia de Estefanía. Mi tía me explicó que se había hecho amiga de su madre, y que quería que la acompañara. Me quedé sin palabras, no podía creer lo que me estaba diciendo.
Ya sabía yo que los padres de Estefy habían vuelto, pero no había hablado con ellos nunca, ni sabía el motivo de su retorno; sé que no fue por su hija, a ella le va de maravillas arruinando mi reinado.
Le hice varias preguntas, pero no me dio muchas respuestas. Solo me dijo que no podía decir que no, que era una oportunidad para conocer mejor a su familia, y quizás para acercarme a Estefanía. Sabía que mi tía se había dado cuenta de que me pasaba algo con esa chica, a pesar de que la odiaba. Pero no quería admitirlo, ni mucho menos ir a cenar con ella y su familia. Antes de que pudiera protestar, mi tía colgó el teléfono, dejándome con la boca abierta. Mi amiga me miró con curiosidad, y le conté lo que acababa de pasar. Ella tampoco podía creerlo, y me preguntó si estaba segura de querer ir. Yo le dije que no, pero que no tenía otra opción. Ella me abrazó y me dijo que me apoyaba, que no dejara que mis diferencias me ganaran, que yo era más fuerte y más inteligente que ella. Le agradecí sus palabras, y salimos de la casa a comprar las bebidas que me había pedido mi tía. No sabía lo que me esperaba esa noche, pero tenía un mal presentimiento.
En el camino seguí hablando con Azul, y me dijo que tenía algo más que confesarme, algo de lo que no se sentía orgullosa.
¿Qué puede ser peor que contarme que obligaste a Estefanía a besarte? Pensé.
Ella pidió que esperara a que volviéramos a casa para mostrarme.
Esperé, pero cuando llegué, vi que el coche de mi tía estaba aparcado en la entrada. Junto a él, había otro coche que no reconocí. Me acerqué con cautela y miré por la ventanilla. Dentro, vi a mi tía y a una mujer que me resultó familiar. Era una mujer hermosa, de cabello castaño, ojos azules y sonrisa radiante. Era la madre de Estefanía, la mujer que había invitado a mi tía a cenar. Las dos se reían y charlaban animadamente, sin percatarse de mi presencia.
Me quedé paralizada, sin saber qué hacer. Sentí una mezcla de rabia, celos y miedo. ¿Qué hacía mi tía con la madre de Estefanía? ¿Qué se traían entre manos? ¿Qué iba a pasar cuando llegáramos a su casa?
De repente, mi tía me vio y bajó del vehículo junto con la otra mujer.
— Hola, cariño —me saludó, con voz alegre. — Te presento a Laura, mi sobrina. Laura, esta es Sofía, la madre de Estefanía.
— Hola, Laura —me dijo Sofía, con voz dulce. — Encantada de conocerte. He oído hablar mucho de ti.
La Colonia cara de esa mujer era demasiado fuerte para mi gusto.
— Hola, Sofía —murmuré, con voz seca. — Yo también no he oído hablar de usted.
Mi mal presentimiento aumentaba. Antes que nada, estaba ansiosa por saber que tenía que decirme mi mejor amiga. Pero evitó todo el tema. Mi tía sabía de antemano su situación así que ya había arreglado para llevar a Azul a cenar también.
Y así, mi infernal noche comenzaba.
...
Una mujer alta y de cabello oscuro con rostro dulce y delicado nos recibió en la entrada, presentándose como la hermana mayor de Estefanía.
Eso era algo que no sabía que tenía.
Dejé las botellas en la cocina y me encontré con mi enemiga. Sus ojos se iluminaron, pero no de buena manera, sino de la manera en la que mirarías al asesino de tus padres. Se me acercó con velocidad y de manera imponente. Creí que iba a golpearme. Esquivé la vista y cerré mis ojos esperando su violencia, solo para descubrir que en realidad iba por un utensilio de cocina que estaba en la alacena sobre mi cabeza.
Me reí por mis pensamientos.
— Creí que ibas a golpearme —ella no me respondió. — Oh, así que así es como vas a ser. Pues yo tampoco quería venir a verte en primer lugar. —a pesar de mis fastidios ella me ignoraba. —¿Si quiera sabes por qué te portas como una estúpida conmigo?
Mi monólogo se vio interrumpido por Luis, el padre de mi enemiga, que llegó a la cocina para preparar él la cena, se presentó de una manera muy cálida, era un hombre muy amable, todo lo contrario a su hija menor.
— Estefy, ¿No quieres que tu amiga nos ayude?
— No es mi amiga, papá.
Sonreí nerviosa y me fui del lugar antes de que todo se pusiera incómodo.
No iba a aguantar esto toda la noche, quería irme de está casa ya.
Por otro lado, Estefy se veía realmente bien con delantal de cocina. Mmm, si viniera a verme así dejaría que me cocine lo que quiera.
Pero que mierdas estoy pensando. ¿Por qué pensé eso? Yo no la quiero así. No la quiero y punto.
En delantal de cocina, que horror.
Busqué a Azul para distraerme. Fui hacia el baño y escuché extraños sonidos. Esos eran chupetones y besos de lengua. Unas risillas al final.
“Dios, Sofía. Esto está mal.” escuché decir a mi tía, “Lo sé. Pero no me importa, ¿Y a ti?” preguntó la madre de Estefanía.
Escuché un no y los besos siguieron, y solo Dios sabe que otras cosas hicieron, pues me fui a la planta baja. Estaba en shock por lo que había oído y la hermana mayor lo había notado, pero pretendí que todo estaba bien. No iba a arruinar a una familia y menos una cena tan elaborada como esta.
Pero... Vaya que mi tía me sorprendió. Luego charlaría con ella.
¿Todo este encuentro habrá sido un montaje para así liarse en el baño de su casa? Deben ser amantes de la adrenalina.
...
Estefanía nos servía la cena a los invitados, mientras su madre la halagaba, su padre traía los demás platos y su hermana mayor hacía algún que otro comentario pasivo agresivo sobre su forma de caminar.
Era divertido ver cómo alguien ponía a Estefanía en su lugar. Pero también muy incómodo.
Mi enemiga no me había dirigido la palabra desde que llegamos, y eso todos lo habían notado. Azul, por otro lado, hablaba hasta por los codos con Estefy.
Conocí mejor a la hermana mayor de mi enemiga, Victoria, una mujer muy hermosa, es una doctora, me dijo cosas muy graciosas de su hermanita, me dijo que ya nos habíamos conocido. Pero yo no la recordaba.
Carajo, el nombre Victoria me recuerda a Vicky, la estúpida por la cual Estefy decidió irse y dejarme en mi casa.
Estefanía y Azul se sentaron frente a Vicky y yo, mi tía al lado de Sofía y el padre en la punta de la mesa.
Había anécdotas, preguntas sobre nuestro futuro y comentarios que sólo deberían decirse en familia. Me sorprendió el cariño con el que los demás trataban a Azul, dándome a entender que se había estando quedando con ellos esta semana.
Durante la comida sentí algo subir por mi pierna. Miré hacía abajo sin discreción y vi el pie de Estefanía volver a su lugar, es decir, ella había hecho esto. Pero no se iba a quedar así.
¿Quien se creía? Tocandome o dejándome de hablar a su antojo.
Ella estaba confundiendo mi mente, tanto que hasta el hecho de que me robara mi popularidad en la escuela no me importaba y sólo podía pensar en ella, en su personalidad, en su cuerpo y en el retorcido mundo en el que vive y lo que quería de mí. Me tenía dónde quería, loca por ella.
— ¿Se acuerdan de cuando Estefy me visitó en urgencias? —dijo Vicky.
La miré con curiosidad.
— Cállate, vaca —amenazó su hermana menor.
— Sí, Victoria. No toquemos esos temas en la mesa. —pidió su madre.
La conversación murió ahí y todo se volvió muy incómodo.
Sólo se oían los ruidos de platos cuando vuelvo a sentir el pie de Estefanía subir por mi pierna. La miré con odio, ella me sonrió. Me estremecí a medida que subía y las palabras de Azul vinieron a mi mente: “en la escuela hay rumores de que ella es buena en la cama, sobretodo con las chicas.”
Dios, ¿Qué clase de situación de porno barato es está?
Primero mi tía y ahora esto.
Está familia me va a enloquecer.
Me disculpé para ir al baño. Había dado rienda suelta a mis fantasías y estaba comenzando a respirar más rápido de lo normal. No podía dejar que me vieran así los padres de esa perra tramposa.
Debí tardarme demasiado, pues adivinen quién vino a verme.
— ¿Estás bien? —preguntaba Estefanía mientras entraba.
— Te odio —fue lo primero que pude decirle. La odiaba por haberme puesto así.
— Sí, eso ya me lo habías dicho. Pregunta, ¿Te gusta mi cuerpo, verdad?
— Vete a la mierda, maldita engreída.
Me dirija a la salida del baño, cuando ella pone su brazo en el marco de la puerta, impidiendo el paso.
— Responde —su tono de voz y mirada eran serias. Parecía estar buscando un detonante.
— ¿Por qué? ¿Quieres que te infle más el ego? ¿Qué más quieres de mí? Ya me robaste todo en la escuela, eres mejor que yo en todo, ya no tengo nada, ¿Quieres oír que también me venciste mentalmente? Pues sí, creo que eres muy bonita, ¿Y qué?
Nuestros rostros estaban muy cerca, tanto que casi podía besarla. Pero no lo hice. Ella sonrió y se alejó, dejándome en silencio, sola y aún más confundida.
Ya basta. Me harté.
Tengo tantas ganas de destrozar todo.
Decidí que no importaría más lo que ella haga, de ahora en adelante, nada me distraeria de recuperar mi lugar en el trono. Ni siquiera es eso. Sólo quiero... hacerla sufrir.
...
Al finalizar el encuentro, todos nos despedimos e incluso traté con mi mejor sonrisa a Estefanía, cosa que la dejó un poco perpleja. Pero antes de irme me acerqué a Victoria para preguntarle por el episodio de su hermanita visitándola en urgencias.
Resulta que cuando era pequeña Estefy se cayó por unas escaleras y se abrió muy poco la cabeza y se quebró la muñeca izquierda, debiendo ser hospitalizada de inmediato.
Me sorprendí, hasta sentí pena por ella.
Sin embargo, lo más impactante fue escuchar que debería saberlo, pues a Estefanía yo ya la conocía en ese entonces.
— Vámonos, Lau. Mañana sigues con el chisme — me apresuró mi tía y no pude escuchar más.
Me quedé en mi cama pensando en ello toda la noche.
¿A Estefanía ya la había conocido antes?
— Azul —llamé a la chica que dormía a mi lado. Ella apenas si reaccionó —¿Conocíamos a Estefanía antes?
Azul no la recordaba y yo tampoco.
Suspiré agotada.
Tocaba hacer lo de las viejas películas: Revisar los álbumes de foto de las múltiples escuelas a las que he ido antes.
Ah, que días aquellos, cuando era una niña rebelde.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro