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Narra Laura
La noche pasional se extendió hasta altas horas de la madrugada, el tiempo parecía detenerse mientras nos entregabamos la una a la otra con una pasión desenfrenada. Cada caricia, cada beso, cada gemido nos sumergía en un torbellino de sensaciones intensas y placenteras.
Nuestros cuerpos se movían al compás del deseo, explorando cada rincón con avidez y entregándonos por completo al éxtasis del momento. El sonido de nuestras respiraciones entrecortadas se mezclaba con el susurro de las sábanas y el crujir del colchón, creando una sinfonía de pasión y entrega.
Estefanía y yo nos miramos a los ojos, comunicándonos sin palabras el amor y la conexión que compartimos. Cada mirada intensa, cada gesto apasionado, nos llevaba más allá del placer físico, conectándonos a un nivel más profundo y espiritual.
El tiempo pareció fugaz, las horas se desvanecieron en un torbellino de deseo y amor. Nos fundimos en abrazos apasionados, en besos que queman en fuego nuestras almas, en caricias que nos llevaron al borde del precipicio del éxtasis.
Finalmente, exhaustas y saciadas, nos dejamos caer en la cama abrazadas una a la otra, sintiendo la calidez de nuestros cuerpos y el latir acelerado de nuestros corazones. En silencio, nos acurrucamos juntas, compartiendo un momento de intimidad y complicidad que nos unió aún más que antes.
Así, en el silencio de la madrugada, abrazadas y complacidas, nos sumimos en un sueño reparador.
Desperté y la observé, rasgo por rasgo, sus pestañas, sus labios, aún dormía. Es tan hermosa que no pude enojarme con ella.
La noche anterior, anterior al sexo, Estefanía y yo discutimos. Su secreto no resultó ser algo grave, pero su temperamento había logrado sacarme de mis cabales. Entonces ¿Cómo es que terminamos follando?
Verán, luego de pedirle explicaciones sobre las propiedades en alquiler, ella confesó que había estado buscando lugares en donde pudiéramos mudarnos juntas. En un principio me reí, pues ninguna contaba con el dinero suficiente ni para comprar un refrigerador, pero la seriedad en su rostro me hizo pensar que no era una broma.
— ¿Estás loca? ¿Sabes cuánto nos saldrá independizarnos de esa manera? Apenas si tengo tiempo para la universidad y tú quieres que me encargue de toda una casa —le dije.
— Yo me encargaría de todo, tú podrías estudiar tranquila. Por favor, di que sí.
— ¿Y tus estudios? ¿De dónde vamos a sacar todo el dinero? No creo que endeudarnos con un préstamo sea buena idea a esta edad.
— Le pediré a mi mamá. A algún familiar, alguien nos ayudará. Ya no aguanto vivir tan lejos de ti, verte y tocarte cada cuatro meses —me expresó casi en un lamento.
— Estefanía, me sorprendes. De las dos, tú siempre eres la que piensa más en el futuro. No puedes ser así de impulsiva —le reproché.
Ella se volteó en la cama, dándome la espalda. ¿A caso iba a llorar?
— Todo lo que quiero es que estés conmigo. ¿Tú no?
¿Cuan insegura puedes ser? Pensé.
— ¡Claro que sí! —me exalté, poniéndome sobre ella. — ¡Te amo más que a nada en el mundo! Por ahora.
— ¿Cómo que por ahora? —Estefy rió. — Eres una maldita —ella me volteó, poniéndose sobre mí.
Ambas nos miramos. Nuestros ojos conectándose con amor, como si nos prometieramos con la mirada no soltarnos nunca.
— Quítate, estás pesada —me burlé entre risas.
— Te amo —me confesó para después besarme.
— Aún somos muy jóvenes, Estef. Sé que no aguantas a tu madre, ni el depender de su dinero —le dije, acariciando su mejilla. Ella cerró los ojos, disfrutando de mi calidez —, pero esta no es la manera de ser libres.
Estefanía se quedó quieta, su mirada perdida en algún punto distante de la habitación. Luego, con un suspiro, se volvió hacia mí.
— Sé que suena a locura, y probablemente lo sea —admitió, una sonrisa cansada asomando en sus labios—, pero, ¿sabes? A veces, la locura es solo... tener esperanza.
— Esperanza no paga las cuentas, Estefy —respondí, aunque mi tono era más suave ahora.
— Lo sé, lo sé —dijo, pasando una mano por su cabello—. Solo... quería creer que podríamos hacerlo. Que podríamos ser esa excepción, ¿sabes?
Asentí, entendiendo ese deseo. Todos queremos ser la excepción de vez en cuando.
— Vamos a hacerlo bien —le aseguré—. Con tiempo, planificación... y quizás un poco de esa locura tuya.
Ella sonrió, y aunque había desilusión en sus ojos, también había determinación.
— Entonces, ¿empezamos a ahorrar? —preguntó, con un nuevo brillo de esperanza.
— Empezamos a ahorrar —confirmé, y en ese momento, a pesar de la realidad de nuestra situación, sentí que todo era posible.
— ¿Ahora sí me darás mi regalo de cumpleaños? —preguntó con un tono juguetón.
Sus manos ya habían comenzado a recorrer mi cuerpo, el que conoce su tacto de memoria. Sentí estremecer donde sus yemas pasaban. No me cabía la menor duda de que amo a esta mujer.
Los besos no tardaron en aparecer, continuando lo que habíamos dejado pausado.
Y así, después de todo lo vivido, me encuentro aquí, sentada frente a la ventana de nuestro apartamento, contemplando cómo la lluvia dibuja senderos en el cristal. Estefanía duerme tranquila a mi lado, ajena a los pensamientos que me asaltan en este silencio. A veces, cuando la miro, no puedo evitar sonreír al pensar en lo mucho que ha cambiado mi vida desde que ella llegó.
Son las dos de la mañana, en un par de horas nuestras alarmas sonarán para que vayamos a trabajar. Observo a Brian, el Golden retriver que decidimos adoptar juntas, durmiendo con placer en medio de nosotras, sonrió por eso. Los años que llevamos unidas la una a la otra son los más felices que puedo tener hoy en día.
— Lo conseguimos —le susurro a mi amada, acariciando su cabello.
Estefanía no es perfecta, nadie lo es. Tiene sus días malos, sus momentos de duda y sus arrebatos de impulsividad que tanto me exasperan, igual que yo. Pero también tiene esa risa contagiosa que ilumina los días más grises, esa pasión por vivir que me arrastra en su corriente, y esa capacidad de amar sin reservas que me envuelve y me sostiene incluso en mis peores momentos.
He aprendido a amar cada faceta de su ser, incluso aquellas que me desafían y me sacan de mi zona de confort. Porque en cada uno de esos aspectos, buenos o malos, encuentro la esencia de lo que nos hace únicas, de lo que nos hace humanas.
Estefanía me ha enseñado que el amor no es sobre ser perfecto para ser amado, sino de que vean la perfección en en ti, con todas tus imperfecciones. Porqué la otra persona te ama tal cual eres. Y yo he encontrado mi perfección en ella, en cada sonrisa, en cada lágrima, en cada palabra de aliento y en cada silencio compartido.
Me levanto sin hacer ruido y tomo mi diario de cuero rojo, acaricio la cubierta, leyendo las últimas páginas que logré escribir en él, hace tan sólo unas semanas, mientras Estefanía preparaba el desayuno para mí, ese fue un hermoso domingo:
“Me llamo Laura, y esta es la historia de cómo Estefanía y yo pasamos de ser rivales a compañeras de vida. Todo comenzó en nuestro último año de secundaria, cuando ella apareció de la nada y amenazó mi reinado como la reina indiscutible de la escuela. Estefanía, con su aire misterioso y encantador, se convirtió rápidamente en una sombra que oscurecía mi brillo. No estaba dispuesta a ceder mi trono, así que me dediqué a conocer todo sobre ella, o al menos lo intenté, con la esperanza de encontrar algo que pudiera usar para humillarla y mantener mi corona.
Pero lo que empezó como una misión para desenmascararla se transformó en algo que nunca esperé. Estefanía, a pesar de mi hostilidad, comenzó a mostrarse amable y amorosa conmigo. Mi corazón estaba confundido; no sabía qué sentir. A lo largo del año, pasamos del amor al odio, desentrañando mentiras y engaños del pasado. Resultó que yo había sido la acosadora de Estefanía cuando éramos niñas. Ella había vuelto en su último año de secundaria con el objetivo de hacerme la vida imposible, pero no lo hizo. Yo había cambiado, y eso la desconcertó, hasta el punto de enamorarse de mí. Cosa qué aún sigo sin entender.
Después de aclarar todo y resolver los problemas del pasado, nos dimos la oportunidad de conocernos de nuevo. Y así, a través de los años, nuestras vidas se entrelazaron en una serie de aventuras y desventuras. Compartimos risas y lágrimas, éxitos y fracasos. Nos apoyamos mutuamente en cada proyecto universitario, celebrando cada victoria con cenas improvisadas y bailes en la sala de la casa de mi tía.
No todo fue fácil; hubo momentos de tensión y discusiones sobre las trivialidades de la vida cotidiana. Pero cada desacuerdo nos llevó a una comprensión más profunda de la otra, a resoluciones que fortalecían nuestra relación. Aprendimos a comunicarnos, a no dejar que el orgullo se interpusiera entre nosotras.
Ahora, graduadas y con carreras en ascenso, vivimos juntas en un apartamento con vistas a un parque, cercano a nuestros trabajos. Miro a Estefanía, que prepara el desayuno en una mañana de domingo, y pienso en Todo Sobre Ella. En cada pequeña imperfección y gran virtud, en cada momento de locura y de paz, en cada risa y en cada silencio cómplice. Amo cada detalle, cada recuerdo, cada sueño compartido y cada desafío superado. Porque todo, absolutamente todo, es lo que nos hace 'nosotras'.”
— Laura —me llama, Estefanía, aún dormida.
— ¿Qué?
— ¿Qué haces? —pregunta.
— Nada —sonrío, y vuelvo a acostarme con ella. — Recordaba como eras de adolescente.
— Estúpida, eso era.
— Sí, pero una estúpida encantadora —le digo. —Una estúpida con la que comparto mi vida.
— No del todo. Todavía nos falta el matrimonio —balbucea para después dormir otra vez.
Pero yo no puedo dormir; mi mente está acelerada, llena de pensamientos y posibilidades. Me imagino nuestra boda, y siento cómo mi corazón late con fuerza ante la idea.
Camino hacia ella, con cada paso sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción. Mi vestido, simple pero elegante, fluye con cada movimiento. Estefanía me espera, su sonrisa es la luz que guía mi camino, y sus ojos... esos ojos que siempre me han prometido un futuro juntos, ahora reflejan la misma ansiedad emocionada que siento yo.
La fiesta de nuestra boda es un reflejo de nuestros sueños y deseos. El salón está decorado con una elegancia sublime, cada detalle cuidadosamente seleccionado para crear un ambiente mágico. Las luces tenues se entrelazan con telas delicadas que caen desde el techo, creando un efecto de estrellas danzantes sobre nosotros.
Las mesas están adornadas con centros de flores frescas, sus aromas mezclándose con la esencia de la felicidad que llena el aire. Los manteles de satén brillan bajo la iluminación suave, y cada silla está vestida con una funda que lleva un lazo de color pastel en la espalda, como un abrazo cálido a cada invitado.
La pista de baile espera en el centro, invitándonos a compartir nuestro primer baile como casadas. La música, una selección de nuestras canciones favoritas, promete llevarnos a través de cada paso y giro con la promesa de una vida de bailes juntos.
Nuestros votos están llenos de promesas personales, palabras que hemos compartido en la intimidad de nuestra relación. Prometo ser su apoyo, su compañera de vida, su refugio en la tormenta. Y aunque mi voz tiembla, cada palabra es un firme compromiso de amor y lealtad.
Cuando finalmente decimos "sí, acepto", es más que un acuerdo entre nosotras; es un pacto con la vida misma, aceptando todo lo que hemos vivido y todo lo que está por venir.
Y mientras miro a mi alrededor, siento una oleada de ansiedad; todo es tan perfecto, tan hermoso. Pero entonces, Estefanía me toma de la mano, y su tacto es un recordatorio de que, más allá de la decoración y la celebración, lo que realmente importa es que estamos juntas, comenzando este nuevo capítulo como una.
— Te amo —nos decimos mutuamente.
Todo Sobre Ella es lo que me ha llevado a este momento, y mientras nos preparamos para celebrar con nuestros amigos y familiares, sé que cada risa, cada abrazo y cada felicitación es parte de la vida que hemos construido y seguiremos construyendo, juntas.
Fin.
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