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Todos estábamos emocionados en el salón.

Nos arreglábamos, pintamos, nos cambiábamos de ropa y nos adornamos como estatuas en exhibición.
Natalia me ayudaba a rizar mi cabello para parecer una chica de los 90. Mientras, Azul abotonaba la camisa de Estefanía, quien se veía realmente bien en un atuendo retro.

Habíamos pasado más de dos semanas juntas o con nuestro grupo de amigas. Pude notar como la confianza de Estefy en mí aumentaba cada vez más.

Me contó que, por ejemplo, nunca había tenido mascota porque su hermana es alérgica a los pelos de perros o gatos; me dijo que una vez se tiñó el cabello de fucsia sólo para impresionar a su crush en su antigua escuela; también que le encantaban las películas de ciencia ficción y fantasía; que sus colores favoritos eran el dorado y el azul; que le tenía miedo a la oscuridad; que cuando era pequeña estuvo a punto de ser atropellada, pero un hombre amable la salvo, un hombre que se convirtió en su padrino; me contó que no tenía un Hobbie, pero que estaba abierta a cualquier posibilidad; dijo que le gustaría estudiar medicina, como su hermana, pero que se dedicaría a los animales, es decir veterinaria.

Su animal favorito, el que la representa según ella, es el koala. Dijo que le encantaría conocer la muralla china, las pirámides y Machupicchu.

Era una chica divertida que sabía cómo hacerme reír. Nos llevábamos bien este último tiempo.
Y con todo eso, mi plan de vengarme iba en disminución.

Pero tenía que hacerle algo, no quería involucrarme más con ella. No podía tolerar este sentimiento desbordante en mí.
Debía de hacer algo para que me odiara por completo y se alejara de mí. Lidiar con el amor que estaba sintiendo por ella me estaba matando.

Sí, lo acepto, me gusta Estefanía.
Pero ya tenía planeado todo lo que pasaría, la humillación pública que le haría. Sin embargo me sentía mal por hacerle algo así, necesitaba una gota, algo que me mostrara que Estefanía no había cambiado y que todo esto sólo era otro de sus juegos. Necesito creer que estoy haciendo algo malo porque ella sigue siendo mala.

El evento empezaría las 10 de la mañana y terminaría a las 6 de la tarde.
Se le entregaría un premio al grupo que mayor cantidad de clientes haya obtenido y puntos extra en la materia que quisiéramos.

Casi al final de la feria, mi plan estaba programado para enviar y reproducir en el proyector de la escuela un vídeo que humillara a Estefanía y la dejaría mal parada socialmente.

Tenía que encargarme de cambiar el pendrive que el di al encargado de los videos, tenía que cambiarlos antes de que fuera demasiado tarde.

Estaba por salir del aula, en 5 minutos empezaría la feria. Todas mis amigas me estaban esperando en el gran salón donde sería el evento. Todas menos Estefy. Ella se estaba maquillando en una esquina del aula, se ponía una sombra de ojos llamativa de la época.

Yo observaba sus movimientos, eran tranquilos y seguros. Se sentía en completa confianza ahora, su lenguaje corporal había cambiado al de cuando empezó a asistir a esta escuela.

— Estás muy bonita. No necesitas ponerte nada más. —le comentó una compañera nuestra de manera sarcástica.

Sentí rabia al ver qué la molestaban. Iba a decir algo en su defensa, pero Estefanía se adelantó y les respondió:

— Gracias, pero no me importa tu opinión. Ya sé que me veo bonita. No me afecta lo que digas de mí, porque sé que debe ser difícil ser una persona insegura y envidiosa. Ocúpate de tu propia vida.

Sonreí al ver lo fuerte que era para defenderse sola.

— Por esa actitud odiosa es que nadie te quiere. ¿Verdad, Laura? —me miró mi compañera.

Estefy se volteó sorprendida al ver qué estaba ahí. Esperó mi respuesta.

— No. Estefanía es muy linda y muy amable. No puedo decir lo mismo de ti, Ana.

Estef terminó de maquillarse y se acercó a mí. Me tomó de la mano y me dijo con una sonrisa plena en su rostro:

— Vamos, no quiero perderme la feria. Seguro que hay muchas cosas divertidas que hacer.

Salimos del aula y nos dirigimos al gran salón. Allí nos encontramos con nuestras amigas, que habían montado un puesto de cafetería de los 90. Tenían una máquina de café, una tostadora, una licuadora y una radio. Todo decorado con carteles de películas, series y cantantes de esa época.

— Hola, chicas. ¿Qué les parece la cafetería retro? —nos dijo, Natalia con una sonrisa.

Expresamos nuestra fascinación por el lugar y la decoración. Ahora todo lo que quedaba era aguardar a los clientes.
Jazmín nos utilizó como prueba y nos sirvió unas Donuts y tostadas.

Tomamos nuestras cosas y nos dispusimos a disfrutarlas. Pero antes de dar el primer bocado, Estefanía me miró con una expresión traviesa.

— ¿Sabes qué? Creo que este donut necesita algo más. —dijo.

— ¿Qué? —pregunté.

— Esto. —dijo y me puso el donut en la cara, manchandome con un poco de chocolate.

— ¡Estefanía! ¡Qué haces! —exclamé entre risas.

— Combina contigo, dulzura. —dijo y me limpió con una servilleta.

— Está bien. Pero ahora me toca a mí. —dije y le puse la tostada con mermelada en la cara, llenándola de dulce.

— ¡Laura! ¡Qué haces! —exclamó entre risas.

— Es una broma. No te enojes. —dije y le limpié con otra servilleta.

Nos miramos y nos echamos a reír. Estábamos hechas un desastre, pero nos daba igual.

Mientras esperábamos y nos limpiabamos los restos de los dulces, nos sentamos en una mesa y pusimos la radio. Sonaba una canción de los Backstreet Boys. Estefanía se puso a cantar y a bailar en su silla. Yo la miraba con admiración y ternura. Era tan hermosa y divertida. Me encantaba verla así.

— ¿Qué? ¿Te gusta lo que ves? —me preguntó ella con picardía.

— Tal vez —le dije.

— Pues a mí sí me gusta lo que veo —me dijo.

Sentí una puntada en mi pecho al escuchar sus palabras. Hace tiempo me di cuenta de que ella no estaba interesada en mí como una simple amiga.

Estaba por pedir más información sobre su comentario, pero los clientes llegaron y nos tuvimos que poner a trabajar.

El ambiente estaba lleno de alegría y nostalgia. Hice un excelente trabajo diseñando un menú lleno de deliciosos postres y bebidas retro. Yo me encargaba de preparar unos brownies de chocolate y una limonada casera, mientras Estefanía se ocupó de ser la mesera. Se veía tan sexy en ese outfit.

De vez en cuando charlaba con la gente y respondía con comentarios graciosos y espontáneos. Comentarios que me hicieron reír y a todos los presentes, creando un ambiente cálido y acogedor.
Pasamos la tarde siguiéndonos con la mirada. Estefanía y yo. Noté en la forma dulce que me miraba. La culpa me estaba carcomiendo por dentro.

Debo alejarla de mí y hacer que me odie.

Pero no quería alejarla, me gustaba como ella me hacía sentir, me gustaba el como me trataba, me gustaba la persona que era con ella. Y no mencionar el enorme deseo sexual que le tengo.

La tarde estaba llegando a su fin, necesitaba tomar una decisión. La quería en mi vida o no. ¿Podía aceptar este tipo de relación con una persona como ella?

Tengo miedo. Pero...la quiero.

Dejé el puesto por un momento y fui a buscar al chico al que le entregué el pendrive. Pero era demasiado tarde. El vídeo se había comenzado a reproducir. Intenté advertirles que debía de cambiar una cosa, pero los directivos se interpusieron ante mí, adjuntando que si quería cambiar algo lo hubiera hecho antes de entregarlo. Y no podía decirles que en ese vídeo había algo humillante que atentaba contra la persona de Estefanía.

¿Qué pensarían de mí?

Su parte aparecerá pronto. ¿Les digo o no les digo lo que hice? ¿Qué me dirán? Perderán toda la estima que me tenían. Le dirían a mi tía. ¿Cómo me verían de ahora en adelante?

Mi respiración se volvió pesada y mis oídos dejaron de escuchar todo a mi alrededor, emanando un fuerte pitido cuando vi empezar el vídeo.

Pronto todos comenzaron a reír. Se estaba reproduciendo una compilación de momentos graciosos de gatitos.
No entendí qué había pasado, pero agradecí con todo mi corazón a quien haya cambiado el vídeo.

Volví a mi puesto, fingí que todo estaba bien. Pero no me podía quitar de la cabeza quien había cambiado el pendrive.
No importaba, ya que tanto la reputación de Estefy como la mía estaban a salvo.

Hubo un momento, antes de que se fueran los clientes, en el que Estefanía se me acercó y rozó su mano con la mía. Sentí un ardor por dónde su piel tocó la mía y mi corazón palpitaba tan fuerte que, pronto, la sangre llegó a mis mejillas, sonrojandome.

— ¿Qué quieres? —le pregunté, de manera tímida.

No podía verla a los ojos.

— Nada. Estás muy linda. Me gusta admirarte. —me dijo, mientras guardaba los platos usados en una bolsa.

Me gustaba esto que tenía con ella. No estaba segura de lo que era. Si era romántico, amistoso o simplemente sexual. Pero si ella daba el primer paso, le seguiría su juego.

Cuando la feria terminó, Azul podía observar como había cambiado nuestro lenguaje corporal la una con la otra.
Le pregunté si ella cambió el pendrive. Me dijo que no. Me preocupé entonces, quería decir que alguien tenía el original en algún lado. Alguien sabía la mentira que puse allí sobre Estefanía.

— Vamos, Azul, Lau. Yo las llevo. —nos gritó alegre mi vecina desde la puerta de la escuela.

Mi amiga dijo que iría caminando. Me abrazó y susurró en mi oído algo que me hizo sacar una risa nerviosa. Me despedí de ella para poder irme con Estefy. Cargamos algunos platos, manteles y demás instrumentos de cocina en su auto, nos subimos, nos pusimos el cinturón y nos pusimos en marcha.

— ¿La pasaste bien? —pregunté.

— Me encantó. Hacía tiempo que no me relajaba tanto en público. Gracias —dijo tocando mi mano suavemente. — ¿Por qué no vino Azul?

— Quiso volver caminando.

Mantuvimos una pequeña charla, la mayoría diciéndonos halagos. Cuando llegamos a nuestras casas, Estefanía se estacionó para que me bajará directo en la mía, a pesar de estar a unos pocos metros de la suya. Era una chica muy caballerosa.

Es ahora o nunca.

— Llegamos a destino. ¿Te llevo maña...

Me acerqué lo más que pude, lento pero seguro. Me miró confundida.

¿Será que malentendí sus señales?

Tomé su mano, roce mis pechos contra su brazo y le dije:

— Me gustas, Estefanía.

Me ruborice, ella estaba en shock.
Decidí despertarla con un beso, pero en cuanto me acerqué a sus labios, movió su cabeza hacia atrás, evitandolo.
Luego reaccionó y se disculpó.

Me sentí tan tonta y tan humillada. Sabía que no podía confiar en ella, sabía que sólo quería manipularme.

Me bajé del auto sin decir una palabra y sin escuchar a sus llamados.
Bajó corriendo y se paró frente a mí, impidiendo que entrara a mi casa.

— Perdóname. Me sorprendiste. No quise alejarme. No esperaba que fueras tú quien diera el primer paso.

— Muévete. —le pedí, sintiendo mis ganas de darle un puñetazo.

Estefanía suspiró.

— ¡También me gustas, Laura! ¡Lo digo en serio! ¡Te amo! —exclamó, llamando la atención de los que pasaban.

Me sentí avergonzada y le tapé la boca. Pero ella no paraba de gritar que me amaba.

— Cállate ya. —le pedí, con una mezcla de enojo y desesperación.

— Me callaré si me das un beso. —dijo, poniendo los labios como pato.

No pude evitar reírme. Sentí que decía la verdad. Y si ella estaba haciendo todo esto para lastimarme después, pues se estaba tomando demasiadas molestías.

Me cansé de especular. Me acerqué a sus labios y dejé que pasara lo que debía de pasar.

La besé muy rápido, tanto que se quedó mirándome con asombro. La besé otra vez, besos pequeños y cortos como el que le darías a un gatitos.

Estefanía se rió, me tomó las mejillas y me pidió que guardara la calma. Yo obedecí, dejándome guiar por su comportamiento.

Sus labios se acercaban demasiado lento a los míos. Me estaba desesperando. Y en cuanto llegó, los dejó ahí. Y sentí como si todo mi cuerpo se hundiera en un suave colchón hecho de nubes.

El ambiente se volvió más íntimo y emocionante. El sonido de la gente a nuestro alrededor se desvaneció en un segundo, y solo había una conexión palpable entre nosotras dos. Los latidos de mi corazón se aceleraron. Siendo como si un millón de mariposas revolotearan en mi estómago. Un cosquilleo eléctrico se extendió por mi cuerpo, haciéndome sentir viva y suspirar involuntariamente.

El beso fue suave pero apasionado, como una caricia delicada pero llena de deseo. El sabor de sus labios era dulce, adictivo, y me envolvía en un torrente de emociones indescriptibles. Cerré los ojos, dejándome llevar por el momento, por la conexión única que había entre nosotras.

Las manos de Estefanía se deslizaron por mis mejillas, acariciando cada centímetro de mi piel con ternura. Sentí que el mundo entero desaparecía a nuestro alrededor y éramos solo ella y yo, fundidas en un abrazo emocional.

El ambiente se volvió eléctrico y emocionante, mientras nuestros labios se encontraban en un beso que hacía estallar fuegos artificiales en mi interior.

Fue un beso lleno de pasión y deseo desbordante, como si nuestros labios quisieran devorarse mutuamente. El sabor dulce de sus labios se fundió con el mío, creando una combinación exquisita que me hacía querer más.

La brisa acariciaba nuestras mejillas mientras seguíamos besándonos, creando una sinfonía de suspiros y pequeños jadeos. En ese momento, solo éramos dos almas perdidas en el placer del momento, sin pensar en el pasado ni en el futuro.

Cuando finalmente nos separamos, nos miramos con una sonrisa cómplice y el brillo de amor en los ojos. Sabíamos que habíamos compartido algo especial, dejando una dulce sensación en mis labios.

No me importaba si en la escuela ya no era popular, había encontrado a alguien que me hacía sentir más querida que lo que cualquiera en esa escuela podría haberme hecho sentir. En ese momento, solo importaba lo que estábamos viviendo. Y juntas, nos dimos cuenta de que eso era más que suficiente para seguir explorando el amor que nos había unido en aquel beso.

Ahora que la probé, ahora que empezamos con esto, no podía parar.
Seguimos así, unidas en un abrazo íntimo con besos de por medio, diciéndonos cuánto nos queríamos. Y Estefy no paraba de decir cuánto se arrepentía de no haberme mostrado su amor antes.

Todo iba bien. Nos habíamos prometido intentar tener algunas citas antes de ser novias. "Novias" de sólo pensarlo me derrito.

Hasta que mi tía llegó y nos vio así.
Me felicitó por mi buen gusto, e invitó a Estefanía a cenar. Ella aceptó gustosa y luego me dio otro beso.

En eso, veo a Azul llegar a lo lejos, ella caminaba muy despacio. Me le acerqué, preocupada. Estaba bien, me dijo que estaba cansada de tanto correr.

Estefanía venía detrás de mí y mi amiga aprovechó para darme una nota con el pendrive dentro.

La abrí, indicándole a Estefanía que llevara a Azul a mi casa. En cuanto se fue, leí la carta.

Estefanía salió a verme después de dejar a nuestra amiga.

— ¿Estás bien, amor? Te ves pálida. —me preguntó.

— Lo estoy. Estoy bien. Vamos, hay que ayudar a cocinar. Me muero por saber si mi tal vez futura novia podrá atenderme bien en un futuro. —le sonreí, sintiendo que mi mundo se derrumbaba.

Si no hacía caso a las demandas de la carta. Perdería todo esto. Y si obedecía, de igual forma me quedaría sin nada.
Todo lo recuerdo borroso y oscuro después de leer la nota. Un fuerte peso se alojó en mi pecho.

¿Por qué?

Era en todo lo que podía pensar.

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