🄴🅂🅃🄴🄵🄰🄽🄸🄰
“Mis ojos encontraron los suyos en la escuela, y su sonrisa me desafió. No era solo una amenaza para mi corona, sino también para mi cordura. ¿Quién era ella realmente? Y, más importante aún, ¿qué oscuros secretos ocultaba detrás de esa belleza enigmática?”
La maldita alarma sonó, anunciando el comienzo del lunes, y con ella el alegre canto de las aves. Me levanté para ir al baño, pero no sin antes echar un vistazo a mi celular y pasar un rato en Instagram. Mi cabello rubio, largo y desordenado cubría parte de mi rostro, pero lo aparté para admirar mis ojos azules y las pequeñas ojeras que tenía. Mi piel blanca, ligeramente bronceada por el sol, resaltaba el brillo de mis brillantes ojos.
Tomé una refrescante ducha y luego me puse el uniforme escolar: una camisa blanca de manga corta, una falda gris, un cinturón y unos zapatos negros, y unas largas medias blancas. Me encanta como esta ropa resalta mis atributos mientras realza mi figura estética. Después de admirarme en el espejo, cepillé mi cabello para que luciera ondulado, resalté mis pestañas y finalmente pinté mis labios con un labial rojo intenso.
— ¡Me voy! —me despedí de mi tía y tomé mi mochila antes de salir caminando hacia la escuela.
Era un hermoso día sin nubes, con un sol radiante que hacía brillar mi cabello. Sentía la brisa acariciar mi rostro, una sensación de calma y agradable. Mientras caminaba hacia la escuela, notaba las miradas que atraía, en su mayoría miradas de deseo de los chicos y algunas de envidia por parte de las chicas que no pueden ser como yo.
...
Estaba sentada al frente del aula, fingiendo prestar atención a los profesores. Una de mis muchas "amigas" me susurra al oído cada dos segundos, a veces realmente desearía mandarla al diablo, pero debo ocultar mis sentimientos, mi reputación depende de ello.
— Disculpe, profesora —dijo la preceptora al entrar al salón. — Tenemos una nueva alumna que se ha unido hoy, espero que la traten bien.
— Seguro que sí —dije con una sonrisa forzada.
En ese momento, una cautivadora chica de cabello largo y castaño, con unos hermosos ojos verdes, una nariz delicada y unos labios increíblemente bellos, entró en el salón. Su cuerpo parecía el de una modelo, y sentí una gran envidia al verla.
— Hola —saludó coqueta — Soy Estefanía, Estefanía Gonzales —se presentó con una amigable sonrisa.
Desde el momento en que entró, captó todas las miradas. Mis compañeros babearon por ella, comportándose como salvajes despreciables en celo. La castaña llevaba una falda demasiado corta, casi mostrando su ropa interior. Mis celos y envidia se hicieron presentes cuando la miré a los ojos.
Sentí ese momento como si fuéramos dos leonas luchando por el dominio.
Ella me dedicó una sonrisa y me guiñó un ojo, lo cual me dejó confundida pero aún más enfadada. Estefanía se había ganado una enemiga para toda la vida.
Pasé toda la clase mirándola fijamente con una actitud negativa. Nadie es mejor que yo y eso es algo que todos saben, así que le daré a la nueva una cálida bienvenida, para esas que se creen superiores.
Durante el descanso, me acerqué a ella mientras estaba apoyada en un árbol, contemplando cómo los machos desesperados intentaban acercarse a ella, incluso mi novio.
— ¡Tomás! —lo llamé furiosa, y él vino corriendo hacia mí como un perro regañado.
Tomás es un año mayor que yo, es alto, musculoso, tiene ojos marrones, piel algo bronceada, cabello corto, juega muy bien al fútbol y en la intimidad es como una bestia hambrienta que desea todo de mí, y como la buena novia que soy, obviamente se lo doy. Pero ahora eso no es relevante.
— ¿Qué sucede, amor? —preguntó tranquilo mientras me abrazaba y besaba la mejilla.
— ¿No podrías comprarme un helado en el buffet? —le pedí con mi típica cara de perrito triste, mientras jugueteaba con los botones de su camisa. — Por favor —supliqué, acercándome más a él.
— Claro —respondió, y me dio un breve beso en los labios.
En cuanto a Estefi, era hora de su iniciación.
Me acerqué y me senté a su lado, la saludé, pero ella simplemente me ignoró y se fue caminando mientras escribía en su teléfono.
— Pendeja, estúpida —murmuré entre dientes mientras la observaba alejarse y hablar con un grupo de chicas.
— Aquí tienes tu helado, cariño —dijo Tomás, acercándose a mí, un poco agitado por haber corrido.
— Gracias —acepté, quitando el envoltorio con ira y aún observando a Estefanía. — ¿Tú crees que es bonita? —le pregunté a mi novio después de lamer el helado.
— Bueno... sí, está para darle toda la noche —lo miré con inmenso odio en ese momento, sentí cómo me convertía en una bestia a causa de los celos. — Pero, sin duda me quedo contigo. No hay otra chica tan perfecta como tú —me sonrió, abrazándome y besando mi mejilla.
— Ajá... claro —respondí con sarcasmo, volviendo a lamer el helado.
— ¿Me das un poco? —preguntó Tomás. Lo miré levantando una ceja. — ¡No! —exclamé antes de volver al salón, ya que la campana había sonado.
Cuando entré, el lugar estaba vacío, excepto por la nueva chica. Estaba sentada en su pupitre, mirando por la ventana. ¿Cuándo llegó allí? Nunca la vi entrar.
— Hola —me saludó sin mirarme. — Ha pasado un tiempo... —Volteó hacia mí y sentí como si ella hubiera ganado la batalla por el poder — ,Laura —sonrió amable después de decir mi nombre.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
No iba a permitir que una recién llegada arruinara mi vida así como así, por lo que me acerqué, golpeé su asiento y acerqué mi rostro al suyo; sin embargo, la castaña seguía sonriendo con aires de superioridad.
— Está bien, Estefi, ya estoy harta de ti. Esta es mi escuela, yo soy la mejor. Y no voy a permitir que una persona como tú me arrebate todo lo que me pertenece —dije amenazante, mirándola con odio.
Ella simplemente sonrió, se levantó de su asiento y se acercó a mí, acorralándome contra la pared. Para sumar más mala suerte, era como ocho centímetros más alta que yo.
— Mira, linda, no me importa si eres hija del presidente, ahora he llegado yo —sonrió satisfecha. — Y las cosas van a cambiar por aquí —habló antes de mirarme a los ojos.
Sentí como si estuviera viendo un alma rota cuando vi sus hermosos ojos verdes. Ella hizo una sonrisa y luego acercó sus labios a los míos.
— ¡Oye! ¿Qué crees que estás haciendo? —grité apartándola y corriendo hacia mi asiento, ya que algunos comenzaban a entrar.
Gracias a Dios nadie nos vio así, de lo contrario pensarían que somos la pareja no hetero del mes; igual que les pasó a las pobres Sabrina y Clara... se burlaron tanto de ellas.
Desde entonces, el día se volvió más extraño. Estefanía me miraba fijamente, sonriendo como si fuera una pervertida, mientras de vez en cuando me guiñaba el ojo.
Estaba muy confundida, me odia pero me mira como si quisiera conquistarme, ya no entiendo nada. Lo que sí sabía es que tenía un problema en mi escuela e iba a tener que solucionarlo.
Disfruta mientras puedas, Estefanía, ya verás cómo todo vuelve a la normalidad.
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