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Capítulo 10: Recuerdos

Ocho años antes, edad de Shoto: 16, Bakugo: 21

Aquel día, su despertador no sonó por una actualización repentina en mitad de la noche en su teléfono. Desde ese mismo instante... Shoto supo que su día iba a ir mal. El instituto podía llegar a ser toda una trampa mortal en uno de sus famosos días malos, así que resopló sabiendo lo que ya le esperaba vivir.

Al levantarse con rapidez para ir a vestirse y desayunar, su pie golpeó contra la pata de la cama sacando así un sonoro grito de cabreo y dolor. Eso le provocaría un gran moratón en su dedo pequeño, estaba convencido de ello. ¡Su día había comenzado!

¡Caerse en el último peldaño de las escaleras cuando bajaba! Que se quemasen sus tostadas, quedarse sin zumo y sin leche para el desayuno, perder el autobús y tener que caminar hasta la escuela cojeando por el golpe en su dedo... eso sólo era el inicio de lo que auguraba un fantástico día en el instituto.

Llegó tarde, a la segunda hora para ser exactos y para colmo, cruzando el patio, un chico en bicicleta casi le atropella, pero eso no era lo peor, sino que su mochila se había caído en la fuente de entrada mojando todo en su interior. Cuando se sentó en su pupitre y el profesor entró pidiendo un voluntario para salir con la libreta a resolver el ejercicio de matemáticas, supo al segundo que seguro que le tocaría a él justamente hoy que su ejercicio se había estropeado.

Agachó la cabeza en un intento por pasar desapercibido, pero tal y como pensaba de su suerte, el profesor tomó la lista y su nombre resonó entre sus labios. Shoto resopló... ¡Sí, el instituto era una maldita trampa mortal en sus días malos!

¡Se cayó por las escaleras resbalando por culpa de un charco de agua que se había creado cuando a otro alumno se le cayó la botella de agua! No pudo ir al entrenamiento de atletismo y tuvo que esperar sentado en las gradas, encima se le cagó un pájaro en el hombro de su chaqueta estando allí. Intentó lavarse en la fuente más cercana y unos obreros habían cortado el agua por reparaciones.

¡Sí! Su suerte era legendaria. Y sólo llevaba medio día de mala suerte. Decaído como estaba, metió la chaqueta en su mochila quedándose en manga corta pese a que el viento no era en absoluto cálido. Su piel de gallina lo demostraba, pero prefirió entonces irse a resguardo a ir con la chaqueta manchada por el pájaro.

A la salida de clases, Shoto sólo pensaba en una cosa: volver a casa cuanto antes, ducharse, cambiarse y hoy ni siquiera haría los deberes, sólo quería irse a dormir y que pasase esa mala racha.

Ey, enano, vamos.

¡La voz de su hermano mayor! Allí estaba en su coche que venía a recogerle. Posiblemente su madre le había pedido que fuera a por él porque estaba preocupada por su mala racha. Shoto se acercó hasta el vehículo y sin mediar palabra, entró en él. Su hermano sonreía y antes de arrancar, removió su cabello con una gran sonrisa.

¿Un mal día?

No quiero hablar de eso.

Ya... vale. Arreglaremos este día.

¿En serio? Sólo quiero irme a dormir – se recostó Shoto sobre el asiento en un intento por dormirse, sin embargo, el ruido de un intenso aleteo le despertó, seguido por el dolor intenso en su dedo índice.

El quejido no se hizo esperar. ¿Qué probabilidades había de que una avispa se colase por la ventanilla abierta de su hermano, pasase de Touya y fuera directo a picarle precisamente a él? Al parecer... era del 100% cuando se trataba de uno de sus malos días. Touya pareció alucinar al escuchar el grito de su hermano y cómo espantaba la avispa que salía ya volando por la ventanilla que él abrió.

***

¡Una fiesta! Su hermano le había llevado a una fiesta cerca del lago donde se reunían todos los jóvenes para beber y disfrutar de la noche del viernes cuando él sólo quería irse a su casa para evitar más accidentes.

Estando tan lejos de casa, habría tardado horas en regresar caminando y a oscuras, no era una buena idea, pero permanecer allí sentado, en un intento por alejarse lo más posible de la gente, tampoco era la mejor idea, sin embargo, al menos podía ver a Bakugo disfrutando de sus cervezas con los amigos de su hermano, aunque hacía un rato que había desaparecido.

Shoto resopló. Izuku se había acercado a él un par de veces para comprobar si estaba bien y volvía con los compañeros en cuanto Shoto despejaba sus dudas, pero en realidad, sólo fingía estar bien.

Miró su mano. Todavía dolía por la picadura de la avispa y se estaba hinchando, además de eso, hacía cada vez más frío a medida que se acababa la tarde y entraba la noche. Distraído como estaba, apenas se percató del grito que le dieron para que se apartase, pero él sólo pudo ver el balón llegar a gran velocidad hacia su rostro. Era inevitable, aunque se hubiera movido, con su suerte de hoy, ese balón le habría golpeado igualmente, así que cerró los párpados y esperó el golpe.

El balón golpeó sin piedad, sin embargo, no fue su rostro. Shoto abrió los ojos para ver a Bakugo frente a él parando el balón con sus manos.

Id a jugar a otra parte – ordenó Bakugo antes de devolverles el balón. Todos hicieron caso al instante – menudo día llevas – sonrió Bakugo hacia el hermanito de su mejor amigo –. ¿No deberías estar en casa ya?

Debería, pero mi hermano había quedado con una chica – sonrió viendo cómo su hermano ligaba con ella en la fiesta. Bakugo miró también un segundo hacia allí para ver aquello.

Toma, ponte esto en la picadura. Tu hermano me ha contado la historia de la avispa entrando por la ventanilla – rió como si no terminase de creerse esa historia aunque le parecía graciosa.

¡Oh, sí! La loca esa que ha venido directa a por mí.

Voy a traerte una cerveza.

Yo no bebo.

Créeme... hoy sí, la vas a necesitar con tu día. Te la traigo, pero no se lo cuentes a tu hermano o... – hizo un gesto pasando los dedos por su cuello como si indicase que le cortaría el cuello si se enteraba. Shoto sonrió.

Vale. No se lo diré.

¡La primera cerveza! Esa era su primera cerveza y pese a que él no quería una, ¡era Bakugo quien la traía! Shoto no le quitó ojo de encima mientras iba a la camioneta de su hermano a buscar la cerveza de la nevera que tenían custodiando sus amigos. La trajo sin prácticamente mediar palabra con nadie y se sentó a su lado tendiéndole el botellín mientras él daba un sorbo al suyo.

No creo que sea buena idea que te quedes aquí – susurró Shoto sentándose también a su lado.

¿Por tu mal día?

Acabará salpicándote mi mala suerte – sonrió con cierta melancolía.

Lo sé – sonrió Bakugo – pero los malos días en compañía suelen ser menos malos. ¿No crees? Sólo te quedan unas horas, aguanta.

Shoto observó a su compañero beberse en silencio la cerveza. Estaba sacrificando el estar con sus amigos por estar allí preocupado por él y su mal día. Todos decían de él que era un Don Juan, que posiblemente había estado con medio pueblo, hablaban de su mal carácter pero... pocos sabían que tenía otra faceta, esa que le enamoraba a él.

No podía dejar de mirarle, ver su rostro apacible mientras bebía, el movimiento de su garganta al tragar, sus fuertes brazos, su espalda ancha, lo bien que le quedaba toda la ropa que se ponía siempre. Bakugo era atractivo a los ojos, nadie podría negarle aquello aunque hubiera gente que se alejase de él por su carácter.

Venga, tómatela – sugirió Bakugo cuando al girarse, vio que Shoto aún no había dado ni el primer sorbo.

Shoto llevó el botellín a sus labios y dejó que el líquido fresquito llegase a su boca. ¡Malo! Ese sabor no le gustó ni un poco y pese a que frunció el ceño en señal de que para su gusto, estaba fuerte, no dijo nada pese a que Bakugo sonrió casi como si le hubiera leído la mente.

Te acostumbrarás a su sabor.

¡Dos y tres cervezas! La cuarta ya era un error grave, pero a medida que iba bebiendo, Bakugo traía otra sin darle tregua. Ya ni siquiera era consciente de sus condiciones físicas, tanto que se había desinhibido completamente y empezaba a quitarse ropa debido al calor que sentía.

Bakugo, que había ido a por otra cerveza para el chaval, se quedó atónito cuando Izuku le avisó algo preocupado de que debería volver hacia Shoto. ¡Sí debía volver! Y tanto, como que se estaba desnudando delante de toda aquella gente.

¿Pero se puede saber que le has dado a mi hermano pequeño? – preguntó Touya algo preocupado.

Sólo un par de cervezas – comentó Bakugo aunque un susurro sonó un "o tres...puede que cuatro" – voy a por él, no te preocupes. Le llevaré sano y salvo a casa.

Más te vale – se quejó Touya – que tiene dieciséis años, insensato. Como mis padres lo pillen, que sepas que diré que has sido tú.

¡Ten amigos para esto!

Touya lo miró casi como si quisiera asesinarle y entonces, hizo un gesto abrupto para que fuera ya a por su hermanito.

¿Qué haces aún aquí? ¡Mi hermano!

Voy, voy.

¡Era mejor ir antes de que Touya se cabrease de verdad! Al menos, eso fue lo que pensó Bakugo. De camino hacia Shoto, sonrió. Jamás había visto a ese chico de esa forma. Él siempre era introvertido, reservado, apenas tenía amigos y por eso mismo, siempre andaba detrás de todos los de su hermano. Para lo listo que era Shoto, a veces, a Bakugo le recordaba a un niño pequeño inocente al que debían proteger todos por el bien de la amistad con Touya.

Viendo cómo la gente se agolpaba a su lado, Bakugo entró entre ellos a empujones, agarró el brazo de Shoto y lo pasó sobre su hombro para cargarlo a la espalda como un saco de patatas y llevárselo de allí antes de que cometiera alguna locura por el alcohol.

¡Directos a casa! Fue lo que Bakugo pensó. Lo dejaría en su casa y volvería a la fiesta. Él, al menos, sólo se había tomado un par de cervezas por lo que la tasa de alcohol en sangre no era demasiado alta como para impedirle conducir, todo lo contrario a Shoto que parecía ya ni tenerse en pie, aunque sonreía, sonreía mucho. Sin duda alguna, efecto de la borrachera. Nunca antes había visto a Shoto de esa forma pero le gustaba ver que era capaz de desinhibirse un poco de esa estricta seriedad suya.

Vamos a casa.

¿Vas a llevarme? – preguntó Shoto sonriendo.

Claro que voy a llevarte a casa. Yo te he provocado la borrachera, supongo que me toca cuidarte ahora, si no, luego me sentiría culpable.

Dejándolo en el suelo del parking, Bakugo se agachó frente a la rueda de su moto para quitar la cadena y soltar los cascos.

Toma, póntelo – dijo Bakugo tendiéndole el casco.

Shoto agarró el casco, sin embargo, con una sonrisa y casi tambaleándose, lo único que hacía era mirarlo con curiosidad como si no supiera exactamente cómo ponérselo. Bakugo sonrió. ¡Quizá sí se había pasado con las cervezas para un chico que no estaba acostumbrado a ello! Era su primera vez y lo había emborrachado.

Ven aquí, yo te lo pongo – dijo finalmente Bakugo tomando el casco entre sus manos para colocárselo y abrochárselo.

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