🏀Epílogo🏀
Edgar, febrero 2021
Dos meses, una semana, cinco días y trece horas. Tenía cada maldito segundo contado desde que, a lo lejos, vi como el amor de mi vida se iba al otro lado del país a seguir sus sueños. Estaba más que feliz por él, porque merecía que le fuese bien y cumplir todas sus metas, era lo mínimo que podía esperar después de haber sido una mierda con él los últimos días. Sin embargo, tampoco podía ocultar el ardor en mi pecho al obligarme a mantener la distancia.
Ese día deseé con todas mis fuerzas poder acercarme y siquiera terminar las cosas con un adiós decente, pero, después de decirle que lo odiaba, ¿qué podía esperar? Era pedir demasiado que no me guardara rencor, por el contrario, rezaba para que él sí me odiara de verdad. Mientras más fuese su resentimiento hacia mí, más fácil le sería olvidarme por completo. Nada bueno podría traerle el recordarme para siempre, y yo tampoco valía la pena.
Por mi parte, había sobrevivido esos meses a base de indiferencias y matoneo. Santiago estaba calmado al ver que tanto había arruinado mi vida, Junior seguía siendo su espía dentro de la universidad, mis hermanas estaban seguras de momento y yo seguía trabajando a escondidas. Para ellos, era parte de mi servicio social el darle clases a niños por mi comportamiento durante el semestre. No había mejor tapadera que esa, más aún, cuando verdad me habían puesto servicio social en la universidad para evitar amonestaciones.
Lo único bueno de todo eso, era que me seguían pagando por mi trabajo de auxiliar. Me bajaron el sueldo, sí, ahora recibía el 50% de lo que debería, pero por lo menos no me quitaron el trabajo. Aún así, las vacaciones fueron un suplicio, entre clases y entrenamientos para las nacionales, me estaba agotando poco a poco.
—A ver, princesos, advertencia del día, bajen el rendimiento y sabrán lo que es un entrenamiento militar de verdad —expresó el entrenador con su típica mirada maliciosa, fijándose por un segundo solo en mí—. Que les diga Edgar lo que se siente, ya probó un poco de esa técnica. ¿Cierto, Edgarcito?
—Sí, señor —contesté, mentón arriba y mirada desafiante.
—Me sacas de quicio —refunfuñó, y unas risillas se escucharon a mi lado—. Y ustedes no se quedan atrás, garrapatas.
Sergio y Cristian carraspearon para disimular su risa, no sin antes mirarme de soslayo con complicidad. Hasta ese día, ellos dos habían sido un suspiro en mis días de mierda. Podría considerarlos mis amigos, pero no sería justo para ellos mezclarse conmigo en estas circunstancias.
Me encantaría, por supuesto que sí, pero ser amigos bien, de forma honesta, no aguantando ni siguiendo mi desastre. Ellos no merecían eso, merecían mucho más porque sé que eran buenos amigos, en especial Sergio. Él no merecía fijarse en alguien como yo, Thomas lo había hecho y había salido tan herido que prefería arrancarme las uñas con solo recordar ese día.
—Ustedes, los tres chiflados y los demás, a las gradas —exigió el entrenador—. Hoy habrá audiciones, así que compórtense como lo que se supone serán, los mayores del equipo. No quiero ahuyentar a los nuevos con sus estupideces, ¿estamos?
—Ji'eñor —dije, ganándome una mirada enojada y un largo suspiro.
—Paciencia, paciencia —lo escuché murmurar.
Vimos llegar a todos y cada uno de los participantes, la mayoría siendo solo niños con ilusiones y ganas de jugar. Se parecían tanto a mí el primer día que puse un pie en esas canchas, no lo más feliz que he llegado a ser en mi vida, pero si mil veces más de lo que fui esos días.
Y tal como ese día, la cantidad fue bajando tan rápidamente que me sorprendió haber durado tanto. Lo recordaba como un día súper largo, exhausto y difícil. ¿Se estaba hablando acaso? Aunque claro, de más de veinte participantes tan solo quedaban tres.
—Bien, Gutiérrez, Chiapas y Telan, bienvenidos al equipo, color amarillo por ahora hasta que me demuestren que deben estar aquí en el equipo oficial —anunció, dándoles sus respectivos petos amarillos—. Me hace falta gente y estamos cerca de los preliminares, así que pónganse las pilas y uno de ustedes irá a los primeros partidos de titular.
Con ello, la expresión de ilusión de aquellos chicos fue más que tierna, sin embargo, y dado que cierta sombra estaba merodeando ya por los alrededores no podía bajar la guardia.
—Aw, que ternura —expresé con falsa inocencia, introduciendo una sonrisa maliciosa—, carne fresca.
—Ustedes ya pueden largarse, me fastidian —gritó el entrenador al escucharme—. Vivar, pilas que tengo entre ceja y ceja, cabron.
—Sí, señor —contesté con saludo militar.
—Paciencia o lo mato, Dios mío.
Entre risas mal disimuladas, nos retiramos de las canchas con las miradas atónitas de los nuevos. Parecían divertidos y confundidos, porque quién no conoce la historia solo cree que tenemos confianza con el entrenador, pero yo tomo literal sus palabras. Sin embargo, solo uno de ellos no vio tan divertida la escena. Alto, rubio rojizo, de ojos azul oscuro.
Nos fuimos antes de que las cosas empeorarán, continuando con los deberes del día. Vagos, vacíos, sin emoción. Solo viendo, escuchando murmullos y siguiendo la corriente. Aunque no lo quiera de esa forma, me había cerrado a escuchar las estupideces de mi alrededor, en especial cuando de las chicas de deporte formativo se trataba.
Mi cabeza solo pensaba en Thomas, y ellas solo sabían reír ante cualquier mínima mirada de mi parte. Estaba harto de tener que fingir eso, tener que coquetear por obligación para evitar problemas. Me era insoportable, más cuando me enteraba que se hacían falsas ilusiones conmigo. Nadie merece eso.
—Ya hace falta un poco de emoción a esto, ¿no? —dijo Cristian con un bostezo—. Estoy aburrido, hasta sueño tengo.
—¿Ideas, flojiciento? —se burló Sergio.
—Ey, que no soy flojo, estoy en el equipo, eso cuenta como trabajo arduo y mucho sacrificio, che —replicó con vehemencia.
—Sí, sí, mucho sacrificio, pobrecito.
Sus discusiones me distraían del mundo real, de mis desgracias, pero al parecer habian dicho la frase que más mala suerge traía. A lo lejos, su sonrisa perversa solo me auguraba problemas en casa. No había hecho nada realmente, y tal vez eso había llamado su atención. O, tal vez, el alto muchacho que se acercaba enojado hacia nosotros, y detrás de este, una chica asustada corriendo para detenerlo.
No me ganaba los problemas, ellos llegaban a mí.
—¿Quién mierdas es Edgar? —vociferó.
—Yo, pero lo siento, no vendo esteroides —contesté, atento a todo a mi alrededor.
—No te pases de chistoso, imbécil —replicó acercándose amenazante—. Deja de molestar a mi novia, ¿te quedó claro?
—¿Quién? —dije sin entender.
—Ella, Luciana, mi novia y a quien te la pasas coqueteando en clases —explicó aún más enojado.
—¿Te preguntó? —concluí, burlándome en su cara.
Su expresión pasó en milisegundo de la consternación a una irá desenfrenada, levantando el puño dispuesto a darme en el rostro. Sin embargo, practicar baloncesto por años da sus frutos y unos muy buenos.
Esquivé su mano como si fuera tan fácil como atrapar el balón en el aire, lo que sólo provocó más enojo en aquel pobre sujeto. Quien siguió, una y otra vez, lanzando golpes tratando de darme alguno mientras su novia, que ni siquiera reconocí, lloriqueaba asustada pidiéndole que se detuviera.
—Deja de moverte —se quejó, lanzando un nuevo puñetazo.
—Ok.
Si algo había aprendido esos meses con Santiago hostigando mi vida, era como se debían lanzar los golpes más certeros. Le hice caso, me detuve, pero al mismo tiempo lancé un puñetazo directo a su rostro tirándolo al suelo.
Su nariz empezó a sangrar mientras la chica gritaba por ayuda, y yo, casi en estado de shock por la magnitud de mi cagada. Los demás a mi alrededor me observaron con sorpresa, reconociendo algunos rostros como miembros del equipo, a quienes se les dibujó el miedo en sus ojos. Era casi como ver una gacela viendo cómo se acercaba el león a devorarlo, justo lo que quería conseguir, pero preciso lo que más odiaba en la vida.
Sin embargo, las risas divertidas a lo lejos fueron todo lo que necesite para salir de mi estupor. Prefería tener problemas en la universidad que en casa, y aún así, si podía evitar tenerlos lo haría, aunque preso cayeran por mí.
—¿Querías algo interesante, Cris? —les dije.
—Pero....
—Porque esto se va a poner feo y, bueno, me metí en un par de peleas el semestre pasado así que... —Hice una pausa mirándolos con diversión—. ¿Saben contar? Pa' que no cuenten conmigo, bye.
Con la misma rapidez que lo dije, agarré mis cosas y salí corriendo lo más rápido que pude. Mi corazón latía desenfrenado, sabiendo que aquello solo traería problemas grandes al romper el código de disciplina. Y, aun así, para bien o para mal, ellos dos se quedaron allí tan sorprendidos como los demás.
—Dios bendito, perdoname, pero no puedo perder la beca —murmuré, viendo el desastre a lo lejos.
Dos guardias de seguridad se acercaron corriendo, viendo al chico tirado en el suelo sangrando por la nariz. Los demás, espectadores y posibles testigos, hablaron con ellos señalando al tipo lastimado. No sabía que decían, pero al parecer se quedaron con la versión de haber iniciado él.
—Bien hecho, nene, huyendo como todo un cobarde, pero buen derechazo, por lo menos estás aprendiendo algo bueno —se burló acercándose silencioso y se marchó entre risas.
El sólo saber que tenía razón, no hacía más que agravar el peso aplastante en mi pecho. Más aún, cuando al llegar a casa Santiago se burló con las mismas palabras, y un comunicado en grupos de la universidad anunciaron el altercado. Al parecer, los chicos habían asumido las consecuencias de mis actos. Sin embargo y para suerte de ellos, habían dado más peso al chico que inició todo. No tendrían problemas y yo no perdería mi trabajo, no podía hacerlo por nada del mundo, pero esta situación de mierda me lo dejaba demasiado difícil.
Aún me hacía falta mucho por ahorrar, más aún cuando parte de esos ahorros se van esfumando con gastos de la universidad y de los colegios de las niñas. No podía contar con mamá, muchos años sin hacerlo para empezar ahora, menos cuando estaba casada con un tipo como Santiago.
Al día siguiente, preferí hacer oídos sordos y evitar a toda costa verlos por la universidad. No estaba para sentir culpa más de la que ya tenía, y tampoco quería escuchar sus reclamos por lo sucedido. En cambio, esperé al momento de las prácticas, pasar el día con toda la normalidad del mundo y al terminar la tarde...
—¿Una hamburguesitas o qué? —sugerí, sus expresiones desconcertadas por mi descaro, pero resignándose a no recibir mayor compensación que esa.
—La mía doble carne y mucho queso —exigió Cristian, un poco molesto.
—Sí, sí, pero eso dicelo a la mesera, no a mí —me burlé con un poco de alivio.
—Y... también quiero helado —intervino Sergio, todo nervioso y tierno.
—Sí, sí, lo que quieras, baby —me reí al ver su expresión de indignación—. Hoy amanecí generoso con ganas de alimentar pobres, vámonos.
—Mucho hijo de....
Entre risas y reclamos, salimos de la universidad en busca de un lugar en específico. Sabía que era mala idea iniciar salidas de «amigos» justo allí, pero mi subconsciente siempre me llevaba a los lugares que más me recordaba a Thomas. Esa tarde, Coffe Paté nos recibió con su calidez y aromas.
Solo por eso, los chicos parecían hacerme perdonado, pero por esa misma razón debía hacer algo serio para controlar el curso de los sucesos. No por Cristian, no por mí, Sergio me preocupaba. Sus sonrisas, sus gestos, la forma en que buscaba siempre sentarse a mi lado, todo eso me sentaba como una patada en el estómago. Le estaba gustando, y no sé si es peor que sea de mi versión infernal o no poder corresponderle. De todos modos, el hecho de que lo haya notado yo puede ser un problema, con esa misma facilidad otros podían verlo y meterme en serios problemas.
Me dolería en grande hacerlo, pero mientras más fastidio me tomen ambos mejor será para ellos mismos. Los vi involucrados en más altercados por mi causa, unos provocados por mi, otros más que me buscaron sin razón alguna, pero todos siendo ellos inocentes. Mi cabeza esos días estaba en planear y ejecutar, pensar estrategias y aplicarlas, ser un grano en el culo para todos sin que el entrenador me vea a mi directamente.
—Jodida madre, ¿me estás escuchando? —gritó el entrenador, lanzado un balón a mi cara.
Había estado tan absorto todos esos días que, incluso durante las prácticas, mi cabeza se iba volando quien sabe a dónde, ocasionando más regaños. Sin embargo, mis reflejos despertaron a tiempo para evitarme una muy posible nariz rota.
—¿Sigues en este planeta o tengo que ir a buscarte por las orejas? —me regañó, continuando antes de que contestara—. Cuidado sales con una de tus cagadas, ve que te tengo en salsa.
Cerré la boca en una fina línea, sellando mis labios como si de una cremallera se tratara.
—Dios bendito —suspiró.
—No he dicho nada, conste —dije, ganándome una mirada de furia.
—Repito y que sea la última vez —me gritó—. Serás capitán del equipo rojo, y Sergio del equipo amarillo. Quiero ver qué tanto estamos preparados para un partido real, la próxima semana ya salen los sorteos y por el amor a Dios, quiero que estén atentos y listos, si no ganamos les juro que se acordarán de mí el resto de sus putas vidas. Tú en especial, Eddy.
Ese apodo reverberó en mis oídos como un campanazo, fuerte y doloroso para los tímpanos. Que lo haya dicho él en especial, solo hacía más dolorosa la interacción y me confirmaba lo que ya sabía. Muchos de sus regalos y actitudes, eran su forma de desquitarse por lo sucedido con Thomas.
—Entendido, señor —contesté con un saludo militar, mientras menos demostrara que dolía, mejor.
Mientras los demás se alistaban con el color de camisa que les tocó, me quedé mirando la lejanía con los brazos en jarra aguantando el dolor del recuerdo. Cuando más enojado estaba, menos tacto tenía al recordarme lo que perdí. Sin embargo, me crucé con su mirada, tan preocupada y temerosa que por un segundo vi un azul celeste. Solo era el nuevo.
Desvió su mirada tan rápido como la cruzamos, terminando de colocarse su peto y reuniéndose con el resto del equipo. A decir verdad, no le había prestado ni gota de atención a nadie más allá de los chicos y el balón. No me interesaban, no más allá de ser los siguientes en sufrir mi estupidez. Tan nuevos, tan primiparos y tan miedosos.
—Capitanes a sus puestos —gritó el entrenador con un silbatazo.
—Te van a clavar, pendejo —se burló Sergio estando frente a mí—, no me dejes tan fácil ganar este partido.
—Ja, oigan a mi tío —repliqué entre risas—. Vamos a ver quién me gana a quien, animalito.
Y con un nuevo silbatazo, el balón cayó directo en manos del nuevo de identidad desconocida, de ese solo sabía que era muy bajito para anotar. Sin embargo, me dio una cerrada de hocico cuando al minuto cinco y luego de uno de mis pases largos, anotó desde media cancha.
—¿Qué decías, Sergio? —me burlé.
—Callese.
El partido continuó, algunos resaltando y otros quedándose atrás, entre ellos yo. Mis días de gloria se fueron en el mismo avión de Thomas, no me interesaba sobresalir tanto como para tomar el rol de capitán, para mí siempre sería el lugar de Thomas. En su lugar, preferí dejar esa labor a otro y al parecer, ese día lo había encontrado.
Aquel chico nuevo tenía potencial, era rápido y bastante ágil, podía hacer canastas sin fallar una sola y desde diferentes ángulos, pero le faltaba confianza. Era, lo que sin duda alguna había catalogado como presa fácil, dócil y bonachón.
—Al centro, no se aglomeren —les reñí.
El balón estaba en manos de Sergio, quien tenía como respaldo a Cristian, ambos para mí desgracia en el mismo equipo. Sin embargo, el nuevo con talento, porque nombre aún no me lo sé, seguía sus pasos muy de cerca y sin levantar mucha atención. Me acerqué a la canasta contraria, viendo con mucho detalle como ellos pasaban directo a la nuestra cruzando la media cancha.
Sin embargo, un rápido movimiento llevó a aquel chico a pasar por delante de Sergio arrebatando el balón de sus manos. Y con la misma rapidez corrió en dirección contraria con balón en mano, dejando atrás a los chicos más que sorprendidos.
—¡Ah caray! —murmuré entre risas para mí mismo.
En cuestión de segundos se acercó a la canasta, siendo interceptado por dos contrincantes. Los nervios aparecieron en su rostro, tan repentino como el mismo subidón de energía que había tenido. Miró de soslayo en mi dirección, tomado la decisión de lanzarme el balón.
—No —dije haciendo una mueca y regresandolo a sus manos—, tú empiezas, tú terminas.
Sergio y Cristian venían preparados, listos para su revancha y retomar la delantera en el juego. Pero aquel chico, tomando un respiro y un impulso, lanzó el balón solo segundos antes de llegar ellos. Canasta y el silbatazo de fin de tiempo sonó estruendoso.
—Más confianza y menos duda, eh...
—Marcos, soy Marcos —contestó, con una sonrisa y un brillo peculiar en sus ojos—. Gracias.
Tragué fuerte, levantando el dedo pulgar como respuesta. Una vez más esa mirada, esa maldita sonrisa y actitud de bonachón. Solo me falta tener un tono de azul más claro y en vez de cabello rubio rojizo, un negro azabache que brille con el sol. Me lo había traído a la mente de la forma más dolorosa posible, anhelado ver de nuevo esa sonrisa soñadora en sus preciosos labios. Pero de la misma forma ese Marcos me recordó que jamás lo iba a tener, y que debía conformarme con los pequeños destellos que el universo me muestra de él. De mi Thomy.
Esa noche y entre lágrimas no pude evitar soñarlo, recordarlo como lo mejor que había pasado en la vida, añorar los buenos momentos que habíamos pasado juntos. Acostado en mis sábanas, el aroma de su perfume aún se mantuvo impregnado en el buzo, como si apenas ayer lo hubiese usado.
Gracias a eso, pude imaginar que lo tenía cerca de mí, que nos volvíamos a ver después de años lejos el uno del otro. En mi fantasía, había logrado irme lejos de mamá y su esposo, me había llevado conmigo a las niñas y había conseguido un trabajo. Estábamos bien, mejor de lo que podíamos esperar.
Y él, vestido de traje y peinado como un ejecutivo, estaba en la cúspide de su éxito. Había logrado entrar a la empresa de sus sueños, trabajando en el cargo que había aspirado y llevándose todo el éxito que merecía. Y estaba casado, felizmente casado con una linda chica, alguien que lo merecía y lo amaba tanto como yo.
Porque en mi fantasía, él había logrado hacer su vida feliz y lejos de problemas, me había olvidado y vuelto a la normalidad.
En mi fantasía, lo había salvado de toda esta locura, aunque en el proceso una parte de mi haya muerto. Esa parte de mi siempre estaría con él, porque yo siempre iba a amarlo aunque pasara el tiempo.
FIN....
Hemos llegado por fin al CAP 0
Y aunque no me crean, está vez no hay extras (mentira si hay)
¿Eso es bueno o malo?
Obvio el navideño no cuenta
Y por si acaso nunca lo hice oficial aqui en wttp
HABRA TERCER LIBRO POST DPT
¿Cómo sobrevivio Edgar todos esos años?
Cuando deje de llorar, empiezo a escribir (si es que para este momento ya no lo he iniciado).
Si te alejé de mí
Si te fallé y me fui
Fue porque mis mentirás me daban miedo
Tú me creíste y yo me volví tan bueno
Fingiendo
Ahora sí, traigan el tequila y los pañuelos, lloremos por estos dos
Los amo mis pulguitas <3
Recuerden que en mi canal pueden hacer preguntas, les tengo un link donde pueden dejar todo lo quieran decir en anónimo
Aprovechen y me insultan
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