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🏀7🏀

Edgar

Desde el día del parcial de cálculo había hecho una cuenta regresiva en mi cabeza, no solo por la exasperante y ansiosa espera de los resultados, en ese aspecto podía esperar incluso el año entero si pudiese con tal de no decepcionarlo. Tenía un poco de fe, pero también era consciente de lo nervioso que estuve ese día al resolverlo. Su presencia y sonrisa me tranquilizaron un poco, pero al mismo tiempo me distrajo. El problema real era mi madre, ese día fue la ultima vez que la vi en casa y desde entonces, han pasado más cinco días sin saber de ella.

Pese a todo lo que estaba sucediendo, no podía evitar preocuparme cada vez que hacía esa gracia, porque claro, no era la primera vez que hacía ese chistecito. Ese era uno de sus grandes cambios desde que papá no estaba, se perdía por días y regresaba sin decir nada. Las primeras veces se desataron fuertes discusiones, una en la que incluso estuvo involucrada la policía porque estuve a nada de reportarla como desaparecida. Sin embargo, después de esa ocasión decidí que poco me importaría. Es una mujer adulta, ¿por qué tengo que cuidarla como si fuese una niña?

Decidí centrarme en lo que me concernía y afectaba, mi parcial. El profesor había decido torturarnos un poco más haciendo gestos cuando se le preguntaba por ello, y anunciar que lo entregaría al final de la clase. Traté de prestar toda mi atención al nuevo tema, límites con funciones trigonométricas, la peor combinación que podía existir.

—¿Alguna duda señores? —indagó el profesor, y el silencio reinó en todo el salón—. Recuerden muchachos, que cualquier preguntan que tengan la pueden hacer, aquí están para aprender y equivocarse, no en el examen. ¿Entendieron?

—Sí, señor —contestaron al unísono.

Por mi parte me mantuve en silencio, mis dudas me las guardaba para después, podía hacerle todo tipo de preguntas a mi querido tutor, así que no me preocupaba por ello.

—Bien, entregaré estos exámenes y por favor, estudien más —expresó y las caras de espanto volvieron—. Alcocer Susana.

No me dejé llevar por las caras de decepción colectivas a medida que iban entregando los exámenes, por el contrario, me enfoqué en la buena vibra y fe de Thomas hacia mí. Estaba claro que confiaba demasiado en sus dotes de maestro, pero yo le daría más crédito por hacerme interesarme por las matemáticas.

Más que eso, por interesarme en alguien fuera de mis hermanas. Hasta antes de entrar a clases, mi cabeza solo estaba en el futuro y mis objetivos para salir de este infierno; pero ahora, sin necesidad de desplazar mis prioridades, se internó en mi mente como una de ellas con tanta intensidad que había forma de sacarlo de allí. Thomas ya había hecho su nidito dentro de mi corazón.

—... Vivar. —Escuché de repente—. Edgar Vivar, ¿está aquí?

—Sí, señor.

—Más atención, jóvenes —me riñó.

De sus manos recibí aquel papel que, por obvias razones, solo doblé sobre sí mismo y guardé en mi maletín de inmediato. Toda la seguridad que había sentido se esfumó como polvo al viento, la valentía había firmado el papel del divorcio y se había alejado de mí como si tuviese la plaga. Sí, estoy divagando como idiota, pero me había entrado una sensación de miedo tan impropia de mí que no podía controlarla.

Sabía que solo era un examen, apenas el inicio de toda una carrera por delante, pero era crucial para empezar a lograr mis objetivos, los primeros escalones en esa enorme escalera. Así que, por más que no quiera aceptarlo, tenía miedo de haberla fregado tan solo iniciar.

—Bueno, jóvenes, me alegro por estos resultados, fueron muy pocos los que perdieron y tampoco fueron notas alarmantes así que me doy por bien servido —expresó el profesor mirando la lista de notas, para luego mirar todo el salón de forma acusadora—. Aun así, los que perdieron pueden buscarme en las horas de tutoría o solicitar al tutor solidario, son servicios que brinda la universidad de forma gratuita; aunque ustedes no vayan a mi oficina por eso, a mi me las siguen pagando igual, así que pónganse las pilas. Nos vemos el próximo lunes.

El bullicio y risas fueron despejando el salón poco a poco, muchos revisando y comparando con sus compañeros el resultado de su examen. Otros pocos con expresiones decaídas, demostraron que estaban en ese pequeño grupo de caídos en batalla. Por mi parte, permanecí pegado a mi asiento con mi maletín pegado el pecho como si dentro escondiera una bomba. Lo era de cierto modo para mí, pero no me iba a dar mala vida por ello. Saqué mi celular y empecé a escribir:

«Hola, ¿estás en clases? Quiero verte», enviado.

Me lo pensé un poco más saliendo del salón, aún estaba sin ver y por un segundo, dudé si eliminarlo. ¿Podía mal interpretar eso? No es que haya mentido, pero de todos modos... volví a escribir:

«Necesito mostrarte algo, solo eso, será un segundo nada más», enviado.

Me di de topes contra el pupitre, el salón ya estaba vacío en ese instante así que nadie se asustaría con el desequilibrio mental que me estaba dando en ese momento. Salí de forma apresurada sin esperar que contesta, caminé por la universidad paseando por los lugares donde más me lo he topado. No solo donde nos encontramos para las tutorías, sino donde lo he visto con los chicos del equipo, o solo esperando por su siguiente clase.

Volví a darme topes, esta vez mentales, porque de haber pedido su horario no estaría dando vueltas por la universidad sin rumbo. Aunque, ¿sería demasiado el pedírselo sin tener una razón real y justificable?

«A veces me preocupas, Edgarcito, pero dale, también "quiero verte".

Ya voy saliendo de clases así que podemos vernos en la cafetería, donde siempre».

En mi mente, su risa burlona iba acompañando ese primer mensaje, casi podía incluso escucharlo reír con esa forma sarcástica que, no solo no me cabrea, sino que me parece tan dulce. ¿Debería cabrearme? No, con él no podría.

«Qué gentil de tu parte, nótese el sarcasmo, casi te puedo oír reír», enviado.

«¡Ay, Edgarcito! No es mi culpa que rompas el onceavo mandamiento, dar papaya. Pero no te preocupes, te compensaré mi bullying con amor», contestó.

—¡Santo Jesús! —suspiré mirando hacia el cielo, sintiendo el trote desesperado de mi corazón—. ¿Sería mucho si te pido que esto sea real y literal?

Cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio, necesitaba no pensar en eso y distraerme con otra cosa. Estaba a punto de verlo, cualquier expresión podría delatarme más de la cuenta, si es que eso era posible a estas alturas del partido.

Caminé a paso lento, respirando y tratando de calmar mi ansiedad. No faltaba mucho para llegar a la cafetería y todo se veía un poco solo, así que nadie notaría el mar de locura que estaba hecho en ese momento, hablando solo y gesticulando como si le hablara a mi amigo imaginario. Suspiré.

Sentado en una de las bancas en el fondo de la cafetería, su presencia relucía por sobre todo lo que había allí como si fuese un punto de luz en la oscuridad. ahí estaba Thomas, revisando su celular mientras esperaba por mí. Volvía a suspirar. A este paso me iba a llenar de aire como un globo.

—¡Llegué! —anuncié, sentándome a su lado.

—¿Y entonces, Edgarcito? —dije con su tono burlón, acomodándose a medio lado para mirarme a la cara—. ¿Quién se murió?

Mi mirada se mantuvo hacia el frente, con la cabeza gacha y mis manos retorciéndose sobre mi regazo. Sin embargo, respiré hondo levantando la cabeza sin mirarlo aún, y hablé:

—Yo...

—Payaso, ya habla, ¿qué pasó? —rio, tomando mi barbilla entre sus dedos para verlo a la cara—. Habla ahora o atente a las consecuencias.

Su sonrisa malvada era de todo menos mala, preciosa de dientes brillantes y labios carnosos. La concentración volvió a irse lejos. Moví mis manos de forma automática sin quitar mis ojos de él, sacando el papel del bolso y tendiéndolo frente a él.

—Ni siquiera lo voy a mirar, hazlo tú —dije sin titubeos—. Y si es menos de tres, mejor no digas nada o me da algo.

—¿Estás jugando? —Me soltó solo para sostener su barriga de tanta risa que le estaba dando, si no fuese un lindo sonido lo estaría insultando—. A ver, me gustaría saber donde quedó ese Edgar seguro de su propio resultado.

—Se quedó haciendo el examen y no salió, ¿quieres verlo ya? —exigí casi desesperado.

—Bien, a ver que tenemos... —Hizo una pausa, abrió los ojos en su máximo esplendor y volvió a mirarme con sorpresa, para luego estallar en carcajadas al ver mi terror—. Deberías ver esto, de verdad.

—Ahora menos quiero, solo dime sí o no y ya —repliqué.

—No, querido, lo vas a ver tú mismo o no me creerás —contestó.

Respiré profundo una vez más, el miedo volvió a hacer desastres dentro de mí, pero quería retarme mi mismo y poner a prueba mi control. Me acomodé de la misma manera en la que el estaba, encarándolo por completo, mirándolo con acusaciones silenciosas mientras él solo se reía de mí. Me devolvió el papel, pero no era capaz de quitar mis ojos de su rostro. Sin embargo, me forcé a hacerlo y casi se me escapa un alarido de sorpresa.

Mis ojos abiertos de par en par pasearon del examen a la cara de Thomas, quien con total satisfacción hacía gestos de presunción y galantería. Esta vez le iba a dar la razón, podía hacerlo sin reproche, había sacado 4,2.

—Excelente nota, Edgarcito, felicitemos a tu tutor —se burló con una preciosa y amplia sonrisa de satisfacción—. Ah, verdad, fui yo.

—¡Idiota!

Me vi tan enceguecido por esa dulce carita y su sonrisa, que mi cerebro solo hizo corto circuito y se dejó llevar por lo que decía mi corazón. Me acerqué a su rostro tomándolo entre mis manos con delicadeza, cubriendo su sonrisa con mis propios labios y saboreándolo. No fue solo un pico o un roce suave, fue lento y bonito, tan delicioso que no pude contener mis ganas de pegarme a su boca. Los sentí suspirar sobre mis labios, seguir mi beso como si fuese lo único que le interesaba en el momento y apretar mi muslo agarrándose a mí.

En mi cabeza solo resonaban sus palabras antes del examen: «Espero un regalo por ese cuatro». Pero, ¿era para mí o para él este regalo?

Y llegaron los besoooosss....

Lo siento, sé que es el cap más corto que he escrito de este libro pero...

Quería dejarlo con una sensación bonita para seguir con este fin de semana feliz.

Así que...

De todos los besos que escrito, este creo que es el que más me ha gustado.

No sé, es que me lo imagino y es tan cute... (⁠〃゚⁠3゚⁠〃⁠)

En fin, ¿qué tal?

Los quiero, mis pulguitas.

Mamá pulga se va... A comer 🤭

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