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🏀6🏀

Thomas

Iniciando el semestre estaba un poco apático por el correr del mismo, técnicamente me daba igual si avanzaba rápido o no. Sin embargo, después de conocerlo sentía que este primer mes de clases había pasado como el viento, sin verlo siquiera detenerse. Me preocupaba de cierta manera, estaba en mis últimos semestres académicos antes de empezar practicas y sustentar la tesis; era bueno, sí, pero también sentía que no pasaba el tiempo suficiente con él.

¿Podía cambiar mi punto de vista en un mes? Sí, podía y lo había hecho tan fácilmente como hacer sonreír a Edgar.

Sin embargo, cada minuto que compartía con él lo aprovechaba al máximo. Las clases, las prácticas, nuestras conversaciones por chat, todo era tan idílico que me extrañaba que sucediera de verdad. Lo sentía irreal.

No era obsesión, lo estuve pensando muy seriamente y no lo estaba, por el contrario, no era un secreto que él y yo nos complementábamos en muchas maneras, en especial en la cancha. E incluso mi papá se había dado cuenta de eso, ya que con solo tres semanas de practicas había dado a Edgar el peto rojo oficial del equipo. La armonía con la que jugábamos juntos era bárbara, jamás me había sentido tan alineado con alguien, ni siquiera con mis amigos. Definitivamente, Edgar es para mí.

Puede que haya sonado a queja antes, quería más tiempo, siempre quiero más; pero por dentro estaba, de ser posible, saltando en una pata. Había tenido un avance fenomenal y no en mi tesis. Esas también iba viento en popa, pero no me preocupaba en lo absoluto.

—Bien, el siguiente punto a presentar es el marco teórico, ya debes saber como hacer uno, supongo —comentó el profesor, mirándome por encima de sus lentes—. De momento no veo más correcciones así que, tienes dos semanas para presentar esto como exposición, sería tu nota de segundo corte.

—Listo, profe, gracias —expresé emocionado, era la noticia que esperaba.

—Si sigues así, podría aprobarte el proyecto desde ahora para que lo desarrolles el próximo semestre —comentó con una sonrisa—. Sin embargo, debes seguir viendo las asignaturas de seminario.

—Entiendo, gracias.

Y un nuevo baldado de agua fría bajó mi emoción, el tiempo se me agotaba cada vez más rápido. Regresé a casa pensando en eso, había pasado una tarde espectacular con Edgar y sus problemas al hallar el límite de una función, era adorable cuando se frustraba y me regañaba cuando me distraía. Pero después de esa reunión con mi asesor de tesis, volvía a pensar en lo inevitable.

—¿Estás idiota? —me riñó Violeta—. ¿Qué marranadas piensas tú?

—La lógica no va contigo, ¿no? —me quejé.

—El sentido común abandonó tu cuerpo, por lo visto —bufó—. A ver, retrasado mental, el que te estés por graduar o que no tengas más clases en la U no es como que te vas a morir o ir a otra ciudad. Pueden seguir viéndose, hablando por mensajes y cosas así, son amigos y eso es lo que hacen todos.

—Sí, pero...

—A ver, ¿te da miedo no ver tan seguido a Emilio, Eva y Juan? —Lanzó el primer zarpazo.

Sabía por donde iba su reclamo, y no iba a darle la razón, aunque la tuviese -y la tiene- porque significaría tenerla encima con su cantaleta por mucho tiempo. Pero tenía razón, tengo más amigos, me es fácil hacer nuevos, pero saber que tengo uno nuevo y que es él me llena de una extraña y deliciosa emoción que me recorre el cuerpo.

—Tomaré tu silencio como un no, así que igual lo diré. —Se plantó con seriedad frente a mí.

—No vengas con...

—Amigas mis tetas, tú lo que estás es enganchado a ese niño —me interrumpió con severidad—. Te gusta, acéptalo, por eso andas intenso y...

—Sí, me encanta Edgar, ¿hay problema con eso? —aseguré sin titubeos.

—Vaya, eso fue fácil, ¿así de seguro estás?

—Más que eso, cada vez me convenzo más de lo mucho que me gusta estar con él, ni te imaginas todas las veces que me he mordido la lengua para no lanzarme a besarlo —reí al recordar muchas de nuestras conversaciones—. Es que es tan lindo, tiene esa carita de niño rudo, pero con una sonrisa tan encantadora que me quema. Es...

Suspiré y volví a reír casi a carcajadas, me había extrapolado y sacado de mi pecho solo una pequeña parte de lo que estaba creciendo dentro de mí, de sacar todo la asusto.

—Qué vergas contigo, estás peor de lo que pensaba —rechistó, cruzándose de brazos y suspirando con resignación—. Ya tú estás es tragado, no es solo gusto infantil como siempre te pasa, esto es peor.

—¿Por qué sería peor?

—Porque te estas poniendo obsesivo, por eso, pasas de lo intenso —explicó como si fuese obvio.

—Él no se queja, le gusta estar conmigo y escuchar mis clases, incluso sabe lo mucho que me quedo como idiota mirándolo. —Mordí suavemente mi labio—. Si lo vieras cuando se queda pasmado mirándome la boca, puedo decir lo que sea que solo asiente y ya. Es lindo.

Abrió la boca con sorpresa, tapándosela de forma exageradamente dramática con la mano como si hubiese dicho algo imperdonable. Mujeres y sus dramas.

—Lindas mis nalgas, contrólate, estas yendo demasiado rápido —volvió a reñirme—. ¿Cuánto va, un mes? Bájale dos rayas a tu intensidad, en serio, ni siquiera pareces tú de lo lanzado que estás.

—No exageres.

—No exagero, esto no es propio de ti, no a este nivel de psicosis. —volvió a mirarme fijo y ceñuda—. Contrólate o te controlo, no digo que no estés con él, al parecer también le gustas mucho como para poder soportarte, pero igual no lo conoces y no sabes que intenciones puede tener, o que tipo de persona es.

—Lo sé, pero no creo que sea mala persona, ya lo habría demostrado...

—Bebé, lamento decirte esto, pero uno jamás termina de conocer a las personas por muy cercanas que creas que son, eso puede incluso incluirme a mí y lo sabes.

—Jamás creí escuchar palabras tan serias de tu parte.

—Que asco, no debería estar siendo la voz de la razón en esta relación, soy menor que tú, pero que puedo esperar, eres hombre.

—¿Y eso qué?

—Hombre no es gente.

Y dicho eso, se levantó de mi cama lanzando una almohada a mi cara. Salió dando un portazo con su expresión de fastidio, no se iba a ir, pero posiblemente estaba buscando alguna arma para torturarme. Ojalá la encuentre. Sin embargo, regresó con un par de tazones con helado de fresa.

—¡Pa' que se te baje la calentura, arrecho e' miércoles!

—¡Te odio!

Suspiré, no podía negar que la enana con complejo de mamá tenía razón en gran parte de sus argumentos, menos en la de psicosis, esa se la sacó de las tetas será. Según ella debía controlarme, no ser tan evidente e ir con calma, las cosas apresuradas no siempre salían bien; sin embargo, ¿qué más podía hacer si él estaba en las mismas? No era yo el único que se quedaba mirando como idiota los labios del otro. ¿Y a él quien lo regaña por ser evidente? Podría hacerlo yo, pero a besos.

Si era poco tiempo de conocernos para existir algo más, me daba igual, el coqueteo era mutuo y nadie podía decirme lo contrario. Podríamos ir conociéndonos en el camino, de esa forma se construyen las mejores relaciones, ¿o me lo van a negar? Nadie está forzando a nadie, así que, ¿por qué seguir adelante? Además, me fascinaba provocarlo, era divertido.

—¿Preparado, Edgarcito? —indagué, susurrándole al oído.

Había tenido el enorme gusto de encontrármelo rumbo a mis clases, justo antes de entrar a su examen de cálculo. Estaba de espaldas a mí, revisando sus apuntes que tanto había garabateado durante mis clases, por lo que pegó un pequeño brinco.

—¿Te gusta sorprender a la gente o qué? —preguntó con aparente enfado, pero un suave rubor creciendo en sus mejillas.

—No, solo a ti, se me hace tierno —me burlé—. ¿Listo para el examen?

—¿Podré culparte si lo pierdo? —se burló de vuelta, regalándome esa sonrisa tierna que me enloquecía.

Díganme si eso no es seguirme la corriente y coquetear, me cambio el nombre si no es así.

—Lo dudo mucho, más bien deberías pensar en qué regalo darle a tu tutor por aprobar —me hice el desentendido, con mi falsa inocencia—. Hay que ser justos, ¿no crees?

—Oh, claro, solo si saco por encima de cuatro, ese sería un milagro —rio, ronco y sexy.

Me imagine ese sonido en mi oído, tan cerca de mí que su cálido aliento rozara mi cuello, tan suave y delicado que incluso podía sentir su piel tocando la mía. Él sería mi milagro.

—¿No crees en los milagros, mi Edgarcito?

—Creo en los hechos, y los hechos dicen que puede que apruebe el examen, pero dudo que saque más de 3,5, así que no te ilusiones. —Guardó todo en su maletín colgándolo de nuevo sobre su hombro—. Solo digo, ¿no?

—Tente un poquito más de fe, yo si tengo toda la mía puesta en ti —aseguré, no mentí.

—Espero tengas de sobra, porque lo necesito —suspiró, pero sonreía.

—¿Cuánto quieres apostar? Sacarás más de cuatro —aseguré con mi mejor sonrisa.

—A duras penas 3,6, y es todo.

—Bien, espero mi regalo por ese cuatro.

—Tal vez, lo pensaré.

Se alejó con una sonrisa de diversión en su rostro, entró a su salón junto a otros tantos con expresiones de extrema preocupación. Seguí su ejemplo, continué mi camino rumbo a mi clase de oratoria con un suspiro de satisfacción saliendo de mi boca para luego morderme el labio, debía contener todos los pensamientos que estaba teniendo en ese instante.

Fue inútil, su sonrisa seguía impregnada en mi retina. Me tenía loco.

—Pilas, princesitas, esto no es ballet, a correr como si su vida dependiera de ello —gritó el entrenador haciendo sonar su silbato.

Y hablando de locos, no había mejor forma de terminarla tarde con una exhaustiva práctica de baloncesto, claro está, con mi compañero preferido. Nos vimos obligados a expulsar el alma en cada exhalación, de lo contrario, el entrenador no estaría feliz.

—Vengan aquí, ratas —gritó de nuevo—. Hagamos un pequeño ejercicio, quiero ver como se acoplan a la nueva alineación. Edgar, no me hagas reconsiderar devolverte el uniforme amarillo. ¿Quedó claro?

—Claro y fuerte —contestó.

—Ash, ya te pegaron lo pendejo —se quejó y una risilla resonó en el fondo—. Rojos y amarillos, pilas en sus posiciones.

Con nuevo silbatazo, el partido empezó y el balón rebotó en mi mano para ir a parar a las de Edgar. Cada vez que eso sucedía había una especie de complicidad entre ambos que me dejaba helado, como si con solo una mirada él entendiese lo que iba a hacer o yo comprendiera lo que me quería decir. Alucinante.

Avanzó unos pocos pasos hasta quedar marcado por dos compañeros, me miró de soslayo y asintió levemente. No sé cómo, pero solo me adelanté a más de mitad de cancha como si esa hubiese sido la señal. Le pasó el balón a Emilio, tres pasos detrás de este y avanzó.

—Quiero acción, niñas, no estamos en la hora del té —replicó el entrenador.

—¡Thom! —gritó Emilio, lanzándome una vez más el balón, cada vez más cerca de la cesta.

Aproveché el momento para correr rumbo a la cesta, y de reojo vi a Edgar tras de mí. En frente, toda una barrera estaba a punto de saltar junto a mi para tapar mi lanzamiento, sin embargo, en el último segundo estando en el aire, lo lancé hacia atrás y caí con gracia junto a los otros. Detrás, Edgar tomaba el balón y lo lanzaba con un gran salto, uno que los demás no pudieron interceptar al haber saltado recién.

¡Canasta!

Con una sonrisa, giré sobre mis talones levantando la mano, siendo recibida por un choque los cinco por Edgar.

—¡Estamos aprendiendo, ¿eh?! —me burlé.

—Solo lo que me interesa —contestó entre risas.

Un silbatazo nos trajo de nuevo a la realidad, la mayoría de los viejos compañeros estaban boquiabiertos ante lo que acabábamos de hacer. Más aún, mi propio padre estaba con una expresión de pura sorpresa.

—Si pueden volver a hacer eso, les juro que les levanto el castigo —dijo para ambos.

—¿Cuál castigo? —preguntó Edgar confuso.

—El que les pondré si no lo repiten, a correr —exigió.

Nos echamos a reír, pero no nos arriesgamos a que de verdad cumpliese aquella amenaza-advertencia. El partido continuó en la misma sintonía, Edgar y yo nos comunicábamos sin palabra alguna, nos pasábamos el balón y engañábamos al resto con nuestros movimientos. Sin embargo, las burlas de los envidiosos no se hicieron esperar demasiado tiempo.

—Ah bueno, ya sabemos quién es el favorito del mini entrenador —se quejó Emilio haciendo sus pucheros.

—No le digas nada, después nos manda a la porra como ya lo está haciendo —le contestó Juan con fingido dolor.

—No sean payasos —bufé.

—Ya mejor danos en adopción y cásate con él, traidor —replicó Evaristo.

—Me huele a envidia por ahí —expresó Edgar todo sonrisas burlonas y maquiavélicas.

Estos celos em hacen daño me enloqueceeeeeeeeeeeeeeeeennn

Urna virtual, ¿quién es más celoso, Thomas cuando se le acercan mucho a su chikibaby, o los mensos ahora que Thomas solo le presta atención a Edgar?

Los amigos también sienten celos, soy el vivo ejemplo de eso

En fin, mis pulguitas, esta historia sigue avanzando y se va a poner mejor

Más 💕

Más 🔥

Pero también más 😭.... Digo... 😬

Mamá pulga huyendo del país

Pd: que raro que no han preguntado en que la cagué...

Igual no les diré, todo a su debido tiempo, al final de esta batalla

Y será sorpresa

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