🏀28🏀
Ni ustedes están preparados para este cap, ni yo estoy soportando.
Primero pido perdón de antemano por lo que van a leer
Segundo, recuerden las advertencias al iniciar el libro
Y tercero, recuerden DPT, aunque hare cambios al terminar este libro, sigue manteniendo ese aire de desprecio y brusquedad de Edgar, por algo él es así y esta es su explicación
Cuatro.... *Sale corriendo*
Edgar
Nadie puede hacerlo.
Nadie puede.
Nadie.
Una y otra vez aquellas palabras retumbaron en mis oídos, desestabilizando cada vez más mi andar y mi respiración. No pude soportarlo más, en cuanto estuve lejos de su alcance salí corriendo lo más más rápido que mis pies cansados me dieron posibilidad. No a la salida ni enfermería, un lugar lejos, solo y oscuro. Lo más alejado de las gradas, rodeado de árboles y el murmurar de los insectos del bosque adyacente, allí solos mi cabeza y yo dejé salir todo lo que me obligué a tragar desde que vi a Thomas iniciando el día.
Una fuerte inhalación de aire entró bruscamente a mis pulmones, ahogándome en mi propia miseria y lágrimas. No había notado cuando empezaron a salir, gruesas y tantas lágrimas empapando mi rostro que solo me deshice en ellas. Lloré como nunca había llorado en mi vida, solo pude comprar esa sensación con el día en que me enteré de la muerte de mi papá. Un dolor desgarrador que no me dejaba respirar, pese a mis sollozos fuertes sentía que el aire no daba para entrar.
Un ahogo repentino me embargó, cerrando mi garganta y haciendome hiperventilar con fuerza. Jamás en la vida había sentido algo tan horrible como eso, llegando a debilitarme tanto que mis pies fallaron en sostener mi peso. Caí de rodillas apretando mi pecho con rabia, viendo cada vez más borroso, con los trazos entumecidos y sintiéndome desfallecer. Sin embargo y para mí desgracia, no me había muerto. No había sido un paro cardíaco como ya lo había pensado antes, porque claro, en esa semana de infierno no fue una ni dos veces que pasó. Fueron varias, más de cinco en ocho días.
No sé cuanto tiempo realmente estuve así, tratando de respirar y calmarme, pero viendo lo oscuro del cielo tuvieron que ser más de media hora. Entre lágrimas y ahogos, completamente solo y desdichado. Así pinté mi vida desde ese día en adelante, un completo mar de mierda, miseria y soledad. Lo único que me quedaba eran mis hernanas, y solo por ellas estaba haciendo todo eso. Por ellas, su seguridad, su bienestar, no podía hacer más que protegerlas y si eso implicaba que debía sacrificarme a mí mismo, lo haría sin dudarlo. Aunque, por desgracia, en el proceso herí a la persona que más amaba en el mundo. A Thomas.
Debí terminarlo de raíz, me obligué a hacerlo porque solo así lo alejaría de esta ilusión prohibida. No quería ponerlo en riesgo, ya suficiente tendría con lidiar con el idiota en que me debía convertir. Lo amo de verdad y por eso preferí alejarlo, sacarlo del foco de atención de Santiago, aunque verlo llorar por mis palabras me desgarrara el alma.
Me levanté como pude y limpié mi pantalón, regresé a las duchas esperando no encontrar a nadie y que estuviese abierto. No lo estaba, habían cerrado con llave. Me dirigí de vuelta a mi bloque académico, sin encontrarme nadie conocido por los pasillos. Me encerré en uno de los baños y me limpié, tenía marcas de uñas en las palmas de mis manos, recientes y sangrantes, por lo menos encima de las heridas viejas. Una nueva cicatriz adornaba mi muñeca, una larga y fina línea rodeando muy por encima de mis arterias. Y no, no fueron causadas por mi propia mano. Ojalá.
Después de esa tarde de estudios, las derivadas fueron el menor de mis problemas. Llegué a casa después de buscar a las niñas, habíamos quedado en que se reunirían en casa de mi tía Rosa después de la escuela y yo las recogería de allí para llevarlas a casa. Sin embargo, cuando llegamos todo estaba tan silencioso que me pareció casi idílico. Mamá estaba encerrada en su habitación, como se había hecho costumbre cuando su nuevo marido no estaba, así que aproveché el bug para preparar algo rápido de comer para las niñas y llevarlas a su habitación. Sería rápido, cocinar mientras ellas adelantan tareas, comer e ir a dormir. No necesariamente tan temprano, pero sí encerrarse en la habitación.
Sin embargo, el tiempo para hacer todo eso no llegó. Con una patada a la puerta, aquel tipo entró entre risas burlescas y vociferando como si estuviese hablando por teléfono.
—Corran al cuarto, dejen todo, más luego les llevo las cosas —dije con prisas—, pongan seguro y no abran a nadie, yo tengo llave.
Las vi subir corriendo a toda máquina, escuchar la puerta cerrarse y...
—Aquí está el niño preferido, ¿qué tal, Edgarcito? —expresó con una sonrisa burlona y un fuerte olor a cerveza, aunque no del todo ebrio—. ¿Cómo van esas clases, el equipo y tu amiguito?
—No sé de que habla, y si me permite iré a dormir —contesté con rapidez y con los nervios a mil, eso no pintaba nada bien.
—Bien dicho, nene, pero, ¿qué crees? —dijo en medio de risas, ubicándose justo al inicio de las escaleras—. No he lo permito, tenemos una conversación pendiente. ¡Junior!
—Ay, Edgarcito, nos dejas las cosas tan fáciles que me da pesar por ti —se burló, dándole a su tío un sobre de manila—. Ni modo, traté de ayudarte, ¿eh? No colaboras tampoco.
Lo vi rasgar la parte de arriba del sobre, sacar un manojo de lo que parecían fotos, pasar una tras otra y reírse con cada una de ellas.
—Ahora entiendo porque tu mamá detesta a tu tía, otra enferma alcahueta —se burló mientras tiraba una a una cada foto.
En ellas, podía ver con claridad la casa de mi tía y a nosotros entrar tan sonrientes que parecía otra vida. Y con eso, el miedo empezó a invadirme, ya no eran simples nervios. Era pánico, especialmente, cuando una de esas fotos me mostraba a mi de lejos besando a Thomas muy acaramelados. Era mi fin.
—Te hago una pregunta —añadió lanzando la última de las fotos a mi cara, esta vez sin rastro alguno de burla—. ¿Qué fue lo último que te advertí cuando llegaste de ese prostíbulo de tu tía?
Me quedé mudo, no podía responder a eso pero al parecer tampoco tenía permitido el no hablar.
—¡Contesta, plasta de mierda! —gritó, acercándose en dos largos pasos y dándome una fuerte bofetada que casi me tumba al suelo—. Intenté ser comprensivo al inicio, a falta de un macho en casa el becerro se desvía, pero te pasaste mis advertencias por el culo.
El zumbido en mi oído era intenso, me dolía y lo sentí caliente. Además, el sabor amargo del hierro de la sangre en mi labio me hizo tener la primera arcada. Me tomó del cuello, levantándose con brusquedad y estampándome contra la pared, el golpe seco resonó incluso en las paredes y un calorcito empezó a bajar por mi cabeza hasta el cuello.
—Te dije no una ni dos, fueron varias veces las que te advertí que no quería maricas en mi casa —escupió en mi cara, su maloliente boca demasiado cerca de mi rostro—. Si me haces repetir esto una, solo una vez más, malparido desviado, lamentaras cada uno de tus jodidas decisiones. ¡Junior!
—¡En marcha! —expresó, corriendo escaleras arriba.
Desde ahí pude ver una esquina del pasillo, asomada como animal herido y asustado, estaba mamá viendo toda la escena sin mover un dedo. En cuanto notó mi mirada sobre ella, se sobresaltó y se ocultó. No podía sentirme más miserable que eso, mi propia madre dejándome a merced de ese tipo. Sin embargo, algo en sus ojos empezaba a hacerse familiar, miedo y arrepentimiento de verdad. Pero, ¿había voluntad? No.
—Préstame atención, esto solo lo diré una maldita vez en tu letra vida, la siguiente será esto... —Sacó de su chaqueta una Beteta pequeña y negra, le quitó el seguro y lo puso justo en mi sien.
Un gemido de sorpresa salió, pero no sé si de mis labios o de los de mi mamá viendo todo desde lo alto de las escaleras. Su esposo apuntaba con una pistola cargada y sin seguro la cabeza de su hijo, y ella no salía de su escondite. Pero claro, entendía que no lo hiciera, hasta yo estaba cargado de miedo.
—En tu puta vida se te ocurra volver a hacer caso omiso a mis palabras, ¿entendido? —preguntó, presionando cada vez más el cañón en mi cabeza.
—Sí, entendí, no volverá a...
—Sé que no volverá a pasar, ¿sabes por qué? —preguntó burlón.
Arriba, el clic de una cerradura y una patada a la puerta sacaron mi cabeza de la nube borrosa en la que el golpe me había dejado. Luego, un grito agudo de las niñas y mis piernas reaccionando ante ese sonido. Sin embargo, el brazo de Santiago se cerró contra mi cuello reteniéndome a la fuerza y ahogándome.
—No te he dicho que te muevas, marica de mierda —vociferó, guardando su arma un segundo para darme un puñetazo en el costado.
Casi no podía respirar, pero eso me importó poco cuando vi a Junior bajar con Elizabeth en sus brazos. La traía cargada al hombro, pataleando y gritando por ayuda. La bajó con brusquedad, tapando su boca con fuerza y abrazándola para que no huyera. Por más que forcejeaba, no podía zafarme de su agarre.
—¡Suéltala! —logré murmurar pese a la asfixia—. Haré lo que quieran pero...
—No te escucho, marica, ¿qué dijiste? —se burló aflojando un poco la presión en mi cuello.
—Haré lo que quieras, pero déjala ir —supliqué, viendo con terror como Júnior la pegaba a su cuerpo, olfateando su cabello con expresiones tan asquerosas que la rabia me subió del estómago a la boca—. No la toques, suéltala.
—Huele tan rico, tan virginal —comentó Junior, mirándome con malicia y aspirando su cabello.
Los sollozos de Elizabeth se impregnaron en mis oídos, me hacía sentir tan impotente por no poder hacer más nada. Por más que quería, no pude liberarme del agarre de Santiago sin importante que me disparara en el intento, quería alejarla de ese cerdo lo antes posible.
—Suéltala —dijo Santiago.
—Qué chafa —se quejó, soltándola sin alejarse de ella.
—¡Ed! —murmuró Elizabeth entre sollozos temblorosos.
—Cuarto, y cierra con lo que sea —exigí al verla dudar, pero el miedo de tener a Junior tras ella la hizo obedecer.
Corrió lo más rápido que pudo, empujando a mi mamá en el camino hasta llegar a la habitación y cerrar con un clic. No sólo eso, el arrastre de muebles se escuchó hasta el primer piso haciendo reír a carcajadas a Junior.
Con un fuerte empujón que me hizo estrellar contra un mueble, Santiago me apartó de la pared donde me había mantenido sujeto. Volvió a sacar su arma y apuntó hacia mí, moviendo frenéticamente esa mano de un lado a otro, como buscando su ángulo.
—Tienes que ponerte los pantalones, no me importar si no tienes los huevos para ser hombre o no, inventalos sones necesario, pero no me quiero enterar que estás de desviado con ese hijueputa en la universidad —vociferó apuntándome cada vez más cerca—. Ni dentro, ni fuera, de lo contrario cosas malas pueden pasar, a tus hermanitas que tanto cuidas o a ese, ¿como se llama?
—Thomas, el niñito de ojitos claros —se burló Junior.
—De ahora en adelante te quiero lejos de ese marica, me importa un culo que estén en el equipo, lejos de ese, tienes que ser un varón, darte a respetar, que te tengan miedo no sentirlo tú —replicó, describiendo lo que más odiaba en la vida—. Ojo con lo que haces, ¿vas a obedecer?
—Sí.
—Primera tarea, mandar a la verga a ese Thomas, pero bien lejos —insistió, levantando el arma y recargando—, o de lo contrario esto es lo que le puede pasar a él mismo.
Apretó el gatillo, justo apuntando a mi pierna.
Click.
Mis ojos se cerraron al instante, esperando el sonido sordo del disparo, pero no sé escuchó nada más allá de jadeo asustado de mi mamá. No había bala, pero tampoco podía esperar que todo el cargador estuviese vacío. Volvió a recargar y apuntó.
—Esto es lo que hace un varón de verdad, no le tiembla la mano para nada, así que pilas, tengo mis formas de saber que haces y con quién, no quieras darme más ganas de las que ya tengo de vacuarte esto en la cara —amenazó, pero más miedo me dio cuando continuó—. Contigo o sin ti en el camino, tengo muchas ideas que quiero poner en práctica.
Con esa afirmación, Junior estalló en carcajadas como si fuese entendido el mensaje detrás de sus palabras. Y me preocupe más aún, esperando equivocarme y no fuese lo que se me cruzó por la cabeza.
—Tú verás que es lo que haces, en tus manos están esas niñas —continuó amenazante—. Estoy teniendo ideas muy interesantes con tus hermanitas, sobre todo con la grandecita, pronto empezará a desarrollarse y será una mujercita muy linda y tengo amigos solteros que pagarían mucho dinero por ellas.
—Lo haré, no se preocupe, no volverá a pasar —acepté derrotado.
—Así me gusta, como todo un varón —celebró, guardando por fin su arma—. Ahora lárgate de mi vista, me das asco.
Como pude, me levanté sin demostrar lo adolorido que estaba, caminando lo más rápido posible a la habitación de las niñas y pasando de largo sin siquiera mirar a mi mamá. No valía la pena, ella no entendió ni entenderá la magnitud del peligro en el que nos puso. Tampoco era hora de lamentarse, debía pensar y hacer algo al respecto. Conmigo podían hacer lo que quisieran, haberme dejado moratones y heridas donde quisieran, pero a las niñas y a Thomas solo los tocarían por encima de mi cadáver.
Y si para hacerlo debía alejarlo, lo haría aunque me desgarrre el corazón en el intento.
Despejé mi cabeza de los recuerdos de esa tarde, aún tenía pesadillas con el arma apuntándole a Elizabeth y ella, por desgracia, tenía las mismas pesadillas. Solo podía verla por su seguridad física de momento, no podía controlar lo que veían mas no lo que escuchaban en esa casa, el mismísimo infierno. Respiré profundo y toqué, debí regresar con las niñas lo antes posible o habría más problemas.
Haría cualquier cosa por evitar más de lo que ya había pasado.
No hay excusa
Pero era necesario
Ustedes lo saben, yo lo sé
Pero tengan a certeza de que yo tambien lo lloré (literalmente)
4 caps, cuenta regresiva
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