🏀25🏀
Thomas
Recuerdo que, desde pequeño, uno de mis más grandes sueños era poder graduarme de una buena universidad y ser el orgullo de mis papás. Y, ahora que estoy por lograrlo y que mi vida ha tomado un curso muy particular, ese suelo ha cambiado por completo. Sueño diariamente con que, así como ese día, pueda despertar por las mañanas viendo su precioso rostro sobre mi pecho. Esa tranquilidad al dormir es todo lo que él merece y necesita, por las niñas y por su propia integridad, y haré lo que sea para ayudarle.
No podía estar más satisfecho con mi vida, con estos días, con estas vacaciones. Puede que antes, con lo atolondrado que soy, haya hecho una que otra travesura con chicos y chicas por igual, no me enorgullezco de eso en absoluto; sin embargo, me sigo sorprendiendo de lo diferente que se siente el simple sexo comparado con hacer el amor con Edgar. No hay nada en la tierra que se compare con el placer que me hace sentir, sus caricias, sus besos, la suavidad de su piel y lo excitante de sus gemidos. Son el paraíso para mí.
—Buenos días, mi rayito de sol —murmuró Edgar somnoliento—. ¿Qué tal dormiste?
Sin darme cuenta, me había quedado pasmado solo observándolo dormir, mientras mis dedos jugueteaba con la suavidad de su cabello.
—Más que bien, mi duraznito —expresé con diversión.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, aquel apodo solo había salido de mi boca al procesar el como me había llamado. ¿Ya podíamos ponernos apodos cursis de pareja? Podía hacer toda una lista.
—¿Por qué durazno? —rompió en risas.
—Porque son redonditos, rosaditos, jugosos y sabrosos —expliqué, mientras mi mano libre se iba directo a pellizcar sus nalgas—, igual que...
—Thomy, contrólate. —Un nuevo juego de cosquillas empezó, siendo yo quien tomara la ventaja—. Deja la necedad, adicto.
—Pero solo a ti y a mucha honra.
Entre risas y besos matutinos, procedí a mordisquear y hacerlo reír hasta el cansancio. Se me hacía tan fácil ser tan meloso, que a veces me asustaba. ¿Cuándo fue la primera vez que fui así? Solo con él.
—Ya, animal del monte, manos quietas que hay cosas que hacer —me riñó en medio de risas—. Aún me duele la cadera, ajuiciate.
—Yo te dije que te iba a dejar sin caminar y tú aceptaste, soporta, mi duraznito —recalqué una vez más su nuevo apodo.
—Dios, te voy a matar —se quejó con falsa indignación.
—Pero a sentones, espero. —Y sus carcajadas estallaron una vez más.
Obligados a levantarnos, nos dirigimos a la ducha para empezar el día frescos como lechuga. Eso sí, juntos para ahorrar agua y ayudarle a sostenerse, no quería aceptarlo pero aún le temblaban las piernas. Tan tierno y yo tan jodidamente burlón.
Fui el primero en salir, más bien en ser echado del baño por mano larga, por lo que al ver que las niñas seguían profundamente dormidas, decidí empezar el desayuno. Como muy básico, el cafecito con leche bien caliente, no se puede iniciar un buen día sin café. Es vida, es energía, es buena vibra y no, esto no es propaganda, es adicción.
—¿Cafecito? —pregunté al verlo entrar a la cocina, ofreciéndole una taza recién servida.
—Gracias, rayito —dijo con una sonrisa dulce y haciéndome sonreír igual—. No eres el único que puede poner apodos cursis y este se quedó.
—Creo que me acabo de enamorar el doble de ti. —Y como si fuera poco, no desperdicié el momento.
Lo bese una muchas veces más, besos con sabor a delicioso café caliente. Más caliente que nosotros no, pero casi se acercaba. Eso hasta que sentí sus dientes clavarse en mi labio, sabía que era su método para controlarnos, pero le salió mal el truco, porque me encanta que lo haga.
—El desayuno, Thomy, hay que hacer el desayuno a las niñas —me riñó de nuevo.
—¿Puedo tomarte como mi...?
—No, juicio —se burló.
Un besito fugaz y manos a la obra en la cocina, ni modo, tocó obedecer. Sin embargo, un mensaje de texto me sacó de mi nube de felicidad regresando de golpe a la realidad, era mi mamá.
«Bueno, señor independiente, ¿se te olvida que aún vives bajo mi techo o qué? No me hagas decirle a tu papá, Thomas Alfonso. Te vienes ya, cuento hasta cinco voy por tres. Besitos, mamá».
Pueden verla dulce, tierna, una señora buena vibra, pero como su hijo que le ha sacado un par de canas verdes puedo decirles que cuando se enoja da miedo. Mucho miedo. Es más, ni siquiera era necesaria la amenaza con decirle a mi papá, hasta él le tenía miedo cuando se enojaba.
—¿Pasó algo? —preguntó Edgar al verme pegado al celular.
—Nada, es solo tu suegra siendo una madre responsable y regañona —dije con un poquito de sarcasmo, solo un poquito.
—Ay no seas exagerado, si se ve bien...
—Esperate a que te conozca bien y entre en confianza —le interrumpí—, solo dale chance y verás porque hasta mi papá le tiene miedo.
—¡No te creo! —exclamó entre carcajadas.
—Me despido de ti, mi duraznito, solo por si se comete un infanticidio —teatralicé.
—Anoche no eras muy infante que digamos, ¿eh?
¿Me están haciendo bullying? Sí. ¿Me iba a dejar? Por supuesto que sí, él se divertía, yo me divertía y ambos felices, no había más que hacer que responderle con bullying también.
Recogí mis cosas de rapidez, cuando mamá me llamaba por mis dos nombres el nivel de enojo era grande, así que mientras más pronto llegara a casa menos sería la reprimenda. Solo una vez me llamó por mi nombre completo, y casi no vivo para ver la luz del sol de nuevo. No porque me pegara, jamás me pusieron un dedo encima ninguno de los dos, pero sí estuve castigado un año entero con lo que ella llamó "servicio comunitario". ¿Adivinen quien aprendió a bordar con un montón de abuelas durante sus tardes libres después del colegio cuando aún estaba en primaria?
Tiempos oscuros.
—Me escribes cuando llegues y después del regaño, solo para cerciorarme que sigas vivo —se burló Edgar.
—Que bien, burlate, duraznito —le reproché—, solo digo que esto también es tu culpa.
—Ay sí, pobre, mi Thomy, juchele.
—No sin besito de despedida —exigí.
Me había acompañado hasta la salida, como era costumbre de su parte; y como costumbre mía, me adueñé de su boca reclamandola con intensidad. Mío y solo mío de ahora hasta que la muerte nos separe. Sin embargo, su voz de la razón terminó por separarme de sus labios. Con ambas manos pegadas a mi pecho, me empujó con suavidad dejándome contemplar ese precioso rubor en sus mejillas y sentir su respiración agitada.
—Ya, después te doy más, pero ya suficiente por hoy —recalcó entre suaves risas.
—Mentira, jamás tendré suficiente de ti, pero... —recalqué antes de recibir un nuevo regaño de su parte—, te haré caso por ahora. Me saludas a las niñas, nos vemos luego, mi duraznito.
—Te amo, ve con cuidado.
Con un último y muy fugaz besito me fui directo a casa, caminando a la parada de buses a solo una esquina de allí. Un destello verde con negro apareció por el rabillo de mi ojo cruzando por un patio cercano a la casa de la señora Rosa, tan fugaz y tan rápido que creí haberlo imaginado.
No le di importancia, más por el simple hecho de no estar seguro y porque el bus ya venía muy cerca. Debía centrarme en lo importante, salvar mi vida de las garras enojadas de mi mamá. Solo así me di cuenta, había dejado mi buzo azul celeste en casa de la tía Rosa.
Sonreí, volví a caer en los recuerdos de la noche y la mañana con Edgar. ¿Lo usará o me lo devolverá? Se le vería lindo.
Estando ya en la puerta de la casa, respiré profundo y analice mis opciones. ¿Cuál de todas las razones eran más posibles de regalo? Aparte, claro está, el dormír en la calle pero... ¿Si avisé?
—Ya entra, que te vi —gritó mamá desde dentro, su sentido arácnido materno era atemorizante.
—Buenos días... familia —dije, deteniéndome por un segundo al verlos a ambos sentados en el sofá de la sala esperándome.
Mamá con sus gafas puestas sobre el puente de la nariz, el ceño fruncido y los brazos cruzados. Y papá... Bueno, con él era difícil, esa era su cara siempre y para todo. Ni modo.
—Buenas mis ganas de jalarte las orejas, Thomas Alfonso. —Cero y van dos, ya podía despedirme de esta cruel vida—. Cero y van dos, ¿qué te crees?
—¿Contexto? No entiendo que hice —dije, con calma y tanteando el terreno.
—Qué no hiciste, querrás decir —argumentó mamá—. Es la segunda vez que te quedas a dormir en la calle y no avisas, solo cuando es demasiado tarde. ¿Acaso crees que te diremos que no?
—Eh, ¿lo iban a hacer? —indagué, jugándome la vida en ello.
—Sigue de payaso y lo haré —intervino papá—, tendrás pelos en los huevos pero adulto no eres.
—¿Sabes lo mucho que me preocupo mientras no sé dónde carajos te metes? —continuó mamá.
Revisé los archivos de mi mente mientras ambos daban razones para regañarme, y sí tenían razón, no lo iba a negar. Pero, dadas las circunstancias, no sabía en ambas ocasiones que me quedaría a dormir o que podía hacerlo. De todos modos, no había excusa para eso.
—Lo sé, lo siento y les prometo que avisaré donde estoy cuando salga —expresé con la mayor sinceridad que pude—. Aunque lo de dormír en la calle no es tan así, estaba con Eddy, y no sabía si me quedaría o no hasta que avisé. ¿Eso cuenta?
—Por el amor a Cristo, deberías poner los pies en la tierra, tonto —me riñó papá, esta vez más serio—. Eso de estar tan pendejo por alguien no te conviene, estás en medio de la tesis, tienes ocupaciones y eso solo te distrae. Ojo con eso, te vas a meter en problemas, conmigo o con la universidad, pero problemas tendrás.
—Señor papá, con todo respeto, ¿De verdad me puedes regañar por estar pendejo por alguien? —expresé mirándolo acusadoramente, desviando hacía mamá que estaba aguantando la risa mirando a otro lado y luego regresando a él.
Se quedó callado y con eso, mamá no soportó más la presión y estalló en risas. Papá solo la miró con una ceja enarcada, reclamándole con la mirada el perder el papel de padres y dejarlo en evidencia. ¿Qué más podía hacer? El ladrón juzga por su condición.
—¡Pendejo quedé yo! —se quejó y ella solo se carcajeó el doble—. Qué ayuda.
Mamá solo se levantó, dando por terminada la improvisada reunión familiar y regresando a sus labores, todo sin dejar de reírse a carcajadas. Papá fue tras ella, luego de dar un largo suspiro y poner su expresión de determinación militar. Esa misma expresión que ponía cada vez que, aunque su cabeza le dijera qué debía decir que no a mamá, el resto de su cuerpo gritaba lo contrario. Así que no, era el menos indicado para reñirme por esa razón.
Me senté en el sofá, esperaba un regaño más prolongado por algo más serio, pero me asusté en balde.
«Llegué y sobreviví al regaño, solo por si te interesa, mi duraznito», escribí y envié el mensaje.
Esperé sentado y descansando a recibir su respuesta, sonriendo como el tonto que sí era pero que no iba a aceptar delante de papá. Sin embargo, desde la cocina escuché los murmullos de una discusión entre mis papás. Al acercarme, solo me di cuenta de lo equivocado que estaba. Papá le reclamaba, claro está, pero mamá solo se reía y le hacía pucheros para que este, tal y como sucedió, cayera en sus encantos.
Lo siguiente que vi fue al gran macho alfa militar condecorado con uno de los más altos rangos de la milicia, ceder ante los ojitos pispirezcos de su esposa, la dulce y tierna enfermera. Rodeó su cintura con sus brazos atrayéndola a su cuerpo, y sin media palabra más, la besó con ansias. Ya estaba tan acostumbrado a eso que había quemado las etapas, primero el asco cuando niño al ver a mis papás besarse, luego fastidio porque me era desesperante, para después pasar por la envidia al querer algo así como lo de ellos. Ahora, con el giro que tomó mi vida, solo me era divertido verlo, porque ya tenía a mi dulce niño para besarlo de la misma manera.
Regresé a mi habitación, dándoles el espacio necesario para que hicieran y deshacieran a su antojo, pero lejos de mí.
«Me alegro mucho, tendré novio para largo entonces», leí en su mensaje y como si de telepatía se tratase, casi pude escuchar su carcajada.
«Hasta acá se escuchó tu risotada, pero no te preocupes, te perdono solo porque me encanta que me llames tú novio. Te amo», enviado.
Encendí mi portátil con la única idea de terminar los avances pendientes de mi tesis, ya había culminado la parte práctica con reuniones con varios gerentes que me permitieron hacer el análisis de sus empresas. Solo restaba agregar las notas a los resultados, hacer gráficas y el análisis del mismo. Ya con eso tenía el 70% de la tesis hecha, quedando así una materia más por dar este semestre y trabajo de grado dos. Aparte de eso, las prácticas eran el último escalón que me separaba del tan anhelado título universitario.
Con eso en mente, suspiré y me dediqué a enviar algunas hojas de vida. Varias de ellas a las mismas empresas entrevistadas, tal vez así, con el conocimiento que tenían sobre mí, tenía alguna oportunidad más de ser seleccionado.
En esas dos actividades se me fue el día, y con ello, la llegada del cronograma académico del semestre. Solo dos días faltaban para poder matricularme, pero por mi parte, ya tenía el horario acomodado a mi gusto, ventajas de estar en último semestre. Nada interferiría en mis prácticas, mis momentos con Edgar y mis espacios de esparcimiento personal, que esperaba fueran con Edgar también.
«Adivina adivinador, ¿quién acaba de tener el mejor día de su vida?», vibró mi teléfono con un mensaje de Violeta.
«Diría que yo, pero dudo que sepas eso, así que asumiré que tenemos chisme nuevo. ¿Vienes o voy?», le contesté curioso, aunque me imaginaba por donde iba la cosa.
«Prepara las bebidas que llevo papas», escribió y se desconectó. Y así de fácil era tener chisme caliente, recién salido del horno.
Bastó solo media hora para que la susodicha llegara a casa con bolsas de papas fritas, saludara a mis papás con una sonrisa contenida, escuchando el regaño que me dieron esa mañana y prometiendo que también me daría una buena reprimenda por eso. Si tan solo supieran ellos, ya había perdido el derecho y privilegio de regañarme por cursi.
—¿Cuándo dejarás de ser tan pendejo? A veces me dejas demasiado fácil el darte lata —se burló, al solo entrar a mi habitación y tirarse sobre la cama con un largo suspiro de dicha.
—¿Recordamos quien es el mayor aquí? —repliqué en mi papel de vistima.
—La edad como el tiempo, son relativos —expresó con su fachada solemne—. El que lleves más tiempo de vida no quiere decir que seas más maduro, además, eres hombre. ¡Por favor!
—Vean a esta atrevida, los pájaros tirándole a las escopetas —me quejé, continuando antes que saliera con alguna gracia—. Mejor escupe el chisme, quiero saber en qué mundo estás y si tienes el derecho de hablar tanta paja.
—Tinti piji, ñiñiñiñi —se burló.
Mientras empezó a contar los pormenores de su día, una salida improvisada a comer con sus amigas después de sus clases extras para el examen de estado, vaciamos las papas en razones con pequeños frasquitos aparte con salsa. Jamás en la vida pueden faltar, picante, tártara y BBQ. Y claro está, vasos con bebidas, refresco en este caso.
—A las chicas les dio curiosidad, así que se decidieron a ir a Coffe Paté para el almuerzo y fíjate... —Hizo una pausa para reírse como foca epiléptica—. La Maritza por fin aceptó que muy hetero no es, nada más con ver a Karlita se le salió medio litro de babas.
—Es que Kar hace dudar al que sea, basta los gays —comenté entre risas—. Pero sigue, al punto.
—Es que... cuanto todo terminó, por alguna razón las chicas empezaron a irse como tan... rápido, de la nada decían que habían recordado hacer algo y no sé qué —expresó sonriente, con la mirada perdida en sus propios recuerdos—. Así que nos quedamos solas Lauren y yo, y a ella se le ocurrió que podíamos ir a la librería, pero eso estaba solo. Nos pusimos a ver libros, a leer algunas cosas por ahí y se compró dos, pero uno de ellos lo pidió envuelto en papel regalo con corazones.
—Ah, qué bonito, ¿qué más? —le apuré.
—Nos quedamos un rato más en la sala de lectura, se acercó a mí y solo me besó en la boca —se sonrojó al máximo, como si el decirlo en voz alta le ayudará a creer que de verdad pasó—. Fue tan... lindo, mágico y tan delicioso. Me había alejado primero por la sorpresa, pero después vi su propio rostro colorado y la besé de vuelta.
Por un segundo, escondió su rostro en la almohada gritando eufórica y tratando de volver a la cordura.
—O sea que tienes novia... —canturré igual de emocionado por ella.
—¡Sí! Y es ella, te juro que soy la más feliz del mundo —suspiró sonriente—. Es casi como verte a ti hablando de tu Edgarcito, así de idiota me tiene esa niña, enamoradísima. Es tan linda y atenta, y besa tan rico.
—Eh, eso sí que no, moscorrofia —le reñí, aguantando la risa para dar más peso a mi regaño—. Te acepto pendejo, pero idiota no soy, atrevida. Conoce tu lugar, zanahoria con patas.
—Ah, pero no niegas que estás así por amor —recalcó entre risas cómplices.
—Jamás lo he negado, amina Edgar como a mi vida y para tu información, ya somos novios oficiales —anuncié con orgullo, viendo cómo quedaba con la boca abierta de la sorpresa—. Hasta me presentó a su tía, que es como su madre. ¿Qué más oficial quieres, un anillo? Porque te lo consigo y se lo propongo.
—Pisa el freno, ferrocarril con huevos —nos carcajeamos ante su ocurrencia—. Perfecto que conozcas a tu suegris, pero relájate, apenas están iniciando, bajarle dos rayas y no digo que te controles, pero con eso seguro ya... ¡Thomas Alfonso! ¿Qué hiciste?
—Creí que ya lo sabías —me burlé.
Estuvo dándole y dándole al tema, una y otra vez insistiendo en que jamás le mencioné el pequeño detalle de ese gran salto. Es que, con esa manera de tratarme, como le iba a decir. Aún así, ¿llegó el momento de la charla con ella?
—Mira, animalito, soy adulto y tengo edad para eso, él también y fue todo con su consentimiento así que el regalo no va al caso, pero...
—No me gustan tus «pero» —me interrumpió.
—Estoy muy feliz por ti, de verdad —dije esta vez con sinceridad y cero burlas—. Sé que te gusta mucho esa niña, y por eso te apoyaré sin importar quien sea, pero debo conocerla. Me gustaría hablar con mi cuñadita, y tener «la conversación» con las dos, solo por si acaso.
—¿Discúlpame?
—Son adolescentes, pasé por eso, sé que es complicado controlar las hormonas, el frenesí del calor y tal, así que....
—Cállate mejor que no eres el más indicado para hablar de eso, mucho menos para regañarme, igualado —replicó con falsa indignación.
—Lo digo en serio, Vi —insistí.
—Lo dices más por ti y el pobre de Edgar, querrás decir —bufó haciéndome caras.
—No, ponte pilas y escucha —continué con el regaño.
Sus quejas continuaron más que llorona buscando a sus hijos, pero a cada uno de ellos les buscaba un contra con el cual atacar. Aun así, nos tomamos esa absurda discusión con humor y un poco de seriedad. Sí, me iba a presentar a su novia cuando fuese el momento indicado. Además, debíamos hacer planes de contingencia, que no haya pasado nada relevante esos días no quiere decir que haya bajado la antes. Sus papás seguían siendo los mismos homofóbicos de siempre, eso no iba a cambiar y debía tener más cuidado.
Si tan solo fueran más tolerantes.
Dos caps en dos días, esto es GLORIOSO!!!!
Estoy regresando a mi mood real, el que me quita la prra universidad
Como los detesto
En fin, los amo mis pulguitas.
Gócenlo.
No sé si se note, pero aquí hay un pequeño detalle que servirá para la gran explosión 10más adelante, leo sus teorías.
Pd: SOLO FALTAN 6 CAPS MÁS
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro