Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🏀24🏀

Edgar

Jamás me imaginé que sería yo quien lo diría primero, pero, dado que fui yo mismo quien le dijo no estar preparado para una relación, creí que sería un buen detalle. Y no me equivoqué, su sola expresión de sorpresa y felicidad era todo lo que quería. Verla más seguido se iba a convertir en mi adicción, y al mismo tiempo, en lo que más necesitaba. No se si era el momento adecuado, pero prefiero hacer del momento el correcto que esperar a que este llegue.

Aquel día fue un dulce descanso de toda la mierda que se estaba desatando en casa, y aunque esa era la razón de mantenerme sobre la línea, no podía solo cerrarme a sentir y con Thomas, se me hacía imposible. Y como plus, las niñas lo adoran, no podía ser más ideal que eso.

Bueno, tal vez sí.

Desde que las reparaciones arbitrarias de ese sujeto empezaron en la casa, los problemas no pararon. El polvo y la arenilla que levantan a diario han provocado reacciones alérgicas en las niñas, Elizabeth tiene rinitis y Valeri no dejaba de toser. Estábamos hartos de todo eso, y apenas iban por mitad del proceso. según escuche de boca de Santiago, estaba remodelando a nivel completo, poco le faltó para tumbar todo para construir de nuevo.

Mamá, por su lado, pese a tener que dormir incómoda mientras hacían reparaciones en su propia habitación, estaba de lo más dichosa al ver como su "novio" suplir sus necesidades. No digo que no lo necesitáramos, pero había que ver quien lo estaba haciendo. Viniendo de Santiago, el cobro a futuro iba a ser demasiado costoso.

—¡Ed! —susurró Natalia con la voz congestionada—. No me siento bien, me duele mucho la cabeza.

—¿Y tu tapabocas? —indagué, buscando uno nuevo entre mis cosas.

No muy lejos, entre el sonoro martilleo de los trabajadores, pude escuchar una sucesión alarmante de estornudos. Si a mamá no le importaba, a mí sí y haría lo necesario para evitar que las niñas se enfermaran más.

—Se me dañó, ya estaba todo sucio de polvo —se quejó entre tos seca.

—Llama a las niñas, empiecen a empacar algunas mudas de ropa —dije por fin—, nos iremos unos días con la tía Rosa.

—¡Ya era hora! —se quejó Elizabeth tras de mí, haciendo pucheros con sus mejillas y nariz colorada por la rinitis—. Yo empaco por Vale, tu habla con mamá.

—¿Te acompaño? —sugirió Natalia preocupada.

—Ve a ayudar a tu hermana, mejor, yo puedo con esto —dije, con una falsa sonrisa de calma.

Esperé a que se encerraran en la habitación para buscarla, mamá estaba en el remedo de sala que teníamos, las paredes originales habían sido tumbadas una a una y vueltas a construir, esta vez con columnas resistentes para un segundo piso. En ese momento, todo era un desastre desordenado y polvoriento.

—Mamá, necesito decirte algo —empecé, con calma para evitar discusiones innecesarias.

—No y ya dije —me interrumpió.

—¿Podrías siquiera escuchar? —repliqué un poco molesto—. No te vas a morir por darme un segundo de atención.

—Y tú no te vas a morir por tener más respeto por mi, que soy tu madre, no se te olvide —me riñó.

—Bueno, ahora que mencionas que sí eres nuestra madre, ¿por qué no te preocupas un poquito por la salud de tus hijas? —indagué con algo de ironía—. Todo este desastre las tiene enfermas, pero parece que ni siquiera lo has notado.

—Por un poquito de polvo, que exageración, Dios —se quejó con un largo suspiro.

—Hice el intento de tratar contigo, para que después no digas que hago lo que se me da la gana, así que solo me queda avisar —inicié, esta vez sin importar que me interrumpa o negara—. Me llevaré a las niñas mientras terminan esto, así que cualquier cosa que necesites, que dudo que pase, me llamas.

Empecé a alejarme rumbo a la habitación de las niñas, una de las pocas que no habían tocado de momento, pero sabía que llegaría el día en que nos desalojaron para "arreglar" detalles. Y sin embargo, las quejas de mamá me persiguieron.

—Edgar, carajo, ¿a donde crees que...?

—Dejalo, dejalo —intervino Santiago entre risas, había escuchado todo desde algún lugar fuera de la casa—. Deja que se vaya, unos días nosotros solitos no nos hace mal.

—Por primera vez estoy de acuerdo con usted —murmuré.

—No te creas, niño, aquí solo estarás de estorbo —se burló—, pero tú y esas niñas volverán en cuanto todo esté listo. No querrán dejar a su mami sola, ¿eh? Sean buenos niños.

Hice oídos sordos y preferí seguir mi camino, mientras menos le conteste será mejor, como dijo mi tía Rosa. Empecé a empacar y a ayudar a las niñas, cada una con su mochila de la escuela llena de ropa y uno que otro cuaderno. Estaban de vacaciones, pero no sin tareas. Al terminar y salir, allí en el sofá polvoriento estaban los dos conversando entre susurros, mamá acurrucada en el regazo de Santiago y este, con su mayor sonrisa de satisfacción en su rostro. Era desagradable a niveles vomitivos.

—Buen viaje, mis niños —dijo entre risas socarronas—, no olviden volver a casa con cuidado.

—Te preocupas tanto por ellos —suspiró mamá.

—¡Dios, que asco! —murmuré, y sin mirar atrás o decir más nada, salimos de aquel circo de pesadilla.

A solo dos cuadras, tomamos un taxi y solo dentro de este, pude respirar un poco de tranquilidad. Sin embargo, esa tranquilidad se esfumó cuando recordé lo impulsivo que había sido esta decisión. ¿En qué momento le pedí permiso a mi tía para quedarnos allá todo este tiempo?

«Hola, tía, espero pueda entenderme, pero las niñas y yo vamos en camino a su casa y necesito de su ayuda, si no es mucha molestia», enviado.

—¿Si nos podemos quedar donde la tía? —indagó Natalia.

—Jamás nos ha dicho que no, pero aún así, deben prometer que se portaran bien, ¿estamos? —les dije, para alentarlas un poco.

—Con tal de salir de allí, te hago el aseo todos los días —expresó Elizabeth con un suspiro.

—Amanecerá y veremos, dijo el ciego —se burló Natalia.

—No puedo con ustedes —me reí a carcajadas.

No hace falta decir que fue más el drama que me hice en mi cabeza que lo que pasó, porque tía Rosa nos recibió con los brazos abiertos y con muchos abrazos. Podía asegurar que, cuando de las niñas se trataba, no había persona más feliz de recibirlas que ella. De no ser por esa estúpida orden de restricción, todo hubiera sido tan diferente.

Al llegar y al ser temprano, pude ayudarla con lo que faltaba del almuerzo y de paso, las niñas pusieron manos a la obra en sus manualidades. Era el trabajo de mi tía, pero era lo que más les gustaba y divertía hacer a las niñas. Dos pájaros de un solo tiro, ellas se divertían y de paso ayudaban con lo que podían. De todos modos y sabiendo los gastos que nuestra estadía iba a significar, me propuse ayudar con la comida durante ese tiempo allí.

Pese a las réplicas de mi tía, pude convencerla de aportar en sus gatos. Nadie más que yo sabe que debo ahorrar todo lo posible con tal de poder salir con las niñas, pero tampoco iba a dejar todo el peso a la suerte de ella. Era una mujer viuda, sin hijos ni responsabilidades, pero tampoco tenía título o algo que le ayudara a estar en una mejor condición económica. No tuvo la misma suerte que yo en estos días, pero merecía mucho más de lo que tenía.

—¿Cómo van esas clases de la universidad? —indagó con emoción.

—Muy bien, tuve muy buenas notas y podré aplicar para un trabajo dentro de la U y una beca —expresé igual de emocionado, era la única persona dentro de mi familia con quien podía hacerlo—. Un amigo me está ayudando con eso, el papá es el entrenador del equipo de baloncesto en el que estoy.

—¿En serio? —indagó curiosa—. ¿Quién es?

—Es Toto, es lindo y es su novio —gritó Valeri desde su asiento.

—¡Oye! —le reñí, pero las risas de mi tía enmudecieron cualquier regaño—. No le crea, está loca.

—Como tú por Toto —gritó esta vez Natalia.

—Estas niñas no respetan —me reí, llevado más por los nervios que por la reacción de mi tía, y tratando de disimular el ardor de mi rostro centrándome en picar verduras.

—Bueno, por lo visto se lleva bien con las niñas, eso es muy lindo de su parte, ¿no crees? —expresó mi tía muy risueña.

Suspiré, dejando para mis adentros mis verdaderas palabras. Sabía que no había problemas en que mi tía supiera esta parte de mi vida, no era como mamá o el Santiago, era mucho mejor que ellos. Aun así, me era raro decir que tenía novio y no porque no lo acepte, es simplemente que nunca lo visualice. Y ahora, no me logro imaginar que no sea él.

—Pues sí, le gusta jugar con ellas y las trata lindo, casi parecen los mejores amigos —comenté, continuando con mi labor.

—Me encantaría conocerlo, hay que agradecerle que te tenga tan feliz —comentó con picardía guiñandome un ojo.

—Es por... las niñas, y el baloncesto y eso... —titubeé nervioso.

—Si está desocupado, invitarlo a almorzar —dijo, revisando una vez más su cocción—, hay suficiente para todos.

Pese a todo, no dudé en poner a freír las verduras lo más rápido posible para ir por mi teléfono. Y al parecer, el solo hacer eso me delató por completo. ¿Qué más daba? Ya tenía el permiso de mi tía para poder verlo ese día, con toda la tranquilidad del mundo y sin nadie que pudiera juzgarnos.

«Hola, mi vida, estoy en casa de mi tía y creo que estaremos acá un par de semanas, así que, ¿por qué no aprovechamos para que la conozcas?», enviado.

—Ya le escribí, si está desocupado vendrá, sino será otro día —comenté como si nada—, hay tiempo.

—Como corrió —se burló Elizabeth.

—Entonces hay que esmerarse más en la comida, ¿cierto, mi niño? —añadió tía Rosa emocionada.

—Sí señora.

Mientras terminaba la salsa, esperé con ansias a que llegara su respuesta. No solía demorar demasiado, a menos que me hubiese avisado antes que estaría ocupado. Pero como ese día no fue el caso, su respuesta solo tomó varios minutos de espera.

«Precioso mío, ¿debo preocuparme por eso o todo está bien?».

«Todo está bien, no te preocupes, es solo que mi tía quiere conocerte y las niñas te extrañan», enviado.

«¿Solo ellas? Me voy a poner muy triste», contestó y fácilmente me pide imaginar sus lindos pucheros.

«Yo también, y muchísimo». Envié y respiré profundo antes de delatarme.

«En ese caso, voy corriendo para allá», contestó y acompañado de un emoji muy picaron.

«Te espero, te amo».

Con aquel mensaje motivador, me entusiasme el doble el preparar la comida. Como pude, recordé algunos tips que veía en videos de cocina cuando estaba aburrido. Aplique y perfeccione, todo bajo la atenta y muy curiosa mirada de mi tía. Sí, el bullying era de familia paterna así que debía aceptar lo que viniese.

Entre risas y comentarios, el almuerzo estuvo listo en solo cuarenta minutos, tiempo exacto para que Thomas llegara. Se presentó con regalos y su preciosa sonrisa de galán, pero con los ojos llenos de nervios. Al parecer, para él conocer a mi tía era como la escena típica de relación seria donde el novio va a conocer a los papás de su pareja. Y sí era algo así, para mí tía Rosa era más ese ejemplo maternal que mi propia madre. Duele, pero al mismo tiempo me alivia poder tener una figura de ese tipo en la vida de las niñas.

—Es un gusto conocerla, señora, soy Thomas —saludó un poco nervioso.

—Que ojos tan preciosos tienes —expresó sorprendida, y recibiendolo con un abrazo—. El gusto es todo mío, cualquier amigo de mi niño es bien recibido en mi casa.

—En realidad, tía —comenté igual de nervioso—, sí es mi novio.

—Ya lo sabía, nene, eres tan obvio y él no se queda atrás —se burló, pero nos observó con esa dulzura maternal que la caracterizaba—. Bienvenido a la familia, Thomas.

—¡Gracias! —contestó Thomas lleno de alivio.

Y como si hubiese sido mandado por Dios a mi vida, las cosas se dieron tan bien que no parecía que recién se conocieron. Mi tía siempre fue de esas personas conversadoras, que siempre tienen un tema por hablar o se lo inventan. Y Thomas, conociéndolo como es, sería de esos señores que en el mercado sin importar que no te conozca te dicen el típico «el tomate sí está caro, ¿no?». Podía ser mejor, sí, pero no me quejaba de momento.

Terminamos la charla y el almuerzo con un deliciosos helado traído por Thomas. El regalo predilecto para las niñas, y coincidencialmente, el sabor favorito de mi tía: Vainilla con galleta de chocolate.

—Todo estuvo muy rico y me dio mucho gusto conocerla, de verdad, pero debo irme —se excusó Thomas —. Tengo una reunión con el gerente de una empresa, es para mi tesis.

—No te preocupes, lindo, vuelve cuando quieras, mi casa es tu casa —recalcó dándole un buen abrazo.

Se despidió igual de las niñas y lo acompañé a la salida, donde, al no ser observados por las mini chismosas, me dio los besos que no pudo darme en lo que llevaba allí. Una mezcla de dulce chocolate con el frío del helado, y claro está, el delicioso sabor de su boca.

—¿Nos podemos ver mañana? —suplicó Thomas, aún rosando mis labios.

—Haré todo lo posible, también quiero pasar más tiempo contigo —contesté, mordiendo su labio.

—Que rico, mi amor —gimió, ronco y suave—. Como me encantaría hacerte...

—Contrólate, ordinario animal del monte —le interrumpí entre risas.

—Pero somos novios, es normal que quiera desvestirte cada vez que te veo —se quejó entre pucheros nada inocentes—. Tú también deberías abrirte un poquito más, sin pena, te acepto hasta los insultos.

—Ve a trabajar mejor —me burlé—. Nos vemos mañana, te amo.

—Te adoro con todo mi corazón.

Un rato lindo y agradable, pero demasiado corto para lo que me hubiese gustado. Yo tenía esa semana de descanso debido a horarios de clase, pero él debía seguir con su ardua labor de tesistas en curso. Ni modo, nos tocó soportar. Sin embargo, transcurrido el día y llegada la mañana siguiente, la oportunidad se nos presentó como anillo al dedo.

De vez en cuando, a mi tía la llamaban para hacer un trabajo exprés como organizadora de eventos importantes. No era tan seguido, pero era un auxilio que le llegaba gracias a una amiga que siempre la recomendaba. Esos trabajos, aunque esporádicos, no solo le dejaba bastante ganancia, sino que también le consumía mucho tiempo fuera de casa.

—Tal vez me demore dos días en esto, así que cuidado con la casa —advirtió mi tía con seriedad, muy temprano por la mañana mientras recogía sus cosas—. Se me portan bien, hacen sus tareas y más importante, Ed, no me quemen la casa.

—Entendido, pero, ¿puedo decirle a Thomy que venga? —pregunté, todo inocente como quien no quiere la cosa.

—Claro, mientras dejen todo limpio y tengan cuidado con las niñas, no tengo problemas —aceptó y con expresión pícara, me guiñó un ojo.

—¡Tía!

—No nací ayer, mi niño, mucha suerte.

Se marchó dejándome atrás con una expresión tan confundida que hasta las niñas se preocuparon, pero no le di mayor importancia, tenía su permiso y era todo lo que me importaba. Más nada. Las cosas no iban a ser muy diferentes de cuando estábamos en casa, hacer aseo, cocinar y atender a las niñas. Lo mismo pero con mayor comodidad.

Por ello, mi cabeza andaba muy pensante. Mientras hacía el desayuno y las niñas ayudaban con el aseo, ya mucho mejor de la rinitis después de dormir en un lugar limpio, pensé: ¿A que se habrá referido Thomas con ser más abierto? Puede que a veces sea un poco tímido, no estoy del todo acostumbrado a estas muestras de afecto tan notorias, pero era un deleite poder tener esos momentos con él. Aun así, ¿podría serlo?

Saqué mi teléfono y me arriesgué con un mensaje.

«Estimado caballero, lo invito cordialmente a mí hogar está tarde, ver una película y acomodarme los órganos internos. Atentamente, "el tímido".

Ya, me rindo, me pase de ordinario»

Una carcajada salió de mis labios de forma inconsciente al ver, casi de inmediato, la cantidad de emojis y stikers que Thomas enviaba como respuesta a ese mensaje. Desde risas, corazones y caras sorprendidas. No lo culpo, hasta yo lo estaba. ¿De dónde saqué semejante cosa?

«Pero la película va en serio?», contestó al fin.

«Claro que sí, ya quiero verte así que ponte pilas, mi amorcito», enviado y visto al instante.

«No se diga más, lo que mi rey ordene».

Con una amplia sonrisa y un largo suspiro, guardé mi teléfono centrándome en los quehaceres. No podía hacer nada de momento más que esperar para saciar mi locura matutina, o atenerme a más bullying por parte de los pequeños terremotos que se hacen llamar mis hermanas. Era de esperarse, salieron a mi papá.

—¡Toto! —gritó Valeri.

—Buenos días, mi niña preciosa, ¿ya desayunaron? —Le escuché decir.

—Pa' que veas que no, nos tienen muriendo de hambre —se quejó Natalia, abrazándolo y mirándome con malicia.

—¿Cómo así, mi Eddy? —indagó burlón, siguiéndoles el juego y riéndose al ver mi cara de reproche.

—Ninguno de ustedes me agrada, se van a quedar sin comer —amenacé lo más serio posible—, sobre todo tú, Toto, por sapo.

—Eso está por verse, mi amor —se burló y yo me sonrojé, gracias al cielo las niñas no entendieron nada.

Y antes que cualquier otra cosa fuese dicha, regresé a la cocina a servir. Era eso o quedar más en evidencia frente a las niñas, entendieran o no prefería evitar que escucharan ese tipo de chistes, ya después se lo haría pagar a Thomas.

Como era de esperarse, pasamos el día jugando y riendo a más no poder. Solo durante el almuerzo se estuvieron un rato quietas, distraídas viendo la televisión mientras Thomas y yo nos tomábamos un rato para nosotros.

—Ojalá pudiera mantenerlas así de tranquilas más tiempo —murmuré, ido en mis pensamientos.

—¿No hay la posibilidad de mudarse aquí con tu tía? —indagó curioso—. Se nota que los quiere.

—Lo que daría por hacerlo, pero no se puede por más que quiera —expliqué con un suspiro—. No lo recuerdo muy bien, estaba muy pequeño cuando pasó, pero mamá y mi tía se pelearon muy feo, tanto así que mamá pidió una orden de restricción contra mi tía. Aún sigue vigente, y me arriesgo mucho con solo visitarla, pero tampoco quiero dejarla a un lado.

—¿Cómo lograste venir? —preguntó, esta vez preocupado.

—Están arreglando la casa, en algún momento nos iban a correr temporalmente, no creo que esto dure mucho, ojalá fuese así —bufé con fastidio—. Aparte, mamá tiene la cabeza metida en otras cosas, es poca la atención que nos da.

No quise continuar con el tema, simplemente lo abracé enterrando mi rostro en su cuello. Suaves y pequeños besos recorrieron su piel, haciéndolo estremecer en mis brazos. Me encantaba eso, pero de momento solo sería una pequeña distracción, así que me alejé regresando con las niñas, dejándolo con su mayur expresión de indignación. Todo un poema.

La tarde de películas no fue broma, pasamos el resto del día, después de limpiar y recoger todo, viendo una maratón de comedia al estilo Adam Sandler. Las mejores y más viejas de sus filmaciones, incluso algunas donde solo era un extra. Las favoritas de las niñas, son como niños; la mía, una esposa de mentira.

Sin embargo, y para desgracia de las niñas, la hora de dormir había llegado. Posiblemente con ello, también venía una despedida, a menos que, ¿querrá quedarse a dormir? Esperaba que sí.

Con un beso de buenas noches, las dejamos listas y en su habitación. Por nuestra parte, una película más y conversaciones triviales. Quería decirle otras cosas, pedile más que solo hablar, pero una cosa era un mensaje de texto que podía ser tomado como broma, a una muy diferente que decirlo de frente. En ese sentido, seguía siendo tímido por más que hayamos cruzado esa barrera un par de veces.

Respiré profundo y tomé valor.

—Thomy, amor, ¿qué tal si... preparo un poco de crispetas para terminar la peli? —Fallé catastróficamente—. ¿O de te antoja otra cosa?

—Lo que tú quieras está bien para mí, no te preocupes —contestó dejando un suave beso en mi frente.

Resignado y refunfuñando por mi cobardía, me levanté directo a la cocina. En realidad no quería nada de eso, pero mi boca no quiso decir lo que de verdad estaba esperando. Sin embargo, las suaves manos de Thomas rodearon mi cintura pegando su cuerpo al mío, enterrando su rostro en el espacio de mi cuello.

Sus labios empezaron un recorrido lento y tortuoso por mi piel, saboreando cuanto quería y dejando húmedo todo mi cuerpo.

—¿Sabes? Tengo un único antojo ahora mismo —susurró suave y ronco—. Escuchar tu respiración agitada en mi oído.

Y con ello, un mordisco terminó por alterar todo mi circuito nervioso. Terminamos llegando a trompicones a la habitación, casi dando traspiés por toda la sala tratando de no hacer demasiado ruido y despertar a las niñas. En esas circunstancias, era lo que menos queríamos.

Poco a poco, los besos y caricias fueron subiendo de tono hasta sacar jadeos de mis labios. Suaves y rápidas respiraciones agitadas, mientras estaba sentado a horcajadas sobre su regazo, semidesnudo y esparciendo cuanto beso podía sobre su cuello. Más aún, con mi respiración agitada en su oído.

Más que solo sexo, sentía una sensación inexplicable cada que hacíamos el amor, tan dulce y candente a la vez que me enloquecía. Dudaba que con cualquier otra persona sintiera lo mismo, ninguno podría llegar ni a los talones a todo lo que Thomas me hacía sentir incluso con solo un beso.

No nos detuvimos hasta bien entrada la noche, cuando algo cansados y sudorosos nos quedamos abrazados. El sueño aún no se hacía presente, pero me sentía tan cómodo y tan a gusto con sus caricias, que todo lo demás me daba igual. Sus mimos continuaron por largo rato, desviándose a besos intensos de vez en cuando y un lae de risillas cómplices al mirarnos a los ojos.

—Te amo tanto, mi Eddy —susurró, dándome un nuevo y lento beso—. Ya no me imagino mi vida sin ti, ¿sabes?

—¿Qué tal si esto es para toda la vida? —sugerí, llevado por el deseo y el amor que sus ojos y mi propio corazón reflejaron.

—Me encanta esa idea, mi amor —contestó con una amplia sonrisa traviesa y llena de ilusión.

Se acomodó hasta casi subirse a mi cuerpo, besándome con tanta intensidad como al inicio. Y con ello, una sensación de calor volvió a activar todo mi sistema. No sólo a mí, podía sentir como revivió su pasión con toda la dureza de una primera vez.

—¿Estás listo de nuevo? —pregunté entre risas.

—Nunca he estado tan listo, mi Eddy precioso. —Se irguió sobre mí, abriendo mi piernas y llevando su miembro a mi entrada—. Sin duda alguna está será mi posición favorita.

—No me digas —me burlé, gimiendo por lo bajo al sentirlo entrar.

—Oh sí —jadeó, con esa voz grave que me encantaba—. No tienes idea de lo deliciosa que es esta vista panorámica, puedo ver tus preciosos gestos y tu carita colorada, y lo rico que se ve como entro en ti.

—¡Dios, Thomy! —susurré entrecortado, dejándome llevar por las sensaciones de sus embestidas cada vez más duras.

—¡Eres una delicia! —gruñó extasiado, acelerando cada vez más sus embestidas.

No puedo calcular cuántas veces gozamos al máximo uno del otro, solo recuerdo que terminamos bastante de madrugada, sudados y desnudos. Después de una corta ducha y cansados hasta más no poder decir, nos quedamos dormidos como más me gustaba: juntos y desnudos.

¿Será que una cosa mala puede llevar a algo tan bueno como en este cap?

Recemos, mi gene, para que mi niño pueda seguir siendo asi de feliz.

Eso sí, seguiré recordando todos los comentarios en DPT

#NiPerdonNiOlvido

Ok no jajajajajajajaajajaj

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro