🏀23🏀
Thomas
En mis años de vida, desde que tengo conciencia, debo aceptar que han sido muchos los buenos momentos que he tenido tanto en familia como con amigos. Es fácil decirlo para mí, no he tenido mayores inconvenientes más que algunos pleitos en la escuela por culpa de Kevin, más allá de eso he tenido lo que algunos catalogan como la vida perfecta. Sin embargo, la suma de todos esos momentos aún no igualaba la satisfacción que había sentido esas semanas de vacaciones con Edgar a mi lado.
Incluso sería demasiado cursi decir que han sido las mejores de toda mi vida, el tenerlo a mi lado, escucharlo reír, hasta una simple conversación con él, todo se hace tan especial que me duele el dejarlo ir al finalizar la tarde. No está de más, debo continuar con mi trabajo de campo para la tesis y él debe cuidar no solo de las niñas, también de sus pequeños alumnos. Y eso me hace sentir aún más orgulloso de él, de la clase de persona que es, me hace enamorarme cada vez más y con mucha intensidad.
Solo una cosa me gustaría, no cambiar, sino mejorar: espacios privados para los dos. Amaba pasar tiempo con él, muchos eran a solas, pero no podía no desear tenerlo a mi merced bajo mi cuerpo, sudando y con todo su lindo rostro sonrojado por la pasión. No podía evitarlo, el haberlo probado solo me hacía desearlo cada vez más.
Nunca unas vacaciones habían sido tan buenas y tan malas al mismo tiempo.
—Y volvemos a tener viajes astrales —se burló Violeta, tirándose a mi lado en la cama—. ¿Ahora que suceso disque maravilloso pasó con tu Edgarcito?
Había dejado que mi cabeza volará en los recuerdos de esos días, esperando solo dormir y que llegara el sábado más rápido para volver a verlo. No íbamos a estar solos, los renacuajos iban a estar presente como varias de nuestras salidas anteriores, pero el domingo era solo de los dos y lo iba a aprovechar al máximo.
—Nada, solo detalles —me reí como tonto.
—Detalles es lo que te estoy pidiendo, retrasado mental —replicó, golpeándome en la cara con una almohada.
—Es solo que parece que sí es posible que me den el trabajo en la universidad, ¿no es perfecto? —expresé ilusionado.
—No sabía que eso se podía hacer, pero que pava trabajar en la universidad, guácala —intentó bromear, pero en su expresión pude ver más que eso, un poco de miedo.
—No deberías decir eso, y sabes por qué —dije confundido—. ¿No te gustaría? Podríamos darte una palanca también.
Habíamos quedado en tocar el tema y discutir sus posibles opciones, más que todo esperando el desarrollo de los días siguientes a la gran discusión. Según palabras de ella, se habían estado comportando como si nada hubiese pasado, con toda la tranquilidad que siempre han fingido. Sin embargo, seguía sintiendo las miradas juzgadoras de ambos sobre su espalda. Seguía deprimida por eso, pero no les daría gusto dejándose derrumbar.
—Obviamente sí quiero, pero no dentro de la universidad —replicó con fastidio—. No sé, tal vez algún restaurante o algo así. Algo de medio tiempo para los fines de semana, ¿se puede?
—De que se puede, se puede, pero es difícil conseguir algo tan accesible en cuanto a horarios, así que no te prometo nada. —La escuché suspirar y recostarse en la cama boca abajo, ahogando más suspiros y las posibles lágrimas—. Aunque si hablo con Karla, podría sugerirle que hable con el ogro, eso depende si está buscando meseras, si no habrá que seguir buscando.
—Me conformo con lo que sea, mientras sea legal claro. —Hizo especial énfasis en esa frase, haciéndome reír—. ¿Cuánto tiempo crees que necesite para esto? Cada vez que lo pienso más, quiero salir corriendo de allí.
—Un par de años, tal vez, cuando puedas tener un trabajo más estable o te gradúes —dije, sabiendo que eso solo la desalentaría un poco más, pero mientras más pronto asimilara lo que se venía, sería mejor para ella.
—No creo que soporte tanto, si fue así solo por un par de palabras de un chismoso, no dudo que más puedan hacer —sollozó suave y bajo, pero alcancé a escucharlo.
Me acerqué a ella rodeándola con mis brazos, en esos últimos días esa había sido nuestra rutina de liberación de estrés y depresión. Lo último que necesitaba era que se sintiera sola, y conmigo jamás iba a pasar aquello. Era y siempre sería su mejor amigo sin importar nada.
—¿Sabes qué llegué a pensar? —soltó Violeta de un momento a otro.
—No me agrada mucho ese tono, pero dime —suspiré esperando alguna locura.
—Conseguirme un novio de mentiras solo para quitarles la idea el mayor tiempo posible —explicó y el silencio reinó.
Decir locura era poco para semejante barbaridad, no era porque fuese una mala idea, era pésima y un peligro, dicho sea de paso. Aunque claro, en momentos desesperados siempre se toman decisiones igual de desesperadas. Y sí, a ese nivel de desesperación había llegado.
—¿No crees que eso sería demasiado? —recalqué con calma—. Recuerda quienes son tus papás.
—¿Un par de homofóbicos y religiosos extremistas? —sugirió sarcástica.
—Sí, quitando el sarcasmo eso es más que obvio, y es por eso mismo que es una mala idea —insistí—. Novia, novio, novie, no importa que sea, si te ven en esas te mandan a un internado de monjas. Es un milagro que hayamos durado tanto como amigos y que de paso, te dejen venir a mi casa.
—Solo porque conocen a tus papás y saben como son, de no ser asi estaría ahora mismo encerrada en mi cuarto leyendo la biblia por quinta vez en el año —se quejó, enterrando una vez más su rostro en mi pecho.
—Por ahora lo más sensato es que, no sé, te controles cuando estés en el colegio o cerca de esa niña —sugerí con la mayor seriedad—, no sabemos en qué momento puede estar el o la sapa cerca.
—Lo sé, y lo hago, aunque, ¿sabes? —se rio entrecortadamente—. Es gracioso que seas tú quien me lo dice, predicas, pero no aplicas.
—Sí, sí, ya cállese.
—No quiero y no lo haré, yo te aguanto hablando de tu Edgarcito pobrecito, ahora te toca chupar mi retahíla de amor. —Se desprendió de mis brazos con fastidio, sonriendo con malicia y acomodándose para empezar su cháchara.
—¡Dios, soy yo de nuevo! —recé tratando de tragarme la carcajada.
—No te salvará esta vez, así que escucha —exigió dándome un nuevo golpe en mis manos, acomodadas a modo de plegaria—. La semana pasada, estábamos jugando en el recreo, pero nos quedamos en los salones varias amigas con ella incluida. Cuando fui al baño, porque sabes que soy meona, ella se fue detrás de mí con la excusa de querer acompañarme. Entonces...
Ahogó un grito de emoción en la almohada mientras que yo, por mucho que me haya quejado, me alegraba muchísimo por ella, pero solo por dentro, no lo iba a demostrar. Después de todos esos días de tristeza, era bueno verla sonreír e ilusionarse con algo tan simple como... sea o que sea que termine de contar.
—¿Entonces?
—Ya íbamos de salida, pero nos quedamos un momento ahí solo hablando las dos, coqueteando un poco o por lo menos eso intenté, ¿sabes? —dijo con una amplia sonrisa y un sonrojo apareciendo en sus mejillas—. Cuando sonó el timbre, le di un beso normalito, y ella solo... me lo devolvió, pero casi, casi cerca de la boca y se fue.
Se dejó caer en la cama sonriendo y dando vueltas, tan colorada como su cabello, pero feliz de la vida y de su suerte. Así era como quería verla, y así iba a ser, porque la iba a ayudar en eso.
—Exceptuando las volteretas que haces, si asi es como me veo cuando hablo de Edgar, la próxima sí dejo que me pegues —añadí, haciendo que se girara hacia mí y me golpeara, pero terminando ambos con una amplia carcajada.
—No lo digas mucho que sabes que me lo tomo demasiado en serio, ¿eh? —se burló—. No desaprovecho los momentos en que puedo pegarte, y si puedo me los invento.
—No sé dónde cabe tanta violencia en ese cuerpecito chaparro tuyo —me burlé.
Pese al momento de diversión, parte de las consecuencias de esa discusión con sus padres estaba el control de su tiempo. Sabían que estaba conmigo y que nada iba a pasar, pero aun asi a amaban para que se regresara a cierta hora especifica de día y no podía, ni tenía derecho a replicar sobre eso. Demasiada liberad según ellos, yo diría que demasiada responsabilidad para padres tan intolerantes.
La llevé hasta la puerta de su casa, saludando lo más cordial que podía, tragándome toda la retahíla de palabras que se me ocurrían cada vez que los veía con su falsa sonrisa amigable. Me estaba llenando de resentimiento, no sé, pero estaba hiriendo a una de las personas que más amaba en la vida y eso, por muy padres suyos que fuesen, no iba a tolerarlo.
«¿Pa cuando, capitancito? ¿Esperas el mundial de bolita de uñita o qué?»
El mensaje de Emilio llegó como una buena distracción y de paso, un recordatorio de los planes de ese día. Íbamos a vernos todos juntos, menos Edgar, por desgracia. No estaba tan lejos de punto de encuentro, asi que solo me tomó un par de minutos caminado hasta ver las cabezotas parlantes de mis amigos.
—¡Vino, y solo! —exclamó Juan al verme.
—¿Y tu amorcito? —preguntó Evaristo—. Solo por si acaso, ya es parte del grupo y estaba invitado, ¿eh?
—Ya lo sé, él también —expliqué con fastidio, buscando la poca paciencia que aún no asesinaban—, pero tiene que atender a sus hermanas. Él sí es responsable, como ustedes niñitos de papi y mami.
—Quien habla de niños mimados, en fin, el hipocampo —se quejó Emilio con un bufido.
—Un día de estos los voy a asesinar a todos, soldado advertido esta vez sí morirá en guerra —expresé con fingida seriedad—. Solo digo.
—Si no te conociéramos lo habríamos tomado como algo serio, porque de verdad que te pareces a tu pae —se volvió a burlar Emilio.
—Ay, ya cierren el hocico.
Habíamos quedado en salir solo a ver un par de paridos de baloncesto callejero que sabíamos siempre organizaban cuando empezaban as vacaciones. Una de nuestras actividades favoritas, más porque de vez en cuando nos uníamos a los juegos y aprendíamos uno que otro truco que al final de día, terminaba por agradar a entrenador. Sí, cualquier cosa con tal de poder seguir siendo los payasos que somos y salirnos con a nuestra.
Que puedo decir, a veces era bueno ser su hijo. A veces.
—¿Ya saben que harán el siguiente semestre? —indagué, solo lleno de curiosidad.
—Yo sí, me salió una oferta de prácticas bastante sustanciosa en Puerto Claros, asi que me verán por última vez en el aeropuerto en seis días, si es que se es da la gana de despedirse de mí, claro está —contestó Juan con alegría, y al mismo tiempo, un reproche demasiado evidente.
—Solo tengo una duda —expresó Evaristo, tirándosele encima—. ¿Por qué culos vienes a decir hasta ahora, retrasado mental? ¿Acaso no somos tus amigos favoritos?
—Técnicamente no tiene más, asi que no hay de donde elegir —se burló Emilio—. Pero de cierto modo tiene razón, ¿por qué mondá no avisas?
De ahí se desato una discusión sin sentido, todo por querer saber los planes de esos niñitos de primaria. Aun asi, sirvió, tampoco sabia de esos planes. ¿Será buena idea hacerlo? Por su pare aves, pero, ¿podía yo hacerlo? Lejos de Edgar, de las niñas, de mis papás, no creo que pueda.
—Mucha suerte en tu viaje, aún me extraña que hayas conseguido eso, pero felicitaciones —exprese con sinceridad—, ya tenemos quien nos mantenga.
—Ay wacala, si ese es el premio no quiero nada —bufó.
—Yo sí me quedo, ya tengo mis practicas aseguradas, pero igual trabajaré de lunes a sábado —explicó Evaristo, notando de sopetón las implicaciones de eso—. La vida adulta me va a consumir, ya veo.
—Están haciendo que considere el hacer prácticas, la verdad —se lamentó Emilio.
—Pero nos toca, así que ve resignándote —comenté con un suspiro.
—¿El señorito ya tiene sus opciones? —indagó Juan con burla.
—He mandado hojas de vida, pero aun nada, está un poco complicado —dudé, pero decidí dejar la idea en el aire solo para escuchar alguna opinión entre las futuras burlas—. Aunque, si es posible, podría hacer las prácticas allí en la universidad.
Sus rostros pasaron de interés, a la incredulidad, a mirarse mutuamente entre ellos y terminar en una gran carcajada. Sabia que iba a suceder, por lo que me toco aceptar las consecuencias y esperar a que murieran por una embolia pulmonar. Bueno, no asi, pero me entienden.
—Ya esto es otro nivel de obsesión, en serio —dijo Emilio aun entre risas—. Por favor, se los suplico, no dejen que me ponga asi de idiota por alguien.
—¿Por qué idiota? —replique indignado.
—Todo lo que haces por Edgarcito casi parece de novela extra romántica con exceso de cursilería —comentó Juan—. No es que no puedas, sí, pero con moderación. Es más, llego el momento de "la charla", porque conociéndote lo próximo que harás será pedirle la prueba de amor, ¿eh?
—¿Ya te lo comiste, Thomas Alfonso? —exclamó Evaristo con sorpresa a ver mi rostro inmutable.
Silencio de mi parte, absoluta indiferencia escondiendo la verdad, o eso creí, porque no funciono. Y por segunda vez, los idiotas estallaron en risas, esta vez con reclamos y gestos de sorpresa. ¿No se lo esperaban acaso?
—Zángano pervertido —logró gesticular Emilio entre risas antes de reventarme todos a preguntas innecesarias—. Otro que se guarda las cosas, al parecer no somos la familia que creí que éramos. Me hieren.
—Deja el drama, yo recién me enteré de a aceptación de mis prácticas, hasta no ser seguro no iba a decir nada, por eso les dije, pero él... —Hizo una pausa señalándome de forma acusadora—. Este bastardo nos mintió.
—La omisión es la forma más fácil de mentir, asi que cállese —añadió Juan antes de replicar a sus estupideces.
—A ustedes no se les puede decir na' porque lo fastidian —expresé y todos asintieron con indiferencia—. Asi que, por favor, delante de Edgar cuando lo vean, contrólense.
—No prometemos nada, pero... —añadió Evaristo con diversión—. Pido ser padrino de bodorrio, y de paso, el fotógrafo principal, para algo tomé esa electiva de fotografía.
Para que decir como terminó el día cuando, con todo lo que va de historia, conocerán a esos retrasados mentales. No pararon de hacer comentarios y preguntas al respecto por a siguiente hora y media, casi hasta sacarme de mis casillas. Sin embargo, en el fondo y quitando las burlas, se alegraron por mi y por el avance en mi relación con Edgar.
Terminamos la tarde comiendo en Coffe Pate, una despedida digna para nuestro querido amigo Juan, y de paso, su despedida con su amor platónico, Karla. Una escena bastante curiosa a mi parecer, y con ello, un pensamiento muy random cruzó mi cabeza, recordando la absurda sugerencia de Violeta. ¿Y si alguno de ellos se hacia pasar por su novio? Eran de confianza, los conocía muy bien, estudiosos y toda la parafernalia que podría agradar a sus papás, pero, eran demasiado mayores para ella. Ni modo.
Regresé a casa con una sensación de calma, sabiendo que mis amigos estaban progresando y que aún había esperanzas de salir adelante sin importar los problemas que hubiese. No solo por mi y por Violeta, en ese momento pensé en Edgar y en todo lo que esta sucediendo en su casa. No estaba enterado del contexto completo, pero esperaba con mucha paciencia que algún día fuese capaz de contarme.
«¿Qué tal la tarde con los chicos? Ya te extraño». Edgar.
Un escalofrío recorrió toda mi espalda, no había nada fuera de o norma con e mensaje, nada que no pudiera emocionarme como siempre que se trataba de él. Era algo más, algo en mi pecho me decía que las cosas no iban del todo bien. Tenía un mal presentimiento.
«Tambien te extrañe un montón, pero ya mañana nos veremos solo tú y yo», enviado a la velocidad del acelerado latir de mi corazón.
«De eso quería hablarte», leí y el miedo empezó a correr por mi pecho.
«¿Puede ser más temprano, tipo 1pm? Debo regresar temprano a casa, ya sabes, el trabajo», recibí su nuevo mensaje y suspiré aliviado.
«Claro que sí, mi amor, pero para la próxima escribe todo en un solo mensaje, ya me estaba asustando, cretino. Te quiero», enviado, esta vez con una sonrisa boba en mi rostro.
Continuamos conversando esporádicamente hasta quedarme dormido, esperando con ansias que llegara la hora y poder besarlo. Ya habían pasado cuatro días de la ultima vez que lo vi, era de esperar que me hiciera tanta falta. Si era asi por un par de días, ¿cómo seria con meses completos? Me moriría.
Habíamos quedado en vernos en el malecón, no me iba a quedar con las ganas de pasear por todo ese lugar en su compañía, un lugar perfecto para decirle por fin lo mucho que lo amaba. No sabia si ya era el momento, pero tampoco quería guardármelo más.
Con el rio de fondo, el sol brillando sobre el agua y reflejándose en su suave piel, pude verlo con facilidad apoyado sobre as barandas de seguridad mirándome con una amplia sonrisa en sus labios.
—Quiero que vuelvas a llamarme cretino, a ver si puedes decirlo en mi... —empezó a quejarse entre risas, pero lo interrumpí.
Son decir nada, solo mis manos en sus mejillas y mis labios aprisionando los suyos, recamando eso que me fue negado por todos esos días. El dulce elixir de su boca me era tan embriagante, que la espera solo lo hacia el doble de delicioso.
—¡Cretino! —dije, tomando una pequeña inhalación antes de volver a devorar su boca.
Estábamos abusando de nuestra buena suerte, ya que siendo tan extenso el lugar, había zonas amplias que se quedaban solas casi por completo durante esas horas. A intensidad de sol asustaba a muchos, a nosotros, nos convenia demasiado.
Entre conversaciones y varios besos, fuimos caminando a lo largo de río, escuchando de paso el estrellar del agua contra las mallas de seguridad. Era hermoso, y más aún si estaba con él. De esa forma, llegamos a la zona que nos interesaba. Un pequeño sector con césped artificial y unos cuantos árboles que daban a una orilla abierta del río, con la posibilidad de acostarse bajo la sombra de los árboles, o humedecer los pies a la orilla del río.
Para mi cualquiera de las dos eran buenas opciones, pero dada mi necesidad de tenerlo pegado a mí, decidimos solo recostarnos en el césped. Con su cabeza apoyada en mis piernas, acariciaba su frente y cabello perdido en el brillo de sus ojos. El solo escucharlo hablar y contarme lo bien que le estaba yendo en el trabajo, era música para mí. Le gustaba lo que hacía, y a mí me encantaba verlo feliz.
Por un momento me alejé de él, centrándonos en el correr del agua frente a nosotros. Sin embargo, mi idea era diferente a esa. Saqué mi cámara de mi pequeña mochila y como se me estaba haciendo costumbre, empecé a grabar el paisaje y lo más bello de ese lugar, mi Edgar.
—Edgarcito, precioso, mi amor, mira y saluda a la cámara —expresé con alegría desbordante—. En un nuevo capítulo de este videoblog secreto, haremos un... Cómo se llama, viaje al futuro.
Enfoqué la cámara directo a su esbelto cuerpo, dándome la espalda y mirando la lejanía. Quería tumbarlo allí mismo, aprovechando la soledad de esa sección del parque para besarlo hasta el cansancio, pero la idea de pasarme de a raya era lo que me mantenía con las manos quietas. Al oír los llamados y mis risas, volteó a mirarme directo a los ojos, no a la cámara, a mí sosteniéndola. Y sonrió amplio.
—¿Qué te traes? —se burló, mirándome con diversión pura.
—Qué tal si... le dejas un mensaje al Thomas del futuro diciendo, no sé, lo que quieras —expliqué con lo primero que se me pasó por la cabeza—, solo para que quede como recuerdo. ¿Qué dices?
—Digo que estás esquizofrénico, medícate —bufó, soltando una risotada, pero sonrojándose ligeramente.
—¡Eddy!
—¿Sí, mi vida? —Hizo un puchero de lo más precioso, derritiéndome cada vez más.
—No te voy a pasar esta solo porque me hagas pucheros y... —Fui interrumpido por un beso, uno tan suave y tierno como solo él sabe dármelos—. ¡Eres odioso!
—Claro que lo soy —dijo entre titubeos, con cada palabra entre cada beso, esparciéndolos por todo mi rostro.
Poco pude hacer para no dejar caer a cámara de mis manos, pero si me pesaba y quemaba su presencia entre los dos. Podía solo tirarla y en su lugar, agarrarlo y besarlo con toda la pasión que quería y necesitaba, pero debía controlar mis impulsos. Aun no estábamos a solas, pero tenía ese plan para culminar con broche de oro ese día.
—Primero lo haré yo para el odioso Edgar del futuro y después lo haces tú, ¿vale? —sugerí, terminando con un suave mordisco de pura maldad.
—¿Y si no quiero? —me retó con picardía.
—No comes hoy —amenacé, y con ello, un suave mordisco se sintió en mis labios. Delicioso mordisco.
—Eso no es justo —gimió, ronco y sexi.
—Sufre —me burlé.
Enfoqué una vez más, esa vez dirigiendo el foco a mi cara sonriente y picara. No podía ocultarlo, estaba dicho en ese momento, y la expectativa de lo que pasaría me tenía al borde de la locura.
—Edgarcito del futuro, espero que las matemáticas no te estén dando tantos problemas —dije, mirando fijamente la cámara y desviando justo al escuchar la risa de Edgar—. Y espero que tu nueva versión sea menos odiosa, está se ganará una buena amonestación del capitán si sigue con sus pendejadas. ¿Me oíste, zángano?
—Fuerte y claro —contestó Edgar entre risas estridentes.
—Tu turno.
Volteé la cámara buscando sus lindos ojitos, quería enfocarlo para preservare recuerdo de su precioso brillo para el resto de mi existencia. Y con ello, tambien capte su perfecta pose de reproche, cruzado de brazos y observándome con esa dulzura que me quemaba por dentro.
—Está bien, pero quiero comida doble —exigió y me guiñó un ojo coqueto.
—Date prisa que ya me dio hambre y más te vale no arrepentirte, porque no vas a caminar por horas —exigí de vuelta y demandante, con la voz ronca, deseoso porque llegara el momento.
—Ojalá cumplas tu palabra —expresó con su sonrisa pícara.
Una vez más, las risas cómplices entre ambos resonaron fuerte, acompañadas de una que otra caricia fugaz. Me alejé unos cuantos pasos, captando mas de medio cuerpo dentro de cuadro de a cámara. Edgar respiró profundo, centró su mirada en la cámara frente a él y vi la determinación cubrir sus ojos. ¿Qué estaba tramando?
—Thomas del futuro —dijo, la diversión y la maldad maquiavélica de una jugarreta se sentía en su voz—, si ves esto, por favor cambia, estás bien menso, ya madura.
—Oye, se más considerado conmigo, ¿por qué eres así? —me quejé haciendo pucheros.
—Oh, ¿se puso tiste? —Edgar salió de foco, acercándose y abrazándome con dulzura—. Pobeshito, mi amor.
Un beso suave y lento, sus cálidas manos en mis mejillas y mi estabilidad por el suelo. No quería dejar caer la cámara, luchaba por ello, pero al mismo tiempo, me moría por tocarlo.
—Solo dime algo lindo, al Thomas del futuro —insistí entre suaves jadeos.
—Bien, ¿algo lindo, así como tú?
No pude evitarme sonrojarme aún más ante ese simple comentario, tan trillado y quemado para mí, pero tan nuevo y emocionante viniendo de él. Un último beso fugaz y la mirada de Edgar volvió a centrarse en la cámara, a unos pasos de frente a mí.
—Bien, Thomy del futuro —dijo con una sonrisa dulce.
—Jesús... —susurré con un jadeo, me alteraba escucharlo llamarme de esa forma.
—A ver, señor camarógrafo —se quejó entre risas—, ¿dónde quedó eso de decir algo lindo? Déjame hacerlo.
—Me matas cuando me llamas así —murmuré complacido, robándole un beso más—. Ahora sí, dale.
—De nuevo, querido Thomy del futuro, sea donde sea que estés en este momento y sin importar cuánto tiempo haya pasado desde este instante hasta cuando veas este video, solo recuerda una única cosa que dudo haya cambiado de aquí hasta allá... Una única cosa...
Alzó la mirada, mirándome fijo e intensamente con más que dulzura, un anhelo puro y verdadero que jamás había visto. Su sonrisa se ensanchó, hizo una corta pausa mientras captaba mi confusa atención.
—¡Te amo! —dijo por fin y un quejido de salió de mi boca.
Una gran inhalación de sorpresa y el temblor incontrolable de mis manos fueron mi reacción, no podía dejar de mirarlo en completo shock a escuchar aqueas palabras. Era lo que estaba deseando decir, y al mismo tiempo, escuchar de sus labios. Al parecer, ambos habíamos tenido a misma idea para ese día, y eso lo hacía aún más maravilloso que cualquiera de mis fantasías.
—Repítelo —susurré sin poder creerlo.
—Te amo, Thomy —dijo, dando dos pasos hacia mí.
—Dios, vas a matarme —exclamé, dejándome vencer por la emoción.
Me abalancé hacia él ya importándome pepino lo que pasara con la cámara, solo con la idea y las ganas abrasadoras de besarlo sin parar. Esa vez ya era necesario, más que justo y necesario.
—No te imaginas lo mucho que te amo y que espere a escucharte decirlo —murmuré entre besos, escuchando sus suaves risas—. Te amo tanto, tanto.
Lo recosté sobre el césped, mi cuerpo sobre el suyo besándolo como si el mundo fuese a acabarse en ese instante. Devorando su boca con la intensidad de mi amor por él, y ese mismo que me había confesado. Tan dichoso y feliz como nunca antes había estado, el mejor día de mi vida hasta ese momento.
Déjenme aquí, donde todo es tan feliz y lindo
Un poco tarde, pero aparecí
Y esta vez de verdad
Tengo como reto de fin de año terminar esta historia
Y puede que lo logre
Sin este, podemos hacer el conteo regresivo
FALTAN 9CAPS PARA TERMINAR
AWEBOOOOOIOOO
PD: si ven horrores, no se espanten, mi pc no le funcionan muchas teclas y me toca usar el digital y me estresa
Pd2: no me odien, los quiero ❤️
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