🏀19🏀
Edgar
Suaves resoplidos de aliento cálido golpearon mi nuca, por un segundo me asusté al sentir el peso de un cuerpo extra junto al mío. Sin embargo, sus suaves manos estaban pegadas a mi abdomen por debajo de mi camisa. Reconocería esos tatuajes de aquí a la china, era Thomas, mi Thomy.
Una sensación de euforia se instauró en mi pecho, los recuerdos de la acalorada noche juntos volvieron a mi memoria emocionándome una vez más. Habíamos hecho el amor más de una vez hasta muy entrada a madrugada cuando caímos exhaustos. Y, aun así, me había despertado temprano como de costumbre para empezar el día, esta vez con el mejor humor que jamás había tenido y recargado de energía.
Me levanté con el mayor cuidado posible, no quería despertarlo y perder la oportunidad de apreciar su expresión de profunda tranquilidad. Coloqué en mi lugar una de las almohadas, provocando solo un suave suspiro de su parte. Sonreí para mis adentros, dejándome llevar por esa preciosa imagen frente a mí. Le di un pequeño beso en los labios, viéndolo sonreír ante aquello. Era tan dulce tanto despierto como dormido.
Me duché e inicié mi rutina como siempre, era el último día de clases de la semana y nopor ello nos relajaríamos. Ya tendríamos todo un fin de semana extenso para eso, y las posibilidades que se venían a mi cabeza eran increíbles.
El olor del café recién hecho ya había inundado la cocina, poco ruido y muchos olores deliciosos del desayuno podrían despertar a los demás. Aunque claro, ya se estaba haciendo hora para eso. Siendo el primero de ellos, mi querido Thomas. Llegó en silencio, rodeando mi cintura con sus brazos y envolviéndome entre ellos. Sus labios recorrieron mi cuello pegando mi espalda a su pecho, fresco y suave por la ducha.
—¡Buenos días! —le saludé con un suspiro—. ¿Dormiste bien?
—Como nunca había dormido, ¿podemos repetir? —suplicó con suaves susurros a mi oído.
—¿Cuándo? —indagué emocionado.
—Toda la vida, precioso mío —contestó, girándome entre sus brazos para devorarme la boca.
Me dejé llevar por el deseo, la ternura y emoción de su tacto, así mismo me sentía por dentro con sus palabras. ¿Cómo no hacerlo cuando él mismo me decía loque yo quería?
—Me encanta la idea —gemí sobre sus labios—, pero por ahora hay que ir a clases.
—Mmmm, no quiero —murmuró entre pucheros y besos.
—Sí quiere, señor tutor, da el buen ejemplo, ¿quieres? —le reñí entre risas.
—Tocará —se quejó, dejando un mordisco en mi hombro.
Desayunó entre conversaciones conmigo, planeando las futuras clases y estudios en conjunto en la universidad. No estaba de más, el segundo corte había terminado y empezado el último y más corto de todos. No me preocupaba demasiado, tenía muy buenas notas en mis asignaturas incluso en cálculo. Aunque claro, el segundo corte es el más llevadero de todos, talleres, quices y participación.
—Hoy me dan la nota de cálculo del segundo corte —anuncié, mientras Thomas terminaba de recoger sus cosas.
—¡Excelente! Esta vez exijo más que 4,2, ¿eh? —expresó.
—Y yo exijo una compensación, no todo el premio es para ti, tambien pongo de mi parte —exigí esta vez yo, con mucha esperanza y ansias.
—Bien, de acuerdo —dijo pensativo, pero sonriente, esa sonrisa malévola que me augura muy intensas experiencias—. Te daré un premio, ¿va? Toda la noche y muy duro.
—Thomy, pervertido.
Con un beso, se despidió de mí prometiendo vernos en unas cuantas horas en la universidad. Por mi parte, lleno de ilusión y tranquilidad, desperté a las niñas para terminar la rutina, una que se vio perfectamente interrumpida por primera vez en años.
—¿Y Toto? —indagó Natalia, lista y desayunando.
—En su casa, él también tiene clases —contesté con neutralidad.
—¿Ya son novios? —indagó Elizabeth, provocando que casi derramara el café sobre la mesa de la sorpresa.
—No deberías estar preguntando esas cosas, niña —le reñí nervioso.
—¿Entonces por qué se quedó a dormir anoche? —insistió, logrando ponerme aún más nervioso—. Lo sentí hablar esta mañana, algo sobre clases de cálculo.
—Ta colorao —se burló la pequeña Valeri.
—¡Se puso nervioso! —continuó Elizabeth con las risas.
—¡Por fin alguien lindo en la familia! —celebró Natalia y con ello, no pude más que reírme a carcajadas.
Pese a las risas, debía ser más cuidadoso si volvíamos a hacer esa gracia. No quería que escucharan otro tipo de cosas, no de mi parte por lo menos, por otras personas me era difícil controlar la situación. Nota mental: controlar las manos de Thomas, o por lo menos el volumen de mis... gemidos.
Solo por esa noche y al parecer, había tenido una extraña suerte de no ser escuchado en pleno ajetreo. Podía suspirar aliviado por eso, pero todavía me carcomía la duda. ¿Eso fue todo loque escucharon realmente?
Con todo listo, solo revisé una vez más puertas y ventanas para poder salir con tranquilidad de la casa. Sin embargo, una visita inesperada nos sorprendió y asustó al mismo tiempo.
—¿Para donde tan rápido, familia? —se burló Junior.
—Nosotros no somos nada tuyo, asi que ahórrate esa mierda —repliqué, tratando de alejar a las niñas de ese.
—Pero que carácter, ¿eh? Nada parecido a la docilidad de tu mami —se burló con sorna, acercándose como el macho que se creía que era—. Deberías ser más como ella, una princesita de casa.
Sus carcajadas produjeron un estremecimiento en mi espalda, escalofríos de malas vibras y un mal presentimiento. Nada bueno podía ser que ese tipo estuviese en casa, menos con Thomas habiendo dormido la noche anterior allí.
—¿Qué quieres? Estamos por salir y no pretendo dejarte aquí en mi casa —exigí saber.
—Tu casa, dices, ¿eh? —se rio a carcajadas—. Interesante, pero no te preocupes, nene, solo vine a saludar y dejar un mensajito.
—No quiero tus saludos, guárdatelos —expresé tratando de ignorarlo.
—Me vale mierda si quieres o no, solo quería decir... —Hizo una pausa, larga y un tanto extraña, mirando en derredor por la casa—. Mucho ojito con lo que haces, nene, a papi Santi no le gustan los mariquitas, y lo sabes, ya te lo dejó muy en claro.
—¿De qué...?
—De tu amiguito, el de ojos claros del otro día, no te hagas, Edgarcito —volvió a reírse sonoramente al ver mi expresión de malestar—. No puedes ocultar lo bonita que se ve tu hermanita, mucho menos los ojitos que te hace ese niñito.
Un palpito rápido y acelerado se apodero de mi corazón, acompañado de un sudor frío y una sensación de rabia e impotencia me embargaron. Mamá decía que estaba exagerando, pero por desgracia, no estaba tan equivocado en mis suposiciones con este desgraciado.
Por instinto, tomé a Elizabeth llevándola tras mi espalda, la mirada de Junior se había desviado de forma tan asquerosa hacia ella, que sentí unas desesperantes ganas por romperle la cara ahí mismo.
—Aléjate de mis hermanas, no te lo repetiré una vez más —exigí con calma, pero con rabia refulgiendo en mis palabras.
—¿O qué? —amenazó, encarándome como si fuese un matón de escuela—. Me das tanta risa, que disfrutaré el día en que te pillen con las manos en la masa, así que ojito, nene, no me pongas esto tan fácil o lo lamentarás y mucho.
Con una risa socarrona, se marchó son decir más ni mirar atrás. La rabia aun estaba presente en el ambiente, mientras que las niñas se refugiaban tras de mí alejándose de él. sin embargo, los sollozos de Elizabeth me trajeron de regreso. Estaba llorando, el miedo había sido demasiado para ella. no era tan pequeña como para no entender las insinuaciones de Junior, y odie eso aún más.
—Tranquila, mi niña, no dejaré que se acerque a ninguna de ustedes —le dije, abrazándola contra mi pecho y apaciguando sus temblores.
—¡Tengo miedo!
—Lo sé, mi amor, yo tambien y es normal, pero saldremos de esto, te lo prometo.
Salimos de casa cerrando todo con llave, asegurándome de a ver perdido de vista a ese sujeto. La rabia aún estaba haciendo estragos en mi interior, pero me calmé por el bien de las niñas, ya estaba demasiado asustadas para seguir con eso. Trate en todo lo posible por calmarlas, no podían llegar a sus escuelas llorando y asustadas, eso atraería demasiada atención y no sabía si era prudente encender las alarmar. Podría perderlas, yeso no estaba en mis planes.
Las dejé a cada una en sus respectivas clases dirigiéndome a la mía, con aquellas sensaciones menguando poco a poco. Aun asi, pese a la distracción de las clases y la expectativa de encontrarme con Thomas, me sentí tan frustrado conmigo mismo y con la situación que me dio malestares; casi todo el día estuve con mareo, dolor de cabeza y ganas de vomitar, si no fuese hombre creería que estaba embarazado. Y solo con ese absurdo pensamiento, volví a reírme.
—¿Cómo has estado, precioso mío? —susurró contra mi cuello, esparciendo pequeños besos en mi piel—. ¿Me extrañaste? Porque yo a ti sí y mucho.
No había terminado de llegar a la cafetería cuando, de un momento a otro, sus brazos me atraparon en un abrazo fuerte y cariñoso. Aun con los nervios de punta, sentí su suave reparación rozar mi cuello con calidez, y solo eso bastó para liberar gran parte de la tensión acumulada desde esa mañana.
—También te extrañé un montón, pero deberíamos seguir caminando, nos pueden ver —contesté entre risas, pero devolviendo el abrazo con ansias, era todo lo que necesitaba para estar mejor, a él.
—Está bien, vamos a estudiar y ver esas notas —expresó con una sonrisa, tomándome de la mano para seguir nuestro camino.
—Esta vez tengo fe, así que quiero mi premio —insinué con picardía.
—El fin de semana es largo, así que lo tendrás —me guiñó un ojo, dándome un pequeño besito en la mejilla—, hasta de sobra.
Empezamos las clases con lo más importante, revisar el sistema para ver las notas y el acumulado hasta ese momento. Las demás materias ya las tenía, solo faltaba cálculo y fundamentos de microeconomía, pero solo me preocupaba la primera.
—A ver, primer corte 4,2, excelente —expresó Thomas con orgullo.
—No me gusta eso, única nota del corte el mero examen —me quejé—, no es muy conveniente para la mayoría.
—Pero así se maneja esto, por desgracia —explicó—, aunque solo para estas materias, verás que más adelante las demás son flexibles en cuanto a la toma de notas. Sigamos, segundo corte...
Mientras la página cargaba, me fui apegando a su costado apoyando el rostro en su hombro. Necesitaba sentir su aroma y la suavidad de su piel, así que aprovechaba la poca congruencia de personas en ese lado de la cafetería para meter mis manos bajo su camisa. Al tocar su abdomen, sentí los suaves estremecimientos de su cuerpo y leves suspiros acompañando sus palabras.
—Este premio está más que merecido, mi Edgarcito —dijo entre risas—, 4,7 y con esto, un cumulado de 3,1. Ya tienes la materia ganada, básicamente.
Con la emoción de escuchar aquello, lo abracé con más fuerza y mordí su cuello, para luego tomar su rostro y besarlo sin cansancio. Con la respiración agitada, me separé de su lado para hacer mi acto de teatralidad.
—Quiero agradecer a mis fans, y a mi profesor por tener algo de piedad y sobre todo...
—No tan rápido esperancito —me interrumpió, casi muerto de la risa.
—No me dejan ser feliz, nojoda —bufé con fingida molestia—. ¿Qué?
—Aún te falta tercer corte, no necesitas mucho, pero igual, mientras más alta tengas la definitiva más probabilidades tienes de tener la beca —explicó con seriedad esta vez—. Y no solo eso, el trabajo tambien.
—O sea que...
—Dije que te ayudaría y lo haré, con todo el gusto del mundo —sonrió amplio, y tomó mis manos con suavidad besando mis nudillos—. Pero tambien debes poner de tu parte, a alguien con nota insuficiente no le darán ese privilegio, solo para que se centre en estudiar y mejorar sus calificaciones.
—Entiendo, y te lo agradezco de verdad, has sido mi salvación. —Con una suave caricia en su mejilla, no pude más que decir la verdad.
—Me lo compensas esta noche —exigió con voz ronca y culminando con un suave mordisco en mi labio.
—¡Sucio!
—Tú lo pediste primero.
—Touché.
No pude expresar del todo la emoción y gratitud que sentí por él, de todos modos, si de verdad conseguía el trabajo, no habría vida suficiente para hacerlo realmente. Thomas era más que solo el chico que me gustaba, me había enamorado de él y de paso, era el ángel que necesitaba para mejorar un poco mi vida. Con él a mi lado, el miedo de saber que las cosas en casa no estaban del todo bien se esfumaba y me daba energías para superarlo.
Esa tarde en la práctica, lo vi conversar con su papá al respecto y pese a su expresión común de fastidio, esa vez se vio un poco interesado en el asunto. Era una buena señal, mejor de lo que esperaba obtener del señor cascarrabias.
—¡Edgar! —gritó—. Venga.
—Diga... señor.
—Thomas ya me comento tu idea de trabajo, no esta mal pero tampoco es el momento, ¿si lo sabes? —indagó.
—Sí señor.
—Incluso es difícil que elijan a alguien de segundo semestre para tal cosa, aunque tenga excelentes calificaciones —me advirtió, y un poco de esa ilusión se evaporó con facilidad—. Sin embargo, si veo que sigues con la misma dedicación que hasta el momento, pueda hacer algo para inicios del semestre que sigue.
—Se lo agradecería de verdad —suspiré aliviado.
—Pero ojo, niño, baja un punto en las notas y te exprimo aquí —vociferó señalándome con ahínco.
Su expresión de profunda amenaza no hizo más que ponerme nervioso, era militar de los de alto rango, sus amenazas debían ser algo serio y ya lo había comprobado; los castigos no habían sido un baño de rosas y dulces después de todo.
—¡Papá! —exclamó Thomas con reproche.
—Tú cállate —le riñó, volviendo su atención a mí—. Notas o nada, asi que prepara la hoja de vida desde ahora con el formato de la universidad y aprovecha las vacaciones para descansar, se te pondrá difícil al regresar a clases.
—Entendido, señor.
—Que fastidio, largo los dos.
El silbato sonó casi en nuestros oídos, y su risilla al ver nuestras expresiones de fastidio compraron las intensiones de ello, lo hizo a propósito. Regresamos con el resto del equipo, esperando para la última parte de la práctica.
—Lo de difícil era de broma, ¿verdad? —indagué, preocupado por aquellas palabras.
—Ojalá, Eddy, quisiera que fuese broma —suspiró con alfo de culpa.
Solo me reí, no podía culparlo por ello. De todos modos, sabía que trabajar y estudiar iba a ser difícil, por más fácil que fuese el trabajo a realizar. Rodo consumía tiempo, y eso era vital para llevar bien una carrera profesional.
Pero no me importaba, iba a encontrar el modo de equilibrar todo; trabajo, estudios, casa y el equipo. Debía hacerlo cueste lo que cueste.
Al terminar, nos duchamos y conversamos como de costumbre, con las mismas burlas de los payasos hacia Thomas y hacia mí. Claro, conmigo no podían porque sí les seguía el juego. Y si era para hacerle bullying a Thomas, felizmente me unía a ellos. Era divertido ver su expresión, verlo reír y sonrojarse con mis bromas. Pero al mismo tiempo, era tentador, porque quería besarlo allí mismo sin importar quienes estuvieran.
—¿Nos vemos mañana? —indagó Thomas emocionado.
—Me encantaría, pero tengo que ver con quien dejar a las niñas asi que estaríamos hablando de eso por mensaje —expliqué.
—Cualquier cosa las podemos llevar, si mal no estoy hay un circo en la ciudad, podemos ir —sugirió con una sonrisa coqueta en su rostro—. Me gusta salir con las niñas y contigo, si ellas son felices sé que tú tambien lo eres.
—Eres un encanto, ¿lo sabías?
—Lo sé, soy irresistible.
—Me retracto, eres odioso y engreído —me burlé.
—Así me quieres.
—Y mucho.
Por desgracia, nos separamos y fuimos cada quien a sus casas. Con total tranquilidad, llegué directo a la mía esperando encontrar a las niñas dentro y solas. Sin embargo, al llegar la preocupación creció en mi interior. Las niñas no estaban por ninguna parte, en su lugar, había varias maletas grandes y muebles desconocidos esparcidos por toda la sala. Desde una de las habitaciones, música y risas a todo volumen inundaban la casa.
Corrí hacia la habitación de las niñas, cerrada con llave. Con rapidez, abrí con mi copia de la llave encontrándolas encerradas allí. Suspire de alivio, cerrando la puerta tras de mi para cerciorarme de que todo estaba bien.
—¿Están bien? —indagué.
—Sí, pero mamá ya llegó con esos dos señores y otros más —contestó Elizabeth.
—Esos señores son viejos y dan miedo, estaban borrachos —expresó Natalia.
—Quielo a Toto —lloriqueó Valeri lanzándose a mis brazos.
—Tranquila, mi amor, demos un paseo, ¿les parece? —sugerí.
En un abrir y cerrar de ojos las ayude a recoger algunas cosas y salir de la habitación, fuera no había nadie aun y al parecer, no se habían percatado de mi llegada. Mejor todavía. Sin embargo, faltando poco por llegar a la salida, la puerta de la calle se abre y ante nosotros, Santiago con su cara de mil demonios y tres six pack de cerveza.
—¿A dónde crees que vas? —indagó ceñudo.
—Eso no es de su incumbencia, señor —contesté.
—Oh, créeme que sí lo es, ¿sabes por qué? —dijo, dando pasos amenazantes hacia mi y sin esperar respuesta—. ¿Ves esas maletas? Son mías, lo que significa que ya vivó aquí, te guste o no.
—Entonces sepa que no me gusta esa idea, aunque ya lo debió suponer si es lo suficientemente inteligente —repliqué, rodeándolo con las niñas detrás de mí.
—Ay niño, esa lengua te va a causar muchos problemas de aquí en adelante —se burló con malicia—. Por hoy te salvas porque tenemos invitados, pero entra en razón a las buenas y ahórrame la molestia, las cosas aquí van a cambiar.
—Eso no le concierne a usted.
—Sí lo hace y aprende eso, no vivirán huyendo de mi toda la vida —se carcajeó.
Salimos de allí cuanto antes, dirigiéndonos a casa de mi tía como única opción posible para quedarnos a dormir. En ese estado, con más tipo allí en casa, no podía arriesgarme a dejar a las niñas, ni aunque estuviese yo ahí mismo. Me ganaban en número y tampoco podía pretender hacerme el valiente, ¿qué podía esperar de esos tipo y borrachos?
Qué tal, pulguitas?
Para quienes no están en el canal de whatsapp, les informo que me demoré debido a problemas matemáticos.
Ya saben, universidad y talleres y cálculo.
Edgar y yo compartimos ese problema actualmente, pero no tengo un lindo tutor de ojos celestes que me ayude a entender mejor. *llora en hetero*
En fin, espero les guste este cap.
Los quiero mucho.
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