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🏀18🏀

Edgar

La paz y tranquilidad que había sentido los últimos tres días parecía casi enviada por Dios, y solo podía traducirla en una sola palabra: Felicidad.

No solo estaba el hecho de no ver a esos dos sujetos merodear por la casa como si fuese de ellos, tampoco tenía las malas caras de mi mamá constantemente y podía relajarme un poco en cuanto a la seguridad de las niñas. Literalmente, y por primera vez en años, podíamos estar a nuestras anchas en la casa. Porque sí, a eso habíamos caído, a ni siquiera poder estar a gusto en lo que se supone es nuestro hogar.

Sumado a eso, estaba mi Thomas. Podía verlo todos los días, llegar un poco más tarde a casa sin preocupaciones, poder besarlo hasta el cansancio cada vez que me antojase de él. Era simplemente maravilloso.

¿La razón? Desconocida.

El martes al regresar de clases con las niñas, la casa estaba en penumbras y sola, tan silenciosa que hasta parecía la casa equivocada. No había rastros de mamá, de nadie por lo menos en varias horas atrás. Básicamente, se habían evaporado con la existencia y yo estaba dichoso.

No era la primera ni sería la última vez que mamá desapareciese sin decir nada, pero si se iba a llevar consigo a esas pestes, le daría más cuerda para que lo hiciese con regularidad. Menos estrés, menos desespero, menos de ellos.

Sin embargo, y aunque me hubiese encantando invitar a Thomas a casa, temía hacerlo. las ganas y excusas no faltaban, las niñas querían verlo al igual que yo, invitarlo a cenar y quedarse a dormir. Pero, por más que me gustase la idea, durante esos tres días y solo por breves momentos, Junior se presentó por los alrededores el miércoles.

—Cuando el gato no está, las ratitas hacen fiesta, ¿no, grandulón? —se había burlado aquel día.

Simplemente apareció de la nada, se burló, miró en derredor y se largó. No entró, no buscó nada, no dejó nada y no dijo más nada.

—¿Nos están vigilando? —había preguntado Elizabeth extrañada.

—Dios quiera que no —contesté dudoso—, pero no apuesto dinero contra ello.

—¡Que fastidio!

Siendo viernes, próximo a fin de semana con puente festivo, no habíamos tenido más rastro de ese desquiciado por la casa. Mi tranquilidad estaba cada vez más elevada y mis ansias por invitarlo se notaban, pero debía controlarlo o fallaría en las prácticas. Y no, por el bienestar de mi cuerpo y el resto del equipo, debía parecer sereno y centrado.

Invocar al demonio militar era como llamar a la línea directo del infierno. Podían parecerse mucho físicamente padre e hijo, mismos ojos, misma estatura, color de cabello y piel, pero eran tan diferentes que no parecían familiares.

—¿Por qué están tan lentos? —gritó el entrenador—. ¿El calentamiento les agotó la energía?

Estábamos en medio de un pequeño partido de refuerzo, ya habíamos pasado por el calentamiento habitual y una serie de ejercicios para corregir fallas, aprender nuevos movimientos y reforzar lo que ya sabíamos.

—Un equipo geriátrico jugaría mejor que ustedes, mi abuela lo haría mil veces mejor —volvió a gritar—. ¿Les traiga Ensure?

En mis adentros, una carcajada estuvo a punto de estallar mientras veía las expresiones cansadas de los demás. Por alguna razón, estaba cargado de energía hasta para regalarles, más aún, cuando a mi lado estaba Thomas igual de sonriente y burlón.

—Ellos tal vez lo necesiten —se burló Thomas.

—Sigue, payasito, y te mando de vacaciones con ellos —replicó el entrenador.

—¡Justicia! —murmuró Evaristo con una amplia sonrisa.

El próximo saque lo hice yo, pasando el balón a Emilio, quien se encontraba sin bloqueos y más cerca que cualquier otro. Avanzó un par de pasos más, pero viendo que dos de los contrincantes se acercaba a él regresó el balón a mis manos. Y con eso, corrí cuanto pude hacia el otro lado de la cancha siendo igualmente interceptado. Con rapidez, el balón pasó por un costado de la cabeza de aquel chico, sin darle tiempo a reaccionar y siendo recibida por un rayo de cabello negro. Mi Thomas.

—¡Al fin hacen algo de utilidad! —expresó el entrenador.

Thomas avanzó hasta acercarse lo suficiente, tomando posición para saltar y cogiendo impulso. Sin embargo, frente a este apareció un contrincante preparado al mismo tiempo para interceptar el balón.

Me preparé para recibir el balón una vez más al verlo desviar el curso de sus movimientos, pero solo se quedó con el balón en las manos. Volvió a hacer un intento para lanzarlo desde otro ángulo, pero el mismo chico repitió su movimiento. Y una vez más, Thomas cambio su curso.

Uno de sus compañeros, llegó junto al chico para tratar de quitarle el balón, pero en ese momento se estaba preparando para un nuevo intento. Y por tercera vez, desvió el curso de sus movimientos. Para ese instante, estaba casi detrás del, solo caminando y mirando el espectáculo. Thomas estaba con una radiante y burlona sonrosa, saltando y amagando cada vez que se acercaban a él. Repitió eso dos veces más, pero siendo estas dos últimas solo un juego para él porque ni siquiera intentaba lanzar el balón, solo hacía que iba a saltar y levantaba el brazo sin balón.

—¡Dios bendito! —suspiré, escuchando su risilla burlona al quedar justo detrás de él. mi mano solo actuó como debía, dándole un zape en la cabeza, con suavidad claro—. ¡Aplácate, animal!

—¿Y yo que hice? —se quejó entre risas, escuchando las carcajadas de Evaristo y Juan.

—¡Eso! —señalé al entrenador.

—Hable demasiado pronto —dijo, acariciando el puente de su nariz con desesperación—. ¡Se ajuician o los ajuicio, ustedes deciden!

—Sí, señor —respondieron los mensos, haciendo saludo militar.

—No me pagan lo suficiente para esto, Dios.

Respiramos profundo y continuamos con el partido, esta vez con un poco mas de seriedad porque tontos, pero no idiotas. Ya habíamos tocado a las puertas del infierno, no la queríamos abrir de par en par.

Evaristo fue quien hizo el saque esa vez, pasando en balón a Juan. Este a su vez, solo camino un poco y avanzó hasta poder pasar el balón al mas cercano a la canasta, Thomas. Sin embargo, como era de esperarse, estaba casi bloqueado por todas partes, lo que llevó a su peculiar estilo de despiste: lanzar a cualquier lado menos a donde estaba apuntando, pasando el balón a Emilio una vez más mientras se desmarcaba.

Era divertido de ver, una locura total que aquel truco tan simple y tonto pudiese dar tan buenos frutos.

Emilio mantuvo su postura, esquivando y demostrando porque estaba en el equipo principal de la universidad. Era toda una maravilla verlo jugar de verdad, a él y a los demás. Sin embargo, llegado el enjaulamiento, Thomas y yo nos preparamos para terminar con eso. Lanzó de forma rápida el balón a mis manos, y de la misma forma, pasó a manos de Thomas quien lazó directo a la cesta. Un perfecto triplete en cuestión de segundos.

—Bien, bien, ahora tenemos un trío de oro —se burló el entrenador, sonriendo con amplitud al ver con detalle el enfado en la postura de Thomas—. Espero siga así, Edgar, amplia tus opciones.

—Sí señor —contesté inocente de la situación.

—Sí, claro, ampliar —refunfuñó Thomas mirándome con ojos entornados.

—¿Y ahora qué hice? —indagué confundido.

Dicho y hecho, las carcajadas de los tarados resonó por encima del silbato del entrenador. Todos empezaron a reunirse alrededor del entrenador, pero la mirada ceñuda de Thomas seguía intercalando entre mi y un casi fallecido Emilio. Este, consciente de quien sabe que cosa estaba pasando, no dejaba de reírse hasta ponerse colorado.

¿Qué no había visto?

—A ver, niñitos de kínder —nos riñó, todos aguantándose la risa menos Thomas y yo, este seguía con la mirada en el vacío y el ceño fruncido—, un chiste más de eso y les caerá el castigo de sus perras vidas. ¿Entendido? Hacen eso en un partido y le juro que hago que recuerden día y noche la siguiente práctica.

—Entendido —contestamos.

—Ahora, señor malgeniado, te encargaras de coordinar el día y la fecha del siguiente partido —reiteró, señalando a Thomas quien solo asentía casi de forma automática—. Los Linces están de visita así que hay que aprovechar, un partido amistoso no les vendría mal a ver si se ajuician.

—¡Ok!

—¿Te dolió, culero? —se burló el entrenador—. Sigue así, pues, yo tambien tengo muchos chistes por hacer.

Con un gruñido de fastidio, empezó a ir a las duchas con nosotros detrás de él. Las risas de los demás era cada vez más desesperante, todo porque no sabía en qué momento se había emputado tanto y por qué conmigo.

Estuvo en silencio durante todo ese proceso, no miró a nadie ni me contestó más allá de monosílabos. Había estado pensando en cosas antes de la práctica como invitarlo a casa y que pasara el resto del día conmigo y las niñas. Pero en ese plan no estaba incluido su cara de tres kilómetros de fastidio. ¿Se le quitará con un besito?

—Edgarcito, excelente pase rápido, ¿eh? —expresó Emilio burlón—. ¿Lo repetimos?

—Si eso evita que nos castiguen, pues sí, ni modo. —Me encogí de hombros, captando a atención de Thomas una vez más.

—¿Ustedes desde cuando se llevan tan bien? —indagó, aún molesto.

—Nunca nos hemos llevado mal, no que yo sepa —contesté en mi completa ignorancia.

—Solo fue un juego, Thomas, relaja la raja.

—Relaja la raja —repitió con extraña y pesada calma, con los demás entre el asombro y la diversión.

—Ay Jesús, lo voy a repetir estando Edgarcito aquí porque te me vas a mamar la poca paciencia que me queda —explicó, desviando su mirada a mí con mucha intensidad y fastidio—. Mira, soy bisexual, todo el mundo lo sabe, pero me van más los chicos que las chicas en cierto modo.

—Y en cierto modo...

—Cállese el hocico, que no he terminado, carajo —le interrumpió tirándole una toalla directo a la cara—. Estás guapo, por algo lo tienes tan idiota, asi que no lo voy a negar...

—No, ¿en serio? —volvió aquejarse Thomas y empecé a entender la cuestión.

¿Era en serio? De cierto modo Emilio tenía razón en molestarse, era una completa locura si la razón de su malestar estaba encaminada a eso. ¿Emilio y yo? Jamás de los jamases. En mi cabeza, ambas al parecer, estaba escrito el nombre de Thomas por todas partes y con tinta indeleble. ¿De dónde sacó semejante pendejada?

—Pero no eres mi tipo y es lo que intenté explicarle a ese animal—continuó, ignorando por completo a Thomas—. A mi me gustan que sean tiernos, que se vean inocentes, pero que por dentro sean rudos, ¿si me entiendes? Eres todo lo contrario, te ves rudo, pero eres una masita de pan. Y si eso no le basta al gruñón celoso de tu marido, seré más específico. Morenos, altos, tetones y de ojos claros. Me encantan los tetones, así todo musculosos y sabrosos.

—¿Tetones? —me burlé.

—¿Quedó claro, idioto? —indagó, mirando esta vez a Thomas.

—¡Ñiñiñi! —bufó.

—Controla a tu marido antes que lo reviente por pendejo —advirtió, haciendo estallar en carcajadas a los demás.

—A ver, marido mío, compórtate —expresé siguiéndole el juego, tan divertido por el titulo como por la reacción de los demás.

Aunque claro, eso me llevó a pensar, ¿qué tan sabían esa parranda de payasos sobre nosotros? No es que seamos discretos, un poco obvios sí somos. Pero, ¿qué tan a profundidad sabían de nuestros avances?

Thomas por su lado, solo me miró ceñudo, mordiéndose el labio inferior para evitar sonreír con esa dulzura que me hacía temblar las piernas. Se estaba resistiendo, pero era obvio que le había encantado que lo llamara así, ese sutil sonrojo en sus mejillas lo delataba. Los demás ya casi sin aliento, estaban colorados por tanto reírse.

—Ay ya, cierren el culo —se quejó, dirigiéndose a ellos.

—Por lo menos ya sabemos que el nene quedara en buenas manos, asi que Edgarcito, cuídalo y amárralo —intervino Juan con aparente seriedad.

—Nosotros no estaremos el próximo semestre, las materias se nos acabaron y toca chambear, ni modo —explicó Evaristo al ver mi confusión.

—Pero te invitaremos al grado, haremos parranda y de paso, nos invitas al matricidio, ¿no? —se burló una vez más Juan, recibiendo un toallazo de Thomas.

—Pido ser padrino —exigió Evaristo.

—Pidan un nuevo cerebro mejor —replicó Thomas, un poco más relajado, acercándose a mí y pasando su mano muy discretamente a mi espalda.

—¿Si ves? Tienes que cuidarlo, porque se va a poner muy triste al no tenernos, llorará por nosotros, somos su motor —añadió Evaristo, ciego ante los movimientos de Thomas.

—Ni que fuera licuadora.

—Pero si licuarás otra cosa —murmuró Emilio burlón.

—Ya dijo este idiota...

Salimos de ahí con los pulmones hecho papilla, pero sin haber faltado risas por doquier y casi por cualquier cosa. Nos despedimos y cada quien empezó a emigrar por su lado, esperando que, de forma implícita, Thomas se quedara a mi lado. La rabieta ya se le había pasado, aunque las caras hacia Emilio habían seguido pese al ambiente risueño. ¿Debería molestarme por eso? No sé, pero no lo hice, todo lo contrario, se me hizo tan adorable que se pusiera celoso solo por eso, que las ganas de besarlo me quemaban los labios. Claro está, para nadie pasó desapercibida la malicia del entrenador con aquel comentario.

—Thomy... —dije, entre nervioso y expectante, usando su apodo especial con cierta malicia en ello—. ¿Qué harás el resto de la tarde?

—Pues, si me dejas, pensaba quedarme contigo... marido mío.

—¿Tanto te gustó?

—Me fascina —susurró, acaparando mis labios con los suyos con tanta ferocidad que me dejó sin aliento.

—En ese caso, ¿qué tal si nos acompañas a cenar? —sugerí, aun con sus caricas en mis mejillas—. Las niñas han preguntado por ti esto días, quieren verte.

—Todo un honor para mí visitar a mis cuñaditas —expresó con ese tono grave y dulce que me enloquecía.

—¡Vas a matarme!

Llegados a casa, la primera en saltar sobre Thomas fue Valeri. Agarrada a su cuello, lo abrazó como si no lo hubiese visto en años, ignorando por completo mi existencia. Mi modo celoso resurgió.

Aun así, invitarlo había sido lo mejor que pude haber hecho. Jugamos hasta el cansancio, me ayudo a cocinar la cena y a controlar a los tres pequeños torbellinos hambrientos. Por primera vez, sentí la dinámica de una verdadera familia, tranquila y llena de amor.

Mis sentimientos por Thomas estaban creciendo a velocidad vertiginosa, me asustaba un poco eso, pero el estar con él me hacía reconsiderar aquel miedo. ¿Miedo a que? Él era más que perfecto para mí, para las niñas, no había duda de ello.

Siempre creí que, al ser casi como un padre para ellas, sería difícil conseguir pareja para mí. Era como si fuese padre soltero, casi nadie quiere lidiar con hijos ajenos, menos casarse con una persona en esa condición. Y si lo hacían, en su mayoría quienes salían mal librados eran los hijos, ya estaba viviendo eso y no quería repetirlo. Por el contrario, estaba haciendo lo posible por librarnos de eso.

Y pese a ello, Thomas las trataba como si fuesen de su propia sangre, con tanto cariño y paciencia que hasta yo me sorprendía. Se supone que era hijo único, ¿cómo podía tener tanta experiencia con niños pequeños? Le salía casi natural.

Sentados en el comedor, era tierno verlo interactuar con ellas, en especial con Valeri, quien no se le despegó desde que llegó. Me llenaba de esperanzas, y de mucho amor.

—Abre la boquita, viene el avioncito...

—Eso es para bebés —se quejó Valeri, cruzando sus bracitos sobre su pecho.

—Bueno, entonces, viene... —expresó pensativo—. Viene Godzilla a comerse a los niños que no quieren comer su comida, ¿qué tal?

—Godzilla no existe —intervino Natalia entre risas.

—Sí existe, ¿no has visto las películas?

Y si, tambien me llenaban de carcajadas. Escuchar discutir a esos dos era casi como escuchar una conversación de borrachos, no había sentido alguno en sus palabras, pero era divertido de ver y escuchar. Ambos eran una bomba de ternura, que más podía pedir.

—Ño quiero —reiteró Valeri.

—Pero si sabe rico.

—Ño, sabe a velde —explicó con expresión de disgusto.

—¿Como que sabe a verde? Necesito una explicación científica a eso.

—Shi, sabe feo.

—No, debes comer verduras, son saludables y te ayudan a crecer. —Poco a poco, empezó a desmenuzar un poco de verduras mezclándolo con el resto de la comida, tal vez así la mezcla de sabores le hiciera más agradable—. Mi mamá suele decir que eres lo que comes, asi que come sano para ser una niña sana.

—Ño me gusta.

—Concuerdo, no me cuadra mucho esa frase —añadí, era casi como un mal chiste.

La expresión de Thomas al escuchar eso fue todo un poema, era como si quisiera jalarme las orejas y besarme al mismo tiempo. Me gustaba la idea, pero estaban las niñas.

—¿Por qué según tu?

—Porque no recuerdo haberme tragado un bulto de sal —repliqué.

—Eso es verdad —afirmó Elizabeth teatralmente.

—No ayudes, niña. Después hablo contigo de eso, Eddy —me riñó, regresando su atención a Valeri—. Hagamos algo, si te comes todas tus verduras, yo compro el helado. ¿Vale?

—Uuuh, chantaje —exclamó Elizabeth.

—Aah, es que no quieres, bueno, más alcanza.

—No dije eso... —lloriqueó entre risas.

—Interesada, ¿por qué mejor no das el ejemplo y te comes las verduras? Eres la mayor, él no cuenta.

—¡Oye! —me quejé, pero fui vilmente ignorado.

—¿Chispitas de chocolate?

—Una banana Split con chispitas de chocolate de postre.

—¡Yo quiero! —exigió Natalia emocionada.

—Los pimentones saben muy rico, ñami —expresó Elizabeth con la boca llena, casi atragantándose de la risa.

—¡Pequeño Gremlin!

Y sin esperarlo, había funcionado. Tanto Valeri como Natalia se comieron todas las verduras, sin mucha pelea ni caras. ¿Por qué no me hacían caso a mi también? Ahora mi mood indignado había nacido con ganas de tomar venganza.

Después de ordenar todo, nos sentamos a terminar la noche con un par de películas. Los deberes podían esperar al día siguiente, teníamos el fin de semana para eso y un festivo adicional, asi que no había prisas.

El Gran Showman fue la elección del día, no solo porque era algo nuevo que podíamos disfrutar ni porque tuviese un elenco estelar, sino porque era una de las películas favoritas de Thomas. Le di la razón, la historia era muy buena y la banda sonora era más que preciosa. Hubo una canción en especial, Rewrite the stars, la letra y escena en sí me transportó a otro lado.

Entonces, ¿quiñen puede detenerme si decido que eres mi destino? ¿Y si reescribimos las estrellas? Di que fuiste hecho para ser mío, nada podría separarnos, tú serias el que estaba destinado a encontrar.

Con delicadeza, mis manos fueron tomadas entre las suyas tan suave y dulce que mi corazón bailo con fuerza dentro de mi pecho. El seguía a mi lado, sentado en el sofá con Valeri acurrucada en su regazo, Natalia y Elizabeth se habían tirado Enel suelo, entre frazadas y almohadas muy cómodas y entretenidas. Sin embargo, aquellos ojos azul cielo estaban posados sobre mí con mucha intensidad, casi podía sentir como veía otra vez de mí, a mis verdaderos sentimientos por él.

Besó mis nudillos, un largo y suave beso tan cálido que casi me hace suspirar. Me derretí, tanto por dentro como por fuera, sin poder evitar que mis ojos se humedecieran un poco. Era tan intenso todo eso que casi no podía controlar el temblor de mis manos.

Me acurruqué sobre su hombro, apoyándome y aspirando su aroma, solo asi logré calmar mi corazón.

—Tal vez el mundo pueda ser nuestro esta noche —susurró a mi oído, justo cuando sonaba aquella frase de la canción.

Me reí, una descarga de ternura y felicidad en mi torrente sanguíneo al escuchar no solo las palabras sino el tono de su voz.

Sin embargo, terminada la película se hacía demasiado tarde para que ellas siguieran desiertas. Y así mismo, demasiado tarde para que Thomas se fuese a casa. ¿Mi plan había funcionado?

—A dormir —expresó Thomas en cuanto empezaron los créditos—, todos a dormir, o vendrá el coco.

—¡Toto, achapapame! —exigió Valeri, somnolienta y con los brazos abiertos hacia él.

¡Vengase, mi niña!

Con calma y paciencia, se encargó de ayudarla a cepillarse los dientes, mientras que yo supervisaba a las demás en el mismo proceso. Dejamos a las tres cambiándose y luego, con un besito de buenas noches, las dejamos tranquilas en su habitación.

Con un suspiro, volví a tirarme en el sofá sintiendo un poco de calma. Había sido un día demasiado intenso como para no sentir el peso del cansancio, y aun asi, a mi lado y acurrucándose en mi pecho, estaba mi recarga de energía, Thomas. Lo abracé pegándolo un poco más a mí, suspirando sobre su cuello solo para absorber el aroma de su piel.

—Bueno, ya llegó ahora de irse —dijo en un suspiro y me alerté—. Fue muy divertido y todo, pero...

—¿Por qué? —le interrumpí—. ¿Te quieres ir?

—Es muy tarde, tambien debes dormir y descansar —expresó, acariciando mis mejillas y reacomodándose en el sofá, de esa forma ladeada en que podía mirarme fijamente como si estuviese frente a mi—. Podemos vernos mañana, si quieres, puedo volver.

—Pero... es demasiado tarde, lo acabas de decir —titubeé, mi cabeza iba a toda máquina repasando razones y excusas para que se quedara—. No puedes irte así, es peligroso.

—¿Qué sugieres, mi Eddy precioso? —sonrió, se acercó un poco más a mi rostro poniéndome completamente nervioso y ansioso por sus caricias.

—Bueno, yo... yo pensé que podrías... —titubeé nervioso, pero me decidí, directo y sin rodeos, respiré profundo y hablé—: Quédate a dormir conmigo.

Una enorme sonrisa brilló en su rostro, al parecer, no era el único que tenia esa idea en mente y solo había caído redondo en su trampa. Me daba igual, mientras mas supiese lo que quería con él mejor para ambos mejor. Si quería escuchar ciertas cosas directamente de mi boca, lo haría, las diría y las demostraría sin importar nada.

¿Loco? Un poco, Thomas me tenía totalmente fuera de mi cabeza y no podía sentirme mejor con eso. Una sensación gratificante, placentera y deliciosa.

—Directamente contigo, ¿eh? —se burló, amplio y coqueto—. Bueno, podría hacer el esfuerzo, aunque si roncas te mando al patio, ¿estamos?

—Tranquilo, aquí no roncamos.

—¿Seguro?

—Mucho...

Tomé su rostro entre mis manos, callando sus risas con mis besos. Un beso más que largo, más que candente, una delicia llena de amor y deseo incontrolable.

Cada vez que termino un capítulo de esta de forma, créanme que lloro de ternura y de terror por la anticipación

Nos va a hiper mega doler, sí, mi niña, leí tu comentario y no puedo esta más de acuerdo

Pero valdrá la pena.

Y en otras noticias,  como era de esperarse, esto es solo MEDIO CAPITULO

Sigue más adelante, y Jesús, esto se va a descontrolar.

Ya se la saben, control y agua fría, de todos modos dejaré advertencias y amenazas.

Digo, mucho amor

Los quiero, mis pulguitas.

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