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🏀16🏀

Edgar

«Los buenos momentos no duran para siempre», y he vivido lo suficiente como para jurar que eso es verdad, como ese día.

Había pasado uno de las mejores tardes de toda mi vida, pero el gozo había llegado a su fin con la presencia de esos tipos en casa. No solo Santiago, el novio de mamá, sino su supuesto sobrino, Junior. No dudo de la veracidad del parentesco, ambos se veían igual de dementes, y eso era demasiado para soportar.

Al entrar a casa, lo primero que hice fue asegurar a las niñas llevándolas a su habitación, la excusa perfecta era revisar tareas y preparar todo para ir a clases el día siguiente. Nos encerré en la habitación esperando que un milagro sucediera, como que aquellos tipos se largaran de una buena vez. Pero lo dudaba, ya habían dormido allí en casa así que era demasiado probable que volviera a suceder.

Respiré profundo, relajándome un poco y revisando realmente las cosas de las niñas. Sin embargo, antes de prepararlas para dormir los gritos y llamados resonaron en toda la casa.

—¡Edgar! —gritó Santiago—. Maldita sea, Edgar, ven aquí.

No pude más que poner los ojos en blanco y gruñir de frustración, las niñas se asustaron por los gritos y porque, sin dudarlo siquiera, sabían que no era nada bueno tal algarabía.

—¡No vayas! —me suplicó Valeri.

—Quisiera, pero tengo que hacerlo, linda —aseguré con aparente calma—. Todo estará bien, no te preocupes.

Con un suave beso en su frente, me dirigí al desastre inminente. En la sala, seguían los tres charlando como si nada. Mamá pegada al brazo de Santiago, abrazada a él y sonriente como si fuese el amor de su vida. Frente a ellos, de pie y sonriendo de forma asquerosa estaba Junior, quien al verme regresar solo sonrió aún más. Era alarmante.

—Eh, Edgarcito, te perdiste todo el día —se burló Junior—. ¿Pediste siquiera permiso para salir? A mami no le gusta eso, ¿eh?

Por mi propio bien, decidí solo ignorar sus palabras e indagar de inmediato que era lo que querían. Lo que menos deseaba era estar ahí, con ellos, en ese ambiente tan asfixiante.

—¿Me llamaban? —pregunté en tono neutro.

Muy a mi pesar, solo Junior contestó con una risotada, más al ver la fulminante mirada de su tío sobre mí. ¿Acaso había hecho algo que les concerniera a esos dos como para que me mirara de esa manera?

De reojo mire a mamá a su lado, esperando dijera algo o simplemente mostrará señales de vida inteligente y sobria. Pero esperé demasiado de alguien que, por desgracia, había desaparecido como figura adulta de nuestras vidas.

—Muy simpático tu amiguito, ¿no? —comentó Junior con sorna ignorado mi pregunta.

Suspiré. Eso no se iba a acabar, así como así.

—Si quieres te lo presento, yo no juzgo, ¿eh? —contesté con su mismo tono.

—Muy chistoso, el nene —se burló, tomando un semblante serio y acercándose a mí de forma amenazante—. No me provoques si sabes lo que te conviene.

—No empieces si no te gusta que te contesten. —Me encogí de hombros sin apartar la mirada.

—Ya cállense los dos, imbéciles —vociferó Santiago—. A ver, Edgar, creo haberlo mencionado antes pero no a profundidad. Tanto Junior como yo somos ahora parte de esta familia, y como tal nos debes respeto a ambos. Y parte de ese respeto es avisar que harás tus viajecitos todo el día, más si te llevas a las nenas, ¿entendido?

Cierta sorpresa se reflejó en mi rostro, tal descaro era demasiado para lo que esperaba escuchar en realidad. ¿Desde cuándo le debía algo a ese tipo?

—Tu madre ha estado preocupada todo el día sin saber dónde demonios estabas, así que aprovecha el momento —sonrió burlón—, ¿dónde estuvieron?

—¿Preocupada? ¿Desde cuándo? —repliqué, tetando de controlar el enojo que me quemaba la lengua.

—Mas respeto, cabrón, y contesta a la pregunta —exigió—. ¿Dónde culo te metiste todo el día?

—Dile y ya, nada te cuesta —me riñó mi madre.

Suspiré, mirando el techo con tal de calmar la rabia que sus pocas palabras y su despreocupada postura en la situación me generó.

—Tuve partido de baloncesto en la universidad, me quedé con el equipo celebrando que ganamos y después llevé a las niñas al parque —contesté con calma—. Y si eso es todo, me voy.

—¿Y qué onda con tu noviecito? —preguntó Junior con malicia—. Te acompaño hasta aquí como el príncipe encantador con su princesa, que lindo.

Me detuve en seco, aquellas palabras no podían ocasionar nada bueno, menos dichas por él mismo.

—¿Ahora de qué mierda hablas? —indagué.

—No te hagas, vi las miraditas del niño lindo hacía ti, empalagosas —se rio a carcajadas—. Que asco dan.

—Eso se llama esquizofrenia, por si no sabías —respondí.

—Cierren el culo los dos, y tú, Edgar, déjame decirte algo —expresó mirándome con fingida amabilidad—. Pronto y aunque ni quieras, seré más que el novio de tu madre, la vamos a casar y, por ende, viviré aquí con ustedes. Así que, aunque no quieras, ve mentalizándote a verme más seguido.

—¿Por qué debería...?

—Cállate, no he terminado —me interrumpió con un grito—. Estas discusiones maricas se acaban, Junior estará aquí tanto como yo, es mi sobrino y socio, así que controla esa lengua o te la corto. Desde ahora hay un nuevo hombre en esta casa, así que debes obedecer.

—Pues lo que ustedes y ella hagan no es de mi incumbencia, y tampoco es mi padre para tener que obedecerle —repliqué enojado.

—Edgar, discúlpate —exigió mi madre.

La miré con rabia, interviene y es solo para regalarme y defenderlo a él. ¿De verdad era mi madre?

—Tranquila, cielo, está en negación, pronto se le pasará a las buenas o... —Dejó la frase a medio terminar y Junior de burló de eso—. Repito, solo quiero que de lleven bien porque será peor si nos veras todos los días aquí. No quieres hacer de esto algo incómodo.

—Ustedes ya lo hacen incómodo, ¿por qué sería mi culpa? —expresé con obviedad.

—Porque no quiero cosas raras en esta casa, si sabes a lo que me refiero —comentó con una sonrisa perversa—. Digamos que, como a todo ciudadano normal, no me agradan esas nuevas modas de los jóvenes de... meterse con los de su mismo sexo. ¿Estamos?

—¿Qué? —exclamé estupefacto.

—No me gustan los gays, no me gusta esas mierdas de ahora con todos esos desviados de porquería —reiteró con seriedad, como si dijera el misterio de la vida—. Sería una pena el saber que alguien anda de desviado, porque siendo militar, sé dónde quedan centros de corrección de homosexuales. Centros de conversión, le llaman.

—Y vaya si sabe —comentó Junior encantado con la situación.

No cabía de la sorpresa y el asco que aquello me generó, y la loca reacción de mi supuesta madre ante aquellas amenazas. ¿En qué siglo estábamos? Al parecer, su permanecía en casa iba a ser peor de lo que había imaginado, aunque para ser sincero, imaginaba igual ni tener que verlo. Pero claro, dependemos de la inestabilidad de una mujer que no puede permanecer soltera siquiera una semana.

—Debe estar bromeando —expresé sin más que decir.

—¿Me ves riendo para pensar eso? —replicó indignado—. Quiero que entiendas esto de una buena vez, las cosas no serán como antes que hacías lo que se te daba la gana.

—Y yo quiero que me dejen es paz —vociferé—. Están dementes.

Me alejé de ese circo cuanto antes, ignorando los llamados de mi madre y el tipo ese. Nada debía hacer más que dejarlos lejos de mí y las niñas, pero, aun así, era alarmante todo lo que había sucedido en solo siete minutos de conversación.

Homofóbico, machista, narcisista e irracional, cualidades alarmantes para una persona con facilidad de adquirir un arma de fuego. ¿Acaso el ejército de este país no hace valoraciones psicológicas a su personal? Al parecer aceptan a cualquiera y le dan altos rangos, no quiero ni imaginar cómo logró llegar tan lejos.

En la habitación, las niñas me miraron con demasiada preocupación. Una punzada en mi pecho quemó mi corazón, tan pequeñas y llenas de angustias innecesarias por culpa de su negligencia. Ellas no merecían eso, yo no merecía esto.

—¿Listas para dormir? —pregunté con mi mejor sonrisa.

—¿Qué te dijo? —indagó Natalia sin rodeos.

—Solo preguntó dónde estuvimos todo el día, nada del otro mundo —respondí con calma, sentándome junto a ellas—. Ustedes no se preocupen por eso, así que mejor vamos a dormir que mañana madrugan.

—¿No te metimos en problemas? —intervino Elizabeth.

—¿Por qué pasaría eso? No han hecho nada malo, la idea del paseo fue mía y de Thomas, así que tranquilas —contesté esperando calmarlas con eso.

—Él no podla vení, ¿veda? Ese señol da miedo —se quejó Valeri buscando acurrucarse en mi pecho.

—Es cierto, no creo que pueda venir aquí, pero podemos verlo por fuera, así como hoy, ¿cierto? —dijo Elizabeth casi suplicante.

—Claro que sí, nada va a impedir que puedan verlo, ya sé que lo quieren mucho, pero no lo digan tanto, ¿eh? Me voy a poner celoso.

—Tu eles feo, él es lindo —se burló Valeri entre risillas.

—Muy cierto —reafirmó Natalia.

—Ah, bueno, gracias por lo que me toca, pequeña brujita —me reí genuinamente, pellizcando sus mejillas causando más risas en ella.

Esa noche, mientras ellas dormían en su habitación asegurada, yo me mantuve despierto buscando alguna oportunidad. Con todo eso sucediendo y la posibilidad de tener a ese sujeto permanentemente en casa, la situación iba a ser cada vez peor. Si antes quería salir de ahí, ahora necesita huir. Ella podía hacer lo que le diera la gana, pero me veía obligado a acelerar las cosas.

No iba a poner en riesgo la seguridad de mis hermanas, por nada del mundo iba a permitir eso. Y si tenía que sacrificar gran parte de mi vida y tiempo para poder alejarlas tanto de mi madre como de ese sujeto, lo haría sin dudarlo. Sin embargo, la realidad me golpeó la cara con un baldado de agua fría.

«Se busca mesero con tres años de experiencia en servicio al cliente, con curso actualizado de manejo de alimentos...».

«Importante empresa del sector automotriz, requiere practicante de administración de empresas, ingeniería industrial o afines, con un año de experiencia como auxiliar administrativo. Que sepa manejar Excel avanzado, nivel B2 en inglés...»

Una tras otra, decenas de ofertas laborales descartadas por no cumplir los requisitos. Ni experiencia ni próximo a hacer las prácticas, ¿es que acaso alguien podría cumplir con eso? La incongruencia del mercado laboral en el país era desconcertante y preocupante. ¿Cómo se supone que de consiga trabajo si piden experiencia de años a un estudiante sin haberse graduado aún? No tiene lógica.

Demasiados requisitos y mucha carga para un salario precario, y, aun así, estaría dispuesto a trabajar con tal de recibir uno.

Pero, por más que quise, también debía ver el obstáculo mayor: mi horario. La mayoría de edad ofertas pedían disponibilidad inmediata y completa, no era apto para estudiantes activos.

Con mi horario de lunes a viernes, lo mucho que podía conseguir era algo a medio tiempo posiblemente para fines de semana. No sería demasiado lo que podría ganar, pero era una ayuda y un ahorro sostenible. Sin embargo, ¿con quién dejaría a las niñas esos días?

Tal vez ese semestre fuese complicado conseguir trabajo, pero nada me impediría hacerlo para vacaciones. Además, el siguiente semestre tenía una facilidad más, podía elegir mi horario y ajustarlo a las nuevas necesidades. Podía hacerme con un horario que me permitiera trabajar medio tiempo, pero todos los días. Aun así, estaba un poco lejos de ser posible aún, pero era una luz de esperanza.

Suspiré. Apagué el teléfono y me dispuse a dormir, no más estrés y angustia por un día.

El despertar fue glorioso, solos en casa sin la presencia de mamá o de esos tipos en ella. Aun así, los rastros de su existencia seguían regados por toda la casa. Latas de cerveza, empaques desechables de comida, y una nota pegada a la nevera.

«Limpia».

No era la letra de mamá, así que debía ser de ese sujeto. Sin embargo, poco me importó y tampoco tenía tiempo para desperdiciar en eso. Alisté a las niñas y las llevé a sus escuelas, yendo por fin a mis clases en la universidad. Ese día había práctica, pero al mismo tiempo teníamos tutoría de cálculo. Me permití soñar despierto toda la mañana esperando por verlo, disfrutando como se debía de ese último precioso recuerdo de nuestra cita.

—Recuerden las exposiciones de la próxima semana, si alguien tiene dudas ya saben el horario de consultoría —anunció el profesor mientras recogía sus cosas—. Si alguien necesita asesoría de oratoria, pueden solicitarla a decanatura, no tienen excusas. Nos vemos el miércoles.

El momento había llegado y una nueva excusa había surgido en mi cabeza, la idea perfecta para verlo todos los días sin levantar sospechas. Aunque, dados los avances en nuestra relación, ¿por qué debería buscar excusas? Debería bastar con solo pedirle vernos y ya está, ¿cierto?

—Eddy, precioso, ¿cómo estás, mi vida? —me saludó sonriente, robándome el aliento.

—Ahora mismo, más que perfecto, mi Thomy. —Sonrió aún más al escuchar su apodo.

Me acerqué todo lo que pude, inclinándome sobre la mesa para alcanzar su rostro. Un suave y largo beso en la mejilla fue todo lo que pude darle, por desgracia había gente alrededor más que otros días, así que debíamos esperar.

—Me matas cuando me llamas así —suspiró—. Gente mugrosa y chismosa, no me deja comerte a besitos.

—Técnicamente serías un peligro si te dejo hacer eso, no tienes control —me burlé.

—Obviamente no, estas muy rico para controlarme —me guiñó un ojo con su perfecta picardía.

Estalló en carcajadas al ver mi muy posible y sospechoso sonrojo, no podía evitarlo si me miraba de esa forma tan dulce y sexi diciendo esas palabras.

—Hay que concentrarnos, un solo examen con buena nota no es suficiente para llamarte buen tutor —expresé nervioso—. Faltan dos cortes y el segundo está demasiado cerca para mi gusto, ¿tienes algo pendiente?

—Me hieres, pero te perdono —se burló una vez más—. Yo tengo... los avances de mi tesis, estoy por terminar el anteproyecto y debo exponerlo, si lo aprueban empezaré la parte práctica de la metodología.

—Suena espantoso —me quejé.

—Lo es al inicio, pero la tengo casi resuelta así que no me preocupo por eso y soy bueno exponiendo. ¿Quieres verme en acción?

—En acción quisiera muchas cosas, pero por ahora sí —contesté con mi mayor expresión de inocencia—, sería interesante verte exponiendo, de paso me ayudas con la mía.

—¡Edgar Patricio de mi Corazón! —exclamó con dramatismo—. He sido un mal ejemplo para ti.

No pude evitar reír con él, por él y de él, todo en uno. Era tan dulce que no quería despegarme de su presencia, me hacía tan bien estar con él que casi dolía de forma física el separarme de él. Con Thomas podía ser solo yo, un chico del común, con amigos comunes, más importante aún, podía ser feliz.

Lejos de él, las preocupaciones regresaban en cascada hasta casi doblegarme de la ansiedad. Debía ser más fuerte por las niñas, pero también seguía siendo joven para esto, aunque no tuviese más elección.

Al regresar a casa, cansado y exhausto luego de una intensa jornada de entrenamiento, las niñas ya estaban encerradas en su habitación. Mamá, inmersa en su propio mundo, estaba sola en la sala viendo la televisión. Un impulso de enfrentarla me atravesó, casi llevándome a hacerlo sin reparo alguno. Sin embargo, me contuve, lo pensé bien y me acerqué con cautela.

Debía decirle algo, pero iniciar a la defensiva no iba a solucionar nada, por el contrario, podría empeorar las cosas y no necesitaba más de eso.

Estando frente a ella, poco hizo para dar señales de reconocerme. Era eso o simplemente estaba ignorando mi presencia.

—Puedo saber, de verdad, sinceramente y sin ánimos de discutir —inicié con calma y sutileza—, ¿qué pretendes con ese sujeto?

—Santiago, se más respetuoso y llámalo por su nombre —se quejó.

—Eso no responde mi pregunta —insistí—. ¿Piensas seguir en el mismo bucle en el que te metiste desde que murió mi papá o piensas salir algún día?

El silencio continuo la conversación, y poco a poco, con ánimos groseros y postulantes, simplemente levantó el control remoto de la televisión y empezó a subirle el volumen.

—Se más respetuosa tú también y contesta, no me ignores y ya —repliqué.

—No hay bucle, ya tengo un futuro esposo así que entiéndelo y déjame en paz —gritó, mirándome fijamente por primera vez desde que entré—. No eres quien para criticarme ni darme órdenes.

—Él tampoco es quién para hablarme como se le da la gana y muy bien que lo dejas, estamos a mano. —Me encogí de hombros al ver su expresión de indignación.

—No te atrevas a comparar las cosas, estás hecho un desastre, así que debe reprenderte —aseguró como si la razón absoluta estuviera en sus palabras.

Aquello no pudo ser más absurdo que cualquier otro algunos que se haya inventado, y por ello, la rabia refulgió en mí como un destello incandescente.

—¿Yo soy el desastre aquí? —vociferé enojado—. Recapitulemos, ¿quién se ha negado por meses a aceptar que está enterrada en depresión, que no puede aceptar estar soltera y que depende emocionalmente de una pareja, y que, además, no ha cumplido con sus deberes como madre en años? Básicamente eres una desconocida para Valeri, pero poco te importa eso, ¿no, mamá?

—No me hables así, nada de eso es cierto —volvió a gritar, señalándome de forma amenazante con el control remoto en su mano.

—Es la pura verdad y te molesta porque sabes que así es. —Me mantuve firmeza tanto postura como palabras, si a las buenas no entiende, con palabras bravas tendrá que pensarlo más—. Si crees que está bien lo que haces, déjame aclararte el error que estás por cometer. No conoces a ese tipo, es imposible que lo hagas, así que no puedes pretender solo meterlo de buenas a primeras a vivir aquí porque según tú se van a casar.

—¿Según el señorito que debí hacer?

—Entrar en razón, para iniciar —repliqué, enumerando razón tras razón y faltando por decir—, dejar de ignorar a tus hijas y preocuparte más por su seguridad. ¿Has visto como esos dos miran a Elizabeth? Me dan asco tenerlos cerca de ellas.

—Cuidado con lo que dices, Edgar, es una acusación grave y no tienes pruebas de nada.

El corazón se me arrugó en el pecho, jamás había sido testigo de algo tan atroz como aquellas palabras. ¿Defender a unos desconocidos de esa manera, aún en contra de sus propios hijos? Era devastador.

—He visto más que suficiente para saber que esos tipos no son nada bueno —expresé con rabia, tragándome el nudo en mi garganta—, mucho menos tienen buenas intenciones, solo te están viendo la cara de necesitada.

—Mucho cuidado con...

—¿Con qué? —le interrumpí, apartando el control que ya estaba casi pegado a mi cara—. ¿Me vas a acusar con él para que me pegue? ¿Eso quieres?

—Él jamás les pondría un dedo encima a las niñas, tampoco ha intentado pegarte, no seas exagerado.

—¿Esperaras a que haga algo para darte cuenta de la cagada que vas a hacer? Será bastante tarde, porque te juro que, si alguno de esos intenta acercarse a ellas, no respondo.

—¿Es una amenaza? Te puedo denunciar por eso.

—Deseo que lo intentes, a ver si quien van a mirar las autoridades cuando se den cuenta la clase de personas que traes a casa y el desastre que has hecho con nuestras vidas. Hazlo, quiero verlo.

Sin mirar atrás, fui a buscar a las niñas con la idea de salir de ahí. Con esa pelea, el aire estaría viciado de malas vibras un buen rato. No podía hacer más nada, acelerar y buscar una posible solución para nosotros, ella no quiere dejarse ayudar por más que integre abrirle los ojos.

¿Qué más puedo hacer? Nada.

Estamos de vuelta mis pulguitas

Una disculpa por esta demora, la verdad la semana no fue agradable

Los que están en el canal tienen un poco de contexto, así que...

Disfruten el cap, los quiero mucho, y espero no volver a ausentarme

Besos!

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