🏀10🏀
Thomas
Un nuevo día ha llegado, el solo brilla, los pajaritos cantan y yo quiero besuquear a
Edgar. Solo eso necesito para iniciar un excelente día con todas las de la ley, ¿es pedir mucho? Miré mi teléfono con esperanzas, cualquier señal debida era aceptable, pero no había nada. ¿Y si le escribía?
«Hola, cariño, ¿cómo estás?», borrado, demasiado cursi de momento.
«Edgarcito de mi corazón, ¿qué tal?», borrado, no lo sentía adecuado.
¿Por qué sentía ahora que todo era inadecuado? No sabía cómo escribirle, como llamarlo, no tenía idea en qué punto estaba nuestra relación después de ese beso. ¿Seguíamos siendo solo amigos o podíamos avanzar en eso?
Lo sé, la respuesta a eso está en el dialogo, pero al mismo tiempo entendía que tal vez era mejor esperar y darle su espacio para procesarlo. ¿Pero qué tanto debía esperar? Estas sensaciones y emociones nuevas me desesperaban un poco, igual debía ser consciente que fuera de la universidad las personas tenían una vida, familia y demás. Debía estar ocupado, ¿verdad?
Me duché con agua bien fría para sacarme ese calor del cuerpo, y cambié como de costumbre para ir a las clases de ese día. Por fin había práctica, así que había llegado el día justo para romper la barrera del silencio. Solo sería hablar, invitarlo a salir y listo, ¿vía libre para besarlo de nuevo?
—¿Vas a desayunar antes de irte? —indagó mi padre.
—Sí, voy bien de tiempo —contesté.
—Bien, siéntate y empieza a tragar y mientras tanto... —Hizo una tétrica pausa mientras me miraba tan fijamente que casi me atraganto con el desayuno—. Necesito que respondas un par de preguntas.
—¿Es obligatorio?
—Si quieres seguir con vida, sí —replicó—. ¿Qué te traes con el nuevo?
—Edgar, señor, se llama Edgar —le corregí con cierta indiferencia.
—Como sea, ¿Qué te traes con él? —insistió—. Estás un poco muy amañado a él, me parece, hasta se sincronizan.
—Creí que te gustaba eso, no sé, me pareció verlo en tus felicitaciones a Edgar —le reproché esta vez yo.
Mi reproche era verídico, ni a mi me felicita tanto como a él en las últimas prácticas, pero era algo que técnicamente me daba igual. Aun así, era perfecto para desviar el tema de lo que sea que estuviese planeando don señor militar, más que eso, doña chismosa.
—No me cambies el tema y contesta —exigió con seriedad.
—Nada, solo somos amigos y le doy tutorías de cálculo un par de días a la semana —contesté, ninguna mentira hasta el momento—. Se esta esforzando bastante para mejorar en esa materia, no quiere que lo termines sacando del equipo.
—¿Eso es todo? —interrogó con muchas dudas pintadas en su expresión.
—Y se quiere ganar la beca deportiva, por eso quiere tener buen promedio —expliqué—. Creo que lo traumaste con tu discursito de inicio de semestres, pero esa es tu costumbre.
—Que chistoso —replicó—. Sé que algo escondes.
—¿Que voy a esconder, papá? —bufé exasperado.
—Eso es lo que quiero saber, pero como no me quieres decir, tocará sacar la artillería pesada. —Se levantó con una sonrisa perversa en su rostro.
Era militar, esa sonrisa podía significar tantas cosas y ninguna buena; peor aún, es mi padre y lo conocía tan bien como para saber exactamente que tortura usaría. Iba a llamar a mamá.
—Ni se te ocurra, papá —supliqué sabiendo lo que se venía.
—Cielo, ¿podrías venir un segundo? —llamó levantando la voz sin despegar su mirada amenazante de mí.
—No lo hagas, no pasa nada, ya cálmate —exigí, tratando de mantener la calma que no tenía.
—Lo dudo, en serio.
—¿Dime, amor? —dijo mamá apareciendo en el comedor con su linda sonrisa.
—Cariño, tu hijo ha estado distraído este semestre, me preocupa un poco así que, ¿por qué no conversas un rato con él mientras termino de preparar las cosas para salir a la universidad? —le explicó con su típica seriedad mezclada con esa cursilería que siempre usaba con mamá.
—¿Distraído cómo? —indagó mamá, mirándome con extrañeza.
—Creo que le gusta alguien, exprímelo. —Y lo dijo.
—¡Papá! —exclamé indignado.
O sea, mentira no era, pero tampoco era el momento adecuado para dar noticias a la loca. Aun no tenía nada seguro como para confesárselo a mamá, ella siempre solía ilusionarse con mis relaciones más que yo mismo. ¿Por qué darle esperanzas en este momento? Ya era suficiente con tenerlas yo.
—¿De verdad? —indagó emocionada.
—Vuelvo pronto —dijo papá con su sonrisa de victoria y salió de la habitación, dejándonos a mí madre y a mí solos.
—Eso no es...
—Cuéntamelo todo, ¿quién es? —expresó con alegría, sentándose a mi lado toda sonrisas.
—¡Dios bendito! —suspiré.
Me encantaba esos momentos con mamá, llenos de complicidad y risas, como si fuésemos amigos de toda la vida. Así que molesto no estaba, pero hubiese preferido que fuese a mi manera. Pero bueno, el señor Ramírez es medio desesperado y yo demasiado obvio para negárselo. Ni modo.
—Bien, sí me gusta alguien, pero no es nada seguro aún, por eso no quería decir nada —aseguré resignado a soltar la sopa—. No es algo que dependa solo de mí, ¿sabes?
—Lo sé, mi niño, pero, ¿quién se resiste a tus encantos? —se burló pellizcando mis mejillas con dulzura.
—Ay madre, tú eres la que me tiene así de egocéntrico, ¿sabes? —repliqué entre risas.
—Me saliste bello, te hicimos con mucho amor —expresó orgullosa.
—No necesito esos detalles, por el amor a Dios.
Nos reímos de buena gana, nada como uno de sus chistes sucios para calamar los nervios en mi interior. No esperaba un regaño, pero sí algo más serio como las advertencias de Violeta, pero era mamá, ella es más amor y paz. Y alcahueta. Cosas de hijos únicos.
—Ay, que delicado —replicó con fingido dolor—. Pero ya, cuéntame, ¿quién es?
—Es un chico, así que no te emociones tanto con cosas a futuro, ¿Ok? —advertí, ya me la conocía—. Se llama Edgar, es... de primer semestre, pero es mayor de edad, ¿eh?
—Aja, continua —solicitó con una amplia sonrisa de emoción que no podía ocultar.
—Es... bastante dedicado a sus estudios, le encanta el deporte, se ve bien de salud y parece hasta ahora buena persona —expliqué tratando de contenerme.
—Aja, ¿qué más? —insistió con esa mirada que me obligaba a hablar, mi debilidad, no podía mentirle.
—Y... —suspiré resignado, me dejé llevar—. Es una cosita muy linda, mamá, si lo vieras como se sonroja es... tan tierno.
Más que dejarme llevar, dejé que mi mente me llevara de nuevo a ese beso tan rico que quería repetir como si la vida se me fuera en ello. Expresé más con mi cara que con palabras, me pasé.
—Vaya, veo que es seria la cosa, ¿eh?
—Pero no es seguro, ¿sabes? Aun no hemos hablado de esto, somos solo amigos y ya —aseguré una vez más, dejando de lado esa emoción.
—Bueno, sé qué harás hasta lo imposible para conquistarlo así que tengo fe —se rió con dulzura—. Aun así, no me voy a ahorrar la conversación, ¿eh?
—Ay no, mamá.
—Que no me puedan hacer abuela no significa que...
—Mamá...
—Que no se deban cuidar, ¿eh? Ya sabes lo que es un condón, debes saber ponerlo y las limpiezas antes «de» son muy necesarias en su caso —recordó todo con demasiado detalle, causando cierto sonrojo de vergüenza en mi cara. Le encantaba hacer ese tipo de cosas—. Sí sabes todo eso, ¿verdad?
—Sí, mamá, ya sé todo eso, tú me lo enseñaste a los diecisiete años, ¿recuerdas? —repliqué avergonzado.
—No está de más recordar. —Y se burló con más ganas—. Si las cosas van bien, quiero conocerlo, ¿te parece?
—Claro, mamá, serás la primera en recibirlo algún día —contesté, añadiendo a último segundo, papá ya lo conocía a su modo—. Papá no cuenta, él lo tortura por igual en las prácticas.
—Tan dulce como siempre.
Sí, ya sé, es un poco corto para que se vea como nuevo cap, pero muy largo para ser extra
Pero saben? conmigo nada es como debería
Ya me conocen
Así que wiiii
Además, esto debió ir en el cap 8
So, me alargué, como cosa rara
Esto era solo una escena más, hasta podría decirse relleno
Pero no podía sacármela de la cabeza y me causó gracia así que lo escribí y wala
Me pasé muajajajajaja
Valgo pan
En fin, los quiero, mis pulguitas
I'm finally back.
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