Cap. 84
Narradora Pov
—No seas tímido —le dijo con diversión.
Harry la miró con dudas bajando ligeramente sus orejas.
—No creo que sea buena idea —soltó observando a la princesa reír sutilmente encima de la cama donde normalmente descansaba.
Amelia lo seguía mirando y, nuevamente palmeó el colchón de su cama.
—No haremos nada extraño —habló con seguridad—. Te quedaras en el palacio esta noche y mañana regresaras. Además, me debes una disculpa.
Harry levantó una ceja.
—No era mi deber decirle esa información.
La princesa frunció levemente el ceño.
—Pero lo sabías; sabías que mi hermano está perdido y mi madre Diana lo está buscando. —Ella suspiró y acostó su espalda observando ahora el techo— Hablé con la reina de Benum y ahora... no sé en qué pensar.
—¿Qué quieres decir con eso? —consultó curioso acercándose con lentitud.
—Dylan vendrá a mí.
«¿La reina le ha dicho eso?», pensó asombrado. «No. No es posible.» No creía que Akko le hubiera hablado acerca de las intenciones de Dylan.
—¿Cómo estás segura de eso?
—Puedo sentirlo —soltó impresionando más al joven cachorro heredero de las tierras de los Baristar—. Tengo una parte de él.
—La líder no permitirá que algo te suceda.
—¿Qué fue lo que realmente sucedió? —dijo girando a verlo.
Harry se sentó tímidamente en la esquina. «¿Puedo decirlo?», se preguntó analizando la situación. Amelia había estado un poco distante con él cuando llegó después de estar cuatro meses fuera de las tierras de Benum. La princesa se encontraba enojada y estuvo así por cinco días enteros. Harry obviamente le había explicado la situación y dicho las palabras anteriores, pero la niña estaba molesta y se hallaba teniendo al parecer... un berrinche.
Sin embargo, el Baristar mitad Kaiser lo entendía. Se le había ocultado la verdad a Amelia para "protegerla", no obstante, al conocerla simplemente causó que sintiera curiosidad, lastima y enojo. Ella sabía que Dylan no le había dado el mayor afecto cuando estuvo a su lado y, ahora conocía el porqué. Aunque, anteriormente, no era por esa razón aparente; sin embargo se hacía una pequeña suposición de lo que era.
Antes de que Harry se fuera a su hogar, le había comentado que era de mala educación escuchar una conversación privada. También le habló de ciertas cosas que a ella no le interesaban en lo más absoluto en ese momento; Amelia quería la verdad y Harry le hablaba de las reglas y comportamientos de una princesa. El lobo mitad leopardo era bastante leal en ese tipo de cosas.
Después de tanto tiempo aún no había noticia alguna de Dylan, pero su búsqueda no había sido detenida. Además, estaban en invierno y era más difícil aún encontrar algún rastro de él. El pequeño cachorro sabía esconderse bastante bien; aunque Harry era mejor que él y sabía de antemano que para ocultarse de esa manera y pasar desapercibido, era necesario mantenerse en movimiento.
Sea donde sea que estuviera, Harry, podía encontrarlo, no obstante no era su responsabilidad hacerlo.
—Igualdad de fechas —dijo luego de unos largos minutos en silencio.
Amelia lo miró con una expresión de extrañes.
—En este mundo existen tres libros importantes que contienen informaciones sumamente valiosas. En ellos hablan de leyendas, mitos y misterios reales que existen en nuestra raza. —Harry la miró con sus intensos ojos verdes azulados— Tus madres te hicieron en la misma fecha que Dylan, y a causa de eso posees una parte de él.
La princesa se levantó, se sentó en la cama a un lado de él con las piernas afuera y lo miró con cierto temor.
—¿Cuáles son las soluciones?
—Dylan tiene que morir —soltó creando un sobresalto mínimo en la niña.
—¿No hay otra solución?
Harry negó con la cabeza.
—Dylan está sentenciado a muerte después de amenazar la vida de la reina de Benum.
«¿Qué?», pensó con impresión la princesa.
—¿Él intento matar a mi madre?
«¿No lo sabía?», se consultó con leve asombro y temor. «Rayos.»
—No debí decirte esa información —dijo arrepentido—. Por favor, no le pregunte nada a la reina de Benum acerca de eso.
«Me meteré en problemas», aseguró. «Me descuidé y no volverá a pasar», aceptó y aprendió.
—No será necesario que lo haga. —«Ahora entiendo por qué lo están buscando»— Mi hermano es un peligro, ¿no?
—Sí, pero tus madres parecen tener otros planes con él.
Amelia levantó una ceja.
—¿Qué quieres decir? Ella es una reina y la otra una líder, deben cumplir con sus leyes, ¿no es así? Quiero decir, no deseo que Dylan muera, pero...
—Lo sé, princesa —le interrumpió—. Debe saber que la reina de Benum no es capaz de matar a su propio hijo.
—¿Y Diana?
—No lo sé. La líder de los Kaiser del Oeste es a veces impredecible.
Amelia asintió y bajó la cabeza analizando todo. Harry aprovechó ese momento para ponerse de pies y acomodar sus guantes.
—Es momento de que me retire. Tenga buenas noches, princesa.
—¿Eh? No, ¡Espera! —exclamó poniéndose frente a Harry. Él arqueó una ceja y Amelia le dedicó una mirada retadora—. No puedes irte aún.
—Hablaremos en la mañana —le aseguró.
—Tengo preguntas.
—Guárdalas para mañana.
Amelia frunció el ceño mirándolo desde abajo. Harry no era tan alto, pero le llevaba unos cinco centímetros. Ella era una niña, claramente, sin embargo su físico demostraba lo contrario. Su crecimiento continuaba en aumento, al igual que su desarrollo mental.
La princesa, en cuestión de segundos, cambió su apariencia para intimidar al siguiente líder de los Baristar, no obstante, lo que hizo fue causarle curiosidad en vez de intimidación. Harry había visto anteriormente el animal de Amelia que le pertenecía a Dylan. Debía admitir que era bastante parecido a la de la líder de los Kaiser del Oeste.
Harry se acercó y empezó a inspeccionarla tomándola primero por su hocico, para luego bajar al cuello. Amelia se sonrojó y retrocedió confundida.
—¿Qué estás haciendo?
—Interesante —musitó observándola y analizándola al mismo tiempo.
El animal no había cambiado desde la última vez que lo vio, pero su musculatura había incrementado. Además, en ese punto, Harry podía decir que poseía un poco de la fuerza de un Kaiser, sin embargo era demasiado mínima y aún faltaba.
—¿Te sientes diferente? —le consultó.
Amelia bajó las orejas y desvió la mirada.
—¿No me tienes miedo?
—Me intimidas cuando te enojas, pero en tu otra forma —declaró, causando que la princesa en su forma animal lo viera con ligera sorpresa—. Admito que has copiado perfectamente la expresión molesta de la reina de Benum. No me imagino la intimidación que siente la líder del Oeste ante esa mirada.
Amelia rio y se acercó cambiando su forma nuevamente. Sus brazos rodearon al chico de inmediato, sin percatarse que había perdido el pijama que tenía y que lo único que ocultaba su cuerpo, eran dos prendas íntimas. Harry igualmente no se percató de ello por encontrarse sumido en sus pensamientos e, instintivamente correspondió el abrazo.
—Habrá una guerra pronto —dijo.
—¿Quiénes están incluidos?
—Se encuentra un científico de las tierras de los Aslandar en las mías trabajando en químicos que posiblemente contrarresten a las grandes bestias creadas por la reina de Anglacia.
La princesa inconscientemente se apegó más a él.
—Eres tan cálido... —susurró con una sonrisa.
Harry se ruborizó ante esa declaración y la miró unos segundos para después darse cuenta de la casi nula vestimenta de la princesa. No demoró en sobresaltarse y quitar sus manos de su cuerpo. Amelia confundida se separó un poco y lo observó con extrañes.
—¿Qué ocurre?
—Princesa, es momento de que vuelva a mi habitación.
Amelia levantó una ceja.
—Estábamos hablando de la guerra.
—Prin... Amelia —corrigió, para luego señalar su desnudez.
La princesa entró en cuenta de lo que sucedía y reaccionó de la misma manera que el joven líder. Ella tomó distancia con sus mejillas sonrojadas y apuntó a Harry amenazantemente.
—¡No se te ocurra mirarme!
—¡No lo hago! —respondió avergonzado y cordial.
Amelia hizo un puchero y observó sus ojos cerrados. Pocos segundos después exhaló y fue en busca de un nuevo pijama. Al encontrarse lista, le dio la orden a Harry de que podía mirar.
—Entonces... —murmuró con sus mejillas ligeramente aún ruborizadas— ¿Quieres seguir con la conversación?
Harry no la miraba y carraspeó en un intento de despejar el incomodo ambiente.
—Es... tarde. —«Eres cálido», recordó— Pero... puedo quedarme unos minutos más.
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.
.
—¿Por qué estás tan nerviosa?
—¿Por qué no estarlo? —respondió Sebastián—. Mia... lo que quieres es algo...
—Que planeé antes de que volvieras de las tierras de los Baristar. Y hasta el momento no te has decidido querer hacer el lazo conmigo y concebir un bebe o un cachorro, como quieras llamarle.
Sebastián bajó triste sus orejas. Era cierto que se había demorado demasiado, pero no se culpaba; ella estaba preocupada de que algo sucediera por los medicamentos que consumió con anterioridad, aunque la líder misma le había dicho que no ocurriría nada si llegaba a hacerlo, no obstante, la Kaiser que había recuperado su olfato gracias a la líder superior de los Baristar tenía miedo y sus propias dudas.
Ella amaba a la humana que le había tenido tanta paciencia. Y en las noches de luna menguante se avergonzaba pidiéndole disculpas con la mirada. Mia en verdad trataba de comprenderla, pero a la vez sentía que su relación no iba a ningún lado. Ella seguía siendo una científica de las múltiples en el reino de Benum y su ocupación era bastante interesante; a ella le gustaba más las medicinas que creaban con ayuda de las plantas.
Mia y Sebastián trabajaban. La Kaiser ahora ocupaba uno de los honorables puestos de la guardia; sus turnos eran de seis a cuatro y la paga no estaba para nada mal. Mucho mejor que el salario de un cartero. Sin embargo, para obtener ese puesto tuvo que trabajar demasiado ese tiempo en el lugar que le había otorgado su líder. La academia de combate.
—Hoy es luna menguante —dijo interrumpiendo los pensamientos de la Kaiser—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó con serenidad.
Los ojos verdes de Mia cautivaron enseguida a la Kaiser de orbes azules profundos. Sebastián estaba nerviosa e imaginaba la dulce y acogedora sensación de la intimidad de la humana abrazando la suya. Ella deseaba sentirlo, pero a la vez seguía atemorizada de que algo saliera de la manera incorrecta.
Debía admitir que tampoco había tenido el tiempo para llegar a hacer el lazo con la persona que amaba. Esto debido a su época de entrenamiento y el otro trabajo que llevaba a cabo para ayudarla en el hogar. E incluso, ella debía mantener a la madre adoptiva que aún seguía con vida viviendo en las tierras del Oeste. Sus "hermanos" no los había visto tampoco en tanto tiempo y parecía que ellos no les importaba en absoluto la persona que los trajo a la vida.
Cada vez que Sebastián iba a su hogar a dejarle algo de comida y saldar sus cuentas, se preguntaba... cómo hubiera sido su verdadera madre y cómo su relación se hubiera llevado a cabo. Ella nunca la conoció, pero sabía de una persona que sí lo hizo, no obstante, tampoco se encontraba lista para tocar ese tema.
—Habrá una guerra —le recordó en la oscuridad de la habitación que compartían.
—Lo sé —musitó sin dejar de mirarla.
—Sera peligroso. No quiero...
—Sé lo que piensas —le interrumpió—. Estoy segura de esto. Estoy segura de tomar esta decisión —repitió acercándose un poco.
Nuevamente Sebastián dejó que sus pensamientos la consumieran. La Kaiser no quería que en esa guerra donde, probablemente, estaría el cachorro o la cachorra, o el humano o la humana, quedara sin su otra persona maternal; quedara como ella en un orfanato, aunque estaba segura de que Mia no lo abandonaría, pero ella también quería verlo crecer y cuidarlo juntas. Tenía miedo de muchas cosas y esa, era uno de las mayores.
Mia colocó con sutileza su mano derecha en la mejilla de Sebastián. De nuevo la sacó de su mente provocando con su cercanía que sus instintos en esa noche despertaran, pero muy ligeramente al no haber hecho el lazo aún con esa persona.
Ella parpadeó unas cuantas veces y arrugó ligeramente su ceño. El olor de Mia era bastante agradable y le encantaba olfatearlo. Sus fosas nasales se enriquecían intensamente y más cuando la humana se encontraba excitada en esos momentos que le tocaba su miembro hasta hacerla venir, o en otros donde la besaba con tanto deseo y pasión, y movía sus caderas sobre ella.
Las ganas no faltaban, de eso estaba segura.
Sebastián suspiró suavemente sintiendo ese calor aumentar y posó una de sus manos encima de la de Mia al sentir los labios ajenos posarse en los suyos con delicadeza. No demoró en sentir como una mano traviesa iba descendiendo lentamente con intenciones de intentar tomar por completo su miembro. De tan sólo imaginarlo la provocaba y, seguidamente en su mente aparecieron esos sueños húmedos donde se la cogía con fuerza o tenía, lo que empezaba a palpitar entre sus piernas, en su boca.
La Kaiser correspondió el sutil beso que dejó un ligero sonido al separarse.
—¿No quieres entrar profundamente dentro de mí, Sebastián? —susurró tomando el miembro de la nombrada con sus pantalones puestos todavía. Delicadamente paseó su dedo del centro por el puente, ocasionando que se endureciera un poco.
Sebastián miró la ventana cubierta por la cortina y observó la pequeña y lejana esfera que se divisaba. Pasaron los minutos donde su cuerpo se movió de manera inconsciente. Reaccionó cuando sintió algo demasiado caliente y suave rodear su intimidad. Al principio pensó que se trataba de la boca de Mia, pero al bajar la mirada y comprobar en donde estaba soltó un grave gruñido de satisfacción cuando ésta se introdujo más adentro.
«Esta húmeda», pensó con delirio. ¿En qué momento se había puesto tan húmeda y se había quitado la prenda de abajo? Ella no lo sabía, pero se sentía tan bien que no deseaba separarse.
—Mia —llamó soltando un poco de aire.
La mencionada no respondió y empezó a depositarle dulces besos en el cuello, clavícula y hombros, acompañado de unas leves caricias en el abdomen y brazos.
—Hazme tuya, Sebastián. Por favor.
«Esas palabras...» Sólo causaban que deseara moverse y empezar lo comenzado. Sin embargo, nuevamente sintió haber perdido la noción del tiempo cuando se encontró arriba de la humana entrando y saliendo con lentitud. Ella parpadeó de nuevo volviendo a estar consciente. «¿Qué está sucediendo?». Era seguro que los efectos que estaba teniendo se debían a la luna menguante, sin embargo, ella estaba luchando por no dejarse llevar y, Mia, lo notó; no obstante no dejó que se detuviera y empezó a moverse de arriba a abajo sintiendo ese deseoso cosquilleo en su pelvis.
Ella se encontraba demasiada húmeda luego de que Sebastián la besara y se introdujera más hasta llegar a tocarla. No pudo evitar mirarla con ojos de enamorada y de deseo cuando lo hizo. Y ahora su cuerpo la imploraba más; rogaba porque culminara dentro. La sensación era distinta y había una nueva recorriendo su cuerpo. Ella estaba consciente que la que desconocía debía ser algo de la raza Kaiser.
—Hazlo, por favor —suplicó y mordió su labio inferior sin dejar de mirarla con esa intensidad.
Sebastián la miraba desde arriba un poco aturdida, pero su miembro palpitó nuevamente al verla en esa posición con su cabello crema regado en la cama.
—Si lo hago... —Su ceño se frunció cuando su cuerpo nuevamente se movió en busca de ese placer y sus manos se aferraron a las sábanas— Estarás...
—Por favor... —volvió a decir, pero en susurro.
Los sentidos de Sebastián se estaban perdiendo completamente, sin embargo tenía aún la voluntad de tomar una decisión. Ella sabía que si llegaba a separarse de Mia la entristecería, pero si lo hacía la haría la mujer más feliz e incluyéndola; sin embargo, un cachorro nacería cerca de una guerra y no se encontraba de acuerdo del todo; no obstante, si deseaba poder terminar lo empezado.
Y, por primera vez, había tomado la decisión de dejarse llevar.
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—Mi líder —llamó y entró al lugar luego de recibir el permiso, una Kaiser de cabello de ondas naranjas con mechones anaranjados oscuros en las puntas y unos orbes de color miel almendrados.
—¿Buenas noticias? —preguntó Diana sin levantar la mirada.
Emma la miró trabajar unos cortos segundos y se aproximó hasta estar frente al escritorio. Ella abandonó unos tres papeles en la mesa y empezó a explicar cada uno de ellos.
—La limpieza de las tierras de los Kailer se ha completado. Los trabajadores empezaran con la construcción de los nuevos hogares una vez que el invierno se acabe. —Paso a la otra hoja— Las festividades Crocar están cerca y los preparativos se han puesto en marcha. Acerca de ese tema en específico, ¿Desea agregar algo más?
Diana detuvo lo que hacía para entrelazar sus manos y mirar fijamente las tres hojas sobre la mesa.
—Mi hija vendrá a mi palacio para celebrar. Quiero preparado los distintos platillos de su gusto y algunos obsequios que pueda favorecerle. También deseo que le confeccionen prendas de calidad después del día de la festividad, e incluye a mi reina para dicha actividad.
Emma asintió y empezó a apuntarlo. Diana la observó y aprovechó su acción para tomar la última hoja que quedaba. La Kaiser la miró y apretó ligeramente la mandíbula.
—Acerca de eso... mi líder. —Suspiró sutilmente— Lo han encontrado.
El ceño de Diana se frunció y sus ojos enojados se posaron en Emma.
—Debiste haber comenzado por eso.
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Fin del Cap. 84
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