
Cap. 83
Narradora Pov
—Es tiempo... —le susurró divertida una Kaiser mestiza a la vez se inclinaba hacia la persona que se encontraba escondida entre las sábanas de la que cama que compartía.
La Baristar quitó la colcha con agresividad y la miró con molestia respirando agitadamente y sintiendo un calor abundante en la parte baja de su vientre.
—No es divertido para mí —le contestó con desagrado.
La Kaiser se rio juguetonamente y aproximó sus labios a la punta de la oreja derecha de la Baristar, acompaño esa acción con el menear emocionado de su cola. Lentamente fue tomando una posición bastante cercana sintiendo las manos de la hembra en celo pasando por su abdomen hasta llegar a su espalda.
—Me encanta tu aroma —halagó inhalándolo sutilmente—. ¿Estás segura de hacerlo hoy?
—Barbara, no hagas esa pregunta cuando estas muy cerca de mí en este estado.
Barbara se rio nuevamente y se alejó para ver con atención sus ojos.
—¿Un heredero?
—O heredera —dijo agitada, no soportando el calor. Mary se quejó y bajó sus manos para aruñar ligeramente, pero desesperadamente los abdominales de la Kaiser—. Ruego porque sea uno. —Con la cabeza baja murmuró refiriéndose a los gemelos.
No era la primera vez que estaban en esa posición. La confianza había crecido al pasar los años, y Mary agradeció que, después de tanto tiempo los científicos Kaiser consiguieran hacerles unos medicamentos que le ayudaran a desaparecer su celo en sus épocas. Sin embargo, esta vez la líder superior de los Baristar no tomó su medicación para cumplir el objetivo propuesto después de hacer el lazo.
Previamente, la Baristar estaba en su deber como líder escoger a un puma de pelaje negro para empezar con uno de los propósitos de su nacimiento. Era más que obvio que debía tener descendencia; dejar a alguien en su cargo antes de fallecer. Y estando consciente de la posible guerra que vendría, no dudó en tomar esa decisión precipitada de escoger a uno de los tres Baristar comunes sin ninguna habilidad especial.
Pero ahora, tenía un deber más que cumplir. La Kaiser con la que había hecho el lazo no era alguien sin tierras. Era una líder, e igualmente ella debía dejar a alguien en su puesto. La idea de tener a otro cachorro no la molestaba en absoluto. Al contrario, estaba feliz de traer a otra creación de la persona que más amaba, sin embargo imploraba de que fuera uno y no dos o tres.
Mary estaba sumamente enamorada de la Kaiser que le concedió a su primer hijo. Había sido un amor creciente; no un amor a primera vista. La Baristar se encontraba consciente de que sus padres estaban en busca de una pareja ideal para ella. Y su madre le dijo que, cuando la consiguieran podía estar segura de enamorarse plenamente de ella o de él. Sin embargo, su corazón le hizo una mala jugada enamorándose antes de que pudieran cerrar ese "contrato".
El pasado era pasado; simplemente eso. Mary había tenido paciencia, y gracias a eso obtuvo lo que más anhelaba su corazón afligido.
Sus labios estaban separados, pero cerca de los de Barbara; sus alientos chocaban a una temperatura bastante alta. Hacía mucho calor; demasiado calor. Las mejillas de la Baristar se encontraban rojas; su cuerpo temblaba ligeramente en desesperación de ese deseo; y sus manos se hallaban en los hombros de la líder Kaiser que poco a poco estaba dejándose llevar por la necesidad creciente que provocaba el aroma de la Baristar y la luna llena. '
Mary igualmente estaba empezando a perder la consciencia. Y sentir la intimidad de la Kaiser chocando contra la suya, no la ayudaba en absoluto. E incluyendo estar sentada en sus piernas.
Con lentitud depositó un beso y tomó distancia. Seguidamente hizo lo mismo hasta que sintió el cuerpo de Barbara tensarse e intentar empujarla hacia atrás. Sin embargo, ella fue más rápida y reaccionó enseguida utilizando su fuerza para acostarla con brusquedad.
Barbara gruñó en agresividad, no estando complacida de esa acción, pero al sentir un apretón bastante fuerte, su creciente y presente bestia reconoció la fuerza de la Baristar dejándose dominar.
Su espalda se acostó plenamente en el suave colchón de la cama y su mirada se posó con intensidad en los ojos azules que la observaban con lujuria y hambre. En los labios de Mary se dibujó una sutil sonrisa y, en el momento que deslizó su lengua por sus labios inferiores pasó con delicadeza un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Mi Kaiser... —susurró a la vez que su cuerpo se inclinó hacia el frente.
La cola de Barbara se movió con sutileza y Mary la sintió soltando una leve risa. Sus labios se conectaron una vez más y un suave movimiento de sus caderas incitaron a la Kaiser a posicionar sus manos en los muslos de la Baristar. Lentamente ascendió hasta llegar a sus glúteos, y con un poco de desesperación los apretó.
Mary gimió e introdujo su lengua uniéndola enseguida con la de Barbara. Las caderas de la Baristar empezaron a moverse con más rapidez e intensidad, no dejando que la Kaiser en ningún momento sintiera que pudiera tomar el control.
Se detuvo abruptamente causando que la loba gruñera y su intimidad empezara a lastimarla en deseo de sentir el miembro que había tenido previamente deslizarse por su zona con tela entre medio. Ella frunció el ceño controlando esas imploraciones de su cuerpo y mantuvo la necesidad de la Kaiser. Seguidamente se sentó de nuevo en las piernas de Barbara y empezó a deslizar sus manos desde el vientre hasta su cuello arqueando con sutileza la espalda.
Cerró sus parpados y quitó de manera erótica la prenda que ocultaba sus grandes y bien formados senos, dejándolos a plena vista de la Kaiser. Barbara la recorrió completamente con la mirada sintiendo como su intimidad chocaba dolorosamente contra sus pantalones. Deseaba mucho colocar a la Baristar debajo de ella y envestirla con fervor.
No obstante, lo que se encontraba haciendo la mujer que amaba le estaba encantando. Ella lo disfrutaría tanto tiempo como fuera posible, puesto que, se hallaba segura de que, en esa noche, era posible que se diera el siguiente líder de las tierras del Norte; el heredero a su puesto.
.
.
.
—¿Segura de que estás bien?
—Sí, Akko.
La mencionada frunció ligeramente su ceño.
—No lo pareces, Lotte.
—No vine a hablar de eso.
—Lo que hiciste...
—Traerá sus consecuencias —le interrumpió—. Estoy consciente de ello, pero... Mary sabrá cómo corresponder a eso. Fue ella quien me encomendó a hacerlo, ya que de mi parte... nunca lo hubiera hecho y lo sabes.
—No viniste a verme desde que ocurrió. Te envié muchas cartas —dijo molesta.
Lotte sonrió dulcemente.
—Tienes otras cosas de las cuales preocuparte en este momento.
—Paso un año, Lotte —le recordó.
—Un año en donde me tomé mi tiempo para pensar y aceptar lo que hice —le dijo en un tono lleno de madurez—. He estado pensando... No. —se detuvo y arrugó sutilmente el ceño— No vine a hablar de mí —repitió.
Había pasado un año desde lo ocurrido con el antiguo rey de Abrige, como lo mencionó la reina de Benum. Akko le había enviado cartas para conocer del estado emocional de la reina de Soris, sin embargo, éstas fueron ignoradas al comienzo; pero respondidas con contestaciones cortas que no le hacían ninguna gracia a la reina a la Benum.
Cuando Diana le comunicó lo que había hecho su mejor amiga no demoró ningún segundo, después de tomar la decisión que llevarían a cabo con el tema de Dylan, en escribir una carta que fue enviada y entregada con la demora de dos días; sus reinos quedaban algo lejos.
En ese tiempo se había encargado de expandir sus tierras para las personas nuevas que venían al mundo y para las que estaban. Debía admitir que le agradaba la cercanía de la gente de su reino con los de la tierra de los Kaiser del Oeste. Algunas habían formado un lazo con los de esa raza y otros se habían hecho buenos amigos y amigas.
Todo estaba saliendo bien, pero... tenía un único problema que aún rondaba por su cabeza: Dylan. Diana le contó acerca de su encuentro con el cachorro y de cómo había quedado luego. También, le dijo las palabras de Mary provocando que esa llama interior de enojo se encendiera dentro de su pecho. Ella no abandonaría a su primogénito. No lo haría, nunca.
La decisión fue seguir buscándolo y hacer que regresara a la fuerza. La líder del Oeste no se encontraba complaciente con eso, sin embargo obedeció a su petición de imploración. Akko deseaba ver a Dylan, no importándole la acción que cometió hace aproximadamente dos años. Era cierto que el cachorro ya no tendría ningún derecho de tomar el puesto de Diana, pero, al menos, estaría con él.
Akko era una reina; ella ponía las reglas. Y si para tener a su hijo cerca debía aguantar los comentarios de las personas de sus dos reinos, lo haría. Akko pensaba que sólo las madres podrían comprender su pesar y desespero. Diana, por supuesto, no lo hacía. Ella no lo había tenido y la mayoría del tiempo en el nacimiento del cachorro, no estaba.
No podía culparla por su ausencia, puesto que, era obvio el motivo por el cual no se encontraba a su lado con Dylan en esos momentos. La líder del Oeste debía ocuparse de las dos grandes tierras mientras ella se hallaba descansado con el hijo que habían hecho juntas.
Dylan era parte de Diana y de ella. Y antes, tendría que desaparecer ella para dejarlo.
—¿Hay algún rastro de él?
Akko negó con la cabeza.
—Diana sigue buscándolo, aunque eso posiblemente empeore las cosas.
Lotte frunció su ceño.
—¿Por qué lo empeoraría?
—Mary dijo que pasaría si seguíamos... buscándolo. Ella aconsejó que teníamos que esperar que él viniera a nosotras, pero... no puedo esperar. Necesito verlo.
—¿Y qué harás cuando lo traigan?
—Hablar.
La reina de Soris elevó una ceja ante esa respuesta segura.
—¿Qué lograras con eso?
—Él vivirá en mi palacio bajo mis reglas. No lo despojaré de mis tierras y tampoco lo condenaré a muerte.
—Akko... No puedes hacer eso —dijo—. Cuando alguien amenaza la vida de la reina debe pagar.
—Es mi hijo —le contestó en un tono firme—. Te aseguro que tendrá su castigo, pero... no lo alejaré de mí. —Hizo una pequeña pausa— Hablaré con él y arreglaremos las cosas.
Lotte observó con preocupación la pierna inquieta de la reina.
—¿Qué hay de Amelia?
—Harry está con ella.
.
.
—Cada vez más pareces de mi edad —soltó con cierta gracia—. Y eso que apenas acabas de cumplir seis.
—Mi desarrollo es bastante rápido —contestó colocando delicadamente una pieza de madera encima de una torre hecha del mismo material.
—Lo veo —dijo mientras observaba con detenimiento que parte sacar.
En el momento que tomó un pequeño trozo e intentó despojarlo con cuidado, la torre calló y Amelia rio.
—Pareces no ser muy ágil.
Las orejas de Harry se agacharon por segundos, pero luego las volvió a levantar a la vez que dirigía su mirada a la niña de cabello rubio y ojos rubies.
—Lo soy —le aseguró—. Sólo que en los juegos no soy muy bueno.
—Lo que digas. —Exhaló con pesadez— Me debes un libro.
—Tengo una pregunta para ti, Amelia.
—¿Sólo una? —le preguntó elevando una ceja con una sonrisa burlona.
—Tres en realidad.
—Adelante. Te escucho —le aseguró mientras tomaba las piezas del juego y las guardaba en su respectiva cajeta.
—¿Estás consciente de que una guerra se acerca?
—Mi madre Akko me lo mencionó y me confirmó que estaría bajo protección una vez comenzara.
—¿Sabes dónde está la líder del Oeste?
—¿Mi madre Diana? Se encuentra gobernando sus tierras y vigilando los entrenamientos de mi hermano. En el día de hoy vendrá.
«No lo sabe», pensó Harry frunciendo ligeramente el ceño. «¿Por qué no se lo han comentado?», se cuestionó y en unos segundos la respuesta apareció en su cabeza como un destello. «Es obvio...» La reina y la líder no desean que Amelia tuviera conocimiento de que su hermano, Dylan, venía por ella a quitarle la vida o, que estaba desaparecido planeando posiblemente un ataque.
Amelia poseía una parte de él que, realmente, no le servía para nada. La niña no tenía ninguna habilidad animal; ni el buen olfato. Sin embargo, si Dylan moría... sería traspasado a ella de manera instantánea convirtiéndola en una Kaiser completa.
Harry imploraba que, la líder del Oeste y la reina de Benum, tomaran la decisión correcta. «Uno de los dos tiene que morir», aseguró. «Dos especies de esa forma no pueden coexistir». No había nadie en el mundo que viviera de esa manera, ya que, por lo escrito en los tres libros más importantes que eran resguardados en la tierra del Sur, el cambio de actitud repentina de Dylan, se debía a esa parte faltante.
E iba a empeorar. Lo que el cachorro había hecho era sólo el comienzo, y Diana debía ponerle fin a ello; antes de que llegara a hacer algo mucho peor. No obstante, la reina de Benum tenía cierto control bastante alto sobre la líder del Oeste; sin embargo, aun así, Harry esperaba que tomara la elección correcta.
—There once was a ship that put to sea. The name of the ship was the Billy of Tea.
El canto repentino de Amelia, provocó que Harry saliera de su nube de pensamientos y la mirara con extrañez. Cuando la princesa lo observó de reojo sonrió con diversión.
—Soon may the Wellerman come. To bring us sugar and tea and rum. One day, when the tonguing is done. We'll take our leave and go... Te entretienes más con tus pensamientos que conmigo —soltó en broma.
Harry se ruborizó levemente de la vergüenza y carraspeó su garganta colocando un puño en su boca.
—Lamento mi distracción. ¿Puedo preguntar de donde has aprendido el canto?
Amelia levantó ligeramente sus hombros mientras abrazaba un cuaderno contra su pecho.
—Mi madre Akko canta. ¿Sabías eso?
El Baristar mitad Kaiser, negó ligeramente con la cabeza.
—También escribía canciones —continuó—, pero no me deja verlas.
—¿Y cómo te enteraste de eso?
—Pensé que eras más listo. Parece que también te sobrepasado de inteligencia —dijo nuevamente de modo juguetón.
—¿Eh...? —Harry quedó totalmente desconcertado. Le tomó unos segundos hacerse la idea de cómo Amelia se había percatado de aquello. «Es obvio.» De nuevo carraspeó— He tenido mis pensamientos... en otro lado últimamente. Me disculpo.
—No importa —dijo colocándose de pies—. Mi madre no demorará en llegar.
—Espera. —Hizo una pausa para, igualmente, levantarse de suelo— ¿La escribiste?
Amelia arqueó una ceja.
—La canción.
—¿Cual?
—Lo que cantó, princesa —aclaró.
—Oh... —La niña demoró unos segundos en responder— Sí. Me inspiré de un libro que leí sobre piratas.
—¿Y cómo aprendiste...?
—¿A escribir canciones? —le interrumpió sonriéndole ligeramente—. ¿Tengo un don? —dijo dudosa—. Mi madre Akko canta y escribe canciones. Un día me pregunté si podía hacer lo mismo e.. intenté. Y sólo... salió. ¿Tú cantas?
Harry asintió.
—Pero no lo hago muy a menudo. Mi abuela lo hace cada mañana en el jardín.
—Sería hermoso escucharla. Me encantaría hacerlo algún día.
—La reina...
—No lo ha hecho —le cortó de nuevo—. Parece no tener voz en este momento o, simplemente lo dejó. Nunca la he escuchado cantar.
Nuevamente Harry asintió, pero esta vez en compresión. «Por todo lo que está pasando... es evidente que no tenga ánimos como para componer.»
—¿Crees poder terminada? —le consultó moviendo ligeramente su cola de Kaiser.
—La he terminado.
—Entonces, ¿Me dejas escucharte?
Amelia se sobresaltó con sutileza ante su petición.
—¿Por...? ¿Por qué?
Harry observó el cuaderno que aún aprisionaba contra su pecho, y luego la volvió a mirar.
—Déjame escucharla, por favor.
La princesa dudó mirándolo con atención. Los ojos verdes azulados de Harry la miraban con seguridad e imploración. Sus palabras iban en serio y, Amelia, lo confirmó por su atenta fijación directa que tenía en sus orbes rubies. La princesa miró a un lado insegura y regresó a verlo, para después suspirar resignada.
—Está bien, pero con una condición. No. Dos —corrigió—. Primero, tendrás que seguirme —dijo colocando un separador en su cuaderno y entregárselo—. Segundo: será rápido. Recuerda, mi madre no demorará en venir con la reina de Soris.
—Entendido.
El siguiente líder de las tierras de los Baristar omitió la pregunta de por qué no quería que la reina de Benum y de Soris, la escucharan. Simplemente la dejó pasar, aunque, probablemente lo haría después.
Amelia tomó la caja rectangular del suelo donde se encontraba el juego de mesa; se acercó a uno de los sofás de aquel sitio; y abandonó la caja en una pequeña mesa, para luego suspirar y tomar asiento. Harry la siguió y se sentó al frente de ella con una postura firme mientras sostenía el cuaderno.
Cuando lo abrió en el lugar donde estaba el separador, dio un leve asentimiento de que podía comenzar.
—There once was a ship that put to sea. The name of the ship was the Billy of Tea. The winds blew up, her bow dipped down. Oh blow, my bully boys, blow (huh). Soon may the Wellerman come. To bring us sugar and tea and rum. One day, when the tonguing is done. We'll take our leave and go.
Pisadas al ritmo de la canción se escucharon de parte de Harry que intentaba seguir la voz de Amelia. La mirada del chico se hallaba clavada en el cuaderno y los ojos de Amelia lo miraban con curiosidad. Nunca antes se había imaginado en esa posición, y el ambiente le parecía algo nuevo y extraño a la vez. Sin embargo, continuaría hasta acabar.
Ella poseía un hermoso vestido crema plisado que le llegaba a las rodillas. Y Harry tenía puesto una blanca camisa manga larga de botones y pantalones chocolates que le caía perfectamente bien.
—Before the boat had hit the water. The whale's tail came up and caught her. All hands to the side, harpooned and fought her. When she dived down low (huh). Soon may the Wellerman come. To bring us sugar and tea and rum. One day, when the tonguing is done. We'll take our leave and go.
Harry notó que algunas partes se repetían y memorizó con rapidez cuales eran las que seguían, dejando así, el cuaderno a un lado. Amelia en ese momento tuvo las intenciones de parar, pero, al verlo ponerse de pies y extenderle la mano derecha supo de inmediato lo que deseaba hacer.
—Da-da-da-da-da. Da-da-da-da-da-da-da.
El siguiente en la fila del linaje de los Adele, guio a la princesa a un lugar espacioso y la miró de manera retadora, incitándola a mirarlo de la misma forma. Él aplaudió y pisoteó, y Amelia lo imitó. Ninguno de los dos se percató en ese momento de la persona que abrió la puerta y de las que ingresaron a la habitación.
—As far as I've heard, the fight's still on. The line's not cut, and the whale's not gone. The Wellerman makes his regular call. To encourage the captain, crew and all (huh). Soon may the Wellerman come. To bring us sugar and tea and rum.
Bailaron moviéndose en círculos sin quitar la mirada del otro. Juntos y, al mismo tiempo, pegaron sus palmas y saltaron al ritmo de la canción como niños de tres años disfrutando de la compañía del otro.
—Soon may the Wellerman come. To bring us sugar and tea and rum.
Cuando la canción estuvo a punto de acabar en su punto final, los cuerpos de los dos jóvenes se unieron tomándose de las manos. Sus respiraciones eran agitadas y sus miradas demostraban clara diversión y emoción.
Sin embargo, casi inmediatamente el momento fue interrumpido cuando Harry sintió la presencia de otras personas en el salón e, inconscientemente giró su cabeza a esa dirección. Amelia lo imitó y su sonrisa desapareció al instante.
—¡Ma-madre! —exclamó separándose de Harry a la vez que hacía una reverencia.
Harry simplemente carraspeó con sus mejillas sutilmente ruborizadas.
—Que inoportuno momento de llegar —soltó con un poco de vergüenza.
—No era nuestra intención interrumpirlos —habló Diana con una postura firme. Ella se había descolocado un poco al verlos, pero no tanto como su reina y la reina de Soris—. Amelia conocía el tiempo en el cual llegaría.
—Lamento... mi descuido, madre —susurró totalmente apenada; sus mejillas estaban intensamente sonrojadas.
—Has sacado el talento de tu madre —dijo acercándose a pasos lentos y seguros. Al llegar se inclinó y colocó dos de sus dedos en el mentón de la niña levantando su cabeza—. Suenas bastante bien —halagó causándole sorpresa, y luego miró a Harry—. Igualmente, para ti, Harry.
—Gracias.
—Madre... —susurró sintiendo sus ojos humedecerse de repente.
Diana la observó nuevamente y se arrodilló para abrazarla con fuerza.
—También te extrañé, mi princesa.
«Las extrañé a las dos», pensó incluyendo a Akko que se había aproximado y situado una mano en su hombro con Amelia en sus brazos. Su corazón latió cálidamente, pero estaba consciente de que le faltaba algo. Siempre sentía esa sensación de que algo... hacía falta.
Observó a Harry en busca de una respuesta a sus palabras anteriores.
"Ella te necesita."
El Kaiser mitad Baristar le asintió y prosiguió a abandonar el lugar sin decir algo más.
—Has sonado de maravilla —elogió Lotte aproximándose.
—¿La escribiste tú? —le consultó Akko.
Amelia asintió un poco temerosa sin despegarse de Diana. La niña no quería separarse; había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había visto, y la líder lo comprendió perfectamente.
—Daré la orden —avisó Lotte a Akko antes de retirarse.
—¿Ha sucedido algo, mi reina? —consultó Diana separándose de Amelia.
—Lo mismo iba a preguntarte, mi rey.
«Rey...» Aun no se acostumbraba a esa palabra.
—En unos minutos estará el almuerzo —dijo dirigiéndose a la princesa—. Espéranos en el comedor —le ordenó con ternura y Amelia obedeció dejándolas solas—. Una guerra se acerca. ¿Tienes buenas noticias?
Diana exhaló.
—Una vez que lo encuentre le avisaré.
Akko suspiró con cansancio.
—¿Cómo no han podido dar con él?
—Estamos haciendo lo mejor que podemos.
—No deberías estar escuchando —habló con firmeza una voz a su costado que la asustó. Amelia lo miró con sorpresa—. Es de mala educación —concluyó.
La niña frunció su ceño de manera confusa.
—¿Dylan... está desaparecido?
--------------
Fin del Cap. 83
.
.
.
Canción duo:
[Switching Vocals] - Wellerman Female x Male | Nathan Evans ✕ Alina Gingertail (Benjamin Pulliam)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro