Cap. 39
Narradora Pov
En uno de los bares provenientes de las tierras de Soris. Se encuentra un joven rubio, mirando con aburrimiento y desanimo su bebida pedida hace diez minutos. El motivo de su estado, se debe por los intentos en vano que ha estado haciendo para que su reina lo note. Pero, ninguna acción que realice, funciona. Desanimándolo totalmente.
Hace tres días la reina volvió, acudiendo ir a su habitación de inmediato. Como si estuviera evitando pasar tiempo a su lado o, simplemente deseaba descansar. Nuevamente su cabeza decayó en la mesa, soltando un suspiro de agotamiento. La noche es fría y las calles se hallan repletas de personas celebrando un nuevo festival que, en realidad, no es de su importancia en este momento.
Repentinamente otro joven se acercó a su lado palmando su espalda fuertemente, provocando que tosiera por el pequeño dolor que le causo, volteando a verlo con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —pregunto con desagrado, regresando su mirada a la mesa.
—Estaba buscándote, Frank. No te vimos afuera y-
—No me interesa.
Silencio... No hubo respuesta inmediata, pasando un minuto para que volviera a escuchar su irritante voz.
—¿Que paso esta vez? ¿Tus intentos de conquistar a la reina no funcionan?
—Bufa, acariciando su vaso de madera con las yemas de sus pulgares—. ¿Qué sabes tú de eso?
—Ríe divertidamente, ocasionando que Frank arrugara su frente—. ¡Eres tan obvio! —exclamo con cierta burla en su tono, agarrando una de las sillas cercanas para tomar asiento—. Todos en el palacio están enterado de lo que haces para impresionar a la reina. Eres demasiado patético si crees que serás correspondido —mira a la persona detrás de la barra, pidiendo una cerveza.
—Hace un chasquido de molestia con su boca—. Lo hará.
—Ríe nuevamente, pero esta vez, más alto—. ¿Y qué le ofrecerás? ¿Tu casa? —pregunta burlonamente—. ¡Ella tiene un reino completo!
—Agacha más la cabeza, sintiéndose inútil—. ¿Qué puedo hacer?... —murmuro.
—Levanta una ceja, agarrando su bebida recién servida—. ¿En verdad la amas?
—¡Por supuesto! —exclamo seguro, mirándolo con enojo.
—No podrás conquistarla teniendo simplemente un lugar donde dormir. Una reina necesita a alguien que posea tierras grandes que le traigan y ofrezcan un buen beneficio a las suyas—explico, apoyando su codo en la mesa—. ¿Creíste que ser uno de sus escoltas personales podrías alcanzarla? Aunque permanecieras a su lado, nunca tuviste una oportunidad.
Es cierto, su amigo tiene razón. Las reinas son el mayor rango y el... un simple guardia. ¿Cuándo empezó a soñar que algo así, sucedería?, La palabra estúpido le queda muy pequeña. Su majestad jamás le haría caso, y necesita encontrar una manera para que lo hiciera.... Porque, realmente la ama y desea a su lado más que nada en este mundo.
La reina Lotte siempre es amable con su personal, se muestra carismática cuando las otras reinas vienen a visitarla. Sonriendo la mayoría del tiempo al pasar en compañía de ellas. Recordar su sonrisa, provoca que su corazón se enamore cada vez más, aparte de la belleza que posee. Sus pecas son totalmente adorables e irresistibles, deseando algún día poder contarlas todas las mañanas que despierten juntos. ¿Eso podría hacerse realidad?
Permaneció callado, analizando las palabras de su compañero de trabajo. Ser un guardia real le concede estar cerca de la reina; una prioridad que no cualquiera puede tener. Además de recibir una buena paga por su buen servicio y protección, pero, no es suficiente para complacerla. Está claro que ella posee más dinero de lo que uno pueda cargar en el bolsillo; es su majestad, después de todo.
—Bebe un poco—. Frank... —observa a otro lado, quitando la espuma de sus labios con su lengua—. He escuchado sobre unas tierras que buscan a un nuevo rey. Tal vez eso puedo ayudarte, pero, desde mi punto de vista, no podrás pasar sus pruebas —sonríe abiertamente—. Nadie lo ha logrado —aclaro, para después tomar la mitad de lo contenido en el gran vaso—. ¡Todos mueren! —grito, sintiéndose satisfecho del liquido que bajo apresuradamente por su garganta.
¿Un reino busca a un rey? ¿Porque no se enteró antes? ¿Porque nadie le había dicho? Acaso es... ¿Una oportunidad para estar con la reina? SI es así, el la aceptaría.
—Se levanta bruscamente de su silla, colocando las palmas de sus manos en la mesa—. Dímelo —dijo seguro.
—Lo mira sorprendido—. ¿No me escuchaste? Podrías morir.
—Conseguiré el título.
—¿Eh?... ¿Estás loco? —consulto extrañado.
Por su reina, ¿Quién no estaría demente?
—Lo observa decidido—. Me convertiré en el rey de esas tierras. ¿A quién le pertenecían? ¿Y porque buscan un reemplazante?
—Exhala resignado, rascando su cabeza—. El antiguo gobernador era, Andrew Hanbridge, y fue asesinado a mano de una de las tres líderes Kaiser.
Andrew Hanbridge...
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En otra parte lejana a ese reino. La líder del Oeste se encarga de repasar en su mente lo sucedido en el palacio destruido de Benum, y contener su necesidad de estar cerca de su reina. Ese incontrolable deseo de acariciar su vientre y acurrucarla en sus brazos, no la ha dejado tranquila desde que abandonó su hogar en donde ella se encuentra; ignorando la pregunta que le hizo para no molestarla con asuntos que probablemente le hubieran causado más estrés. Claramente ese día ella le grito esas palabras y piensa obedecerlas. Sin embargo, aún conserva ese pequeño dolor en su corazón cuando menciono el ''espacio''. Sus orejas peludas la escucharon a la perfección, alertando a sus instintos, causando que se pusiera sensible a cualquier tacto de una Kaiser hembra o humana. Por esa razón mantiene su distancia y distrae sus pensamientos con los deberes pendientes.
Una gran parte de las tierras de Benum ha sido asegurada, quitando todos los explosivos que se hallaban a su alrededor. Falta poco para concluir esa tarea, aunque no es requerido su presencia, Diana desea quedarse y darle el mayor ''espacio'' posible a su reina. Controlando difícilmente esa necesidad que aun continua molestandola, queriendo volver a su palacio y estar alado de la persona que posee en su vientre un hijo con sus genes.
Para olvidarse e ignorar esa exigencia de su cuerpo, viajo a las tierras del Norte. Una visita inesperada a su amiga, Barbara. Que debe encontrarse reposando en su cama después de obtener muchas heridas que, por poco, causan su muerte. En el recorrido, repaso las palabras que le diría sobre su diario robado. Aun pensando en lo que leyó, tiene curiosidad en conocer a profundidad la historia detrás de esa casi ''unión'' que pudo haber traído consecuencias tardías. Combinar dos razas diferentes y de sangre pura, no es requerido, pero tampoco prohibido, desconociendo los motivos por el cual niegan ese enlace. Sin embargo, se propuso luego a averiguar más a fondo de ese tema.
Una vez que estuvo frente a la puerta de la habitación de Barbara, dudo en tocar. Temiendo la reacción que tendría al decirle esa noticia, ¿La regañara? O, ¿Se decepcionará?, Sus heridas y malestar a la hora de moverse o caminar son notorias. Recibió varios golpes sobre los otros, causándole más daño y dificultad a la hora de ingerir; su estómago, no se encuentra en buen estado y duele, cuando se incorpora. Un vago recuerdo paso por su mente, en donde Akko la alimenta y ella recibe esa deliciosa comida con gusto, sonriéndole como agradecimiento.
Sonrió ligeramente ante ese recuerdo, pero, al percatarse de eso, borro su sonrisa y se dispuso a entrar. Sorprendiendo a la líder del Norte que está sentada en su cama con una libreta en mano y papeles puestos en la mesita que posee a un lado.
—Hola... —sonríe desconcertada.
—Hola, Barbara. Lamento no avisar y.... no tocar.
Por andar pensando se le olvido ese pequeño detalle, sintiéndose un poco apenada.
—No te preocupes, no me molesta —junta sus manos, encima del cuaderno—. Toma asiento —ofreció amablemente.
—Gracias... —cierra la puerta detrás, acercándose a la única silla de su habitación que, se encuentran en el costado derecho de su cama, cerca de la mesa.
—¿Esas heridas son nuevas? —pregunto curiosa, contemplándola detenidamente.
—Asiente nerviosa—. Y-yo... no he tenido buenos días, pero, ¿Como estas? Si mal no recuerdo, estuviste cerca de la muerte.
—Ríe genuinamente—. Mis lesiones y magullamientos siguen en cuidados. Tomo medicamentos diarios para reducir los dolores que aún perduran y en las noches es donde más mal la paso.
—Lamento no haber estad-
—Niega con su mano, interrumpiéndola—. Recuerda, su plan era sepáranos y matarnos por separado, ya que, si nos tenían juntas, perderías. Igualmente, no es tu culpa lo que me sucedió. Si hubiera muerto, al menos las reinas estarían vivas.
—No digas eso —frunce el ceño—. No me gustaría imaginarte en ese estado.
—Sonríe con dulzura—. ¿Me extrañarías? Cavendish.
—Por supuesto —dijo con seguridad, mirándola fijamente.
—Levanta sorprendida sus cejas, ante la sincera respuesta—. O-oh... —desvía la mirada, levemente ruborizada—. No me lo esperaba —murmuro, llevando su plumón a la barbilla.
—Suspira pesadamente, captando su atención—. Necesito decirte algo.
—¿Es sobre la reina de Benum?, Si es así, lo resolverán, simplemente dale tiempo para pensarlo. Aparte de eso, ¿Puedes creer que la reina Lotte se quedara una semana en mi palacio?
—Arquea una ceja, quedando con la palabra en la boca—
—¡¿No es increíble?! ¡Pasare tiempo con ella! ¿Crees que quiera unir lazos conmigo?
—Bar-
—No, no me respondas —sonríe animada, moviendo agitadamente su cola—. ¡Quiero averiguarlo por mi cuenta! —exclamo ilusionada, sonrojándose notablemente, pero, sin quitar la sonrisa soñadora de sus labios—. No puedo esperar a que-
—Barbara —interrumpió, alzando un poco la voz—. Mary tiene tu diario —soltó sin más, mirándola con preocupación.
—Voltea confundida a verla—. ¿Que?... —pregunto en susurro.
—Lo siento —exhala cansada, recostando con cuidado su espalda en la silla de madera—, no pude protegerlo. Las heridas recientes que poseo son debido a un ataque de su parte cuando me encontraba en el palacio desmoronado de Benum, dejándome con las defensas bajas al recibir una pólvora que impidió que utilizara mi olfato para predecir sus movimientos —junta sus manos—. Halle en los restos el mío, parece que lo cargabas contigo, acompañado del tuyo —cruza sus piernas—. Tengo preguntas al res...pecto —la mira de reojo, contemplando su expresión de asombro y... ¿Miedo? —. Barbara, ¿Estas bien?
Silencio.... La líder del Norte quedo anonada y congelada en su lugar, preocupando a Diana. Ella estiro su mano, posándola arriba de la suya para sacarla de su trance. Barbara parpadeo más de una vez, volviendo a la realidad. Situó su mano a su cabeza, reflexionando las palabras escuchadas.
La líder superior de los Baristar, posee en sus manos toda su vida escrita en un cuaderno. Podría manipularla y obligarla a comprometerse otra vez; uno de sus mayores miedos, aparte de perder su reino. Su corazón se encogió en su pecho, ocasionando que se llevara una mano a ese lugar, arrugando fuertemente su camisa celeste manga corta.
—Tranquila —hablo Diana, acomodándose a su lado para envolverla en sus brazos; importándole poco el dolor que le causo al cometer esa acción.
—E-ella... ¿Do-donde esta? —consulto con temor, aferrándose al cuerpo ajeno.
—Debió volver a sus tierras —supuso, manteniendo su mirada fija en la pared azul—. La conoces ¿no? Podrás comunicarla e invitarla a tu palacio, desearía hablar con ella personalmente.
—Se aparta bruscamente, observándola con extrañes—. ¡Por supuesto que no! ¡Ella no puede venir aquí!
—Levanta una deja, sujetándola aun por la espalda—. Conseguirás de regreso lo que te pertenece de esa manera, no creo que puedas pisar su rein-
—La reina Lotte está en peligro —dijo con temor, al recordar una parte de lo que escrito—. Hannah también, aumenten la segurid-
—¿Como es, exactamente?
—Mas fuerte que nosotras, obvio —agacha arrepentida sus orejas—. No debí llevar conmigo mi diario. Antes de ir pensaba dejarlo en mi habitación, pero creí que me sería útil después de la reunión.
—¿Pensabas hablar con Hannah?
—Asiente, apoyando su frente en el pecho de Diana—. Soy una tonta.
—Acaricia delicadamente su cabeza—. ¿Desde cuándo la conoces?
—Pasamos juntas cinco meses... no fue mucho, pero, aprendí cosas nueva de raza y... admire sus habilidades. Es peligrosa, demasiado. No quiero arriesgar la vida de nadie al traerla aquí.
—¿Ha estado antes?
—Si... espera —vuelve a distanciarse, mirándola confundida—. ¿Como sabes su nombre?
—Hace una mueca insegura, para después exhalar en resignación—. Perdóname. Cuando encontré el diario, leí una página acerca de tu relación con Mary.
—Oh... bu-bueno... no te disculpes, yo he leído completamente el tuyo —rasca de manera nerviosa su mejilla izquierda.
—Piénsalo, Barbara.
—Hablare primero con la reina Lotte y luego le mandare una carta a Hannah.
—¿Que supones que suceda?
—Cambia su semblante, a uno nostálgico—. Lo más probable es que ataque. La información que tiene le beneficia demasiado, pero, no se volverá a acercar a ti, eso esta claro.
—¿Por qué? —pregunto desconcertada.
—Por la fuerza que puedes llegar a obtener cuando llegas a ese punto. Sabes de lo que hablo —sonríe sutilmente—. Eres fuerte, Diana. Ella conoce de lo que eres capaz, pero las otras están peligro.
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—¡¿No te gustaría?! —exclamo alegremente, la reina de Zahara.
—Ruedo sus ojos, mirándola con desinterés desde su asiento en el jardín trasero de su palacio—. ¿Podrías recordarme que hace ella en mis tierras? —pregunto molesta, observando al Kaiser a su lado que se encuentra emocionado por los maravillosos lugares que menciono la reina.
—Vino a visitarla, mi líder —dijo sin verla, esperando que la humana continúe hablando de sus planes que incluyen a la gobernante de los Kaiser del Sur.
—Suspira cansada, regresando su vista a la persona que supera el comportamiento fastidioso de su antigua amiga—. ¿Terminaste?
—Cruza sus brazos, frunciendo el ceño—. ¿No quieres acompañarme?
—No me interesa.
—¿No estas aburrida de pasarla encerrada todo el tiempo?
—No —contesto en un tono seco, observándola con indiferencia.
—Vuelve a tomar asiento, en una de las sillas de al frente—. Al menos admite que te agrada mi compañía.
—Levanta una ceja—. Sinceramente, esperaba una conversación racional, pero, aparentemente solo pierdo mi tiempo.
—Coloca una mano en su pecho, fingiendo estar ofendida—. Con esa actitud, no conseguirías novia ni en un asilo de ciegas.
—Arruga el entrecejo—. No estoy interesada en tener una molestia que implore mi atención a cada momento.
—Apoya sus codos en la mesa de piedra delante de ella—. Te gustaría —sonríe juguetonamente—. O, ¿Acaso olvidaste lo que sucedido en la biblioteca?
—La mira con disgusto—. Contigo, jamás me acostaría.
—Arquea una ceja, dejando escapar una risa burlona—. ¿Naciste con ese comportamiento o te dejaron caer de la cuna cuando estabas chiquita?
—¿Disculpa? —dijo confundida.
¿Qué es una cuna? y ¿A qué viene al tema?
—Exhala cansada—. Olvídalo, no lo explicare.
—Bien —se pone de pies—. Esta conversación ha llegado a su final. Me retirare y regresara a mis asuntos —estira la punta de su camisa blanca de botones manga larga—. Espero usted haga lo mismo.
Hannah, hizo oídos sordos cuando la reina Amanda le dijo unas palabras que no le interesaron en lo más absoluto. Entro por la puerta trasera de su hogar, dirigiéndose a su despacho para acabar su trabajo y tomar una ducha que tanto necesita. Las pocas heridas que posee en su cuerpo, han sanado completamente, debido a que ha tomado correctamente los medicamentos recomendados, también, por esa habilidad que la convierte en líder; su recuperación es más avanzada y especial. Sin embargo... al cometer una acción en contra de sus progenitores, haciendo realidad una leyenda antigua. Su especialidad incremento.
Aún recuerda claramente lo que ocurrió. Cuando ese problema provoco su separación con las otras líderes, sus padres comenzaron a abuchearla con palabras dolorosas. Trabajando más fuerte para volver a recuperar la confianza y el orgullo de los Kaiser de sangre pura que le dieron la vida. No obstante, este no tuvo un final feliz, tomando una decisión que la maldijera de por vida, pero también, que le beneficiaria y complacería a un futuro. Su plan dio resultado, siendo la nueva líder; obteniendo las tierras que le pertenecían desde su nacimiento.
Al llegar a su despacho, miro los papeles acumulados. Dejando escapar un largo suspiro, para después tomar varias hojas y sentarse en el sillón cómodo que posee en el lugar. Cruzo sus piernas, leyendo con detenimiento lo contenido. Poco a poco empezó a sentir cansancio. Restregando sus ojos con sus dedos cubierto por el guante blanco.
En el día de hoy, realizo muchas actividades a la vez en tan pocas horas que la dejaron exhausta, pero es necesario acabar con el trabajo pendiente y luego, tomarse ese descanso que tanto se merece. Evidentemente, no ha olvidado lo ocurrido en el palacio de Benum, sin embargo, tampoco le importa mucho. Es cierto que su antigua amiga estuvo cerca de la muerte, pero, no falleció y eso es todo. Ella está bien y no hay nada de que preocupars-
—Abre la puerta, interrumpiendo su lectura—
—Voltea a verla con desdén—
O tal vez sí.
—Me abandonaste.
—Dentro de unas horas anochecerá, será mejor que te retires.
—Son las once de la mañana —aclaro, con una expresión incrédula.
—Todos los días el sol decae —dijo con obviedad, ladeando un poco sus orejas.
—Suspira, sentándose a su lado—. ¿Necesitas ayuda?
—La mira de reojo—. No.
—Estoy aburrida... entretenme —apoya su cabeza, en el hombro de la líder.
—Apártate —ordeno disgustada por la acción cometida.
—No seas malhumorada.
—Si estas de esa manera, ¿Qué haces aquí? Puedes irte, conoces la salida.
—Suelta un quejido—. Tal vez, puedas llevarme a la biblioteca.
—¿Porque deseas ir a ese lugar?
—Asciende su mano, pasando entre medio de los pechos de la líder. Llegando a su cuello, para luego acariciar el lado izquierdo, causándole un gruñido de desagrado a la Kaiser—. ¿Repetir lo de esa vez? —sonríe lascivamente, acercándose más.
—Detente —agarra su muñeca.
—Tranquila... —susurra.
Pasando los segundos, lentamente Hannah empezó a cerrar sus parpados, sintiendo mucho sueño de repente. Cayendo minutos después, en los brazos de Morfeo. Amanda sonrió complacida, levantándose con cuidado del sofá.
—Eso fue fácil —mira a su alrededor—. Ahora, ¿Dónde la esconderá?
Sus motivos son claros. Encontrar la llave de la biblioteca para poder ingresar y leer o llevarse uno de los libros que vio ese día. Piensa visitar todos los domingos para ganarse la confianza de la líder. Sorprendentemente no ha sido exiliada, dándole a entender que ha estado haciendo bien al venir.
Empezó a revisar los cajones del escritorio, mirando de reojo a Hannah cada dos minutos para asegurar que siga dormida. Agradeció internamente a Sucy por haberla invitado a su reino anteriormente. Cuando piso el palacio, se encontró con su sujeto de pruebas comiendo bayas silvestres en el comedor. Su nombre es Helena, una buena y alegre muchacha que la informo sobre su raza, dándole ciertos consejos de utilidad.
Después de una hora buscando la llave en cada rincón del lugar y no hallar ninguna. Se dio por vencida, sentándose en la silla frente al escritorio y recostado su cabeza en esta. Suspiro con cansancio cerrando sus parpados, pensando en una posibilidad de donde podría tenerla escondida. Estando centrada en ese pensamiento, los minutos corrieron y el sueño comenzó a invadirla, quedando dormida en la misma posición anterior, pero teniendo sus brazos sobre la mesa.
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—Oye —llamo en un tono alto, no queriendo tocarla.
—Se queja, acurrucándose con sus brazos—
Hace unas dos horas, la líder despertó, entrando en pánico de haberse dormido en manos de la reina más fastidiosa que ha conocido. Empezó a buscarla con la mirada, sorprendiéndose al verla descansando sobre su escritorio, pero enfadándose al recordar esa acción repulsiva que hizo en su contra.
¿Quién se cree para tocarla de esa manera?
Ciertamente le ha dado la prioridad de asistir a sus tierras, pero cometer un acto como ese, es imperdonable. Aunque... jamás admitiría que en cierta parte le gusto.
—Gruñe fuertemente, levantando de un pequeño sobresalto a la reina—. Despierta, molestia.
—Bosteza reincorporando su postura, a la vez que suelta un nuevo quejido por el repentino dolor de espalda—. ¿Qué pasa?...
—¿Qué hiciste? —pregunto de inmediato al verla consiente, observándola con disgusto mientras mantiene sus manos detrás de su espalda.
—La mira con cansancio—. ¿A qué te refieres? —estira su cuerpo, poniéndose de pies—. ¿Es hora de almorzar?
—No me tomes por tonta. Tu-
—Estabas cansada, te hice un favor —interrumpe, mirándola seriamente.
—Frunce el ceño—. No vuelvas a invadir mi espacio personal. Es molesto, y más proviniendo de ti. Simple Humana.
—Sonríe de manera arrogante—. ¿Porque ustedes los Kaiser tienen que sacar a relucir siempre la indiferencia entre nuestras especies?
—Levanta una ceja—. Es lo que eres. Toma eso en cuenta, o me atreveré a dejarte en tu lugar.
—Que ruda —cruza sus brazos—. No te tengo miedo.
—No trato de trasmitirte ese se-
—¿Así? —se acerca, agarrando el cuello de su camisa—. ¿Entonces? ¿Qué harás? —pregunto de forma retadora, sin despagar su mirada de los ojos color avellana de la líder.
Hannah, levanto su mentón, observándola con superioridad. De un movimiento brusco, sujeto su camisa, apartándola sin esfuerzo. Creándole sorpresa a la reina por haber actuado. Hannah, mantuvo a Amanda a una distancia considerada, sosteniéndola aun de su camisa roja manga larga. Permaneció unos segundos admirando sus orbes verdes, para después, sentarla en la silla que le pertenece a su escritorio.
—No me provoques —dijo en un tono autoritario—. Desde ahora en adelante, tienes prohibido pisar mis tierras otra vez. Si vuelvo a verte, no dudare en desterrarte.
Sin nada más que decir, camino a pasos firmes hacia la salida de su despacho. Dejando a Amanda aturdida y asombrada, mirando la puerta con la mente en blanco.
¿Ahora que haría?
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Fin del Cap. 39
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