
Cap. 32
Atsuko Kagari Pov
Flashback
—Señorita Atsuko, admiro su belleza en este hermoso día, ¿Le parece si la acompaño?
—Sonrió fingidamente—prefiero quedarme a solas.
—Asiento en afirmación—es una lástima. Me retirare y espero verla otro día para planear nuestro compromiso.
—Gracias, príncipe Kenji.
Admirar las bellas praderas desde una montaña, siempre ha sido mi lugar preferido para relajar mi mente y dispersarla de cualquiera esperanza de la cual mi corazón quiera aferrarse. Mi madre me entrego como un objecto a uno de los grandes reinos, comprometiéndome con un hombre que insistía en venir todos los días para conocerme y aprender nuevas cosas de mí, sin embargo, este era rechazado por mis palabras con cariño fingido, dándole a entender el desinterés que le tenía a su presencia y preguntas continuas.
—Acaba de llegar... ¿Y ya lo tiraste? —pregunto mi amiga, tomando asiento a mi lado.
—Suspiro cansada deslizando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—que importa.
—Agarra mi mano— ¿Como te sientes?
—Frustrada y exhausta del palabrerío de mi madre, deberes y aprendizaje para ser una reina —la miro con nostalgia, sonriendo ligeramente—. Quiero verla, otra vez.
La suave brisa acaricio mi cabello y pequeñas lagrimas escaparon de mis ojos, después de unos pocos minutos en silencio, gire mi cabeza y limpie las mínimas gotas que aun eran liberadas. La extrañaba, demasiado. Imploraba que ella fuera la persona con quien me casaría y pasaría a mi lado por el resto de mi vida. Era una niña de trece años aferrada a las órdenes de mi madre, no podía hacer nada al respecto; poseía la corona y estaba en todo su derecho de hacer lo que quisiera conmigo.
Ese hombre, me amo como ninguno otro, podía sentir sus sentimientos por mí y la alegría que trasmitía con una de mis sonrisas sin afecto, no era mi deber corresponderlo, solamente casarme y unir nuestros reinos. No obstante, ese compromiso se rompió abrumadoramente cuando ascendí a la corona a mis dieciséis años y acabé con él. Ese día, admire su rostro de compasión y tristeza, no queriendo separarse de mi lado, pero... no lo amaba como el hacía conmigo; no lo quería; no lo deseaba; no sentía nada, era una piedra; literalmente. Escondiendo en cada escombro de mi corazón, sentimientos de amor nacidos por una Kaiser.
—Lo sé —acaricia mi rostro—, no tienes por qué sonreír para mí —se acerca un poco más, dándome un abrazo consolador—. Se que no estás bien e intentas ocultarlo tras una sonrisa, pero, conmigo puedes ser tu misma. Estaré apoyándote en cada decisión que tomes; en cada circunstancia dada; en cada momento que se te ocurra una tontería...
—Rio levemente, correspondiendo su acción—
—Las otras harían lo mismo por ti, estamos para ayudarnos mutuamente.
Cariño y consentimiento de una amiga de cabellos rubios, amante a la lectura, ojos celestes y pecas que adornan su rostro, reanimaron mi corazón. Sin embargo, una parte siempre se mantuvo destruida; no queriendo aceptar el hecho de mi distancia con la Kaiser que inicio una guerra tiempo después. Ignoraba ese diminuto trozo de esperanza que vivía en los más profundo de mi corazón, trataba de entrar en conciencia de que lo provocado y hecho, paso por una razón. No obstante, cuando leí su carta de aceptación para reencontrarnos, ese pedazo salió a la luz y sin dudar, dejé fluir algunas emociones de felicidad y una sonrisa soñadora.
. . .
—Siendo la reina, no ha cambiado en su manera de ser, Atsuko.
—Me pongo de pies y sacudo mi vestido—estaba algo tarde —me excuse, despojando una rama de mi cabeza.
—Está bien —suspira—. Puedes comenzar a hablar sobre el tema cuando quieras —dijo con una expresión neutra, manteniendo su postura firme.
Definitivamente, el día más feliz de mi vida. La volví a ver, como deseaba hace mucho tiempo.
. . .
—Atsuko, espero que su estadía en este lugar no la esté agobiando —pregunto, levantando sus orejas mientras se encuentra sentada en la silla de su despacho.
—Por supuesto que no —junto mis manos detrás de mi espalda.
—¿A qué has venido? —dijo sin mirarme, escribiendo en sus documentos.
—Me acerco lentamente y observo el alrededor—
La primera vez en su oficina luego de permanecer cinco meses en su palacio y recibir rechazos constantes por su odio hacia los humanos. A primera vista, era totalmente sorprendente lo espacioso y acogedor que podía llegar a hacer. Las cosas que poseía y el silencio que abundaba, hacía que el ambiente se sintiera más tranquilo y conforme; seguramente lograría dormir complacidamente una noche en el sofá.
—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunto, después de observándome por unos largos minutos que permanecí contemplando el lugar sin decir una sola palabra.
—L-lo siento... —me ruborizo avergonzada, dirigiéndole la mirada —. Ve-venia para saber... sí...algún día podríamos salir, juntas.
—Me encontrare muy ocupada en estos días.
Oh...
—Agacho mi cabeza—
—Se levanta—pero podría hacer un espacio en mi agenda. ¿A dónde te gustaría ir?
—Sonrió ampliamente, mirándola con alegría—
¡Si! ¡Acepto!
. . .
—¿Por qué no me dejas verlo?
—¿Por qué quieres verlo?
—¿Comprobar su apariencia?
—Mi animal no ha cambiado en nada, reina Atsuko. No es algo que le deba interesar.
—Lo hago —sonrió, acostando mi cuerpo en el césped.
Las praderas de las tierras del Oeste, las considere más hermosas y relajantes que las mías. Permanecer en ese lugar con la líder; disfrutando de la tranquilidad entregada. Creaba un sentimiento de seguridad, conformidad y anhelo... Mis sentimientos de amor ocultos salieron de su escondiste; de eso me encontraba segura, pero, la inseguridad llego tiempo después, cuando ella comenzó...a pasar días con una Kaiser en específico.
. . .
—¿Por qué? ...
—¿Segura quieres saber la respuesta de eso?
—Definitivamente —respondí, manteniendo mis manos juntas y cabeza baja.
Teniendo la oportunidad de acabar con mi vida, no lo hizo y eso me confundió demasiado, llegando al punto de invitarla a mi habitación para hablar de ese tema. Numerosos meses había deseado morir; acabar con mi vida y comenzar una nueva, renacer. ¿Porque ella no me asesino? Contando con la posibilidad de un plan exacto. Leí sus papeles y pasaron tres días desde ese momento. Estando sentada en el borde de mi cama con mi mente hecha un lio, no lograba descansar correctamente y la duda comenzaba a atormentarme.
—No quería lastimarte.
—Rio burlonamente en un tono bajo—
No podía decirlo enserio, luego de todas esas guerras y miradas contundentes que me lanzaba en pocas ocasiones, era contradictorio.
—¿Y si yo hubiera querido que lo hicieras? —me pongo de pies y camino despaciosamente en donde se encuentra parada; observando mis acciones.
—¿Porque desearías eso? —dijo con una voz seria, cambiando su expresión a uno de molestia y extrañes.
—Sonrió levemente, posicionando mi mano en su mejilla—hay cosas de mí que desconoces, querida.
—Tensa su mandíbula, mirándome con duda y nervios—
Provocar esos cambios de actitud de su persona, me intuía a pensar en el control que tenía sobre ella, queriendo aprovecharme. Sin embargo, jamás lo hice y esos puntos débiles me dieron a conocer poco a poco el sentimiento escondido y retenido en su corazón.
Tomé distancia y le di la espalda, cruzando mis brazos y bajando la mirada, agradeciéndole claramente por haber venido a mis aposentos para hablar de ese tema. Recuerdo que, pasaron varios minutos en silencio y cuando estuve por darme la vuelta y preguntar sobre su aun estadía en mi habitación. Sus brazos rodearon mi cintura, sorprendiéndome y confundiéndome en el instante. Quedamos inmóvil unos segundos que me parecieron eternos, sentí su respirar cerca de mi cuello creando que un escalofrió recorriera esa zona y un jadeo mínimo escapara de mis labios. Arrugué un poco mi frente al sentir sus uñas ascender lentamente por mi abdomen; encima de mi camisa, e instintivamente en esa oscura habitación, solté un suspiro de satisfacción por la sensación agradable entregada a mi cuerpo. Me encanto su cercanía... Comenzando a sentir la temperatura de mis mejillas aumentar.
—Jamás te haría daño —susurro, inhalando dulcemente el aroma de mi cuerpo y acariciando de manera sutil las palmas de mis manos.
Fin del Flashback
—Frunzo el ceño, retando a la líder del Oeste, a lastimarme—
Frente a mí, se haya un gran animal de pelaje blanco descontrolado por la droga inyectada en su cuerpo. El plan número dos de los Baristar; hacer que la líder más fuerte luche en nuestra contra nosotros. Sali del circulo al percatarme de sus acciones inconscientes; sin importarme de los pocos Baristar que se encuentran y lo que están por venir. Sus pupilas dilatadas de color azul profundo, hacen contacto visual con mis esferas rubíes brillantes. Su cuerpo tiembla por la adrenalina que está sintiendo, su respiración es acelerada y de su boca sale una pequeña cantidad de espuma. Ella...atacara a todo lo que se mueva en este lugar; hasta que pase el efecto de la droga. Debo hacer que use esa energía que corre en sus sistemas contra los Baristar; convencerla que no somos el enemigo.
Cuando me posicione en el centro del salón y estuvo a punto de hacerme daño, sus garras desviaron la dirección, clisando en el lado izquierdo de mi persona. El lugar se encuentra en total silencio, mis amigas me contemplan desde la distancia y la líder del Sur me observa con desaprobación. Ella, recibió un golpe brusco de parte de Diana al tratar de sostenerla; dislocándole el hombro, pero, está la volvió a acomodar en su sitio, haciendo un gesto de molestia.
Estire mi mano sin miedo, hundiendo mis dedos en el pelaje de su hocico, acariciándola lentamente. Su cuerpo reacciono ante mi tacto queriendo apartarse, pero a la vez no, negando la última acción y manteniéndome en la misma posición, mirándome con rabia. Hace unos momentos ataco a cinco de los Kaiser y parecía una bestia descontrolada, pero, ahora...está bajo mi mando. La hembra de los líderes, tienen más sumisión contra los machos en estas circunstancias; al unir los lazos, estos crean una conexión y deseo mutuo que comparten en diferentes ocasiones, dada la oportunidad.
Ladee mi cabeza hacia la derecha, causando que ella cerrara su mandíbula e hiciera lo mismo; sus músculos se contraen e intenta retener la desesperación de su cuerpo al desear moverse y seguir peleando. Su mano derecha se levantó y ubico encima mío, nuevamente me mostro sus dientes en agresividad y cuando este cayo...fue a mi lado; enterrando sus uñas en las baldosas lentamente y respirando agitadamente.
—Buena chica... —susurre, llevando mi otra mano a su hocico.
Me acerque y deposite un beso en la punta de su nariz, su cola inevitablemente empezó a moverse de manera ligera. Voltee a ver al comandante con un semblante serio. Despaciosamente quite mis manos y las coloque a mis contados. Diana se levantó y posiciono atrás mío con una postura violenta contra a los Baristar frente a mí.
—No puedo creerlo... Eso debi-
—Necesitan sobrepasarme para tratar de manipular a la líder del Oeste —arrugo el entrecejo—. ¡Y ninguno de ustedes! ¡Está a mi nivel! —extiendo mi mano bruscamente, en dirección a los Baristar que comenzaron a saltar los muros.
Diana actuó de inmediato y empecé a organizar los otros Kaiser que sobrevivieron a la batalla anterior. Volví al círculo sin despegar mi mirada del comandante que empezo a combatir.
Blair: ¡Eso fue increíble!
Avery: ¿Como pudiste hacer que entre en razón?
—La miro con un semblante serio—larga historia. Hagamos nuestra parte, revisaremos las habitaciones y enfermería, la líder del Norte requiere medicamentos enseguida.
Ninguno de los Baristar se haya en el palacio y no creo que entren tomando en cuenta la pólvora que tenemos a nuestra disposición. Me siento un poco mareada con mínimas ganas de vomitar, pero debe ser debido a la presión de las circunstancias. Sin embargo, deseo sentarme e intentar tranquilizarme; tengo el presentimiento que esas ganas aumentaran si no tomo un descanso de unos minutos.
Recogimos y juntamos la pólvora. Con sumo cuidado caminamos por los pasillos inferiores adentrándonos y hallando más de veinte habitaciones intactas; los cuartos de los sirvientes que fueron asesinados en sus tareas correspondientes. Suspire pesadamente y mande a depositar la pólvora en seis puertas, ventanas y esquinas de las habitaciones; elaborando un pequeño cálculo de la cantidad que poseemos.
Seguidamente, ordene al Kaiser cartero que me siguiera a la enfermería; el, carga el cuerpo de la líder del Norte. Siendo acompañada por las reinas y enfermeras, encontramos la pieza casi entera; tiene algunos escombros a los lados, pero las camillas permanecen en un buen estado, al igual que los medicamentos u otros utensilios. Use la última pólvora, para el lugar. Barbara, tendrá que permanecer esta noche en una de las camas, no podemos seguir moviéndola sin ninguna preocupación, sin embargo, mañana posiblemente se sienta mejor y pueda volver a su reino.
Me senté en una de las sillas y posicioné mi mano en mi boca, aguantando el deseo de vomitar; sabía que incrementarían. Cerré mis ojos y sintiéndome disgustada por no tener otra opción, me tragué el contenido. Lotte me observo preocupada y agarro una de las botellas de agua que perduran. Me la entrego sentándose en el asiento de alado, agradecí y empecé a beberla, vaciándola completamente.
—Estas...más pálida de lo normal, ¿Estas bien?
—E-estoy bien... —recuesto mi espalda—. Solamente es la presión —cierro mis parpados, colocando mi brazo derecho en mi frente.
He comenzado a sudar y no siento mucha calor en este instante, el mareo nuevamente apareció y....me ha dado hambre. Esta por oscurecer y ninguna de nosotras hemos cenado, en el patio trasero de mi palacio se hayan algunos frutos que podemos sustentar en esta noche, también...usar un poco del agua de lluvia para asearnos en seco podría ser una buena elección. Las enfermeras se encargan de curar las heridas de Barbara y las reinas piensan...en algo, no me interesa, el mareo me tiene...aturdida... mis senos se sienten sensibles...y una necesidad de tener a Diana en este momento me agobia... Seguramente se pase y en unos minutos me sienta mejor.
—Akko, dime lo que sientes —hablo Lotte.
—La miro—no es importante, estaré bien.
—Frunce el ceño, mirándome de manera interrogativa—
—Sonrió extrañada— ¿Qu-que sucede?
—Baja la mirada, llevando una mano a su mentón—nada, simplemente una loca suposición mía.
—Levanto una ceja—
—Vuelve a mirarme—no te preocupes, creo que tienes razón. La presión del momento debe tenerte de ese modo —hace una pausa ligera—. Siente cómoda y si necesitas algo, avísame —da palmadas leves en mi hombro y se levanta, encaminándose a la camilla de Barbara en donde las enfermeras preparan las inyecciones.
Qué raro... Al menos, estamos a salvo...por ahora. Estaré tranquila cuando me encuentre en el palacio de Diana y dudo poder dormir esta noche. Por una extraña razón mi estomago se siente un poco revuelto y eso que no he comido; debido al hambre, creo...o tal vez ingerí algo anteriormente que no me cayó bien, posiblemente haberme tragado mi vomito. Necesito a Diana... ¿Cuánto demorara?, tampoco puedo exigirle tanto...pero, la deseo mucho en este momento...
—Akko... —llamo Amanda.
—Volteo a verla— ¿Que sucede?
—Hace una mueca insegura, mirando mi mano en mi abdomen—creo... —aclara su garganta—. Mejor, háblame de los Kaiser —se sienta a mi lado.
—La observo confundida—
—Ya sabes...para matar el tiempo —sonríe inquieta.
—Rio levemente—ahora que me lo recuerdas, tengo un par de preguntas que hacerte respecto a la conversación anterior.
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Fin del Cap. 32
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