—¡Sorpresa! —gritó Lucifer al tiempo que Alastor encendía las luces de su habitación.
El demonio de la radio, quién portaba ahora una corona sobre su cabeza, un traje más elegante de color rojo y una gran capa, miro con asombro a su esposo.
Lucifer llevaba tan solo un pequeño traje ajustado sobre su cuerpo, era de cuero negro, se adaptaba a la perfección a su figura, sobre su cabeza, dos orejas de conejo sobresalían, moviéndose con algo de entusiasmo ante la llegada de quién esperaba.
Una gran sonrisa se dibujo en el soberano, quién se acercó para dar un beso en los labios del rubio.
—¿A qué debo tan maravillosa sorpresa? —sus manos se posaron sobre la estrecha cintura de su amado.
—No lo sé, hoy ha sido un día muy ocupado para el Rey... —beso dulcemente sus labios—, y no me dejas salir ni un ratito con Charles, quieres hacerte cargo de todo...
—Eso es, porque nuestro futuro bebé no necesita demasiado ajetreo —Lucifer se dejó caer en la cama, haciendo que Alastor lo siguiera.
—Tuvimos suerte con Charles, y no volveré a dejar que sufras más preocupaciones de las necesarias —su lengua comenzó a recorrer un camino, desde el cuello hasta los hombros del Rey—. ¿Puedes culparme por querer ser un buen padre?
Un leve gemido salió de los labios de Lucifer—. Eres más que solo un buen padre... —jadeo.
—Eres un buen Rey... —otro gemido se le escapó cuando las garras de Alastor rasgaron su traje, dejando al descubierto su pecho—. Un buen esposo y sobre todo... Eres bueno en el sexo.
Alastor soltó una risa antes de repartir mordidas sobre el pecho y cuello de su esposo, haciendo que el de baja estatura soltara leves quejidos de placer, inundando la habitación más grande del palacio Morningstar.
—¡Mamá! —escucharon ambos en el pasillo.
Lucifer alejo a Alastor con fuerza, haciendo que esté no pudiera caer adecuadamente en la cama y cayera al piso con fuerza.
—¡Lo siento, lo siento! —se acercó a su esposo, cuando su hijo entró corriendo a la habitación envuelto totalmente en llanto.
Lucifer chasqueo los dedos, haciendo que su ropa cambiará en su habitual pijama con estampado de patos, acercándose ahora a su hijo, quién tocaba su cabeza con insistencia.
—Carajo.. —el Rey del infierno se levantó del suelo, mirando a Lucifer con cierta molestia.
—Ya te dije que lo siento —acaricio las mejillas de su hijo, buscando rápidamente entre su cabello si había recibido un golpe o una herida por algo.
—¿Qué sucede, Puiule?
—¡Me duele mami, me duele mucho! —sollozo entre los brazos de su madre, acurrucandose en su pecho.
Alastor no pudo sentir más que envidia por la manera en la que su adorado hijo se frotaba contra el cuerpo de su esposo, buscando inútilmente algún tipo de consuelo o alivio.
—¿Qué sucede? —finalmente se acercó, acariciando la parte en la que Charles se tocaba—, ¿Te has pegado mientras jugabas?
—No papi... —chillo el niño, haciendo que Lucifer mirara a su esposo.
—Tal vez sea jaqueca... Sabes que te dan cuando no duermes adecuadamente, Puiule.
—Pero he dormido bien mami... Haz que deje de doler...por favor...
Pese a tener solo seis años, Charles era un niño que hablaba bastante bien y se relacionaba de maravilla con los adultos que le rodeaban.
—Seguro que te has pegado con algo —el demonio cargo al niño, haciendo que esté recargara su cabeza en sus hombros, mientras el acariciaba su espalda y comenzaba a cantar una canción.
Close your eyes
Have no fear
The monster's gone
He's on the run
And your daddy's here
Beautiful, beautiful, beautiful
Beautiful boy
Beautiful, beautiful, beautiful
Beautiful boy.
Susurro el demonio para su hijo, quién, cansado de llorar y arrullado por el canto, termino dormido sobre el hombro de su padre.
—Eres el mejor padre que pude elegir para mis hijos, ¿Sabes?
Alastor sonrió orgulloso de eso.
—Sí, es bueno saber que pese a todo lo que ha pasado, no te arrepientes de estar a mi lado.
Lucifer sonrió dulcemente antes de acercarse a su esposo e hijo. Alastor lo rodeo con su brazo disponible, haciendo que los tres estuvieran juntos en una especie de abrazo familiar.
—Te amo, Alastor —susurro.
—Oh Lucifer, yo te amo aún más.
—¿Qué crees que le pase? —murmuro preocupado.
—Bueno, a juzgar por la edad y la zona que le duele, me parece que nuestro adorado cervatillo está a punto de conseguir sus primeras astas.
—Como si no fuera suficiente que saliera igualito a ti. ¡Parece que te he fotocopiado! —exclamó con dramatismo.
—Tonterias, tiene tú cabello rubio, esas mejillas adorables y los ojos azules de tú forma angelical. No es todo yo.
—¿De verdad? —se cruzó de brazos—. Las orejas, la cola, las astas, la sonrisa, sus manitas, su manera de hablar.
Alastor, solo te he fotocopiado.
Alastor soltó una risa baja para no despertar a su hijo—. Lo que tú digas querido.
En el cielo, Dios miraba a sus nietos jugando en el césped, mientras su bisnieta se encontraba sentada a su lado.
Charles pasaba casi todos los domingos en el cielo en compañía de su abuelo, y de su primo, Morrigan, el hijo de Azrael y Leroy era tan solo un año menor que el príncipe del infierno.
Charles y Morrigan pocas veces llegaban a coincidir, pero cuando lograban hacerlo, eran imparables.
El primogénito de Azrael tenía el cabello negro y unos maravillosos y hermosos ojos azules, su piel era pálida y su sonrisa era tan encantadora como la de Leroy.
Había heredado el don de sus padres, podía leer la mente, como también controlar las muertes.
Charles, por otro lado, con cada día que pasaba, su fuerza aumentaba. Hacía poco había optado una nueva faceta. Cómo si sus alas de ángel no fueran suficientes, y su cola de ciervo no se transformará en una demoníaca, ahora también sus orejas se convertían en cuernos de carnero con cada rabieta que hacía.
Lucifer y Alastor habían estado criando muy bien al anticristo, Charles no era un mal niño, pero estaba extremadamente consentido por todo mundo, incluyendo a su abuelo, quien, de cumpleaños por sus seis años, le dio la dicha de tener su propia aureola, haciéndolo sentir parte de la comunidad angelical cada que iba de visita.
—¡Te gane! —Charles alzó el vuelo tras sacar sus alas, eran grandes, más grandes que el promedio, y negras como la noche. Incluso parecían las alas de un futuro arcángel.
—¡No es justo! —Morrigan alzó el vuelo. Sus alas eran grandes, pero del tipo que poseían los serafines, igual a su padre Azrael. La tonalidad de sus alas era blanco con algunas plumas negras, producto de la combinación entre el ángel de la muerte y Leroy.
—Lo es —sonrió orgulloso—, el príncipe del infierno siempre gana.
Morrigan se cruzó de brazos totalmente indignado. Le costaba aceptar que su primo era más grande que el promedio de niños angelicales.
Charles poseía una fuerza fuera de lo común, era capaz de romper huesos si aplicaba más fuerza de la debida en alguna ocasión.
—Niños —llamo Dios al tiempo que cargaba a Neha—, es hora de la cena.
—¡Vamos! —gritaron ambos antes de bajar al suelo y correr hacia su abuelo.
—Abuelito —Morrigan daba pequeños saltos mientras caminaba.
—Dime.
—¿Es verdad que Charles es el anticristo?
—¿Qué es el anticristo? —preguntó el rubio con curiosidad—, ¿Es un pastel?
—¿Dónde has escuchado esa palabra? —cuestiono, viendo a Neha totalmente dormida en sus brazos.
—Escuche a mi tío Amenadiel decir que Charles era un anticristo —abrió las alas para volar un poco, quedando a la altura de su abuelo.
—¿Qué soy que? —cuestiono nuevamente el niño totalmente impaciente.
Su abuelo negó antes de reír—. Esa, es una plática que tendremos los tres después, es importante que conozcan ese tema, pero, por ahora, solo deben preocuparse por jugar y gastar toda esa energía extra que tienen.
—Entonces, sí acepto, ¿Podré ser muy poderoso? —Francis, de ahora seis años, miraba a Charles con cierta desconfianza.
—¡Claro, serás uno de los demonios más poderosos de todo el infierno, serás un soberano, como tú papá! —su sonrisa se ensanchó más, sus ojos azules brillaban y sus pequeñas astas empezaron a crecer al tiempo que extendía su mano—, ¿Tenemos un trato?
—No lo sé Luz...
—¡Oh, vamos! —un brillo verde azulado rodeo su mano—, eres tú quien quiere ser igual a su padre.
Francis dudo un poco, extendió la mano, pero Husk lo jalo antes de que tocará siquiera la mano del príncipe.
—Te he dicho que dejes de tentar a mi hijo —gruño el demonio soberano, pero Charles se encogió de hombros, totalmente despreocupado.
—Vamos querido amigo —Alastor apareció de la nada, con las manos tras la espalda y esa gran sonrisa que lo caracteriza—, ¿No sería maravilloso una tradición familiar?
Mi maravilloso hijo, con el alma de tú hijo, ¿No te trae buenos recuerdos?
Husk puso mala cara—. Definitivamente no
El demonio Radio soltó una carcajada, mientras su mano se posaba en el hombro de su primogénito.
—Exageras, mí buen amigo.
—¿Eres un monstruo? —preguntó Francis.
Charles soltó una leve risa, antes de dar media vuelta y poner sus manos tras la espalda.
A su corta edad de ocho años, ya se estaba forjando de una personalidad un tanto extravagante. Tenía muchas manías y demasiadas preguntas, lo que solía llevarlo a situaciones donde su enojo rebasaba el límite de lo normal y adquiría una nueva forma.
A los tres, con su primer berrinche, fue cuando sus alas aparecieron.
A los cinco, su cola de venadito cambio a una demoníaca.
A los seis sus orejas se transformaban en cuernos de carnero.
A los ocho, cuando se molestaba en gran medida, aparecía su aureola, tan negra como el color de sus alas.
De momento, sus ojos seguían siendo azules, y en ocasiones, escuchaba a su abuelo decir que ese pequeño detalle, lo hacía pensar que no era el villano de la historia.
¿Qué pasaría con él cuando perdiera el control por completo?, esa idea lo aterraba, esa idea lo hacía temblar de la nada y le provocaba noches de insomnio, le generaba vómito y lo mantenía alerta.
Él no quería ser un monstruo. Era un niño sumamente listo y curioso, escucho a le gente del infierno murmurar sobre él, en el monstruo qué se convertiría y peligro que representaba para los tres mundos.
Un mareo lo hizo sostenerse con fuerza de la pared, y Lucifer, quién iba pasando acompañado de sus gemelas, miró a su hijo con preocupación.
—¿Charles...? —el niño no respondió, solo llevó su mano hasta su pecho—, ¿Qué te pasa? —el Rey estaba asustado por el actuar de su hijo—, ¡Alastor!
El mencionado apareció de inmediato, preocupado por el grito de su marido y esa preocupación solo creció más al ver a su hijo de ese modo.
—¿Qué sucedió?
—No lo sé...solo está así...
Alastor se acercó al menor, lo vio temblar y respirar bajo pero con dificultad.
—Puiule —murmuro el venado—, ¿Qué sucede?
—¿Soy un monstruo...? —su voz apenas era audible, le costaba dejar de temblar y poder respirar.
—No, no eres un monstruo —tomo entonces las manos de su hijo, mientras sus tentáculos cargaban a sus hijas, dejando que Lucifer se acercará.
—¿Quién te ha dicho eso?
—La gente habla de eso... No soy estúpido mamá... Se que todos corren y se esconden de mí, he visto sus miradas y acciones.
—No eres estúpido, eso lo sabemos bien —acomodo su cabello—, eres más listo de lo qué tú padre y yo podríamos comprender.
—Tampoco eres un monstruo —Alastor le acaricio la mejilla—. La gente siempre le teme a lo que no conoce o no puede controlar, pero no eres un monstruo.
Los monstruos son criaturas, demonios, angeles y personas con maldad en su interior, aquellas que solo saben hacer el mal y ven por ellos mismos. Tú no eres nada de eso, Puiule.
El niño asintió, pero no estaba del todo convencido.
—Yo era un monstruo —afirmó el Rey con pesar.
—Alastor, sabes bien que no lo eras...
—Era un monstruo —Charles lo miró atento—, la clase de monstruo que solo pensaba en su bienestar, importando poco sí eso dañaba a los demás.
Pero con el tiempo, entendí que... había cosas más importantes que el poder o la posición social.
No eres un monstruo, Puiule, eres un buen niño, uno que se convertirá en el futuro Rey del infierno cuando tú madre y yo decidamos jubilarnos.
—Y ni te emociones —el ángel caído beso sus mejillas—, deberás demostrarnos que eres digno de tal honor.
—¡Yo lo soy!
—¡Pero claro que lo eres! —el demonio de la radio cargo a su hijo, mientras Lucifer retomaba a las gemelas en brazos.
—Sabes, Puiule, creo que podrías empezar a recolectar almas en otro lugar y de paso, probaras otras cosas.
—¿Qué cosas?
Alastor sonrió antes de susurrar.
—La carne del barrio caníbal.
Alastor se encontraba sentado en uno de los sillones dentro de la biblioteca del palacio, tenía la costumbre de ir a leer ahí cada día antes de la cena, mientras su esposo se encargaba de hacer más patos para su colección, su hijo mayor estaba en su habitación y sus adoradas gemelas dormían.
Esa era una rutina a la que él ya se había acostumbrado y que no cambiaría por nada.
Un ligero ruido proveniente de la entrada de la biblioteca lo hizo levantar la vista, encontrándose con su esposo en pijama y con una sonrisa.
—Charles se ha quedado dormido, las gemelas están en el séptimo sueño —murmuro mientras se acercaba.
—¿El palacio está en silencio?
—Eso parece —cuando estuvo frente a su marido, quitó el libro de sus manos y lo dejo de lado, sentándose ahora en sus piernas.
Alastor sonrió con satisfacción, mientras enterraba su nariz en el cuello de su esposo.
—Estaba pensando...
—Ajá.
—¿No deberíamos tener otro bebé? —soltó un suspiro cuando Alastor mordió levemente su cuello.
—¿Otro bebé? —lamió un poco la zona, mientras sus manos apretaban su cintura.
—No lo sé querido, porque no soy particularmente fanático de los número impares.
—No sería un número impar.
—Lo es —sus manos se metieron por debajo de la pijama, acariciando y apretando la pálida piel de Lucifer, haciendo que esté gimiera bajo—. ¿Ya no sabes contar, mi amado Lucifer?
El Rey comenzó a balbucear tonterías, pues su cerebro no procesaba los números y el placer al mismo tiempo.
—¿Cuántos hijos tenemos?
—Ah... No...no sé...
Alastor soltó una risa antes de besar sus labios.
—Tenemos cuatro, querido.
Charlie, Charles, Amiyah y Arisha.
El ángel asintió sin prestar atención, acomodo mejor su cuerpo, dándole libre acceso a su amado para hacer lo que quisiera.
—¿Y sí los niños despiertan? —el soberano chasqueo los dedos, encantando la entrada a la biblioteca para que nadie pudiera pasar.
—Ya no lo harán...
—¿Seguro? —se levantó de su lugar, con el Rey pegado a él.
Entonces Alastor lo empezó a besar, Lucifer se dejó guiar desde el primer momento, y en algún punto de aquella lucha de sus bocas, el demonio de la radio recargo la espalda del Rey contra uno de los libreros, moviéndolo un poco, y haciendo que un par de libros cayeran, generando un ruido sordo.
Lucifer amaba eso, amaba sentir como Alastor tomaba el control y lo hacía perder la razón con el solo roce de sus dedos.
Sus piernas rodearon la cintura de su esposo, y sintió en poco tiempo aquel gran bulto contra su cuerpo.
—Ah... ¿Lo haremos en la biblioteca? —parecia apenado—, Charles si puede desactivar mi magia...
—Es una verdadera pena, querido —sus hábiles manos quitaron la pijama del Rey, mientras sus tentáculos lo cargaban, dejando al demonio el libre acceso para quitarse esa estorbosa ropa—, tendrás que quedarte muy calladito, porque dudo mucho que quieras traumar a un niño de tan solo nueve años.
—Alastor no, aquí no es... —sus palabras fueron cortadas abruptamente cuando la mano de Alastor acaricio su miembro y después bajo para penetrar su vagina.
—¿Qué decías? —solo tenía dos dedos dentro, pero sabía bien que a Lucifer podría bastarle un par de caricias para empezar a delirar. En realidad, le sorprendió la breve claridad que tuvo para pensar en el lugar donde estaban.
Pero eso ya no importaba, los gemidos de su esposo eran todo lo que se escuchaba en ese lugar donde se suponía, se debía guardar silencio.
Finalmente tenían un tiempo para los dos, después de tres largos años podían volver a tener un momento donde nadie los molestaría en un buen rato, y eso, esa simple idea, ponía a ambos reyes en un estado parecido al celo de un animal.
Los tentáculos de Alastor sujetaron con fuerza a Lucifer, uno de ellos empezó a joder la boca del ángel, fingiendo estocadas que lo hicieron soltar lágrimas y gemidos ahogados de placer.
Alastor, por su parte, aparto sus dedos, se agachó un poco y dejo que su larga lengua penetrara la entrada de su adorado marido, sintiendo como se retorcía por la húmeda intromisión, desatando descargas eléctricas por todo su cuerpo.
Lucifer sollozaba y gimoteaba bajito, su cabeza estaba nublada por el calor del momento. Cuando aquel tentáculo abandono su boca, no pudo más que soltar un lastimoso gemido ante el oral que Alastor le hacía.
Estuvo a punto de llegar a su límite, se sentía tan cerca su orgasmo que se le complicaba pensar con claridad o mantener su boca cerrada para callar sus gemidos de placer.
—No sería divertido sí solo tú puedes disfrutar del placer —murmuro el demonio cuando salió de su cavidad, lamiendo sus labios, deleitándose con la escena morbosa que tenía frente a él.
—No seas cruel... —sollozo impaciente ante no poder llegar a su orgasmo—, sabes que esto es crueldad...
—¿Lo es? —sus manos desataron ágilmente el cinturón de sus pantalones, ocultando un poco el bulto que ya se había formado.
—Dime, majestad —susurro contra el oído del Rey, quién sintió un escalofrío recorrer su cuerpo—, ¿Quieres tú tan anhelado orgasmo con mi lengua dentro o prefieres que siga jugando?
Era una propuesta tentadora. Sí bien deseaba sentir esa descarga de placer con urgencia, también era cierto que requería saber que clase de jueguitos tenía en mente su marido.
Con los labios temblorosos, Lucifer logro pronunciar una oración—. Sigue jugando, por favor —y después, ahogo otro gemido cuando su esposo mordió su cuello a modo de recompensa por su respuesta.
El control y los pensamientos racionales fueron algo que Lucifer perdió con rapidez, cuando su esposo comenzó a frotarse un poco contra el, mientras su lengua y sus dientes se enterraban y jugaban en su peilz especialmente en el área alrededor de sus pezones y con los mismos.
Las manos del ángel caído recorrían el cuerpo de Alastor, rasguñando de vez en cuando y jalando su cabello con fuerza cuando alguna de esas mordidas realmente le dolían.
Alastor amaba marcar ese fino lienzo en blanco, dejar en claro que, aunque nadie viera por debajo de la ropa de su esposo, era suyo. Tal vez sonaba algo posesivo y tóxico ese tipo de pensamiento, pero, a como el demonio veía las cosas, le había costado enamorarse, morir, revivir, ganarse de nuevo a su amado, pelear contra ángeles por segunda vez y enfrentarse al reto de ser padre para seguir a su lado.
Tenía todo el derecho de reclamarlo como de su propiedad. Ni Dios había hecho tanto por Lucifer.
Con desesperación libero su miembro, acomodo a Lucifer bien contra el librero, el cual se volvió a mover, tirando otros libros. Con cuidado entro, y Lucifer solo pudo gemir alto por la sensación que había estado esperando.
—¿Mamá? —la voz de Charles se escuchó desde el pasillo que conducía a la biblioteca.
—Carajo... —murmuro Alastor mientras tapaba la boca de su esposo con fuerza, haciendo que todo sonido proveniente de él fuera casi imperceptible.
—¿Papá? —el niño camino hasta quedar frente a las puertas cerradas del lugar, era extraño, su padre odiaba mantener las puertas cerradas mientras leía.
Alastor camino hasta uno de los pasillos más alejados de la entrada, Lucifer gemia bajo ante el movimiento, pues, sí Alastor caminaba daba leves estocadas en su interior.
El demonio Radio invoco a unas cuantas sombras, para acomodar todo.
Charles chasqueo los dedos, quitando el encantamiento de Lucifer y entrando finalmente a la habitación.
—¿Papá?
—Calladito, mi amor —susurro al Rey, mientras comenzaba a penetrarlo con fuerza, haciendo que el Rey tuviera que morderse la palma de la mano para no gemir—, ¿Qué sucede Puiule?
El niño comenzó a caminar, buscando a su padre—. ¿Dónde estás?
—Estoy.... revisando unas cosas sobre la magia vudú.
—¡¿Puedo ayudarte?!
Alastor enterró los dientes en la piel de su esposo, callando sus gemidos pero haciendo que al Rey se le escapara uno.
—¿Papá?
—Es peligroso Puiule —jadeo un poco—, y sabes que tú madre no me permite enseñarte vudú que sea peligroso para ti.
—No es justo...
—¿Por qué no buscas a tú madre y le pides permiso? —acelero sus estocadas y el pobre Lucifer estaba en su límite, necesitaba que su hijo se fuera para poder gemir como un animal en celo.
—¡Esta bien!
Los pasos del niño corriendo les indico que se había alejado. Alastor chasqueo sus dedos, haciendo una nueva barrera, pero ahora con magia vudú.
Quitó la mano de su esposo y dejo que gimiera alto, inundando el lugar con la voz del Rey y ese choque húmedo que empezaba a hacerse presente.
Con un largo gemido, ambos alcanzaron el orgasmo, jadeando por el ritmo acelerado de las cosas.
Lucifer río bajo antes de besar a Alastor.
—La próxima vez, iremos a nuestra habitación —susurro aún agitado.
—La próxima vez, lo haremos en la sala —reto con una sonrisa antes de besarlo con dulzura.
Francis, Neha, Morrigan Y Charles se encontraban en una de las habitaciones del hotel, perteneciente a un tipo que supuestamente buscaba la redención.
Charles, que era el mayor de todos los presentes, estaba sentado en uno de los sillones que había en la habitación, leía un libro que encontró por ahí sobre como los humanos invocan demonios para adquirir cosas.
Francis y Neha buscan por debajo de la cama y bajo los muebles, mientras Morrigan cuidaba la entrada.
¿Qué hacían cuatro niños husmeando en la habitación de un huésped?
Pues, aquel tipo había molestado a las hermanas menores de Charles. Amiyah y Arisha estaban jugando, cuando aquel tipo ebrio se acercó para tratar de “jugar con ellas”.
Su padre estaba presente y le dejo claro de una manera demasiado educada que no lo queria cerca de sus hijos.
Charles no estaba conforme con eso, la gente se aprovechaba de que su madre estuviera casi por parir a su hermano, para creer que tanto su padre como él y sus hermanas no tenían el derecho de ser parte de la familia real.
—Ya viene —Morrigan miró a Charles, quién cerro el libro y miro a su tía y amigo.
—Arriba —ordenó, a lo que Neha y Francis obedecieron.
—¿Qué hacemos? —la niña parecía preocupada.
—Tienen alas, ¿No? —los tres niños asintieron—, ahí hay una ventana, solo vuelen y váyanse de aquí.
—No se supone que te deje la solo...
El príncipe puso mala cara, el resto solo pudo obedecer y salir como él había ordenado.
Poco después, el hombre entro, notando de inmediato la figura del pequeño príncipe en el sillón con uno de sus libros sobre sus piernas.
—¿No crees te equivocaste de cuarto?
—No, en realidad estoy en el cuarto correcto.
—Largo, no me interesa sí te crees el príncipe.
La única qué tiene el verdadero título es tú hermana, así que, largo.
—Esa no es manera de hablarle a tú futuro Rey.
—¿Futuro Rey? —soltó una carcajada—, sí, y yo soy el anticristo.
Charles sonrió, tras él, una sombra como la de su padre se formó.
El niño se levantó y miro al hombre frente a él.
—Te prohíbo que te acerques a mis hermanas —sus orejas crecieron y se transformaron en sus cuernos de carnero.
—¿Qué carajos? —retrocedió rápidamente.
Charles sonrió un poco más, sus alas negras salieron, su aureola se hizo presente, su cola cambio, sus astas se hicieron significativamente más grandes y sus ojos azul cielo cambiaron a un rojo escarlata.
—¿Quién decías ser, el anticristo? —el hombre negó con rapidez.
—No...no claro que no...
—¿Quién soy yo? —musito mientras sonreía.
—El...el...príncipe...
—No —emprendió un poco el vuelo, quedando a la altura de aquel demonio—. Soy tú futuro Rey —puso uno de sus dedos en el pecho del contrario.
—¿Lo has entendido bien?
—S-Sí alteza...
—Ahora, tienes suerte de que venga con mi jodida ropa fina —cunado notó que la camisa de aquel demonio estaba sucia y él la estaba tocando, le dio algo de asco—, y de que mis padres estén cerca, de lo contrario, te partiría la puta cara.
No te vuelvas a acercar a mis hermanas, y cuidado le faltes el respeto a mis padres, o a mis tres hermanas, a cualquiera, porque el anticristo irá por ti.
—De acuerdo...
—¡Maravilloso! —volvió a su forma normal, tomando el libro del sillón.
—Eso es... mío...
—¿Qué, le vas a negar cosas a tú Rey?
—¡No, por supuesto que no, mi señor! —retrocedió con miedo—, al contrario, espero que sea de su mayor agrado.
—Gracias, sí que me va a servir.
Bonjour monsieur.
Al salir de la habitación, los otros niños y sus hermanas menores lo esperaban.
Con una sonrisa les indicó que todo estaba bien y no debian preocuparse por el sujeto.
—¿Qué fue lo que te dijo? —Francis se acercó a Charles, quién retiro las manos para evitar ser tocado.
—Tuvimos una espléndida conversación al respecto, y me ha dado esto —mostró el libro—, habla de como los humanos pueden invocar demonios.
Y no solo eso —abrió el libro en una sección en especial, pues Charles tenía memoria fotográfica y sabía exactamente que página era.
—Nosotros mismos podemos ir al mundo humano
—Wow —dijeron todos al unísono.
—¿Qué hacen? —Charlie apareció con una sonrisa.
Los niños sonrieron de vuelta.
—Nada, veíamos las habitaciones —mintió el príncipe—, son muy lindas.
—Mami —Neha corrió a los brazos de su madre, quién la cargo de inmediato—, Charles tiene un libro nuevo.
—¿Ah sí? —el niño asintió con una sonrisa, aunque deseaba ahorcar a su sobrina—, ¿Y de que trata?
—Habla de la invocación de demonios al plano terrenal, las técnicas que utilizan para la invocación, materiales y animales a sacrificar.
—Wow... —acarició la espalda de Neha—, ¿No crees que es demasiado para un niño de diez años..?
—Hermana mayor, ¿Crees que mi edad es un impedimento para el mundo del conocimiento infinito? —sus manos estaban tras su espalda, escondiendo el libro—, ¿No crees que es demasiado exagerado?
—Tal vez, a veces olvidó que eres demasiado listo —el niño soltó una leve risa—. Pero, hablaremos de eso después.
Mi papá quieren que tú y las gemelas vayan, el bebé ya nació.
El príncipe torció un poco la boca y después recompuso la sonrisa.
—¡Maravilloso!
Lucifer y Alastor se encontraban en la habitación donde solían dormir cuando iban de visita al hotel. El enorme cuarto era una perfecta combinación de ambos, sus gustos se mezclaban tan bien que parecían haber encajado siempre.
Charlie entro a la habitación, con sus hermanos tras ella. Las gemelas sonreían ampliamente.
Amiyah tenía el cabello rojizo como su padre con mechones amarillos.
Su tez era medianamente morena, como la de Alastor, en sus mejillas estaba en sello de Lucifer y dos esponjosas orejas de alzaban sobre su cabeza, acompañado de un par de cuernos que terminaban en punta y de color rojizo brillante.
Arisha, poseía el cabello rubio de su hermana, con la pequeña diferencia de que los mechones que la distinguían eran de color negro. Poseía una cola como la de Lucifer en su versión demoníaca, de su cabeza también se alzaban dos pequeñas orejas rubias, pero, en vez de astas de venado, poseía un par de cuernos de carnero color negro. Su piel era tan pálida como la de Charles y en sus mejillas también se vislumbran los círculos que heredó de su madre.
Con cuidado, Charles y sus hermanas se acercaron hasta Lucifer, quién sonreía de manera amplia mientras una de sus manos acariciaba la cabeza de su nuevo hermano.
Alastor, por su parte, se dedicaba a admirar a su esposo y su nuevo bebé como si fueran lo más bello que el universo pudo crear.
—Acercate —susurro el ángel cuando notó que sus hijas corrieron a los brazos de su padre, pero Charles se quedó estático—, ven.
El niño camino hasta quedar a su lado, notando entonces a un pequeño bebé, quién tenía las orejas que caracterizaban a todos los hijos de Alastor, su tono de piel era parecido al de Amiyah y su padre, su cabello era rojizo con negro. Básicamente, era una copia de su padre, solo que, con mejillas rojizas.
Una pequeña sonrisa se formó en su labios y con cuidado tocó la mejilla de su hermano, quién se removió un poco.
—¿Cómo se llama? —Arisha se acercó hasta si madre, quién río bajito.
—¿Es niño?
—Sí, es un niño, y su padre y yo hemos decidido llamarlo Damián.
Las pequeñas rieron abrazando a su padre y después dando un beso a Lucifer.
Charles, por su parte, admiraba a su hermano.
—¿En qué piensas? —cuestiono el rubio.
—¿Él será como yo?
—¿A qué te refieres?
—¿Él también será un anticristo? —sus orejas se agacharon.
Lucifer sabía que su hijo se sentía solo, no porque no recibiera atención o porque lo hicieran a un lado, más bien, era por el hecho de ser diferente al resto.
Diferente a sus amigos, a sus hermanos e incluso a sus padres. Parecía que no encontraba su lugar dentro de alguno de los mundos.
—No lo sé hijo —su mano libre acaricio las orejas de su pequeño—, pero, sí se unas cuántas cosas.
Tú eres un maravilloso hermano mayor para Arisha y Amiyah.
Eres un buen niño, un buen príncipe y un maravilloso hombre, como tú padre.
—¿Lo soy?
—Lo eres, mi amor, ¿Verdad Alastor?
—Eres la mejor versión de los tres mundos —tomo a sus hijas en brazos—, y tanto tú madre como yo, sabemos que, cuando el momento llegué, gobernaras el infierno con la sabiduría de un buen Rey.
—¡Il tuo Re è qui!
La gente del pueblo grito y aplaudió con emoción.
Algunos llevaban carneros y otros ciervos, solo algunos pocos llevaban personas atadas que lloraban.
Charles, de quince años, se encontraba en un pequeño pueblo italiano a las afueras de Roma, la ciudad que alberga al Vaticano, el lugar más religioso de todo el mundo.
Con una gran sonrisa hizo una reverencia y bajo de aquel altar donde se había subido.
Había llegado a la etapa donde necesitaba ser reconocido para alimentar su ego. ¿El problema?, Charles no sabía dónde empezaba y terminaba esa etapa, y por él estará perfecto que todos lo tratarán así.
Bueno, en el infierno todos lo adulaban y veneraban, algunas veces más que a sus propios padres.
En el cielo eran un poco más retraídos, algunos ángeles lo admiraban y veneraban, mientras otros le hacían gestos de desagrado. A Charles ya no le importaba, o eso decía con frecuencia.
Pero, definitivamente, la tierra era el mejor lugar para ser venerado.
La gente que pertenecía al culto satánico le ofrecía animales, mujeres vírgenes y hombres fuertes. Para el joven príncipe, eso no podía ser más que perfecto.
—Tranquilos, tranquilos —pidió con una gran sonrisa.
Vestía un pantalón blanco, una camisa azul cielo, una gabardina azul rey león cubría el cuerpo, un par de guantes negros adornaban sus manos, evitando que tocará todo aquello que le daba asco.
—Mi señor —una joven de cabellos rojizos se acercó y tomo sus manos, generando una sensación de disgusto en el príncipe—, hemos esperado su llegada desde que la religión católica anuncio que el anticristo llegaría a este mundo.
—Que curioso —apartó sus manos con brusquedad—, gracias, querida.
¡Hoy es mí cumpleaños y necesito mis ofrendas!
Todos alzaron las manos y el solo pudo reír.
En realidad no necesitaba nada de lo que le darían, haría cada trabajo totalmente gratis su eso le daba el reconocimiento que creía merecer, pero, sí la gente mataba animales y humanos para alimentar su sed de sangre, jamás les diría que no.
Uno a uno, se formaron frente al altar de piedra que se encontraba en el centro del pequeño pueblo, con cabras, ciervos y humanos a la espera de ser sacrificados.
Charles, saco una daga, e hizo entrega de esta a la primer mujer en la fila. En dicha mesa, había pentagramas dibujados con sangre de los pobladores, en cada casa, signos que él ya sabía reconocer y varias cruces invertidas.
El primer sacrificio le dejo el sabor metálico en la boca, vio como el cordero era asesinado con facilidad, eso lo hizo sonreír con superioridad. El siguiente poblador llevaba un cervatillo, por un momento se replanteo si debía aceptar tal cosa, después de todo él era más parte ciervo que cordero. Pero su padre cobraba con ciervos, entonces no era tan malo, ¿No?
Su abuelo le había dicho una infinidad de veces que matar personas o que le ofrecieran personas nunca lo iba a satisfacer como esperaba. Realmente eso ya no le importaba, el sentir que una vida era ofrecida a él, le generaba un maravilloso escalofrío que recorría todo su cuerpo y lo hacía sentir poderoso y necesitado.
Cuando cada sacrificio se llevó a cabo, dio las gracias y desapareció tan rápido como llego, dejando una pequeña montaña de oro en el lugar que había desaparecido, haciendo a los pobladores gritar de jubiló.
—¡Charles! —Lucifer llamó a su hijo, quién pretendía entrar a escondidas a su habitación sin ser detectado—, ¡¿Dónde carajos estabas?!
—Mami.. —su sonrisa era nerviosa y sus orejas se movían con insistencia ante el peligro inminente—, estaba... Afuera, Francis y yo...
—No me mientas —se cruzó de brazos—, ¿Dónde estabas?
—En el mundo humano —Leroy, el esposo de Azrael sonrió cuando el joven lo miro con irritación al decir su ubicación.
—¿Qué hacías ahí?
—Nada importante.
—Leroy, ¿En qué piensa?
—No te atrevas —amenazo, aunque al ángel no le interesaba en lo más mínimo.
—Celebrando su cumpleaños con sacrificios —rió un poco ante los pensamientos del adolescente. Acaricio su abultado vientre mientras su mirada se fijo en su esposo e hijo que iban llegando.
—¿Dónde estaba el cumpleañero? —Azrael revolvió el cabello de Charles, quién gruño en respuesta.
—Hola Char —saludo Morrigan mientras lo abrazaba—, feliz cumpleaños.
—Gracias... —trataba de que se alejara de él para no sentir que invadían su espacio.
—Tú padre no tardará —Lucifer camino directo al salón de fiestas dentro del castillo, viendo a Damián, que ya estaba por cumplir cinco años, jugar con Keith, la segunda hija de Husk y Ángel, quién era un año mayor que su pequeño hijo.
Charles camino con pesadez hasta el salón, notando que sus hermanos estaban ahí, Francis, Neha y Morrigan.
También estaba su mejor amigo, pese a todas las quejas de Alastor, Charles había logrado hacerse amigo del hijo de Vox y Valentino, un niño que habían abandonado en la puerta que daban a su residencia y que ambos demonios habían adoptado como suyo.
Lo habían nombrado Archie. Era un pequeño demonio de piel palida con grandes cuernos rojos. Cómo era de esperarse, Archie tenía un maravilloso estilo de vestimenta, extravagante como sus padres, con sacos y abrigos lujosos, zapatos caros, pantalones de ceda y camisas de marca.
A veces usaba lentes de sol en forma de estrella, y otras tantas sombreros de copa que ocultaban sus cuernos.
Era casi de su edad, pese a todo lo que pronosticaba el cielo o el infierno, el creció como si de un niño humano se tratara, para su hermana mayor apenas había pasado un año y medio, pero para él ya eran quince años, y, según escucho a su abuelo, él alcanzaría la edad adulta al cumplir los veinte años. Despues de eso, solo cumpliría y cumpliría años sin cambiar de apariencia.
—¡Lucilu! —saludo Archie mientras inspeccionaba su vestimenta—, en vez de blanco hubieras usado negro, la punta de tus zapatos debería ser del azul de tú camisa, una capa te sentaría mejor y definitivamente un sombrero como el de tú mamá.
—Sí, sí —aventó al joven demonio, quién soltó una risa—, lo que tú digas.
—Deberias cambiarte, hueles a sangre, y sí tú padre se entera.
—Carajo —torció un poco la boca—, no me tardo.
¿Qué me pongo?
Archie se encogió de hombros, luego trono los dedos—. ¿Recuerdas el conjunto que te regale hace poco?
—Eso no es nada elegante.
—Te da estilo —guiño—, anda, que no lo traje para que no salgas de tus aburridos trajes.
¡Francis, te he traído ropa que combina contigo!
Charles rodó los ojos antes de hacerse sobra y desaparecer, para encaminarse a su habitación.
Al entrar, suspiro con pesadez, quitó su ropaje con cansancio y se miró en el espejo de su habitación.
No tenía mal cuerpo para tener solo quince años, podría autoproclamarse el ser más perfecto en toda la existencia, pero a su abuelo no le gustaría eso.
Observo su espalda, había dos pequeñas marcas, como si le hubieran cortado, pero solo indicaba que de ahí brotaban sus grandes alas negras, su pequeña cola de ciervo, al igual que su padre, siempre la tenía oculta.
Sonrió un poco antes de torcer la boca y caminar hasta la cama, chasqueando los dedos para que algunas de las almas a su disposición trajeran su ropa.
El conjunto consistía en pantalones negros, una playera azul rey, una chaqueta de cuero negro, un par de guantes sin la parte que cubría sus dedos. Negó ante la idea de tener que tocar a todos y todo, pero si se ponía sus finos guantes, Archie sería el primero en reclamar.
Se colocó las botas negras sobre sus patas de ciervo. Poco después, observo su aspecto en ese mismo espejo.
Su cabello estaba bien peinado, así que paso sus dedos por este, despeinandolo y haciendo notar que tenía el cabello quebrado y no lacio como hacía pensar a todos. Le gustaba ese aspecto suyo, probablemente lo usaría más seguido.
Lucifer se encontraba en su habitación, terminando de preparar su ropa para la fiesta de su hijo, cuando sintió que las manos de su esposo lo rodearon en un abrazo.
—Tardaste mucho —reclamo.
—Sí, las cosas diplomáticas suelen demorar más de lo esperado, querido.
¿Puedo preguntar a qué debo tú clara molestia?
—Es tú hijo —se giro para mirar al Rey, quién tomo una de sus manos y la beso, haciendo que el ángel riera.
—¿Qué hizo?
—Ha estado saliendo al mundo humano, a qué le den sacrificios y no se que tanto más.
Alastor contuvo la risa antes de volver a besar la mano del soberano—. Tiene quince años, entro en una etapa de rebeldía donde necesita saber que es parte de algo.
—Tiene a ese chico llamado Archie, a Francis, Neha, Morrigan, a Keith, a sus hermanos. Él ya es parte de algo, ¿Qué es lo que busca?
Alastor se acercó para tomarle la mejilla y besar su frente.
—Nuestro hijo no es como el resto de los niños mencionados, ni siquiera se parece a sus hermanos.
Charles necesita sentir que hay alguien igual a él, o en su defecto, que él es más poderoso y por derecho tiene que obtener algunas cosas.
—Es igual al resto...
—Ambos sabemos que no lo es —beso sus labios.
—Sabes que si Charles se molesta, puede perder el control, ¿Has olvidado lo que pasó hace poco?
—La gente del infierno le tiene miedo por eso...
Solo estaba tratando de proteger a Charlie...
—Tú, Charlie, él y yo lo sabemos. Pero desde que ha nacido, el cielo lo considero una amenaza, y por mucho que tú padre exija su igualdad entre los ángeles, ambos sabemos que no hace una diferencia.
Aquí, en el infierno es lo mismo. Ambos estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo para educar a un buen niño, y es un buen niño, solo necesita encontrar su lugar en el mundo.
—¿Y sí se desvía..? —sus ojos se llenaron de lágrimas—, sabes que mí padre dio una orden directa por si Charles se salía del buen camino...
Yo no quiero que nuestro bebé sea condenado a ese destino...
—No lo será —tomo las manos de su esposo, sonriendo un poco. La realidad es que a él también le preocupaba que su hijo se corrompiera como todos en el cielo esperaban, que terminara siendo una amenaza y asesinado por su propio abuelo—. Vamos a cambiarnos.
El príncipe miraba a todos los invitados, quienes reían y festejaban, sus padres lo miraban con ternura y el solo pudo devolver la sonrisa.
—Hermano mayor —Amiyah tomo su mano.
Charles le dedico una sonrisa, a decir verdad, solo su familia podía tocar sus manos, eso no le molestaba en lo más mínimo, en realidad, adoraba cuando su madre le acariciaba la cabeza o las mejillas, cuando le daba besos en la frente y tocaba la punta de su nariz con su dedo índice. Amaba que Lucifer lo mimara, aunque el se esforzará en decir que eso era algo de niños. Amaba cuando su padre despeinaba su cabeza o lo abrazaba de vez en cuando, incluso cuando le limpiaba la cara o le indicaba la postura correcta.
Y amaba a sus hermanos, a Charlie y su excesivo cariño, a sus hermanas gemelas que todo el tiempo lo dominaban sin que nadie lo supiera, poniéndolo a bailar en su habitación y haciendo karaoke, incluso poniéndole vestidos, que, a su parecer, le quedaban de maravilla. A su hermano menor, que siempre quería jugar con él y parecía que lo creía un superhéroe.
—¿Qué sucede?
—¿Podemos bailar Get dumb? —la niña, quién era seis años menor a él, se movía sobre sus pies de manera impaciente.
—¿Ahora? —sus orejas se agacharon, demostrando la pena que sentía.
—¡Sí!
Arisha y Damián quieren que bailes con nosotros.
—Sabes que sí enana —con su mano libre acaricio su cabello—, pero eso solo es cuando no estamos en público.
Además, no quiero darle razones a Archie de burlarse de su futuro Rey.
—¿Te gusta Archie? —ladeo la cabeza.
—No —suspiro pesadamente—, simplemente es hijo de Vox, ¿Recuerdas que a papá no le agrada?
—Sí, es extraño.
—Lo es... —sonrió ligeramente—, vamos enana, será cuando todos se vayan.
—¿Lo prometes?
—Sí, está bien, lo prometo.
La niña corrió con sus hermanos a contarles que había aceptado, su mirada nuevamente se fijo en sus padres, quienes habían dejado de mirarlo y ahora platicaban animadamente de algo que desconocía.
Sus orejas se movían con insistencia al escuchar varios ruidos, era demasiado susceptible a estos, algunas veces le incomodaba y otras tantas lo irritaba.
—Bueno, pero hay que festejar al cumpleañero —habló Jackson, uno de los mejores amigos de Azrael y que se podría llevarse muy bien con Charles, sí a este último no le pareciera un demonio poco cordial, y que no pertenecía a su clase social—. ¿No, principito?
El joven agachó nuevamente las orejas, y aunque odiara admitirlo, varios de los amigos de su tío, fueran hombres o mujeres eran atractivos, y varios de ellos lo podían poner nervioso. Jackson era uno de esos, y por eso supo desde corta edad que era un crío que emanaba vibras de bisexualidad.
—Jodete —murmuró cuando esté empezó a reír.
—Ignoralo —Haruki, uno de los amigos de su tío y también de su padre le despeinó aún más el cabello, haciéndolo gruñir—, ya sabes que Jackson solo sabe molestar.
—¿Qué pasa Haru, sigues igual de amargado por no saber quién te ha dado tantas rosas negras en el bosque?
—Crecen por sí solas.
—Ya, ya —Akemi abrazo al joven, quién sonrió como idiota ante aquel gesto, pues la joven era un ángel caído y era sumamente hermosa—, dejen al niño en paz.
Azrael solto una risa por aquella pequeña pelea, abrazado a Leroy, quién reía junto a él.
—Basta, todos son unos dramáticos —el ángel seguía riendo.
—En eso me daré la razón —Oliver se cruzó de brazos, mirando a todos—, pero, he de admitir que cuando todos se juntan, jamás dejaremos de oír a Azrael soltar esas risas.
Todos empezaron a reír, Charles seguía sonriendo y sus padres lo notaron. Lucifer miró a Alastor.
—Creo que no solo tiene que lidiar con su crisis de identidad.
—Bueno, desde niño dejó muy claro que era todo menos un ser heterosexual —Alastor sonrió un poco—, todos lo sabemos, incluso él aunque se niegue a aceptarlo.
Abel, un ángel que se llamaba igual que el hijo de Eva soltó una risa mirando a Oliver, quiero agachó sus orejas de conejo ante la estruendosa risa.
—Ok, es suficiente tacto —murmuró Charles mientras se apartaba de Akemi, siendo abrazo casi de inmediato por Luna—. Por mi abuelo, está gente me quiere muerto.
Todos rieron bajito.
El joven príncipe sostenía un micrófono en su mano derecha, sus ojos eran cubiertos por sus lentes de sol en forma de corazón, mientras la música sonaba de fondo, sus padres lo observaban desde el sillón de la sala y sus hermanos estaban a su alrededor.
Entonces comenzó a cantar:
I hope you're ready for a crazy situation
A future sound that's gonna change a generation
No, we dont give a what, we gon' turn the party up
Until we get enough
Amiyah tenía otro de los micrófonos, saltaba al tiempo de la música, cantando justo después de que su hermano se detuvo.
You'll be the gasoline and we gon' be the lighter
From Seoul to Mexico we set the world on fire
And when we hit the stage, takeover is underway
Watch out cuz here we come
Arisha y Damián comenzaron a cantar al mismo tiempo.
There's no better time
There's no better place
We'll go all the way, the way
Y entonces los cuatro comenzaron a saltar por la sala, mientras sus padres los veían divertidos.
Charles estiró la mano hacia Lucifer, quién la tomo gustoso, levantándose de su asiento para empezar a cantar mientras miraban a Alastor, quién solo se dedicaba a reír.
Let's get dumb
Let's go wild tonight
I know you feel the way I feel inside
Everyone hands up to the sky
We're gonna bring it till our worlds collide
Entonces los cinco se pusieron en posición y comenzaron a seguir una coreografía mientras el Rey negaba divertido.
Let's get oh oh oh oh, oh oh oh oh
Get oh oh oh oh, oh oh oh oh
Let's get oh oh oh oh, oh oh oh oh
Get oh oh oh oh, oh oh oh oh
Todos estallaron en risa mientras la música seguía. El demonio Radio se levantó y abrazo a su familia. Al poco tiempo, los cuatro niños se alejaron para seguir cantando y bailando.
—¿Eres feliz? —Lucifer y Alastor volvieron a sentarse, el ángel recargo su cabeza en el hombro de su esposo con una gran sonrisa.
—Más de lo que jamás pude imaginar.
Contigo a mis sonrisas finalmente son sinceras —un suspiro se coló entre sus labios—. Eres lo mejor que al mundo le ha pasado.
El Rey sonrió mientras enlazaban sus manos, su vista seguía en sus hijos mientras la mano disponible se posaba en su vientre.
—Alastor.
—¿Qué sucede?
—Tendremos otro bebé.
Y LLEGAMOS AL FINAL DE LA HISTORIAAAA.
Ahora sí, ha llegado el maravilloso final de este fanfic. Solo me costó dos meses y veintitrés días escribirlo (una eternidad), pero se logró.
Daría todos mis agradecimientos aquí, pero namas arruinaría el final. Los agradecimientos van en la siguiente parte.
Finalmente decidí que no habría un alternativo, porque, este final es perfecto.
Lo que sí habrá son extras, pero eso ya será publicado aparte.
Ya, ya voy a hacer los agradecimientos.
Los amo mucho pecadores ❤️
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