Sacrificio
Todos en el infierno conocían bien la historia de Alastor. Un venado demoniaco, que sin mucho esfuerzo logro ganarse el respeto de todos los que lo rodeaban. Era bien sabido que no debías molestarlo, que Alastor poseía un gran poder para la clase de demonio que era. Aquello, lo volvía especial.
Sin embargo, solo tres personas sabían que lo había llevado al infierno.
La primera de ellas lo acompañaba desde su vida pasada.
La segunda, le dio la oportunidad y el apoyo que nadie más estaba dispuesto a darle.
La tercera, le enseño algo que ni vivo pudo experimentar. Amor.
Solo tres personas sabían que en su vida anterior había sido un locutor de radio, quién tenía el horario estelar y las jovencitas deseaban conocerlo y casarse con él.
Alastor se había ganado el respeto tanto en la tierra como en el infierno.
En su antigua vida, su pasatiempo favorito era matar. Ver cómo la vida abandona el cuerpo de alguien, cómo la sangre mancha todo a su paso y el sabor metálico que deja en la boca. Alastor hizo muchas cosas para estar en el infierno.
Asesinó, torturó, mutilo, secuestro, comió y chantajeo a muchos seres humanos. Su madre y los cerdos de la granja de su vecino eran sus cómplices.
Pero no era suficiente, Alastor solía estar metido en cosas de magia negra, solía invocar espíritus o demonios con la fortuna de que le dieran algo sí él les daba algo.
Sus habilidades con el vudú y la magia que usaban los demonios para cambiar de forma, le permitió matar a sus víctimas en el bosque y posteriormente, después de haber acabado con la vida de su víctima y deleitarse con la escena, se transformaba en su animal favorito de caza, un venado.
La suerte no siempre estuvo de su lado, solía jugar muy cerca del fuego y la adrenalina que desprendía su sistema cada que estaban cerca de atraparlo era exquisita.
Pronto esa poca suerte se agotó, y en 1930, después de cometer el asesinato de la hija de un hombre importante, Alastor fue perseguido por los policías y sus perros.
Él odiaba los perros, y esa característica sonrisa que lo acompañaba estaba sustituida por el terror de ser atacado por esos seres peludos de cuatro patas.
Pronto un perro logro derribarlo y comenzó a morderle los brazos, liberando la sangre que a él tanto le gustaba probar. Pronto llegó el resto de esos asquerosos animales, y solo podían resonar sus gritos de dolor en todo el lugar. Con esfuerzo pudo transformarse en un venado y sin herido, corrió de sus atacantes con la poca fuerza que le quedaba.
Se había creído a salvo cuando los perdió un poco de vista, hasta que el sonido de una bala disparada espanto a las aves, quienes, siendo de noche, volaron asustadas de sus nidos.
Cuando Alastor abrió los ojos vio su propio cuerpo inerte sobre el suelo, con la ropa desgarrada por el ataque de los perros, y en centro de su frente, el disparo de un cazador que le puso fin a su vida.
Entonces una gran sonrisa se formó en su rostro, notó entonces que su aspecto era diferente, y aunque no podía verse, supuso que era mucho mejor que el cuerpo mortal que poseía minutos atrás.
Observo por unos minutos más su cuerpo sin vida, una ligera risa maniática salió de su boca, «Patetico», le dijo a su vieja forma, dió media vuelta y se alejo, notando por el rabillo de sus ojos que el cazador se acercó para entrar en pánico al haberlo matado, huyendo del lugar momentos antes de que llegara la policía y esos malditos perros.
Su destino era bien sabido, y aún con eso, paso a la casa donde residía con su madre, quién miraba por la ventana a la espera de su hijo.
«Lo siento mamá», susurro tras de ella y sin más, desapareció para entrar al infierno.
Alastor se sacudía el saco mientras estaba en el ala principal a la espera de Eva, sabía perfectamente lo que tenía que hacer para provocarla.
—¿Alastor? —Charlie se acercó al verlo estático—, ¿Está todo bien?
—¡Claro querida! —recargo un poco de su peso sobre su micrófono—, ¡Todo está de maravilla!
Charlie inclino ligeramente la cabeza hacia la derecha.
—¿Qué haces aquí?
—Nada en particular —su sonrisa se ensanchó—, ¿Por qué no vas con tú padre?
—Esta con mi tío —se sentó en uno de los sillones, cerca del soberano.
—¿Y no tienes otra cosa que hacer? —miró el reloj de la pared.
—No, ¿Por qué?
Alastor soltó un suspiro.
—Charlie, querida, necesito que te vayas.
—¿Por qué?
—Solo vete —ordenó al ver la figura de Eva frente a las puertas del hotel—, vete ahora.
Charlie torció la boca y se retiró sin decir una sola palabra.
Cuando las puertas se abrieron, Eva apareció con un vestido rojo ajustado, usaba un sombrero blanco y unos lentes de sol del color del vestido.
—Alastor —saludó cómo sí nada—, ¿Sabes dónde está mi lindo Lucifer?
El demonio apretó los dientes mientras sonreía.
—Mí Rey está con su hermano en sus aposentos —la miró con atención—, justamente quería hablar contigo.
—¿Conmigo, que quieres, un trato? —Eva soltó una carcajada pasando justo a su lado—, no tienes nada que yo quiera.
—Mi alma, te la daré a cambio de la de Lucifer.
—No —respondió rápidamente—. Mira, es lindo que trates de redimir y arreglar tú cagada, pero no, el alma del Rey del infierno es mucho más satisfactoria que la de un pecador cualquiera.
—Claro —limpió su monóculo—, porque solo así puedes probar que vales algo.
—¿Disculpa? —detuvo su andar—, yo valgo mucho.
—Sí tú lo dices —coloco el monóculo nuevamente frente a su ojo.
—¿A qué mierda te refieres con “sí tú lo dices”? —parecía molesta y eso a Alastor le causo risa—, ¿De que mierda te ríes?
¡Yo soy Eva, la madre de la puta humanidad, tú existencia me la debes a mi!
—¿Ah sí? —miró sus uñas, una acción que ya se le había hecho costumbre para mostrar desinterés—, lo siento, es que cuando llegue a ir a la iglesia todos hablaban de Adán, tú difunto esposo, ¿Lo recuerdas? —Eva frunció el ceño—, incluso él dijo que no existiriamos de no ser por él.
—¡Cabron! —se acercó al demonio—, sin mí nada de esto sería posible.
—Pues, eres el reemplazo de Lilith, ¿No? —la mujer estaba furiosa—, eso me dice cuánto vales.
Eva invoco una espada de acero angelical, y trato de atravesar el pecho del demonio, pero este logro esquivarlo.
—Creo que no lo has entendido —el hotel se puso en color verde—, te estoy ofreciendo un buen trato, tú no eres una oponente digna para los poderes que poseo.
—Adán te pateo el culo —trato de darle un golpe, pero la sombra de Alastor detuvo el ataque—, ¡Yo también puedo!
—Ah, ah, ah —movió el dedo haciendo la seña de “no”—. Lo de Adán fue un pequeño tropiezo, una piedra en el camino, algo sin importancia.
Eva lanzó otro ataque, el cual fue esquivado con facilidad y con una gran sonrisa.
Ella no era consciente de lo que en realidad ocurría en la habitación del hotel que pertenecía al Rey, donde Miguel trataba con su poder de romper el contrato sin que Eva lo sintiera.
—A todo esto —Alastor desapareció y apareció justo sentado en el sillón—, no hemos tenido el placer de conversar sobre tú esposo.
—¡Él ya no era mi esposo!
—No, porque está muerto —se escucharon risas de fondo, producto de su magia.
Eva lanzo un grito de frustración y se abalanzó para tratar de herirlo, pero nuevamente fracaso.
—Hijo de perra —sintió entonces una especie de tirón en sus manos y la cadena lila apareció en sus manos, guiando a Eva en la dirección de la habitación de Lucifer.
—Mierda... —murmuro Alastor.
—Ja, imbécil —la espada desapareció y camino con tranquilidad en dirección a la torre del Rey.
—¡Hey! —Alastor se puso frente a ella, pero Eva lo ignoró—, tú.. —la tomo del brazo y la detuvo por unos momentos.
—¿Qué, crees que Miguel podría hacer algo por tú adorable diablillo? —soltó una carcajada y se soltó del agarre.
—Toma mi vida —pidió desesperado—, tómala y déjalo en paz.
—No, dejaré a Lucifer por algo que es más valioso para los dos —la mirada de Alastor reflejaba el miedo de que Eva supiera lo del bebé.
—No se de qué hablas...
La mujer se acercó y susurro en un tono audible para los dos.
—Dejaré a Lucifer libre sí me das la vida de tú hijo...
Alastor sintió que bajo él se abría una especie de agujero que lo tragaría por completo, uno que lo arrastraba y lo jalaba ante la verdad revelada.
Cuando Eva continúo su camino a la habitación del Rey, el demonio Radio la tomo nuevamente del brazo.
—No hay ningún bebé —sonrió un poco—, creo que te has vuelto un poco loca.
—No lo estoy, lo supe poco después de hacer el trato —nuevamente se apartó—, sí tan solo hubiera hecho el trato un día después, el alma que habría tomado, sería la de tú hijo —dio un leve golpe en el hombro de Alastor—, tuvieron suerte.
—No es..
—No lo niegues, créeme que estuve a punto de perder el control anteriormente, pero gracias a las pocas habilidades de Miguel, se cómo no permitirlo.
Eva camino nuevamente un Alastor se transformó en sombra para llevar antes al cuarto.
—Haré otro intento —susurro Miguel.
—No, basta —tomo las manos de su hermano con una ligera sonrisa—, estoy cansado, en realidad solo quiero dormir.
Sin mencionar que la cadena ha aparecido un par de veces y Eva lo notará.
—Esta...ocupada en otras cosas.
—¿En qué?
—Eso no importa.
—Sí lo hace —apareció Alastor mirando a ambos—, disculpa la intromisión, querido —le habló al Rey—, pero Eva viene para acá.
—¿Qué mierda? —Miguel lo tomo del saco y Alastor saco sus astas—, ¡Se suponía que harías un trabajo impecable!
—Se suponía que eras un genio en los contratos —murmuro—, pero veo que eres tan idiota hasta para eso.
—Tú, cabron...
—Basta —pidió Lucifer mirando a Alastor—, ¿Qué está pasando?
—Eva lo sabe —suspiro—, sabe lo de nuestro hijo.
—¿Qué? —miró a Miguel—, dijiste que no podría.
—Oye, es Gabriel quien se encarga de estás cosas.
Yo soy más un mensajero.
—Uno muy apuesto, sí me preguntan —Eva apareció con una sonrisa—, pero Gabriel no bajaría para salvarle el culo a su hermanito.
Gabriel se puso frente a Lucifer al igual que Alastor. Eva soltó una risa y la cadena apareció de nuevo, atrayendo el cuerpo del rubio hasta sus pies.
—Él me pertenece —su sonrisa era grande—, ¿No es así, Lucifer?
—Es...
—Puedo dejarte libre, sí me das la vida de tú hijo —miró a Alastor—, él se negó, pero apuesto que tú libertad es más importante que el hijo de un pecador que solo te utilizó.
Hubo un pequeño momento donde el silencio los invadió.
—Prefiero estar preso y atado a una loca como tú, antes que darte la vida de nuestro hijo.
Eva frunció el cejo y tiro de la cadena, pero Alastor le dio un golpe, haciéndola girar.
—¿No se supone que eres un caballero? —gruñó con molestia mientras Miguel levantaba a su hermano y lo sacaba de la habitación.
—No —su sombra creció—, ¿Qué esperas? —la retó.
—Eres patético.
—Ya nos parecemos en algo —soltó su micrófono, haciendo un ruido sordo—, la diferencia, es que yo ya era importante antes de salir con Lucifer, ¿A ti alguien te tomaba en cuenta antes de la muerte de Adán?
Eva saco nuevamente su espada y con furia clavo dicho artefacto en el pecho del demonio, quién solo soltó un quejido de dolor sin quitar su sonrisa.
—¡Pendejo! —rio histérica—, ¡Logré darte pendejo de mierda!
Alastor asintió, tomando asiento en la cama de su amado sin dejar de sangrar.
—No...eres tan lista —escupió algo de su sangre.
—¿Qué?
Entonces la cadena lila sé tenzo hasta quebrarse por completo, Eva miró atónita cómo está quedaba en sus manos totalmente rota.
—¡¿Qué mierda hiciste?! —tomo las piezas entre sus manos con desesperación, tratando de unirlas—, ¡¿Qué hiciste?!
Alastor sonrió cansado, estaba perdiendo demasiada sangre, pero era un precio justo por la libertad del hombre que amaba.
—Yo no hice nada —cerro los ojos—, ¿Ya lo vas olvidado?
El contrato estipulaba que no podías dañarme —su respiración comenzaba a ser pesada—, no eres muy... inteligente
En ese momento, Lucifer entró corriendo y Miguel venía tras de él, la cara de horror por parte del arcángel mayor iba desde Eva tirada en el suelo con los rastros de su cadena en las manos al demonio de la Radio, quién mantenía su sonrisa, pero la muerte comenzaba a vislumbrarse en sus ojos.
Lucifer comenzó a llorar, y a paso rápido se acercó a Alastor, quién le dedico una débil sonrisa.
—Al... —acarició su cabello con cuidado y el soberano recargó la cabeza en el pecho de su pareja. Lucifer notó entonces que Alastor respiraba despacio—, quédate conmigo...yo puedo...puedo darte de mí sangre...yo puedo...
Alastor negó—. Shh...manzanita... —su cabeza seguía recargada en el pecho de su pareja, y sintió cuando el Rey trataba de alejarlo, pero él ya no tenía fuerzas para manter su cuerpo erguido.
—Hey —trató nuevamente de alejarlo, girando para ver qué Miguel tenía a Eva con las manos tras la espalda—, vamos Al...déjame ayudarte... —las lágrimas caían—, quédate conmigo, ¿Si?, quédate con nosotros....
—Lamento haberte mentido... —logró levantar la cabeza, mirando a Miguel—, lo siento...
—No hables —pidio Lucifer abriendo el cuello de su camisa—, solo muerde y bebe Al...eso te ayudará... tú estarás bien...
—No Lucí... —le acaricio la mejilla— Estarás bien —una débil sonrisa se formó en sus labios—, ¿A dónde vamos después de morir?
—No, no, no —el cuerpo de Alastor cayó hacia atrás—, ¡Espera, Al por favor, no me dejes....no nos dejes..!
Miguel tomó a Eva con fuerza.
—Quiero que recuerdes está escena cuando te arranque la cabeza —murmuro el Arcangel—, porque aunque el juicio en el cielo te de el perdón —se acercó a su oído—, te arrancaré la puta cabeza mientras piensas en esto.
En el cielo, en una casa dentro de un gran jardín que tenía una conexión directa al infierno, había un arcángel con el cabello negro y los ojos negros, vestido de blanco y en sus manos llevaba un par de papeles.
—Uno debe bajar a arreglar sus estupideces —suspiro cansado.
—“Azrael haz esto, Azrael haz aquello, Azrael avala por él” —tomo las llaves de la puerta que daban al infierno.
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