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Capítulo 15

Miguel

Una mañana, Lucifer se había levantado para hacer el desayuno, tenía antojos y se ponía sensible cuando no se cumplían —y las cosas que Alastor le traía no las comía—. Termino preparando carne con papas fritas, eso parecía poner feliz a su pequeño bebé.

—Buenos días —saludo Eva llegando al comedor—. Awww Lucí, ¿Me preparaste de comer?

—No —rodo los ojos y vio llegar a Alastor y Angel—, ¿Quieren desayunar?

Angel asintió y Alastor se limitó a desviar la mirada, lo que puso algo triste al Rey.
Sirvió tres platos más y le puso el suyo a Eva de mala gana, puso uno para Angel y otro más para Alastor.
Tomo un pequeño frasco y vertió un fino polvo blanco en las papas fritas.

—¿Gracias? —Angel comenzó a comer la carne, deleitándose con el sabor.

Estuvo a punto de comer una papá, cuando Lucifer se acercó de nuevo y vertió del polvo.
Los tres se miraron extrañados y se negaron a probarlas cuando lo hizo por tercera vez.

—¿Es qué tú novio nos quiere matar con tanta puta sal? —se quejo el actor hacia Alastor, quién alzó los brazos sin saber que decir.

Los presentes lo miraron comer sus papás con gusto, vertiendo del final polvo blanco a más no poder.

—Lu... —Alastor lo llamó pero fue ignorado—, hey...

—Te ignora a propósito —susurro Angel.

—Eso ya lo sabe —Eva se levantó de la mesa—, en fin, perdí el apetito de verlo comer tanta sal.

Cuando la mujer se fue, Lucifer sonrió.

—¿Les gustaron las papas con azúcar?

Ambos demonios se miraron incrédulos.

—¡¿Quién mierda le pone azúcar a las papas fritas?!

El Rey lo miro sin entender su molestia.

—Pues a mí se me antojaron, y sí no quieren, para la otra se lo hacen ustedes.

Alastor sonrió ligeramente, iba a hablar, pero fue interrumpido por Charlie antes de emitir un sonido.

—Papá —llamó algo incomoda.

—¿Qué pasa cielo?

—Te buscan..

Charlie se hizo a un lado, dejando pasar a un hombre alto, de cabello tan rubio como el de Lucifer. En sus mejillas se distinguían dos pequeños círculos como los del gobernante, solo que de color azul, que combinaban con sus ojos.
Alastor los miro a ambos y por la expresión de Lucifer, parecía que estaba feliz.

—¿Y bien, dónde está mi hermanito menor? —habló con una gran sonrisa y extendiendo sus alas.

—¡Miguel! —Lucifer se levantó de su asiento y corrió a los brazos de su hermano mayor, quién lo abrazo con fuerza.

—Mirate, lo único que cambiaste fue el color de tú vestimenta.
El rojo sí que es tú color —chasqueo los dedos, apareciendo un gran ramo de rosas blancas—, casi lo olvidaba, te traje flores y —sacó de su túnica una caja de chocolates—, esto viene por parte de Samael.

Lucifer parecía confundido, era la primera vez que uno de sus hermanos venía a visitarlo, y no supo exactamente sí eran las hormonas o aquel acto lo que causaron su llanto.
Pero se aferró a su hermano me tras el demonio de la radio lo miraba atónito.

—¿Qué pasa Luz? —limpió las lágrimas de su pequeño hermano—, ¿Te da alegría, no es eso?

—Es...es la primera vez que uno de ustedes viene a verme.

—Y mira que le suplique a nuestro padre que me dejara bajar, se que tienes prohibido subir, pero desde que ví a mi sobrina en la corte retando a Será, dije: ¡Carajo, esa niña es igual a mi hermano! —miró a Charlie.
—Por cierto, tú tonto plan para redimir pecadores funciona. Uno de tus amigos está arriba, es una serpiente muy agradable y mi padre lo usa de ejemplo de que todos podemos cambiar. Eres tan elocuente como tú papá.

—¿Pentious? —la sonrisa de la rubia se hizo grande, emitiendo felicidad a quien la viera.

—Justo ese —finalmente, el arcángel miro al demonio de la radio, quién seguía tratando de procesar lo que pasaba.

—¿Qué hace un botones aquí? —alzó la ceja y Alastor puso mala cara, causando la risa de Lucifer.

—Alastor —corrigió—, no espero que un... ángel lo sepa.

Miguel sonrió y alejo a su hermano.

—Ah claro, el famoso Demonio de la Radio —se sentó a su lado y por el rabillo de su ojo notó que Lucifer parecía celoso—, claro que he escuchado de ti, eres toda una leyenda.

—Que gusto.

—Y dígame señor soberano, ¿Esta usted soltero?

Charlie miro a su padre, quién tenía las mejillas rojas por el enojo que sentía y sus cuernos comenzaban a salir.

—No —Alastor se levantó para servirse algo de café negro—, pero ese no es asunto suyo.

—Que lástima —amaba molestar a su pequeño hermano—, porque usted y yo nos pudimos divertir mucho.

El soberano mantenía una sonrisa de irritación en el rostro.

—Detesto divertirme..

Y sin más, se convirtió en sombra y abandono el lugar.

—¡Ya que! —miró a su hermano—, ¿Celoso?

—Vete a la mierda —iba a salir del comedor cuando Eva apareció—, mierda... —mascullo.

—Hola Lu —saludo animada, acercándose hasta quedar a su altura—, estaba pensando que tú y yo, podemos divertirnos un rato.

—No, gracias.

Eva apareció la cadena, haciendo que el Rey soltara un quejido.

—Sigues sin entender que eres mío —lo jalo, haciendo temblar al más bajo.

Miguel escucho lo antes dicho, se levantó de su lugar y se puso tras su hermano, extendiendo las alas y con la mirada cargada de enojo.

—Eva —la mujer soltó la cadena, haciéndola desaparecer con algo de miedo—, ¿Qué haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí? —retrocedió un paso.

—Vine a visitar a la familia —ambas manos se posaron en los hombros de Lucifer—. Tenía ganas de ver a mi adorable hermano menor y de conocer mejor a mi sobrina.
¿Tú qué haces aquí?

La mujer trago con dificultad, Miguel no era un arcángel al que quisieras hacer enojar por muchas razones.

—Tengo...negocios con tú hermano.

—¿Qué clase de negocios?

—El príncipe azul, se dejó controlar por un maniaco del vudú —murmuró Husk entrando al comedor, haciendo a Eva a un lado.

—¿Te liaste con Alastor? —Miguel parecía sorprendido.

—Yo..mejor me voy —Eva sonrió nerviosa y salió prácticamente corriendo en otra dirección.

Charlie se sentía incómoda, y moviendo su mano le indico a Husker que debían irse pronto.

—Tú y yo tenemos una plática importante —habló Miguel cuando notó que su hermano planeaba irse.

—No es la gran cosa.

—Sí, claro —parecía molesto—, siéntate, ahora.

Lucifer obedeció y pronto se quedaron solo ellos dos ahí. La tensión era incómoda y el Rey juraría que podría cortarla con un solo dedo.
La mirada fría de Miguel se relajó cuando estuvo completamente seguro de que nadie los escuchaba.

—¿Qué fue lo que hiciste para que Eva esté aquí, todo esto tiene que ver con el niño que llevas dentro?

—¿Qué? —lo miró incrédulo ante lo dicho.

—¿Crees que no me daría cuenta?, han pasado miles de años, pero te recuerdo a la perfección —lo señaló—, y eras más delgado

—Eso no significa que yo...

—Para de mentir, por nuestro padre.
Te conozco mejor que el resto, se bien que tú olor cambia cuando estás embarazado y que esos celos por ese feo espécimen se debe a que tú sientes algo por él.

—Mi olor no tiene nada que ver, y me da lo mismo que haga Alastor con su vida.

Miguel entrecerró los ojos.

—Diselo a alguien más estúpido.

—¡Mala palabra! —lo señaló—, voy a pedir un deseo.

—Mejor desea que no te obligue a decirme las cosas a la fuerza —regañó y Lucifer agachó la mirada—. Soy tú hermano, Luzbel, a mí no tienes porque mentirme. A diferencia de Gabriel, para mí tú siempre serás mi hermanito...

—Luzbel... —sonrió con melancolía.

—El ángel más hermoso que nuestro padre creo —se estiró para tomar las manos de su hermano—, ahora, me dirás qué es todo lo que está pasando, porque tú hermano mayor llegó para salvarte.

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