Capítulo 13
Mamá
Para cuando Rossie y Alastor terminaron de hablar, se escuchó que tocaban la puerta de nuevo.
El soberano se negó a hacer un ruido y fue Rossie quien se tuvo que parar para abrir al inquilino que osaba molestarlos, su sorpresa llegó cuando notó que Charlie era quien tocaba.
—¡Queridita! —Rossie le dio un abrazo—, pasa, pasa. Sí buscas a Alastor, está por allá —señaló la cama, donde el mencionado estaba tirado sin intenciones de levantarse.
—¿Me puedes dejar a solas con él un momento?
—Por supuesto. Oye, a todo esto, ¿Crees que tú padre quiera recibirme?
Me parece que este par necesita consejos de una dama como yo para sobrellevar la situación.
—Adelante.
De hecho le dije a mi papá que irías a verlo, te está esperando.
—¡Pero que maravillosa noticia! —agitó la mano en dirección a su amigo—. Adiós Alastor.
Cuando Rossie salió, fue Charlie quién cerro la puerta de golpe y Alastor supo que tendría que escuchar un buen sermón.
—Necesito una buena razón para no odiarte ahora mismo —amenazó—, podía soportar tus burlas sobre mí hotel, tus sonrisas sin sentido, como disfrutas de mí fracaso, pero lo que no soportare es que lastimes a mi papá de esa manera.
El silencio invadió la habitación, lo que irritó a la rubia de sobremanera.
—Alastor, más te vale que me estés poniendo atención.
—Sí, sí —se levantó de la cama, tomo su gabardina y se la coloco sin muchos ánimos—. Todo lo que vengas a reprochar, querida, ya me lo ha reprochado Rossie —una sonrisa se posó sobre sus labios.
—Tú, descorazonado hijo de...
—Me temo que debo dejarte Charlie. Necesito el consejo de la persona que mejor me conoce en este mundo.
—Rossie acaba de irse.
Alastor soltó una ligera risa irónica.
—No estoy hablando de Rossie, Charlie.
Volveré más tarde, trata de mantener a tú padre alejado de Eva.
A las afueras del barrio caníbal, justo donde empezaba el bosque, había una casa pequeña, por fuera parecía normal, pero por dentro parecía uno de los mejores restaurantes humanos.
Cuando Alastor abrió la puerta, el olor a comida inundó sus cosas nasales, una ligera sonrisa se formó en sus labios al descubrir de que comida se trataba.
—He llegado —anunció con un ligero tono de canto.
—¿Alastor? —la mujer salió de la cocina y su sonrisa parecía no caber en su rostro a causa de la felicidad—, ¡Alastor! —estiró los brazos.
—Hola, mamá —sus brazos rodearon la pequeña figura de su madre y se sintió como cuando era un niño pequeño y regresaba de la escuela después de que sus compañeros se burlaran de él.
—¿Cómo has estado, mi niño? —tomó el rostro de su hijo entre sus manos para examinarlo—. Alastor, esas ojeras, recuerda que debes dormir mejor.
—Me ha costado un poco conciliar el sueño.
—Bueno querido, ese nunca ha sido un secreto.
Recuerdo bien que solo podías dormir de corrido sí te acariciaba la cabeza antes de dormir.
El demonio sonrió con nostalgia.
—Parece que hay algunas cosas que no cambian —observó su bastón, recordando que solo con Lucifer había logrado conciliar un buen sueño.
—Hice Jambalaya, siéntate —ofreció volviendo a la cocina y su hijo la siguió—, ¿A qué debo tu maravillosa visita?
—Quería estar en un lugar donde no siento que me asfixio.
—¿Peleaste con el Rey? —Alastor asintió—, bueno, las parejas a veces pelean.
Deberías habernos visto a tú padre y a mí.
—Mi padre apenas pasaba tiempo en casa —murmuró.
—Lo sé, y por eso discutíamos muy seguido —sirvió dos platos con comida y la extendió a su hijo—, llévalos a la mesa, por favor.
El ciervo asintió y obedeció a su madre sin decir una sola palabra.
—Dime, ¿Qué pasó con el Rey? —se sentó en la mesa.
—Es complicado, todo fue mi culpa —tomó asiento mirando a su madre, sabía que iba a regañarlo.
—Bueno Al, más te vale hablar mientras comemos, tengo mejor humor para soportar las cosas.
—Lo sé... —suspiró.
—Veras...
—No puedo creerlo —se quejó Lucifer mientras lloraba frente a Rossie—, ¡Soy un pendejo! —aventó uno de los patos que yacía en su cama.
—Tranquilo alteza, ¿Quién no comete estupideces cuando se enamora? —froto sus propias manos—, ¡Yo mutile a mi esposo y traje uno de sus dedos como llavero!
Lucifer lo miro con confusión ante aquella confesión.
—Pero ahora no solo puede pensar en usted —señaló el vientre del gobernante—, esa criaturilla necesita que esté relajado, ¿No dice usted que es riesgoso?
—Lo es...solo... —se recostó en la cama, adoptando una posición fetal—. Solo pensé que Alastor estaría aquí...
—Oh, querido. Alastor la cago de una manera garrafal, pero eso no quita los méritos, porque claro que se enamoró de usted.
—Lo dices porque eres su amiga —tomó a su pato de peluche.
—Lo digo porque lo he visto. Yo sé lo dije, le dije desde antes que hablara con la verdad, pero es el maldito Infierno, ¿Quién se toma el tiempo de hacer las cosas bien?
—Charlie..
—Bueno, es porque su hija, al igual que usted, poseen una divinidad que les permite ver los errores en sus actos.
Pero mire usted nada más, ¡Ni Eva puede ser tan buena como su hija!
En eso le daría la razón.
—No vine a defender a mí amigo, porque lo que hizo no tiene justificación y ocultarle la verdad también fue su mayor error. No le digo que lo perdone, pero si que trate de hacer las paces con él, no por usted o por él, más bien, por el bienestar de su futuro hijo.
Ambos se quedaron en silencio por unos momentos hasta que la puerta sonó debido a un par de toques.
Cuando Rossie abrió, notó que Eva estaba de pie frente a ella con una sonrisa.
—Lo buscan, alteza.
Lucifer abrazó con mayor fuerza al pato antes de ponerse de pie, no quería que Eva supiera sobre su futuro bebé.
—Deja que pase —pidió en un tono amable.
—Bueno, yo me retiro, iré a ver sí su hija me necesita.
Permiso, señorita.
—Propio —Eva espero a que Rossie saliera para caminar hasta la cama y sentarse.
—¿Y bien?
—¿Y bien que? —se levantó, no deseaba compartir el mismo espacio que ella.
—¿No quieres que nos pongamos al día? —se recostó en la cama de una manera que insinuaba sus intenciones.
—No —caminó hasta el otro lado de la habitación—, y deja de insistir.
Lo de nosotros fue cosa de una sola vez, ¿No me culpas a mí por sacarte del Edén?
—Abel está molesto porque papi nunca fue a buscarlo.
—No puedo ir al cielo —se excuso.
—Le tiene envidia a su hermana —miró sus uñas—, ¿Cómo es posible que papi solo vea por la pequeña Charlie?
—Pudo bajar y ensuciar sus maravillosos zapatos como lo has hecho tú.
El interés tiene pies, y desde que mi padre me desterró y encerró en este mundo, te seré muy sincero Eva, en lo último que me pondré a pensar en sí Abel está contento o no conmigo.
Además, Adán lo crío como su hijo y le dieron un hermano.
—No seas tan rencoroso —le restó importancia—, nosotros podríamos darle un nuevo hermano a Abel.
—No Eva, no hay un nosotros en todo esto —se señaló y después a esa—, no existe.
Eva puso mala cara y la correa que ataba a Lucifer apareció, haciéndolo caer al suelo.
—Intente que fuera por las buenas, pero ahora que tengo al fruto prohibido solo para mí, ¿No crees que sería una estupidez desperdiciarlo?
Lucifer negó frenéticamente ante lo que venía.
—Eva...
—Me perteneces, ¿Lo olvidas?
Perdiste tú libertad por un pecador al que no le interesas.
Eres mío.
Lucifer tenía el miedo impregnado en sus ojos, sudaba y le costaba respirar cuando supo lo que aquella mujer le haría.
—Yo no te eduque así —regañó la mujer totalmente furiosa e indignada—, ahora, por tú culpa, él Rey ha de pensar que no se criar a un niño.
La mujer morena se levantó de la mesa y tomo su plato, había perdido el apetito a mitad de la comida.
—Mamá... —fue tras ella.
—No, no Alastor, esto no se arregla con un “Mami, nunca estás bien vestida sin una sonrisa”
¿Es que yo te eduque a tomar a las personas como juguetes?
—No... —agacho las orejas
—Te enseñé muchas cosas malas.
Sí, te enseñe a matar, a cortar el cuerpo humano de manera correcta y como deshacerte de todos esos asquerosos rastros en una granja.
¡Pero no a tratar mal a las personas!
Alastor soltó un suspiro, sabía que sería una plática dura, pero no pensó que tanto.
—Oh no, tú eras un caballero hasta que el poder se te subió a esa cabeza hueca que heredaste de tú padre.
—Mamá...
—Y quita esa estática en tú voz, quiero oír a mi hijo, no al demonio cabeza hueca que arruinó su felicidad.
Alastor obedeció a su madre, y durante dos horas enteras la escucho, soporto todos los regaños en insultos que se le salían, porque sí, su madre tenía razón, ella no lo había educado así.
Pasado el enojo, lo abrazó con ternura y lo acurrucó contra su pecho mientras Alastor finalmente se permitió llorar.
Los sollozos eran todo lo que se escuchaba en la casa, y ella solo podía acariciar su cabeza con ternura y amor.
—Te juro...te juro que yo...yo no... —apenas podía pronunciar palabra, parecía un niño sufriendo de una pesadilla.
—Lo sé —limpio un par de lágrimas—, no eres un mal chico, solo eres descuidado y algunas veces egoísta.
Lo escuchó de nuevo, lo consoló y limpió todas sus lágrimas, beso su cabeza y después, acaricio las orejas de su pequeño, haciendo que esté durmiera sobre el pecho de su madre, con una genuina tranquilidad que nunca se le había visto.
—Ay Alastor —seguía acariciando aquellas orejas—, mi pequeño príncipe...
Ella lloro bajo, como solía hacerlo cuando su hijo dormía y el dolor que su matrimonio le daba la derrumbaba.
Alastor no podía verla llorar, porque ella era su madre, ella debía estar bien para él en situaciones como estas.
Paso así un buen rato, perdió incluso la noción del tiempo hasta que él despertó de nuevo. Con las orejas gachas miró a su madre, y está solo le dio una sonrisa antes de acomodarle un poco el cabello.
—Eres un caballero —arreglo el moño de su traje—, portate como tal.
Lucifer no te perdonará tan rápido, estás cosas toman tiempo, pero persiste hijo —acarició su mejilla—, persiste hasta que obtengas su perdón.
Tienes toda una eternidad para hacerlo, así que no te preocupes sí no resulta a la primera, ¿Esta bien?
—Sí mamá... —sus brazos la rodearon para atraerla y llorar un poco más.
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