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Capítulo Uno

Amor, esa palabra cuyo significado solo la contenía los dos seres que se encontraban frente mis ojos, las dos cositas más increíbles que me pudieron pasar, amor, es lo que yo sentía por mis dos hijos.

Mis bebés...

Poco a poco estaban creciendo sin un padre que estuviera para ellos, aunque al fin y al cabo, yo huí, tuve parte de la culpa de que les hiciera falta una figura paterna, y aunque me dolía también pensar en Liam, tenía que aceptarlo, él no me iba a venir a buscar, ni siquiera después de que mi mamá le dijera la ciudad en la que me encontraba, sabía que una parte de mí, quería que él hubiese venido a pedirme perdón, al menos eso, pero no lo hizo, porque como había imaginado antes, nunca fui nada serio, ni para él, ni para nadie.

Puse una mano encima del cabello de mi hijo, mi hermoso príncipe Jake, mi mano se movió de él hasta mi niña, mi princesa Emma, son tan bien parecidos a su padre, que me daba recuerdos que no debería tener.

Mañana tendría que ir a mi ciudad natal, donde había dejado mi vida, donde tenía tantos recuerdos que me derrumbaban, tantas cosas que sucedieron allí que me dañaron y me arreglaron al mismo tiempo. Iría a ver como estaba mi madre, Linda Ruso, y por seguridad no llevaría a los niños.

-¿Estás segura de que quieres ir? -me preguntó la abuela Luz con una mirada de preocupación.


-Estaré bien -afirmé -. Tampoco es como si fuera a ir a su casa a decirle que estoy donde mi madre.

-Espero que no -bromeó. -, ten cuidado linda, no quiero que te pase nada malo.

-Tranquila, lo mínimo que haría si me ve es pedirme perdón o probablemente ignorarme -cerré la cremallera de la maleta y la puse en el suelo.

-Te adoro Alanna -dijo dándome un beso en la frente.

-Yo a ti, abuela -susurré sintiéndome una niña.

-Cuídate.

-Igualmente y encárgate de que no hagan muchos desastres. Ya sabes que a la nana casi no la obedecen -mascullé, ella asintió con la cabeza.

-Estarán bien, tranquila -exclamó, empecé a arrastrar la maleta hacia la puerta.

-Nos vemos en una semana -la abracé fuerte, llevándome su recuerdo conmigo, iba a extrañarla demasiado, le di un beso en la mejilla antes de separarme y luego de unos segundos me acerqué a la puerta.

Mis bebés estaban en su instituto esta mañana me había despedido de ellos y Jake casi hace un berrinche, Emma entendía completamente la situación, por ella casi no me preocupaba ya que era una niña muy tranquila y obediente, Jake también lo era solo que solía hacer muchos desastres y tirarse al suelo cuando quería algo y no se lo daban.

-Doscientos treinta y cinco -escuché por el megáfono.

Hacía unos treinta minutos había llegado al aeropuerto, me dolía el culo de estar sentada en la maldita tumbona. Me levanté sonriente y agarré mi maleta para arrastrarla por el suelo.

Subiendo las escaleras del avión se me atravesó un pie, el cual me hizo golpear contra el escalón siguiente...

Por el Dios de las bragas...

Vivir sin ser desastrosa nunca fue una opción.

Sonreí al llegar arriba con vida y entregué la maleta a la azafata que me tendió las manos.

Todo el viaje estuve dormida, tomando uno que otro trago, lo necesitaba, ya que no sabría que me esperaba en California.

No quería no encontrarme con mis fantasmas del pasado y Liam lo era, estaba muerto para mí, yacía en su tumba tres metros bajo tierra y allí tenía que quedarse por siempre.

-Señorita... Señorita -llamaron a mi hombro una vez más.

-Hmm -bostecé pasándome la mano por la cara, limpiandome la mejilla llena de saliva.

Que asco...

Te recuerdo que yo soy tú, pendeja.

Desgraciadamente si...

-Ya llegamos -afirmó, asentí con la cabeza aún adormilada, luego me incorporé para levantarme y salir con cuidado de no estrellarme contra algo.

Estados Unidos/California, de nuevo.

Salí buscando mi figura materna y mi hermana entre el montón de personas que se empujaban entre sí. Gracias a mi baja estatura logré pasar por debajo del brazo de muchos de ellos.

A lo lejos divisé a Linda y Dayan buscándome con la mirada.

-¡Mami! -grité agitando mi mano para que me lograra ver.

Empujé a la gente para pasar entre ellos, aunque me empujaran más a mí. Llegué hasta a ellas, cansada y respirando fuerte, aquellas me recibieron con un abrazo.

-Mi niña -susurró Linda con lágrimas en los ojos.

-Alanna -dijo Dayan abrazándome también.

-Tranquilas, estoy aquí -murmuré.

-¿Y los niños? -preguntó mi madre mirando a mis espaldas, reí negando con la cabeza.

-Oh, no, no los traje conmigo -ella suspiro con tristeza.

-Quería verlos. Además con visitarme pensé que los traerías -sacudió mis hombros con una mirada triste, yo sonreí.

-No hubiese sido buena idea traerlos y sabes porqué.

-No importa, iré a verlos el otro mes, Jake debe de extrañarme mucho -y si, tenía razón, cuando iba de visita solía darle muchos dulces a Jake, Emma se compraba con libros pero mi madre no aceptaba que leyera a tan temprana edad, seguía pensando que ella era igual que yo.

Pero en realidad es lo contrario.

Totalmente cierto, Cheryl.

-Si así es -hablé con sinceridad y empezamos a caminar para ir al auto.

-No sabes lo feliz que estoy de que vengas a vernos -dijo mi madre.

-Tengo que ver a algunos amigos de por aquí, han pasado cinco años -suspiré y en la primera que pensé fue en Martina.

-¿Dejaste a Luz sola con mis nietos? -preguntó mamá de un momento a otro, aterrorizada.

-Tienen a Rita, es su niñera de medio tiempo, aunque la abuelita sola podría haberlos cuidado perfectamente -expliqué, abrí la puerta para subirme al auto.

-Ya sabes lo que pienso Alanna, no está en edad de cuidar niños, así que me quedo más tranquila con que consiguieras una niñera.

-Esta bien mamá, no te preocupes -di por terminada la conversación antes de que empezáramos a pelear.

Dayan se subió en el asiento de atrás y mi madre se dispuso a manejar.

-Te noto muy callada -susurré mirando por el retrovisor a mi hermana mayor.

-¿Eh? -preguntó poniendo cara de idiota.

-Estas en otro planeta -solté una pequeña risa, ella me sonrió.

-Me alegra que estés aquí, eso es todo -dijo en un aludido, pero fue lo suficientemente fuerte para que yo escuchara.

No hablamos de nada más, solo quise disfrutar de la vista de camino a casa, era divertido sacar la lengua por la ventana como si fuera un perro.

Ni con hijos maduras.

Shh, es mi momento, además, ¿madurar? Eso es para frutas.

-Dios Alanna, ¿Qué tanto traes en esa maleta? -indagó Dayan intentando bajarla de la cajuela.

-Lo necesario para sobrevivir -rodé los ojos divertida.

-Parece como si trajeras un mamut dentro de esa cosa.

-Solo traigo mi ropa, zapatos, maquillaje, las fotos que me pidió mamá de los niños y...

Me interrumpió al soltar un gritillo, la miré asustada y observé como empezó a abrir la maleta para rebuscar en ella.

-¿Traes fotos de Em? -preguntó sacando el álbum pasando las páginas rápidamente, yo asentí con la cabeza.

Si, ella amaba a Emma, también quería a Jake, pero ella solía decir que ella era mas madura y que "se recordaba a ella misma". No la contradecía para no hacerla sentir mal, pero mi hija, es la mejor niña del mundo, por lo tanto Dayan nunca estaría a su altura.

-Yo me quedo con las de Emma -chilló.

-En la mayoría de las fotos está con Jake -bostecé cansada, el viaje me había dejado exhausta.

Maldita, si dormiste casi todo el camino.

Vete a la mierda, maldita tú, dormir me dejó cansada.

-Puedes dormir un rato -sugirió mi madre en la cocina sirviendo té -arriba está tu cuarto igual como lo dejaste, Dayan lo limpia todos los fines de semana así que...

-Gracias mamá -le di un beso en la mejilla un poco incómoda.

Supongo que ya habíamos dejado todos los rencores atrás.

-Te llamaré cuando la cena esté lista -dijo tomando un sorbo de lo que había en su pocillo, yo asentí con la cabeza.

Empecé a subir, llevándome varios recuerdos. Desde que llegamos a esta casa, acaricié el borde de las escaleras, como si hubiese extrañado todo.

Tal vez lo hicimos.

Tal vez.

Llegué a mi puerta, toqué la perilla de aquella, reviví tantos momentos donde esa perilla la abría el innombrable rápidamente para luego tirarme en aquella cama y quitarme la ropa...

No pienses en eso, concéntrate.

Abrí la puerta, todo estaba igual, la cama al lado derecho, mi armario, la mesita con la lámpara y algunas de mis cosas. Rápidamente abrí el cajón del tocador, donde solía maquillarme.

Allí estaba aún...

La cadena.

Si decía que había superado todo estaba mintiendo, para nada lo había superado, tal vez no lo haría nunca. Sentí las lágrimas apoderarse de mis ojos, lo extrañaba demasiado...

Olvida ese pensamiento, Alanna.

Me había encargado de convencerme que lo había olvidado, pero no era así. Sostuve la hermosa reliquia en mis manos, estaba igual de preciosa y aún conservaba su brillo.

Los peluches, manillas, todas las cosas que me había regalado las había dejado aquí, pues sinceramente no tenía el corazón para quemarlas o regalarlas, al fin y al cabo eran especiales para mí. Me senté en la cama suspirando y me recosté en ella. La cama y toda esta habitación había sido testigo de las traiciones y pecados que cometimos.

Miré el techo y sonreí, no todo fue malo, en realidad no le deseaba el mal a Liam, esperaba que en donde se encontrara, fuera feliz, ya que conmigo nunca logró serlo. Cerré los ojos lentamente, tenía demasiado sueño, miré la pulsera que me había dado mi padre antes de quedarme profundamente dormida.

-Papá.. ¿Qué es el amor? -preguntó una niña mirando a su padre con curiosidad.

-¿El amor?... Es como lo que sentimos por la familia, lo que sientes por tu madre, tu hermana y por mí.

-Osea que... ¿El amor solo es para la familia?.

-No, el amor también es para tus amigos, pero en especial para esa persona que elijes para que te acompañe por toda tu vida.

-Ah, ¿Como mamá y tú? -Él asintió con la cabeza.

-Recuerda esto, Alanna. La familia es sagrada, debe estar junta para siempre, si hay peleas o indiferencias, debes de superar eso, porque la familia es desde siempre y para siempre.

-Si papi.

-La familia es para siempre -susurré un poco dormida. Abrí los ojos de golpe mirando el techo.

-¡Alanna, ya está la cena! -escuché los gritos de mi mamá golpeando la puerta y suspiré antes de responder.

-¡Ya voy! -grité de vuelta.

Mañana iría a ver a Martina y al señor Leonardo, no me imaginaba sus caras de sorpresa al verme, a nadie le había avisado que vendría fuera de mi madre y hermana.

Bajé las escaleras y observé a mi madre riendo de algo junto a Dayan, me senté en una de las sillas sonriendo.

-¿De qué tanto se ríen?.

-Es que... -Iba a explicar mi hermana pero volvió a estallar en carcajadas. Su risa era tan contagiosa que terminé riéndome sin saber de que se reían.

-Estábamos viendo, "si te ríes pierdes" -habló al fin mi mamá, limpiandose una lágrima.

-Ah -musité dejando de reír.

-Come, está muy rico -me animó Dayan, sonreí mirando el plato frente a mi.

-¿Ya comieron? -pregunté tomando la cuchara.

-Si, es que dormiste mucho tiempo y no queríamos despertarte, pero ya lo calenté.

-¿Cuanto dormí? -indagué.

-Como seis horas -murmuró mi mamá, abrí los ojos como platos, para mí había sido como cinco minutos.

-Ok -empecé a comer mi plato de lasaña, amaba la que comía en España, pero la lasaña de mi mamá era otra onda.

-Deberías llamar a los niños -aconsejó mi mamá.

¿Qué estarían haciendo esos pequeños diablos?.

-Luego de comer los llamaré -afirmé.

Terminé la cena y le dije a mi madre que iba a ir a mi cuarto, quería llamarlos, escuchar sus chillonas voces y reírme un rato con ellos.

-¿Hola? -escuché a la señora Luz hablar a través de la línea. Reí sonoramente.

-¿Es el celular de Emma? -pregunté con una sonrisa, escuché que Emma gritaba a lo lejos.

-Que no nena, espera un momento, yo hablaré con tu mamá -murmuró Luz a lo lejos.

-¿Que están hacien... -traté de preguntar.

-¡Hey, abuelita yo lo agarré primero! -esa era la voz de mi bebé Jake.

-Yo soy mayor, así que yo hablo primero -rió y escuché lamentos, supe que le tapó la boca a ambos cuando se escucharon tratando de hablar.

-¿Hola?, perdón hija, ahora si puedes decirme -habló de nuevo pero esta vez dirigiéndose a mí.

-¿Qué le haces a mis hijos? -volví a reír cuando escuché los gritos de Emma.

-Nada nena. ¡Jake estate quieto!, el oso vendrá y se los llevará a ambos -soltó y escuché completo silencio, seguida escuché la risa de Emma -Ahora si nena, dímelo todo.

-No asustes a mis hijos, abuela, a Emy no le da miedo pero luego Jake estará llorando en la noche.

-Tengo todo bajo control, hija.

-Ajá.

-Pero cuéntame, ¿Ha pasado algo... malo? -sonó preocupada.

-Todo está tranquilo -expliqué y la escuché suspirar.

-Ok, si no hay chisme entonces habla con los mocositos, ¡Niños, su mamá los llama! -gritó.

-Gracias por el celular, anciana -habló Emma molesta -. ¿Mamá? -preguntó.

-Hola mi amor. ¿Está todo bien?.

-Si mamá, cuando vengas podrías traerme un diccionario de lengua portugués.

-¿En portugués? Estoy en California no en Brasil -pregunté frunciendo el ceño.

-Si ya sé, pero escuché que allí también lo venden, ya lo hablo español, inglés, francés, alemán, italiano, y ahora quiero mejorar mi portugués, aún me faltan algunas palabras.

-Ok nena, lo llevaré.

-¿Cómo estás mami? ¿Estás comiendo bien? -escuché a Jake preguntar a lo lejos.

-Jake, yo iba a preguntarle primero eso a mamá -reclamó Emma molesta.

-Estoy bien, gracias cariño.

-Mami, no olvides de ponerte tu abrigo -escuché hablar a Emma de nuevo -, podría darte un resfriado y no estamos allí para cuidarte.

-Tranquila tesoro, no me dará nada, me estoy abrigando bien.

-Mami, dale saludos a la abuela Linda -gritó Jake.

-A ella no -le susurró Emma -, es rara.

-Es tu abuela -rodé los ojos divertida, ella le decía rara por el simple hecho de que la trataba como una bebé.

-Ya se mamá, pero es cierto.

-Cuiden a la abuela Luz -cambié de tema para no tener que darle la razón.

-Esa señora no necesita que la cuiden, está brincando de aquí y allá como una cabra con pulgas -habló mi hija de nuevo, susurrando.

-¡Hey, te escuché! -gritó la abuela a lo lejos, yo reí.

-Cuídensen, mañana los llamaré a primera hora.

-Bueno mami -dijeron al unísono.

-Jake, pórtate bien y no hagas travesuras, y tú Emma, ten un poco más de paciencia.

-Lo intentaremos -dicen de nuevo al unísono, me espero un momento para que empiecen...

Y aquí vamos...

-Hechizada.

-No, tú hechizado.

-Tú por copiarme.

-Tú repetiste primero.

-Me estabas mirando los labios para decir lo mismo que yo.

-Eso es mentira.

-¡Qué es verdad!.

-Mentira.

-Yo nací primero, por ende soy mayor. Así que yo tengo la razón.

-Mentirosa, mamá nunca lo confirmó...

Suspiré una vez más.

-Los amo, mañana los llamaré.

-También te amamos.

-Adiós mis amores.

-Adiós mami.

Y luego de eso colgué, porque sabía que si seguía despidiéndome no iba a parar de hablar nunca. Me acosté en la cama para dormir.

Ya los extrañaba y no habían pasado ni 24 horas.

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