Epilogo.
Zayn.
Dos semanas después...
—Liam, bebé, despierta —susurré en su oído. Su cuerpo siguió retorciéndose en mis brazos mientras soltaba pequeños gemidos de dolor que comenzaban a intensificarse—. Estas a salvo, Liam, ya nadie va a hacerte daño. Despierta.
Una lágrima se deslizo por su mejilla y los sollozos comenzaron. Me dolía verlo así, el niño aun no lograba superar lo que había sucedido con Holmes. Había estado colándome a su habitación casi todas las noches para poder abrazarlo, decía sentirse protegido conmigo allí y a mí me encantaba tenerlo en mis brazos mientras dormía. Había recibido varios golpes de su parte cuando al fin lograba dormir profundamente, pero valían la pena.
—Zy... —susurró. Sus ojos se movieron, entreabriéndose para mirarme.
Dedicándole una suave sonrisa, quite los restos de lágrimas de sus mejillas con mis dedos—. Hola, nene.
Sus suaves labios rosas se fruncieron mientras apretaba los ojos, las lágrimas quedando suspendidas en sus pestañas—. Lo siento.
—No tienes por qué disculparte —lo estreché más fuerte—, No es tu culpa.
Limpiando su rostro rápidamente, abrió sus ojos y miró hacia arriba, encontrándose con mi mirada. Su nariz tenía un leve tinte rosa al igual que sus ojitos los cuales brillaban bajo la poca luz que entraba desde la ventana. Chupando su labio dentro de su boca, miró mi rostro con detenimiento. Sus cejas se fruncieron de manera adorable, concentrándose en mí.
—¿Por qué tú no tienes miedo? —susurró con voz rota—. ¿Ni pesadillas? También estabas allí y te apuntaron con un arma.
Suspiré acariciando su mejilla suavemente, buscando la manera de explicarle lo que pasaba por mi mente—. Míralo desde este punto: me apuntaron, pero fue él quien recibió el disparo.
—Eso no es para nada positivo, Zayn —rio.
—Para mí lo es —me encogí de hombros—. Golpee tipos al azar, no le dispare a nadie accidentalmente y te saque de allí —lo apreté entre mis brazos—. Y te tengo aquí sano y salvo, piccolo, para mí eso es el lado positivo que anula totalmente al negativo.
—Mmm —tarareo—. Comienzo a creer que tu sentido común está totalmente perdido.
Me encogí de hombros—. Vivo con Niall, supongo que algo se me pego.
—Hablando de él, el otro día me dijo que soy tan malo con un arma como tu —arrugo la nariz con asco—. Dijo y lo cito: Zayn te debe haber pegado lo mal tirador cuando te follo, es lo único que puede explicarlo.
—Dios, que poco tacto que tiene. —reí suavemente.
Refregando sus ojos, me miró con una sonrisa—. No tengo nada de sueño y mañana no tengo clases, ¿qué te parece si vamos a dar una vuelta?
—¿Quieres escaparte de tu casa? —eleve una ceja.
—Eres una mala influencia. —rio mientras salía de la cama y me jalaba junto a él.
Rodando mis ojos, busqué mi ropa, ya que solo estaba en boxers y comencé a vestirme. Liam se calzo sus zapatos y coloco un abrigo sobre su pijama antes de girarse a la ventana y abrirla. Al parecer el pequeño realmente estaba ansioso por salir. De forma rápida, me coloque mis botas y mi chaqueta antes de ir hacia él y treparme a la ventana. Habíamos hecho esto tantas veces que ya era experto en como caer.
Una vez en el suelo rodeé un par de veces y me puse de pie, sacudiendo mi ropa. Liam me hizo una seña desde arriba mientras sacaba sus pies por la ventana. Una vez que estuvo seguro, salió completamente y se dejó caer en mis brazos abiertos. El niño ya no tenía miedo de caer, sabía que lo atraparía siempre, lo que hablaba realmente de la gran confianza que me tenía. Yo siempre estaría allí para rescatarlo.
Saltando la cerca, escuché la risa nerviosa de Liam mientras corríamos por la calle, alejándonos de su casa hacia el lugar donde había dejado mi motocicleta. Las calles estaban desiertas y solo la luz de los faroles iluminaba el área. Había dejado mi motocicleta en el estacionamiento de un local cercano, por suerte el barrio era un lugar seguro sino ya hubiese perdido la cosa hacía tiempo.
Trepándome a la misma, le pase un casco a Liam, cortesía de su abuela cuando se dio cuenta de que no usaba las malditas cosas, y gire la llave en el encendido colocándome el mío.
—¿A dónde quieres ir? —pregunte haciendo rugir al motor.
—A la fuente de los candados. —pidió mientras se trepaba detrás de mí y me rodeaba con sus bracitos.
—¿Por qué quieres ir allí?
—¿Por qué aun no nos movemos? —se burló, golpeando la parte superior de mi casco—. ¡Vámonos!
Rodando los ojos, esperé a que rodeara mi cintura con sus brazos y salí del estacionamiento hacia la carretera, directo a la plaza donde se encontraba la fuente. Era un viaje algo largo pero la falta de tránsito y la tranquilidad de la noche hicieron el trayecto agradable. Sin contar con la sensación de Liam pegado a mi espalda.
La plaza apareció en mi línea de visión una media hora después. Liam se movió inquieto detrás de mí, diciéndome sin palabras que quería bajarse, por lo que busque con la mirada el lugar más cercano a la fuente para dejar la motocicleta. El lugar estaba vacío, pero aun así me gustaba mantener un ojo en ella.
Apenas me detuve, Liam saltó a la vereda y se quitó el casco, dándomelo. Antes de que siquiera pudiera sacar la llave del encendido, el castaño salió corriendo por uno de los caminos que daban al centro de la plaza. Maldije por lo bajo mientras dejaba los cascos sobre el asiento y corría detrás de él. Su abrigo rojo ondeaba con la brisa dejando ver su pijama lo que lo hacía parecer un niño pequeño emocionado por llegar a su lugar favorito.
—¡Liam, joder, espérame! —grité intentando acelerar el paso.
El aire empezó a escasear en mis pulmones y decidí en ese momento que debía dejar de fumar si no quería morir en poco tiempo. Liam jamás se quedaba quieto más de dos segundos por lo que sabía que mi vida no iba a ser para nada tranquila, no quería arriesgarme.
—¡Atrápame, Zaynie! —gritó sobre su hombro antes de soltar una risita tonta.
Iba a matarlo.
Iba a matarlo a besos cuando lo atrapara.
Eso sí lo hacía. Malditas clases de danza que lo dejaban en forma, yo iba a terminar rodando por el pavimento y dejando medio rostro en el mismo si seguíamos así. Por suerte la fuente apareció frente a nosotros poco después, dándome un poco de alivio. Liam se detuvo frente a la misma y se giró, sonriéndome.
—Te estas poniendo viejo, Zy. —se burló.
—Mocoso. —murmuré, mientras me inclinaba poniendo mis manos sobre mis piernas intentando recuperar el aliento.
Una vez que pude respirar sin el riesgo de rasgarme un pulmón en el proceso, me erguí y caminé hacia él, apresándolo en mis brazos en cuanto estuve lo suficientemente cerca. El castaño levanto la mirada hacia mí, pidiéndome un beso silenciosamente que no dude en darle.
—¿Qué hacemos aquí? —susurré contra sus labios.
—Estamos aquí porque decidí que voy a dejarte leer el mensaje del candado. —se encogió de hombros.
—¿En serio? —asintió—. ¿Por qué?
—No lo sé, solo... quiero que lo leas ahora. —se movió con nerviosismo.
—Está bien. —asentí, entrelazando nuestros dedos mientras comenzaba a caminar en busca del candado.
La maldita reja estaba tan llena de candados que nos tardamos más de quince minutos en encontrar el nuestro. Era de un tono dorado y lo suficientemente grande para tapar la palma de la mano de Liam. El castaño me miró con incertidumbre antes de tomarlo y darlo vuelta, dejándome ver el mensaje. Fruncí el ceño en cuanto logré leerlo.
—¿TPÉ? —pregunté—. ¿Que...?
—Todo por él. —susurró Liam, pude ver sus mejillas sonrojadas aún bajo la luz de las farolas cuando desvió la mirada.
—¿Qué significa eso, piccolo? —pregunté, sentándome en el suelo y atrayéndolo a mi regazo.
—Yo... —se acomodó para poder mirarme a la cara sin problemas—. Ese día que me trajiste aquí y me contaste que solías venir de pequeño, tenías una expresión tan feliz y pacifica mientras hablabas. Era como si te hubieses ido a tu lugar feliz, me dejaste ver tu lado vulnerable sin darte cuenta —paso sus dedos por mi mejilla hasta mis labios, delineándolos con su índice mientras seguía el camino con su mirada—. Supongo que ya estaba enamorado de ti en ese momento porqué me di cuenta de que habría dado todo lo que tenía por mantener esa expresión en tu rostro. Por eso compré el candado.
Lo miré directamente, observando su suave rostro bajo las tenues luces de las farolas. ¿Cómo rayos pude pensar por un segundo que Liam solo sería un chico más? El niño se había colado bajo mi piel de forma tan fácil que aún me sorprendía. Rodeándolo con mis brazos, lo jalé más cerca y presioné mis labios sobre los suyos, cerrando mis ojos fuertemente en un intento de que Liam no viese las lágrimas que los desbordaban.
Porque no importaba mi reputación, no importaba mi pasado ni quienes eran mi familia. No importaba nada más que nosotros. Porqué Liam me amaba por quien era. Porqué el niño lo había demostrado cuando luego de pasar por uno de los peores momentos de su vida, no se alejó de mí. Porqué lo amaba con toda mi alma.
Entonces me di cuenta de que en ese momento yo lo daba absolutamente todo por él.
Porque él era mi pequeño, mío piccolo.
FIN.
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