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12.

Zayn.

—¿Por qué sonríes?

Kaled me miró con el ceño fruncido mientras dejaba su teléfono sobre la mesa, prestándome total atención. Ignorándolo completamente, me dirigí al refrigerador y saqué el jugo, dándole una mirada antes de devolverlo a la heladera. Seguramente Niall ya había colocado su apestosa boca allí, no tenía intenciones de tragarme su saliva.

Volteándome, me deje caer en la silla frente a Kaled.

—¿Por qué sonríe? —Niall se detuvo un momento en la puerta de la cocina, mirándome con curiosidad.

—No tengo idea —Kaled se encogió de hombros—. Pregúntale.

—¿Por qué sonríes?

—Porque soy feliz. —contesté, riendo.

—Oh mierda, ¿Dacel estuvo jugando con los medicamentos de nuevo? —Kaled se puso de pie y me obligo a mirarlo, analizando mis ojos—. Te dije que nunca aceptes nada de ese estúpido.

—Hey, que yo no le he dado nada al mocoso —Dacel levanto las manos intentando parecer inocente cuando entro a la cocina y fue directo al refrigerador—. Lo que tiene es algo más básico que el efecto de una droga.

—¿Tú sabes lo que le sucede?

—Tengo mis hipótesis. —se encogió de hombros mientras sacaba las sobras de la comida y hacia su camino al microondas—. Pero prefiero que él lo diga.

Suri entro dando tumbos a la cocina en ese momento y me levante de un salto, atrapando al pequeño chico en mis brazos antes de girarlo. Suri comenzó a gritar en el momento que sus pies dejaron el suelo—. Gracias, gracias, gracias —besé su mejilla sonoramente—. Creo que, hasta comienzo a quererte, cuñadito.

—Suéltalo, Zayn. —gruño Kaled desde el otro lado, sonando más a un perro rabioso que a una persona.

—Dios, eres un maldito celoso, hermano —me reí mientras dejaba al chico en sus pies nuevamente.

—¿Por qué tanta alegría? —Suri me miró, elevando una ceja—. ¿Qué hiciste?

—Llama a tu amigo y pregúntale. —le guiñe un ojo mientras volvía a sentarme.

Suri me miró por un momento antes de salir disparado de la cocina, el sonido de sus pies en la escalera resonó por toda la casa. Kaled miró de mi a la puerta por un segundo, como si intentase adivinar qué era lo que había sucedido antes de sacudir la cabeza.

—¿Louis ya despertó? —preguntó.

—Sep —Niall fue quien contesto, gracias a dios el chico hoy llevaba unos pantalones de chándal, aunque el usar camisetas aún se le hacía difícil. Al menos era un avance—. Dijo que tomaría una ducha, pero seguramente ya este... aquí.

Señalo a Louis mientras este cruzaba el umbral de la puerta. El castaño miró a su alrededor un momento antes de caminar hasta nosotros y sentarse en la mesa sin decir una palabra. Cuando me volteé a ver a Kaled me di cuenta de el porqué de su acción.

Kaled tenía la expresión que ponía cuando teníamos problemas.

Su mandíbula estaba apretada fuertemente, como si quisiera romper algo. Su ceño fruncido y sus ojos parecían lanzar dagas con solo una mirada. Su celular ahora estaba en su mano y por la mirada que le dio, este había sido el proveedor de malas noticias.

—¿Qué sucedió? —me atreví a preguntar, en un tono bajo.

—Problemas en The shelter.

Pasándome una mano por el rostro, sentí toda mi anterior alegría desaparecer con un poof. The Shelter era uno de los clubes nocturnos más conocidos de Bradford. Se encontraba en el centro de la ciudad, por lo que los fines de semana se convertía en el mayor centro de entretenimiento para los jóvenes. A pesar de que había abierto las puertas hacia más o menos cinco años, había ganado tanta popularidad que, básicamente, había aplastado a los demás pubs.

Muy pocas personas sabían que el local realmente nos pertenecía a Kaled y a mí, ya que con nuestra fama seguramente nadie se atrevería a asistir allí. A pesar de que pasábamos nuestras noches vagando por el lugar, nos asegurábamos de que nadie lo supiera. El gran problema era que, al ser propietarios, debíamos dar la cara cuando había una disputa. Por lo general, estas comenzaban gracias a otro propietario enojado.

Miré a mi hermano: —Dime que el problema es con Dom. —rogué.

Negó—. Jerry Holmes.

—Oh mierda santa —Niall se dejó caer en el otro lado de la mesa, su usual sonrisa totalmente desaparecida—. Ese tipo es un real hijo de perra.

—Pregúntaselo a Dacel —hice un gesto sobre mi hombro—. Fue él quien termino con una navaja enterrada en su pierna la última vez que nos enfrentamos con Holmes.

Jerry Holmes era el dueño de The Boss, el bar que quedaba a unas seis cuadras del nuestro. El lugar era un burdel o al menos así era como me gustaba catalogarlo. El servicio era malo y el barman ni siquiera sabía hacer un trago, sin contar con el hecho de que el local apestaba. Aun así, antes de que The Shelter abriera sus puertas, era el bar más concurrido. Ahora que sus ganancias estaban bajando, Holmes se entretenía planeando estrategias para fastidiarnos.

Habíamos tenido varios desacuerdos con dueños de los locales próximos y la mayoría de las veces estos retrocedían con la cola entre las patas cuando se enteraban que los Fire Spirit eran quienes estaban a cargo. El problema con Jerry Holmes era que era el hijo de perra más sucio que había conocido. Por lo general nuestras "disputas" se basaban en una pelea callejera con sus guardaespaldas, hiriéndolos lo suficiente para que saliesen corriendo. El problema era que cuando se curaban, venían por más. Si me preguntaban a mí, los tipos tenían una vena masoquista del tamaño de Europa.

—¿Cuál fue el problema esta vez? —Dacel preguntó mientras se sentaba a mi lado.

—Envió a un par de sus matones a comenzar una pelea al The Shelter. —Kaled sonrió—. No sé ustedes, pero yo creo que nuestro amigo Jerry se merece una visita de los Fire Spirit. 

#

Salimos de casa ni bien el sol cayó. La noche era silenciosa y fría y el sonido de los motores llenando el ambiente fue realmente bienvenido. Mi Triumph thruxton ronroneo como un gatito cuando aceleré a fondo y salí detrás de las luces de Kaled. Suri había protestado por horas cuando le dijimos que lo dejaríamos con Tony, diciendo que no le gustaba quedarse en el bar en las noches, pero era demasiado nuevo en todo como para llevarlo con nosotros y Kaled sería capaz de destruir un par de ciudades si el niño recibía un rasguño, por lo que finalmente cedió involuntariamente. Bien, lo admito, lo obligamos a ceder encerrándolo en el baño del bar.

La brisa húmeda de la noche de Bradford nos recibió como vidrios azotando nuestra piel mientras acelerábamos por las calles de la ciudad. Holmes era un gran pomposo que vivía en una de las mejores zonas, con una bonita casa de dos pisos y más sistemas de seguridad que la casa presidencial. Una desgracia para él que lo que Niall ignoraba de leyes sociales, lo sabía en tecnología. El chico no tardo ni dos segundos en desconfigurar las alarmas, dejando la casa totalmente desprotegida.

—Dacel, Louis, puerta trasera —pidió Kaled, logrando que los nombrados asintieran antes de salir corriendo para rodear la casa—. Zayn, tu, Niall y yo entramos por la principal. Mantengan sus armas al alcance, pero por el amor de Jesús, no le disparen a nadie si no es necesario. Solo queremos asustarlos.

—Tú le quitas la diversión a todo. —se quejó Niall mientras corríamos hacia la puerta principal y la abríamos, el golpe resonó en toda la casa.

Dos tipos salieron a recibirnos, pero bastaron un par de golpes y una patada en las pelotas para vencerlos. Hey, yo nunca juego limpio y nadie dijo que los golpes bajos no se valían.

La casa era enorme, decorada en tonos cremas y bordo, como si fuese algún tipo de palacio antiguo. El recibidor tanto como el pasillo al despacho estaba forrado con cuadros horribles que parecían mover sus ojos, siguiéndonos, cuando caminábamos frente a ellos. Simplemente horrible. La alfombra gris en el suelo parecía haber sido recién colocada al igual que los muebles que se esparcían aquí y allá.

Kaled guio el camino por el pasillo, como si ya conociese el lugar y entró al despacho. Holmes ni siquiera tuvo tiempo de decir pio antes de que mi hermano lo arrojara al suelo de un puñetazo.

—Hey, Jerry —Kaled le dio una sonrisa falsa—. Supongo que te alegras de vernos, ya que estas tan empecinado en llamar nuestra atención. Pues bien, aquí nos tienes.

—Hijos de perra. —jadeo, limpiándose la sangre de la boca.

Apoyándome en una de las paredes, me crucé de brazos y miré el intercambio de miradas asesinas. Holmes no podía tener más de treinta años, con el cabello castaño oscuro bien recortado y ojos azules que eran tan fríos como el hielo. El tipo ni siquiera debía querer a su madre, si es que tenía una. Tenía la hipótesis de que había nacido de una vaca, pero según Louis, ni ellas darían a luz a una cosa tan fea.

—Que falta de educación —Kaled chasqueo la lengua antes de mirarme—. ¿Qué crees que debemos hacer, hermanito?

Sonreí—. Creo que alguien debería enseñarle modales.

Holmes se puso de pie e intento huir por la puerta, Niall y yo nos miramos con diversión cuando el tipo volvió con Dacel y Louis detrás de él. Era gracioso ver como su piel había palidecido, estaba tan blanco como una hoja de papel y si no me equivocaba estaba temblando.

Dacel negó, mirándolo con desaprobación—. ¿Acaso nadie te enseño que abandonar a tus invitados es de mala educación?

—Creo que deberías enseñarle la lección —dijo Niall dejándose caer en un sofá mientras observaba la escena—. El tipo parece haber sido criado por un animal.

Louis pasó a mi lado directo hacia los muebles con costosa vajilla. Rodé los ojos cuando el castaño forzó la cerradura y comenzó a sacar las cosas, dándoles una mirada antes de dejarlas caer con una mueca.

—¡Deja eso, jodido marica! —el grito de Holmes atravesó el aire.

Louis se volteo, con un plato blanco y dorado en la mano y miró al tipo con una ceja alzada—. Oh lo siento, era la vajilla de tu mamá —y el plato cayó justo un momento antes de que el castaño tirara el mueble entero al suelo, destrozándolo—. Oops, el marica olvido lavar el lubricante de sus manos, lo siento.

Holmes refunfuño algún otro insulto discriminador pero un movimiento a un lado de la puerta llamo más mi atención. Impulsándome lejos de la pared, escuché el segundo puñetazo de la noche caer sobre el rostro del tipo mientras salía al pasillo. Mis ojos se encontraron de golpe con la pequeña figura acurrucada en un rincón, aferrándose a un osito de peluche mientras me miraba con los ojos enormes.

—Hey, dulzura —dije suavemente, dando un par de pasos más cerca—. ¿Qué haces aquí?

La niña aparto los brillantes rizos rubios de su rostro y miró de la puerta a mi—. El ruido me despertó —su voz era dulce, pequeñita. Le sonreí mientras me agachaba frente a ella—. ¿Tú quién eres?

—Yo... soy un amigo de tu papi —respondí—. Mi nombre es Zayn, ¿tu cómo te llamas?

—Nicky. —me tendió la mano y la acepte.

—Tu papi está ocupado ahora, Nicky —hice una mueca cuando escuché los golpes dentro de la habitación—. ¿Por qué no vuelves a tu habitación y te acuestas?

Ella parpadeo, sus ojos oscuros mirándome con curiosidad antes de que una sonrisa se extendiera por su pequeño rostro—. ¿Quieres ver mi habitación? —se puso de pie de un salto—. Te enseñaré mi casita de muñecas y mis muñecos de Nemo, ven.

La pequeña salió disparada hacia la escalera, deteniéndose en el primer escalón para mirarme sobre su hombro y hacerme una seña para que la siguiera. Mirando nuevamente las puertas del despacho, medite mis opciones, esta parecía ser la única manera de evitarle una imagen sangrienta de su padre a la pequeña y conociendo a mi hermano, tardaría bastante. Soltando un suspiro derrotado, seguí a la niña, recibiendo una dulce sonrisa de su parte.

Los pasillos de la segunda planta no eran muy distintos a los de abajo, solo que aquí los cuadros parecían haber sido quitados. Por suerte, ya que tener ojos siguiéndote hasta tu propia habitación debía ser escalofriante.

La pequeña manito aferrándose a la mía logró que bajara la mirada de las paredes para ver como Nicky me sonreía. La niña era preciosa, algo que me parecía extraño ya que llevaba los genes de Holmes. Debería ser tan fea como su padre, pero no era así y esperaba que con el tiempo no siguiera los pasos del hombre.

Deteniéndose en una puerta con grandes estrellas brillantes, Nicky dijo: — Es aquí —empujo la puerta—. Mira, Danna pinto eso para mí, ¿no es bonito?

Miré hacia donde su dedito apuntaba, encontrándome con un bonito paisaje de un bosque en la pared opuesta, la cosa hasta tenia cervatillos corriendo y todo—. Es muy bonito —acepté, la miré de nuevo—. ¿Quién es Danna?

—Es mi nana —dijo, trepándose a la cama de brillantes acolchados rosa—. Ella siempre me cuida —tomando una muñeca de trapo, acaricio su cabello y me miró—. ¿Ustedes van a lastimar a mi papi?

—No, cariño, nosotros...

—Si lo hacen, golpéenlo fuerte —me detuve ante su declaración. Maldición, la niña no podía tener más de cuatro años.

—¿Por qué dices eso?

—Él es malo —parpadeo hacia mi—. Él golpeaba a mamá, por eso ella se fue.

Sí, eso no me extrañaba. Sentándome a los pies de la cama, miré a la pequeña quien ahora estaba peinando su muñeca y me sonreía dulcemente—. ¿Nicky, tu papá te pega? —pregunté suavemente. Si el hijo de perra lo hacía, iría abajo y dejaría que Niall le diera un tiro en la cabeza.

Ella frunció el ceño un momento antes de negar—. No —pareció pensarlo un momento antes de encogerse de hombros—. Yo no lo veo nunca, Danna dice que es mejor así.

—Supongo que si —murmuré—. ¿Danna te trata bien?

—Si, ella es como mi mamá —aseguró. Levantando su muñeca, me la enseño—. Ella es Meghan y este de aquí —me enseño su osito—, es Liam.

Hablando de coincidencias—. Liam, ¿eh? —tome el peluche mirando sus feos ojos oscuros sin vida, totalmente opuestos a los de mi pequeño—. Yo tengo un amigo que se llama de ese modo.

—¿En serio?

—Si.

Ella rio suavemente—. Entonces es muy cariñoso, este Liam si lo es.

—Si, él es cariñoso —acepté antes de agregar: — Y muy bocón, también.

Nicky comenzó a hablarme de como de cariñosos eran sus muñecos y de porque cada uno llevaban un nombre único, porque todos eran especiales para ella. También me contó como su papá llevaba hombres malos a la casa y le gritaba si ella entraba a su despacho cuando estaban hablando. Parecía que Holmes mantenía a su hija encerrada, ya que yo no tenía ni idea de que tuviese una.

Luego de lo que me parecieron horas, Nicky al fin pareció cansarse de escucharse hablar a sí misma y calló rendida ante el sueño. Colocando sus peluches cerca, la tape con el acolchado y cedi a la tentación de besar su suave cabello rubio antes de caminar hasta la puerta. Aferrando el pomo en mi mano, le di una última mirada y por un momento permití que mis recuerdos me inundaran, esos que hacía ya varios años que había enterado.

Una lágrima solitaria corrió por mi mejilla al darme cuenta de que mi pequeña Muy tendría su misma edad si no me la hubiesen arrancado.

Secando la humedad, sacudí la cabeza y salí de la habitación. 

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