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08.

Zayn.

Supe en el momento exacto en que Liam entró al café, ya que la mayoría de los presentes volteo la mirada hacia la puerta cuando el castaño la traspasó. Era realmente increíble la cantidad de atención que el chico atraía, pero por el sonrojo automático de su rostro me di cuenta de que no le gustaba eso. Levantándome de mi mesa me dirigí hacia él, sonriendo al ver el suspiro de alivio que escapó de sus labios.

—Pensé que no vendrías. —musitó. Su ceño se frunció mientras me miraba—. ¿Por qué traes lentes de sol dentro del local?

—Resaca. ¿Recuerdas? —hice un gesto sobre mi hombro—. ¿Vamos a la mesa o prefieres ir al baño? Yo no tengo ningún problema en saltearme la cita e ir directo a la acción.

—Eres como una gran masa de hormonas, ¿acaso no puedes estar cinco minutos sin intentar acostarte con alguien?

—Puedo. —acepté, dejándolo pasar primero antes de seguirlo. Una mirada alrededor de mi parte logro que los idiotas volvieran a sus asuntos en vez de mirar a Liam con la boca abierta. Me acerque a su oído—. Pero cuando te tengo en frente no quiero hacerlo.

—Pues inténtalo —gruño—. Porque si no, lo único que veras será mi espalda al irme.

—No es una mala vista, de todos modos. —reí, mirando su trasero cubierto por sus ajustados jeans oscuros.

—No mires mi trasero, gran pervertido. —se dejó caer en el sofá de cuero rojo antes de mirarme con el ceño fruncido—. Compórtate o no te diré lo que me dijiste estando borracho.

Me senté frente a él—. Creo que eso no importa —me encogí de hombros—. Mientras no haya rogado, estoy bien con cualquier cosa que te haya dicho.

Sus ojos castaños me miraron con curiosidad unos segundos antes de que se sacudiera, dándole la atención a la joven mesera que se acercó a tomar nuestras órdenes. Era pequeña y sonriente, de cabello oscuro que se acomodaba en una trenza que caía sobre su hombro de forma desordenada. Sus ojos azules se posaron en mí, el temor escrito en sus rasgos mientras anotaba lo que le pedía antes de mirar a Liam. Sonrió.

—Hey, Liam —se inclinó y besó la mejilla del castaño.

Me aclaré la garganta, logrando que la niña-me-creo-linda se apartara del castaño. Eso me dio cierta satisfacción... que duro hasta que Liam abrió su maldita boca.

—Shelly, ¿Cómo estás? —mierda, Liam le estaba devolviendo la estúpida sonrisa. Esto no estaba yendo como pensaba—. Hace tiempo que no te veía.

—He estado muy ocupada en el trabajo, ya casi no tengo tiempo de ir a la academia —me miró y no oculté mi fastidio de ella. Tosió un poco antes de darle una sonrisa temblorosa al castaño—. ¿Qué vas a querer?

—Tráele una malteada de fresa y desaparece. —gruñí.

Si no hubiese sido por la expresión de fastidio de Liam, me hubiese reído de lo rápido que la chica desapareció detrás de la barra. El ceño se profundizo en la bonita cara del castaño y supe que mi dolor de cabeza estaba a punto de intensificarse.

—¿Por qué hiciste eso?

Me encogí de hombros—. Esa chica está enamorada de ti, no me gusta eso —respondí simplemente.

—Ella no estuvo ni cinco segundos aquí, ¿cómo rayos sabes que está enamorada de mí?

—Tengo buen ojo para eso.

—Eres un idiota.

—Sí, eso ya me lo habías dicho, mío piccolo —acepté—. No va a cambiar, nací idiota y moriré siéndolo. Cambia el rollo, ¿quieres?

—No sé qué me desagrada más, cuando estas intentando meterte en mis pantalones o cuando solo estas intentando ser desagradable —me miró—. Digamos que lo que he visto de ti hasta ahora no me gusta.

—Mal por ti —incliné la cabeza, mirándolo a través de los lentes oscuros—. ¿Por qué estás aquí si te desagrado tanto?

Miró hacia afuera, apretando los labios juntos.

—Fue algo que dije cuando te llamé, ¿verdad? —presioné—. ¿Que fue eso tan importante que dije que estuviste dispuesto a tener una cita conmigo?

—Algo que estando sobrio jamás hubieses dicho. —hizo un gesto de exasperación con su mano, pero no se movió de su silla. Eso era una buena señal.

La chica volvió con nuestros pedidos, pero esta vez ni siquiera intento tener una conversación con el castaño, en vez de eso solo se volteo y desapareció nuevamente. Liam me miró mal por lo que volví a encogerme de hombros. ¿Qué quería que hiciera? La niña aprendía rápido, bien por ella, no la quería cerca de nosotros. Siempre me convertía en un ogro cuando me sentía mal y la resaca me estaba matando.

Había ido al bar luego de que Suri estallara en mi rostro y me había emborrachado hasta olvidarme de mi nombre. Tony había estado quejándose toda la noche de mi exceso de bebidas, pero como siempre, lo ignoré. Cosa que me salió mal, ya que el hombre, en venganza, llamó directamente a Kaled para contarle sobre mis andanzas. Aun me dolía el estómago del puñetazo que el hijo de perra me había dado en la mañana justo después de tirarme de la cama y obligarme a lavar mi vomito de la entrada.

No era mi maldito día, ni siquiera sabía porque había aceptado la cita con Liam. Esto solo alejaría el chico, no iba a llegar a ningún lugar cerca de una cama con el humor que perros que tenía. Ni siquiera creía posible que pudiera tener una erección hasta que Liam apareció en la puerta del café.

—Te ves mal. —la voz suave del chico me sacó de mis pensamientos.

Lo miré un segundo antes de bajar mis lentes de sol por mi nariz—. ¿Tú crees?

—Mierda —jadeo—. Pareces un engendro del demonio, con los ojos rojos y todo.

—Gracias —musité sarcásticamente antes de colocar mis lentes nuevamente en su lugar—. ¿Por qué crees que llevo los lentes?

—Solo... no te los quites nuevamente. —pidió.

Eso logró que riera, mis ojos estaban inyectados en sangre gracias al poco sueño que había obtenido y por la rápida mirada que le di al espejo sabía que estaba condenado a usar lentes de sol por el resto del día. Y el hecho de que Niall había arrojado su plato de desayuno en mi rostro, gritando que se me había metido un demonio en el cuerpo también había sido una señal clara de que debía esconder mi jodido rostro.

El chico tomo un sorbo de su batido y sonrió, dándole su aprobación. Sus ojos se clavaron en mí.

—¿Cuántos años tienes, Zayn?

—Veintitrés. —entonces una idea me golpeo, logrando que le diera toda mi atención—. Dime que tienes más de dieciocho.

Sonrió—. ¿Tú crees que soy mayor de dieciocho?

Inclinando la cabeza, para obtener una mejor vista, observé con detalle cada porción de su joven rostro antes de pasar a su torso, o lo poco que se veía de él sobre la mesa. Había estado con muchos chicos que parecían menores de lo que realmente eran, pero tenía la impresión de que Liam no era uno de ellos.

Tragué con fuerza—. ¿Cuántos años tienes?

—Quince.

—Bien, que te vaya bien —arroje unos billetes sobre la mesa y me puse de pie—. Llámame en un par de años.

Ni por todo el placer del mundo me metería con un chico menor de edad, mi culo era demasiado bonito para ser abusado en una cárcel por andar de caliente. Ni hablar de que Kaled y Dacel estarían esperándome a la salida con dos grandes palos de bate para enseñarme una dolorosa lección sobre limites sociales. Prefería cualquier cosa a eso.

Abriendo la puerta, salí del local y comencé a caminar por la vereda. Unos pequeños pasos me siguieron antes de que Liam apareciera a mi lado, aferrando su batido con ambas manos.

—Espera, idiota —se quejo—. Estaba bromeando, tengo diecisiete, cumpliré dieciocho en unas semanas.

—¿Por qué debería creerte ahora? —elevé una ceja hacia él sin dejar de caminar.

El chico se movía a mi lado como si estuviese bailando. Usando sus pies en puntillas, como si quisiera estar a mi altura mientras caminábamos. Eso logró que sonriera.

—Porque, aunque tenga cuarenta años, no voy a acostarme contigo. —aseguró—. Solo... quiero ser tu amigo, ¿Por qué eso es tan difícil?

Me detuve y lo miré, inclinándome un poco para que nuestros ojos conectaran a través de los lentes de sol—. A menos que esta amistad tenga beneficios extras, no va a suceder, mío piccolo.

Me volteé y comencé a alejarme, pero al parecer el chico no era del tipo de personas que se rendían fácilmente. Sus pasitos me siguieron rápidamente—. ¿Sabías que los chicos con novio son quienes consiguen más miradas?

—¿Quieres ser mi novio? —reí.

—Dios me libre —chilló—. No, claro que no, pero podría ayudarte a conseguir chicos haciéndome pasar por tu novio.

—¿Por qué crees que necesito ayuda para conseguir sexo? —eso hasta me ofendía, jamás había tenido problemas para conseguir acción.

—Porque eres un patán —afirmó—. Y porque soy el presidente de mi clase.

Lo miré con una ceja alzada—. ¿Y eso que rayos tiene que ver?

—Oh, Zayn, Zayn, tienes mucho que aprender sobre rangos sociales —se detuvo frente a mí, cortándome el paso—. Soy el presidente de la clase del último curso en la secundaria Norte, la cual está asociada a todas las universidades locales. Conozco a cada uno de sus representantes, una sola palabra mía y todas las piernas universitarias estarán cerradas para ti.

—¿Por qué harías una cosa así? —mi voz salió más aguda de lo que pretendía, pero vamos, el chico quería dejarme sin sexo, cualquiera se alteraría.

Bebió un sorbo de su batido y me sonrió dulcemente—. Porque soy un alma caritativa que cuida el bienestar de sus iguales —su voz era dulce, lo cual me decía que estaba tomándome el pelo.

—¿Qué rayos quieres?

—Conocerte. —respondió fácilmente—. Déjame ser tu amigo.

—No.

Pasé a su lado e intenté seguir mi camino, pero su voz me detuvo.

—Bien, supongo que una junta de emergencia sobre la inseguridad de los bares sería una buena idea.

Me gire a mirarlo, controlando las ganas de ahorcarlo—. Bien, seremos amigos, pequeño granuja.

—Genial —chilló, dando un saltito con la gracia de un bailarín, dejo un beso en mi mejilla y me sonrió—. No te vas a arrepentir.

—Si sabes que voy a seguir intentando entrar en tus pantalones, ¿verdad?

—Me arriesgaré.

—No soy tan interesante, te lo aseguro.

Sus ojos castaños me miraron directamente—. Créeme, eres mucho más interesante de lo que piensas. 

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